jueves, 3 de octubre de 2019

3 de octubre. Creación de la Real Academia Española de la Lengua. La palabra es la casa del ser.


3 DE OCTUBRE
CREACIÓN DE LA REAL ACADEMIA
ESPAÑOLA DE LA LENGUA
3.10.1714. REAL CÉDULA DE FELIPE V


LA PALABRA
ES LA CASA
DEL SER


Danilo Sánchez Lihón



¿Qué sería de la vida sin el lenguaje de las palabras?


«Estamos hechos
del aire de las palabras.
Y cuando las palabras se van,
no somos nada.»
Washington Delgado


1. Las palabras
son seres vivos

Las palabras son hechizos, sortilegios y abalorios, pero sobre todo son seres vivos. Y dentro de esta especie, son seres mágicos, videntes y chamanes que curan. Seres que hacen prodigios, conjuros y encantamientos. Y algunos de estos seres, de las palabras, alcanzan a ser sagrados.
Para el niño la silla oye cuando la regaño porque de ella se ha caído. La cuchara que le quema la mano recibe su merecido en una reprimenda. Y así castigo a la grada de la puerta para que aprendan «a no hacer tropezar, ni lastimar» a mi niña.
¡Cómo no van a vivir las palabras que son embrujos, amuletos! ¡No sólo viven, sino que actúan fabulosamente columpiándose desde nuestras bocas, con mucha más presencia y poder que muchas otras cosas!
Porque es en las palabras que encuentro o pierdo mi destino. Y es que son seres vivos, pero además son talismanes, fantasmas y hechicerías.
Con una intensidad de verbena en los festejos, de fuegos fatuos de artificio en las celebraciones, de «tíos vivos» en los parques de diversiones o de carbones ardientes y encendidos en los corazones apasionados.


Sede de la Real Academia Española de la Lengua

2. La palabra
es música

La palabra no es únicamente golosina o pulpa para masticar; es dilema, conflicto y peligro en el alma y hacia la vida que en gran medida encuentra su rumbo con las palabras que pronunciamos.
Es brillo y fulgor que conturba las sienes; tiene aristas como meandros, rostros diversos como sinuosidades por donde navegar sin hallar jamás una salida.
Pero también es abierta, tiene orillas por las cuales podemos caminar y encontrar playas, oquedades que devuelven el eco de nuestros pasos y el grito de nuestras bocas y la pasión de nuestras entrañas.
Las palabras son planetas, mundos, firmamentos escondidos; cada una de ellas tiene una geografía estupefacta, llanuras y montañas insospechadas.
Contienen lugares apacibles para meditar y abruptos para caer infinitamente por ellos. Puedo llegar a la eternidad viajando en las dos alas y tras los ojos nictálopes de una palabra.
Es penoso malgastarlas, ajarlas, rayarlas. O dejarlas olvidadas en el desván de las cosas inservibles.


Los antiguos peruanos construyeron sus casas y sus palabras en lo alto de las montañas

3. La palabra
es casa

 Cuando se las deja olvidadas son cajas de música apagadas. Son el arpa polvorienta sin entonar a tiempo su melodía o su canto acostumbrado, enmohecidas en el rincón oscuro sin ganas ya de soñar su destino.
Sin palabras viviríamos desamparados y a la intemperie.
La palabra no sólo es casa que se acopla con otras de manera diversa, y se hacen vecindad, pueblo y colectivo humano, sino que es casa para cada uno de los seres y entelequias del universo.
¿Qué sería del caracol sin su nombre? ¿Y de la ola sin nadie que la ponga en un verso? ¿Qué sería si no la pudiéramos llamar: ola? Y de la flor sin que podamos saludarla en el jardín y decirla ¡hola flor!
La palabra es casa ligera pero también inmarcesible. ¡Volátil y a la vez eterna! ¡Grave y a la vez graciosa!
Casa que debemos construir de manera tenaz, persistente y persuasiva, conquistarla y habitar en ella, insuflarle nuestro rostro, nuestra sangre y nuestra progenie.


La palabra es candil y llama votiva

4. Mundo
nuevo

La palabra también es juguete que se abre, trompo que baila, cometa que se eleva por el cielo azul.
¡Está bien, pero hagámosla casa segura!
La palabra es pelota que se pasa, ¡que se tira y que rebota! A veces se nos va de las manos, nos hace correr tras ella.
¡Está bien, pero hagámosla casa que protege!
La palabra es veleta que gira en el aire. Y mientras la miramos pensamos en muchas cosas, soñamos con los ojos puestos en ella.
¡Está bien, pero hagámosla casa que defienda!
La palabra se dobla, se amplía, se estira, se esconde. Es una llave para abrir y cerrar un jardín secreto y antiguo.
El reino de las palabras es dominio maravilloso, pero que debemos hacer casa y heredad nuestra.
Porque nos lo merecemos. Y porque es con el propósito de fundar con ellas un mundo nuevo y mejor.



¿Qué sería del caracol sin su casa ni su nombre?

5. ¡Y eso
se espera

¡Está bien, pero hagámosla casa llena de alma y de coraje!
Es una aguja para coser, es un candil para alumbrar, es una pluma para escribir.
¡Está bien, pero hagámosla casa para compartir!
Donde las palabras sean palomas y vuelen por el cielo azul, y ánimas que tienen un destino y se van por los caminos, cada una con una aventura por recorrer.
¡Está bien, pero hagámosla casa de valor infinito!
¡De eso se trata!
De construir esa casa, de hacernos poseedores de sus aposentos, habitantes de sus patios, ambulantes de sus corredores, de jugar a escondidas en sus buhardillas.
Ser constructores de esa casa por mínima o pequeña que sea.


Concertando programas a favor de la literatura infantil y juvenil

6. Son mi
dignidad

Las palabras son voluntades, caracteres, temperamentos. Son libertades supremas.
Son traidoras o son leales. Son guerreras o son cobardes. Son fuertes o pusilánimes. Son mortales, como otras alcanzan la inmortalidad, y con ellas para las bocas de quienes las dijeron.
Las reviste el honor como las socava la deshonra.
Son precisas o son inciertas. En las palabras cabe la verdad por inmensa que sea.
Y aparte de ellas el sentido no habita si es que antes ellas no han ocupado el lugar para que adquiera sentido lo creado.
Las palabras son mi dignidad o mi flaqueza. La gloria y el fracaso.
Soy el ser que debe realizarse absolutamente en ellas, porque fuera de ellas no hay nada.
Porque en la palabra está el ser del hombre.


Alocución en la Plaza de Armas de Santiago de Chuco

7. Son
casas

Sumirnos en ellas es ser libres, es hacernos seres humanos cabales y definitivos.
Y nadie mejor dispuesto a hacerse dueños de esa casa que los niños.
Y en eso debemos dejarnos guiar por sus pasos, y aprender de ellos los maestros y los adultos.
Los viejos están salvados porque saben con sus palabras volverse niños y con ello se legitiman.
Para así hacer casas y universos de esperanza, porque dentro de las palabras está todo; ¡el sol, la luna, las estrellas y la bóveda sideral!
Como también la flor, la rana y el caracol.
Porque como decía el poeta: «Estamos hechos del aire de las palabras. Y cuando las palabras se van, no somos nada.»
Las palabras son casas donde habitamos los hombres. Son las moradas donde nos guarecemos y con nosotros el ser del universo.


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