3
DE OCTUBRE
CREACIÓN
DE LA REAL ACADEMIA
ESPAÑOLA
DE LA LENGUA
3.10.1714.
REAL CÉDULA DE FELIPE V
LA
PALABRA
ES
LA CASA
DEL
SER
Danilo
Sánchez Lihón
¿Qué sería de la vida sin el lenguaje de las palabras?
«Estamos
hechos
del aire
de las palabras.
Y cuando
las palabras se van,
no somos nada.»
Washington
Delgado
1.
Las palabras
son
seres vivos
Las palabras son hechizos, sortilegios
y abalorios, pero sobre todo son seres vivos. Y dentro de esta especie, son seres
mágicos, videntes y chamanes que curan. Seres que hacen prodigios, conjuros y encantamientos.
Y algunos de estos seres, de las palabras, alcanzan a ser sagrados.
Para el niño la silla oye
cuando la regaño porque de ella se ha caído. La cuchara que le quema la mano
recibe su merecido en una reprimenda. Y así castigo a la grada de la puerta para
que aprendan «a no hacer tropezar, ni lastimar» a mi niña.
¡Cómo no van a vivir las
palabras que son embrujos, amuletos! ¡No sólo viven, sino que actúan
fabulosamente columpiándose desde nuestras bocas, con mucha más presencia y
poder que muchas otras cosas!
Porque es en las palabras que
encuentro o pierdo mi destino. Y es que son seres vivos, pero además son
talismanes, fantasmas y hechicerías.
Con una intensidad de verbena
en los festejos, de fuegos fatuos de artificio en las celebraciones, de «tíos
vivos» en los parques de diversiones o de carbones ardientes y encendidos en
los corazones apasionados.
2.
La palabra
es
música
La palabra no es únicamente
golosina o pulpa para masticar; es dilema, conflicto y peligro en el alma y
hacia la vida que en gran medida encuentra su rumbo con las palabras que
pronunciamos.
Es brillo y fulgor que
conturba las sienes; tiene aristas como meandros, rostros diversos como
sinuosidades por donde navegar sin hallar jamás una salida.
Pero también es abierta,
tiene orillas por las cuales podemos caminar y encontrar playas, oquedades que
devuelven el eco de nuestros pasos y el grito de nuestras bocas y la pasión de
nuestras entrañas.
Las palabras son planetas,
mundos, firmamentos escondidos; cada una de ellas tiene una geografía
estupefacta, llanuras y montañas insospechadas.
Contienen lugares apacibles
para meditar y abruptos para caer infinitamente por ellos. Puedo llegar a la
eternidad viajando en las dos alas y tras los ojos nictálopes de una palabra.
Es penoso malgastarlas,
ajarlas, rayarlas. O dejarlas olvidadas en el desván de las cosas inservibles.
3.
La palabra
es
casa
Cuando se las deja olvidadas son cajas de
música apagadas. Son el arpa polvorienta sin entonar a tiempo su melodía o su
canto acostumbrado, enmohecidas en el rincón oscuro sin ganas ya de soñar su
destino.
Sin palabras viviríamos
desamparados y a la intemperie.
La palabra no sólo es casa
que se acopla con otras de manera diversa, y se hacen vecindad, pueblo y
colectivo humano, sino que es casa para cada uno de los seres y entelequias del
universo.
¿Qué sería del caracol sin su
nombre? ¿Y de la ola sin nadie que la ponga en un verso? ¿Qué sería si no la
pudiéramos llamar: ola? Y de la flor sin que podamos saludarla en el jardín y
decirla ¡hola flor!
La palabra es casa ligera
pero también inmarcesible. ¡Volátil y a la vez eterna! ¡Grave y a la vez
graciosa!
Casa que debemos construir de
manera tenaz, persistente y persuasiva, conquistarla y habitar en ella,
insuflarle nuestro rostro, nuestra sangre y nuestra progenie.
La palabra es candil y llama votiva
4.
Mundo
nuevo
La palabra también es juguete
que se abre, trompo que baila, cometa que se eleva por el cielo azul.
¡Está bien, pero hagámosla
casa segura!
La palabra es pelota que se
pasa, ¡que se tira y que rebota! A veces se nos va de las manos, nos hace
correr tras ella.
¡Está bien, pero hagámosla
casa que protege!
La palabra es veleta que gira
en el aire. Y mientras la miramos pensamos en muchas cosas, soñamos con los
ojos puestos en ella.
¡Está bien, pero hagámosla
casa que defienda!
La palabra se dobla, se
amplía, se estira, se esconde. Es una llave para abrir y cerrar un jardín
secreto y antiguo.
El reino de las palabras es
dominio maravilloso, pero que debemos hacer casa y heredad nuestra.
Porque nos lo merecemos. Y
porque es con el propósito de fundar con ellas un mundo nuevo y mejor.
¿Qué sería del caracol sin su casa ni su nombre?
5.
¡Y eso
se
espera
¡Está bien, pero hagámosla
casa llena de alma y de coraje!
Es una aguja para coser, es un
candil para alumbrar, es una pluma para escribir.
¡Está bien, pero hagámosla
casa para compartir!
Donde las palabras sean
palomas y vuelen por el cielo azul, y ánimas que tienen un destino y se van por
los caminos, cada una con una aventura por recorrer.
¡Está bien, pero hagámosla
casa de valor infinito!
¡De eso se trata!
De construir esa casa, de
hacernos poseedores de sus aposentos, habitantes de sus patios, ambulantes de
sus corredores, de jugar a escondidas en sus buhardillas.
Ser constructores de esa casa
por mínima o pequeña que sea.
6.
Son mi
dignidad
Las palabras son voluntades,
caracteres, temperamentos. Son libertades supremas.
Son traidoras o son leales.
Son guerreras o son cobardes. Son fuertes o pusilánimes. Son mortales, como
otras alcanzan la inmortalidad, y con ellas para las bocas de quienes las
dijeron.
Las reviste el honor como las
socava la deshonra.
Son precisas o son inciertas.
En las palabras cabe la verdad por inmensa que sea.
Y aparte de ellas el sentido
no habita si es que antes ellas no han ocupado el lugar para que adquiera
sentido lo creado.
Las palabras son mi dignidad
o mi flaqueza. La gloria y el fracaso.
Soy el ser que debe
realizarse absolutamente en ellas, porque fuera de ellas no hay nada.
Porque en la palabra está el
ser del hombre.
7.
Son
casas
Sumirnos en ellas es ser
libres, es hacernos seres humanos cabales y definitivos.
Y nadie mejor dispuesto a
hacerse dueños de esa casa que los niños.
Y en eso debemos dejarnos
guiar por sus pasos, y aprender de ellos los maestros y los adultos.
Los viejos están salvados
porque saben con sus palabras volverse niños y con ello se legitiman.
Para así hacer casas y
universos de esperanza, porque dentro de las palabras está todo; ¡el sol, la
luna, las estrellas y la bóveda sideral!
Como también la flor, la rana
y el caracol.
Porque como decía el poeta:
«Estamos hechos del aire de las palabras. Y cuando las palabras se van, no
somos nada.»
Las palabras son casas donde
habitamos los hombres. Son las moradas donde nos guarecemos y con nosotros el
ser del universo.
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