viernes, 4 de octubre de 2019

4 de octubre. Día de los Animales. ¡Respetar y venerar la vida!


DÍA DE LOS ANIMALES

¡RESPETAR
Y VENERAR
LA VIDA!

Danilo Sánchez Lihón


Fotos de Ruben Lettieri,
de Capulí, Vallejo y su Tierra


1. Aliento
y latido

El Perú es maravilla universal. Somos el tercer país con mayor biodiversidad del mundo. Y poseemos alrededor del 10% de las plantas vasculares registradas. Más de 25 mil especies. Son nuestras más de 1.850 tipos de aves. Son nuestros 508 mamíferos, 408 anfibios y más de 4.000 variedades de mariposas, además de un número considerable de muchas otras manifestaciones de la vida animal.
En nuestro territorio la vida aflora pródiga, espontánea y tenaz. Aquí la vida se expande y canta en celebración de todo lo creado, sea en el mar, en los lagos, en los ríos y hasta en los aparentes desiertos; sea en el suelo y en el subsuelo, sea en el aire fresco de la mañana. Desde cualquier grieta o resquicio, en el tejado o entre las piedras y el cascajo de las casas abandonadas, y hasta en las resquebrajaduras de lo roto y deshecho, la vida surge y brota incontenible, y dentro de ella el temblor de lo que tiene aliento y latido, emoción, razón y fe.
Tenemos, además, uno de los mejores climas del mundo. En general, sin mayores temperaturas rígidas, donde el invierno es suave, y las temperaturas del verano leves. Ni qué decir comparado a climas como el de Brasil, que está a nuestra misma latitud, o el del África. O climas de países, como el de Estados Unidos y Canadá, que se ubican en nuestra misma longitud terráquea.


2. Celebrando
el día

Sin embargo, lo digo con vergüenza y espanto, de niños entre mis compañeros de barrio o de escuela un arma constante en nuestras manos ha sido una honda o huaraca, hecha de una cinta de jebe con una lengüeta de cuero amarrada centro.
Y con la cual a todo lo que era vida, con frecuencia la más preciosa, colorida y exuberante, así fuera mínima, se la apuntaba y se disparaba sobre ella sin atenuantes; casi siempre con una piedra pulida, filuda y escogida entre las que pudieran ser más duras y contundentes.
¡Siempre en contra de la vida convertida en blanco, o bull, de dichas tropelías y manifestaciones salvajes! ¡Y qué héroes he visto que se sentían quienes mataban algo! Felizmente en mi caso mi padre a nosotros nos tenía prohibido el uso de esas hondas, pero era común su uso entre mis compañeros. Grandes desgracias se han producido por su uso, dejando sin vista incluso a propios y extraños.
Y me estremezco ahora de habernos ufanado de que alguien destrozara el pecho de un pajarillo que trinaba celebrando el día en lo alto de una rama. A veces subiendo a los árboles y bajándolos a tierra los nidos con dos o más huevos extasiados y aún tibios, que ahí mismo eran rotos y dejados a la intemperie.


3. Moral que
se hace nítida

Nuestros maestros y personas mayores no he visto que reprendieran a los niños que lo hacían, ni los llamaban la atención por estos actos. Al contrario, a veces veíamos que ellos mismos cometían las mismas tropelías y crueldades.
Y he visto el solaz del tropel persiguiendo a pedradas a una lagartija que asomaba su cabecita alucinada entre las hojas de una penca, como si se tratara de un enemigo temible y cruel.
O arrastrábamos a un sapo que salía a tomar el sol sobre una piedra en el arroyuelo. Y se apresaba a los saltamontes, libélulas, y se secuestraba a las mariposas.
He visto cómo se amarraba a los moscardones por la cintura con un hilo de carrete, y se los hacía volar como si fueran juguetes mecánicos. Esto mismo se hacía con los grillos y saltamontes, hasta que morían.
No me consuela haber sido solo espectador de estas maldades. No me exime tampoco saber que la conciencia ecológica no existía en aquel tiempo y que recién ella sea una moral que se hace nítida en los tiempos recientes.

4. Sobresale
del manantial

Porque antes, todo lo que se movía y era vida, inmediatamente hacía reaccionar a niños y muchachos, para coger aquellas hondas que he descrito, que casi siempre se las llevaba colgadas al cuello.
O cruzadas en bandolera, como un emblema en el pecho de sus portadores, y con las cuales se mataba todo lo que fuera, con frecuencia solo para probar puntería.
Y me espanta el pensar que siga siendo así la misma práctica, y más aún en el mundo rural, en el campo de la serranía y la selva donde la vida es profusa y brota sin par.
Pero lo que me espanta es que en algún lugar todavía se siga cometiendo estos actos criminales, como los que acabo de referir, avergonzado en mi conciencia y en mi alma pese a no haberlos directamente cometido.
¡Que eso jamás ya ocurra ni se dé rienda suelta a estos atavismos nefastos! Desterremos estas armas de nuestras vidas. Amemos y respetemos la naturaleza.
Complazcámonos más bien de cuando cantan las aves y nos solazan con sus trinos. Admiremos la vivacidad de la lagartija que explora, y de la maravilla de una rana que croa soleándose en una piedra que sobresale del manantial.


5. El prodigio
de la creación

¡Maestros, padres de familia, autoridades, desterremos esas armas aparentemente nimias, y divertimentos ofensivos en manos de niños, jóvenes y adultos!
Instauremos más bien en nuestras aulas y escuelas, en nuestros programas de estudio y de trabajo, y desarrollemos en nuestras clases, prácticas de cuidado y protección a la naturaleza.
inauguremos viveros, almácigos, y todo aquello en donde la veneración a la vida se ponga de manifiesto.
Eduquemos a nuestros niños y jóvenes, y seres humanos en general, en el respeto y veneración a la vida en todas sus manifestaciones.
Enseñemos a valorarla e incluso a reverenciarla, tal como hicieron nuestros antepasados los Incas; como fue, y sigue siendo, la conciencia y la actitud en las culturas originarias del mundo andino.
Y exaltemos la vida hasta en lo más breve, como el excelso milagro y prodigio de la creación.


6. La tierra,
el agua y el cielo

Sensibilicemos a nuestros niños con la adhesión a nuestras culturas nativas que supieron reconocer en la Mama Pacha y en la Mama Cocha, las fuentes de todo aquello que nos prodiga la naturaleza, dándonos recursos para vivir, cuidando el medio ambiente y el clima.
Culturas que nos han dado el prodigio de tantos valores, entre ellos el de la filiación y el de la pertenencia, además de la solidaridad, amando la tierra, al agua y a la atmósfera benefactoras. Enseñarle que las diez más grandes culturas de América del Sur, todas ellas, florecieron en el ámbito del mundo andino, y en el espacio de lo que hoy es el Perú.
Y todas ellas construyeron maravillas que son asombro de la civilización humana universal. En quienes su cosmovisión era la adoración a todos los dones que nos prodiga la tierra, el agua y el cielo, destacando siempre la defensa de la vida.
Y no prioritariamente, para poner un ejemplo, los minerales; si se trata de comparar la economía de aquellos tiempos con las economías extractivistas del mundo actual, políticas de consumo y de mercado de la sociedad contemporánea, de la sociedad globalizada que nos están llevando al descalabro total.
Ruben Lettieri

7. Identidad
y diversidad

Y en ese contexto respetemos la vida de los animales, como ineludible moral. Porque ellos sienten al igual que nosotros, y como nosotros son sujetos de derechos. Así, un sentimiento que nos conmueve en ellos, por ejemplo, es el de la maternidad, que tiene el mismo código de defensa y protección al débil y desvalido, como son las criaturas recién nacidas y que es un signo hasta de la divinidad.
El nivel superior de una sociedad o una cultura se refleja de manera nítida en el trato y consideración que sus pobladores muestran a toda expresión de la vida, como son los animales. Y mejor aún, si es que nuestra emoción hacia ella está marcada por la bondad y la identificación con sus destinos.
Porque los animales al igual que los seres humanos sufren y sienten dolor. Y es en ese plano que son hermanos nuestros, y nuestros semejantes. Por eso, y en vez de las huaracas u hondas de jebe para matarlos, tendamos hacia ellos las manos tendidas para protegerlos, y el corazón abierto para quererlos e identificarnos con ellos.
Es en eso, y en mucho más, que debemos tender la mirada a las fuentes de nuestras culturas primigenias. Y seamos así un pueblo coherente con nuestra identidad y diversidad; que ama, aprecia y defiende la naturaleza. Y con ello la vida sobre la faz de la tierra.


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