7 DE OCTUBRE
MES DE LA
CANCIÓN ESCOLAR
EL
CANTAR
ILUMINA
Danilo
Sánchez Lihón
Escuela de César Vallejo en Santiago de Chuco.
Foto: Jaime Sánchez Lihón
La música
da alma
al
universo
alas a la
mente, vuelos a
la
imaginación.
Da
consuelo a la tristeza
y ¡vida!
Y otorga
alegría a todas
las cosas.
Platón
1.
El que canta
abraza
Evoco, en relación a las
canciones escolares, el patio de malvas de mi escuela.
Y la greca de los tejados que
los aleros proyectaban recortando el tul añil del cielo por donde lentos
bogaban los vellones de nubes albas.
Y en donde cantábamos a
pulmón henchido, siguiendo con la mirada el revolotear de las alondras y el
vuelo antojadizo de las mariposas entre las flores.
Evoco el sol en las puertas y
las paredes blancas, el brillo y frescor de las gradas de piedra y los
corredores, teniendo al lado a nuestros maestros, abrigando altas esperanzas y
sueños.
Evoco el suelo de tierra y
arenisca del patio en donde entonábamos a gritos canciones que se nos han
quedado grabadas en el alma.
He allí la importancia de
cultivar el arte del canto en las escuelas. Porque el que canta adora, reza,
agradece mil veces. Y tiene fe en el alma.
2.
Cantar
engrandece
El que canta abraza, acaricia
al hermano, a la flor, a la casa y al pueblo donde ha nacido. Así:
Ya
asoma la primavera
mil
de flores se ven ya
una
rosa perfumada
con
un joven tulipán.
El que canta vuelve donde se
crio y también regresa desde lejos al tiempo presente y al pueblo donde ahora
vive.
El que canta besa lo mejor de
la creación.
Y en lo que canta le está
diciendo al mundo que es grato estar aquí, que es dichoso todo.
Y que, así sea que cunda la
adversidad, nos sobreponemos a la pena y celebramos con dicha la vida.
Por el hecho de cantar la
penuria misma deja de ser totalmente sombra para ser algo que de algún modo nos
engrandece.
Escuela de César Vallejo en Santiago de Chuco.
Aprendiendo canciones. Foto: Jaime Sánchez Lihón
3.
Es
convicción
El que canta es fiel con la
vida y la creación del universo.
Ensalcemos
la memoria
de
los héroes de la historia
de
los héroes que a la patria
dieron
gloria y libertad.
¡Con las canciones hasta la
muerte nos parece que ha de rendirse y ser un tránsito lleno de valor, y hasta de
vida! Porque creo que cuando ello ocurra inevitablemente y mientras la sombra
se acerque, del fondo de nuestro ser algo surgirá el canto.
Surgirán del fondo de nuestro
corazón las notas de una o varias de aquellas canciones que entonamos en
nuestra infancia en las mañanas diáfanas en nuestro centro escolar.
Y qué bueno sería que nos
encontráramos en ese momento supremo modulando una canción de nuestro lar
nativo, para lo cual más valiera que la tuviéramos presente.
Porque las canciones no son
simple forma, melodía, ritmo o tonada. Como tampoco se limitan a ocupar o
quedarse en un momento y espacio confinados, sino que estallan y se expanden.
4.
Cantar
es
luchar
Las canciones fecundan y
trascienden para engrandecer nuestras almas, tanto individuales como
colectivas. Ellas son ritos, imágenes, modelos y, sobre todo, naves, cometas,
arco iris que se elevan hacia lo alto.
Son globos iluminados que
hacen las noches más frías e intrincadas, como noches propicias en que nacen ensueños
y esperanzas. Son eso y mucho más: muy especialmente cuando se bulle y comparte
con un grupo humano en la edad de la ilusión.
Que es cuando se vive y actúa
con el rostro y el alma abiertos a la inmensidad. Porque la canción es
afirmación de vida, es convicción y brega, o confesión de no rendirnos y canto
de victoria.
Es luchar contra el duro
peñasco de lo amargo y adverso; pero, sobre todo: es esperanza de que
venceremos. ¡Por eso se canta! Así, cantamos de niños a voz en grito
Ya
resuenan los clarines
los
tambores y el cañón
yo
defiendo mi bandera
combatiendo
en los campos de honor.
Escuela de César Vallejo en Santiago de Chuco.
Cantando ya en el patio. Foto: Jaime Sánchez Lihón
5.
Un
bálsamo
En el canto se desafía a ver
quién es más fuerte, si la roca cruel y arisca, el tiempo indiferente, el
vendaval que destruye, o la desgracia desalmada.
O si es más fuerte y
contundente la verdad que alberga en nuestros corazones, o la resistencia a
toda claudicación y derrota.
Y que surge cuando se canta,
la voz afinada y tensa que vibra y defiende entonando temblorosa cantos de amor
y esperanza.
Porque aquella visión
auroral, diáfana y encantada del mundo que el niño contempla y vive a través de
las canciones, acaso:
¿No piensas que será
necesaria para fortalecer su espíritu en la vida?
Allí es donde se aprende a
comulgar, a conmoverse frente a la naturaleza, y conmueve ante el capullo de
una flor.
6.
La mirada
ilusionada
A extasiarse o condolerse
ante un arrebol o ante una mariposa, hechos que el mundo moderno ha descartado
para quedarse únicamente con cosas o mercancías; o lo cognitivo e impersonal.
Porque el modelo de sociedad
que prevalece y también de educación recelan del sentimiento y desestiman la
ternura, la inocencia y el candor.
Volver siquiera a recordar
las canciones ya es un bálsamo, un grato aroma, una fiesta de belleza, color y
del don de vivir.
¡Mucho más indudablemente es
entonarlas! Como cuando con la mirada ilusionada cantamos:
Al
lado de mi cabaña
tengo
una huerta y un madroñal.
Con
mi cabaña y la huerta leré
y
los madroños leré, te quiero más.
7.
Cantan
las
estrellas
Y, además, porque todo canta
en el universo. Canta el grillo, la rana y canta la alondra.
Canta el viento de la mañana
meciendo las espigas en los sembríos o en las parvas.
Canciones
bellas para las aves
para
las aves y el fontanal
y
que son puras como sus aguas
como
sus aguas de azul cristal.
Canta el pez con sus
movimientos en el agua. Canta la luna, el sol y cantan las estrellas en el
firmamento. Canta la noche en las fuentes y en el cielo estrellado.
Y no se canta porque se sea feliz,
sino que se es feliz porque se canta y se hace feliz a los demás. Es por eso
que decimos que construye el pueblo que canta.
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