7 DE OCTUBRE
PRIMER LUNES DEL
MES
DÍA DE LA ARQUITECTURA
BALCONES
DE LAS CASAS
DE MI COMARCA
Danilo Sánchez Lihón
En Cachicadán. Santiago de Chuco
1. El barco
que somos
¡Ah, balcones de nuestros pueblos andinos! No
se podría comprender la vida sin ellos.
Sin mirarla fijamente a la vida misma desde sus
torres de vigía. Como no sería dable la vida si no nos confundimos solidarios con
los demás en lo hondo de las calles.
¡Balcones para mirar que la vida es recóndita,
amplia e infinita! Ya que sin ellos no encontraríamos la hebra ni el ovillo en
que se envuelve, ni aquí ni en ningún otro sitio, si primero no la
reconociéramos desde sus antepechos estupefactos.
Porque ella se hunde y es solo desde lo alto
que se la puede encontrar y hasta coger núbil y desprevenida sin que su sentido
se esconda.
Balcones que son para salir y mirar la calle y
el mundo. Que no solo es ventana para que la luz entre, sino que es mástil y
proa, que es para dirigir y tomar rumbo en la navegación del barco que somos, y
guiarnos hasta hacernos llegar a buen puerto.
2. La flor
del alhelí
Desde aquí se divisan los huertos de higos y
manzanas, de membrillos, retamas y limoncillos. Y las matas de cedrón y
yerbaluisa en las orillas.
El olor penetrante a hierba buena y toronjil.
Y el rosal en botón al final del sendero.
Desde aquí el rasgueo de la guitarra y la voz
de un huayno o de un triste, o yaraví con fuga de tondero.
O la serenata donde se rememora a la mujer
amada y distante.
Desde aquí una lágrima de un amor furtivo y
aun así sin límites. Desde aquí la flor del alhelí morada y blanca, recordando
un amor que fue y no fue. Que ha sido y no ha sido. Que puede ser y será.
Desde aquí, al amanecer, se encienden los
matices rosas, lilas y azules en los picos de las nieves eternas de la
Cordillera Blanca que esplende en la lejanía.
3. Ahogar
un suspiro
Desde aquí uno al subir se apiada de los
techos torcidos y ladeados con tejas donde el musgo extiende sus flores de
liquen. Techos con tejas viejas
renovadas por el líquido límpido de las lluvias sorpresivas. Techos por cuyas
canaletas se desliza el agua rezongona de las tempestades.
Techos por cuyos resquicios, que dejan las
tejas cuando se juntan, sube el humo azul de alguna fritura, o de algún
sancochado que se cuece, o de algún cereal que se tuesta en la sumisa callana.
Que se han torcido por la quejumbre de las
serenatas. Y las penas de quienes se recuestan en ellos; o bien porque añoran
días pasados o les inquietan los días venideros.
Hasta donde se sale para lucir o desajar el
traje con que iremos a una fiesta o a un entierro. O desde donde se mira pasar
una comparsa, una procesión o una banda de músicos.
Miradores para ver y desde donde mirar cómo la
vida y la muerte se urden y se juntan. Balcones hasta donde uno sale para
ahogar un suspiro u ocultar una pena.
4. Recios
y patriarcales
En mi pueblo,
Santiago de Chuco, se están destruyendo las casas antiguas y con ellas sus
balcones. Y se están construyendo ahora unas casas cuadradas que están
reemplazando a las viejas casonas de largos y hondos corredores y ventanales.
Desde el segundo
piso ya invaden la calle con una saliente de un metro y que no dejan lugar a
los balcones, sino a ventanas planas y enrejadas.
He preguntado por
qué. E indagado qué mano ingrata las confecciona así.
Y me han dicho, que
es un maestro albañil que ha venido de Casmiche, que queda ya en la costa, y
que ha traído un plano o modelo que ahora todos copian y remedan.
– ¿Qué es eso? –He
dicho–. ¿Y se puede actuar de manera impune? –He resoplado.
Para colmo, tiene
un solo plano y con ese, casa que le dicen que edifique, la hace. Además, de
ladrillo, que pide de Trujillo. Descartados han quedado los recios y
patriarcales adobes.
5. En lo alto
del muro
Terminadas las
paredes y columnas del primer piso se tiende el techo hacia el segundo. Y se lo
hace con las tablas, que se prolongan un metro hacia fuera de la calle, desde
donde se alzan las paredes del segundo nivel.
Construyendo de ese
modo, ¡Adiós balcones! ¿Cómo y dónde ponerlos en esas paredes que son como
cubos o cajas en los almacenes? O como los contenedores de las aduanas
enfilados y uniformes unos tras otros, y que los camiones transportan
indiferentes. ¿Desde dónde contemplar ya el pasado, el presente y el futuro? ¿Y
el paisaje? Se borró con esas perspectivas despiadadas.
Y se derruyeron los balcones con uno o más
maceteros donde abrían sus pétalos clavelinas, azucenas y geranios. Aunque, eso
sí: viejos y mustios. Pero al fin, expresiones de encanto, de gracia y ternura.
Y de que comprendimos la vida sembrando una flor no solo en lo alto del muro
sino en el aire transparente del día y la noche desveladas.
Siendo así, se está
dañando la fisonomía de un pueblo hermoso por el de una barriada precaria de
una ciudad marginal costera.
6. ¿Qué
hacer?
Y me digo
desconsolado:
¿Hacia dónde saldrá
ahora la andina y dulce Rita, de junco y capulí? Escena que ocurre en un
segundo piso de nuestras casas ensimismadas, cuando César Vallejo escribe:
Ha de estarse a la puerta mirando algún
celaje,
y
al fin dirá temblando: “Qué frío hay... Jesús!”
Y si el techo es
además de calamina, ¡como ahora se consiente que se ponga! Y, ¿cómo será
posible recitar entonces?
y
llorará en las tejas un pájaro salvaje.
Por eso, ¡Señor
Alcalde Provincial, ¿qué hacer?
¡hay hermanos, muchísimo qué hacer!
Y en ese qué hacer defender los balcones donde
enredados en sus balaustres los capullos de las flores que con su hálito hacen
imperecedero este día.
7. Son
vigías
Por eso:
No destruyamos los
balcones, sean corridos con barandilla, sean los de antepecho con balaustres
torneados.
Sean las simples
ventanas que apenas es un vano, pero donde el anhelo para que entre la luz o
para expandir hacia afuera la mirada, pervive.
No lo destruyamos.
Dejémoslos así. Son vigías o guardianes de nuestros sueños más acrisolados.
No los matemos, no
los desterremos de nuestras casas ni de nuestras vidas.
Porque: ¿Cómo ya
mirar el mundo sin ellos? ¿Y la vida, existiría amplia e infinita sino se la mira
contemplándola desde esos sitios?
Sin ellos, ¿dónde
evocar tu falda, tus trenzas y tu mirada, amor mío? Sin ellos no habría ni cómo
tender la mirada hacia lo eterno.
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