8 DE OCTUBRE
DÍA DE LA EDUCACIÓN FÍSICA
Y EL DEPORTE
VIVOS
CASTILLOS
DE LUZ
Danilo Sánchez Lihón
Leña para los fogones y castillos
Las chispas al flotar lindas,
graciosas,
son trigos de oro audaz que
el chacarero
siembra
en los cielos y en las nebulosas.
César Vallejo
1. Cuáles eran
los desafíos
Las cuatro escuelas principales de
Educación Primaria de Santiago de Chuco, en la concentración magisterial del mes
de marzo acordaron hacer un plan de conmemoración de las efemérides significativas
del Calendario Cívico, siendo una de ellas la celebración del Día de la
Educación Física y el Deporte, el día 8 de octubre de cada año.
¿Qué hacer de original que no se hubiera
hecho antes, además de torneos en los diferentes deportes? Y se les ocurrió entonces
una idea brillante: realizar el concurso de levantar fogatas en los tres cerros
que rodean Santiago de Chuco.
Ellos son: El Quillahirca, al norte y a
cuyas faldas el pueblo se hamaca. Conra, que es una peña abrupta en cuya cima
se siembran maíces y trigales. Y Mashcán, hacia el este verdecido de cultivos
de pan llevar como ocas, habas y alverjas. Y otra fogata más se alzaría en el
altozano de Chaychugo, que es un promontorio rodeado por algunos flancos de
hondas pendientes.
Dos eran los desafíos por los que se tenía
que competir:
1. De qué fogata se levantaban las llamas
más altas, y
2. Cuál de ellas duraba más tiempo con luz
viva.
El maestro Danilo Sánchez Gamboa, mi padre,
fue encomendado por su escuela para ser quien dirija esta actividad en lo que
corresponde a la participación del Centro Viejo 271, al que en el sorteo le
salió alzar la fogata en el cerro de Mashcán.
2. La
arquitectura
del castillo
Tan pronto se acordó hacer esta actividad
el Centro Viejo 271 empezó con esmero a organizar su participación. Para ello
cada alumno tenía que aportar una raja de leña cada mes, considerando los meses
por venir, de abril a octubre.
Se hizo normal ver a alumnos desfilando por
las calles con su raja de leña al hombro, las mismas que se iba acumulando bajo
el techo del taller de carpintería, bien protegido de la lluvia y de las
goteras que podían humedecerla.
Los profesores donaban una carga de leña
seca, por cada mes.
Ninguna organización había sido tan
precisa, disciplinada y acuciosa como la desplegada por el Centro Viejo 271;
empezando por el orden en traer y resguardar los materiales, en tener listos los
planos elaborados en base a los cuales se erigiría la estructura del castillo,
dibujado en diferentes perspectivas y a escala; esquemas minuciosos, además, en
consignar otros detalles como el número de rajas de leña acumuladas y cómo se
distribuirían en el andamiaje que se armaría en la cima.
La arquitectura del castillo tenía que ser
vistosa desde diferentes ángulos y, sobre todo, contemplada desde el pueblo. Las
tareas de las comisiones que estaban actuando en este evento se las repasaban
cada semana y más cuando la fecha se avecinaba.
3. Como
ejemplo
Ya cercano el día el Inspector de Educación
le dijo a don Danilo:
– Ya enciéndala no más la fogata del Centro
Viejo que ya ganó por el empeño que ha puesto usted y su escuela, que ya la
considero vencedora en el concurso.
– ¡De ninguna manera señor Inspector! Es un
homenaje a una fecha importante. ¿Cómo podría participar de esta actividad si
no hay una verdadera competencia? –Replicó.
Entonces el Inspector de Educación dio una
orden terminante: que las cuatro escuelas tenían que cumplir con realizar del
modo más destacado lo que se habían comprometido a realizar en el rol y
programa de efemérides establecidas.
Acicateados de este modo los otros centros
educativos empezaron a reunir también buena cantidad de leña y se organizaron
para armar sus castillos respectivos.
– Además –les había dicho el Inspector–,
hay que cumplir con encender a la hora exacta y en las mejores condiciones para
cada uno. Y esto como ejemplo que debe dar el pueblo de Santiago de chuco a
otras provincias, ya que las fogatas serán vistas desde Tauca, Pallasca, Cabana,
Huandoval y otros pueblos que están en la banda de enfrente, pasando el río
Tablachaca.
4. Trozos
parejos
El esquema de cómo irían armando el
castillo por parte de la Escuela 271 fue hecho en un plano que consideraba un
diámetro de seis metros en la base.
El castillo, poco a poco, se iría cerrando
en el centro hasta dejar una abertura de un metro y medio de diámetro en la
parte más alta de la estructura.
La manera de trenzar la leña se ensayó en
el patio de la escuela varias veces en diversas operaciones simuladas, con la
participación de varias columnas de estudiantes que actuaban con sagacidad y eficacia,
¡Toda una maravilla de composición!
Además, era leña escogida. Se pedía
principalmente rajas de molle, eucalipto y huarango para que la lumbre sea
viva, intensa y dure.
Se había acumulado aproximadamente tres mil
trozos parejos de leña que se elevarían en un castillo de nueve metros de
altura. ¡Era impresionante!
Se previó, además, armar cuatro escaleras
muy espigadas.
Una semana antes, en varias caminatas, se
trasladó la leña a un pajar techado que se alzó al lado del terreno, en el
lugar más visible de Mashcán desde la plaza del pueblo.
Leña para los fogones y castillos
5. Arte
supremo
Pero también se consideró que las fogatas
fueran vistas desde las cimas del Callejón de Conchucos hacia donde se dio
aviso.
¡Y hasta se pensó que sirviera de ánimo y
aliciente a los andinistas que en esos momentos escalaban o pernoctaban en sus
campamentos sobre las nieves eternas del Huandoy, del Huaylillas y del
Huascarán!
Pero don Danilo Sánchez Gamboa, mi padre,
había acumulado algo más infalible o contundente, según él. ¿Qué era? Algo consagrado
por un arte supremo: un arma secreta, un recurso de altísimo poder. ¿Cuál? ¡La
poesía!
Era una cita literaria –¡de suyo preciosa!–
que eran dos versos del célebre y querido gaucho argentino Martín Fierro, el
recio y conmovedor personaje de la épica pampeña. Nos referimos al autodidacta
y hombre de espada y de pluma, José Hernández, de quien era mi padre admirador
y le gustaba repetir aquellos dichos que rezan:
Hagámosle
cara fiera
a los males, compañero...
Que mi padre repetía a diario como un
estribillo. Como también recitaba esta otra estrofa de aquella epopeya de la
pampa, fiel o cambiada, ¡yo no sé!, pero que él proclamaba del siguiente modo:
6. Bordeando
el minuto
Vamos,
suerte, vamos juntos,
desde
que juntos nacimos;
y
ya que juntos vivimos
sin
podernos dividir,
yo
abriré con mi trabajo
el camino pa' seguir.
Pero la cita guardada para la ocasión del
Concurso de Fogatas era otra.
Ella, como la inspiración y el alma
bullente de la futura antorcha llameante en el cerro, decía así guardada con el
máximo sigilo:
"Para
que el fuego arda
hay que empezar desde abajo".
Después del inmenso y entusiasta trabajo de
traslado y la construcción del castillo, y minutos antes de encenderla solo
cabía estar atentos al chequeo de la hora en que autoridades y pueblo habían
convenido que las fogatas se enciendan y que ya miraban multitudinariamente sea
desde la Plaza de Armas, sea desde las esquinas y los cerros aledaños.
O ya sea desde cualquier punta o flanco de
cerros; o desde cualesquiera otros sitios y distritos. Pero don Danilo guardaba
el papel que a cada momento echaba de menos. Y palpaba en qué bolsillo lo había
puesto.
Hasta que por fin bordeando el minuto
convenido repasó por última vez la cita tan acuciosamente guardada a fin de no
equivocarse en una sola letra de su mensaje.
7. La enseñanza
de aquel día
Y obedeciendo exactamente este mandato de
la sabiduría de la pampa argentina, convertida en libro maravilloso como es el
Martín Fierro, dio la orden de encender el castillo diciendo esta frase también
extraída de la cita:
– ¡Que el fuego arda!
Un alumno previamente designado gracias al
mérito de sus estudios tenía que acercarse con una antorcha y encender una leña
puesta al modo de mecha empapada toda ella de kerosene.
Inmediatamente prendió fuego en el castillo
desde el cimiento, con lo que en pocos minutos ardieron los maderos de abajo al
rojo vivo, que pronto se hicieron ceniza, y se derrumbó la torre y con ella el
largo trabajo de días, semanas y meses. Las otras escuelas, menos influenciadas
por la literatura, hicieron arder largo tiempo sus fogatas improvisadas y
temblequeantes.
El fracaso del Centro Viejo 271 fue total.
Y tres o más meses le duró el silencio avergonzado a mi padre. Cada vez que
delicadamente se hablaba del asunto él se retiraba aduciendo algo, y creyendo
que nadie se daba cuenta que le dolía en el alma.
Pero pasó el tiempo en que posiblemente
estuvo procesando la enseñanza de aquel día. ¿Cuál fue? ¡Que no todos los
proverbios de los textos literarios hay que contextualizarlos y no aplicarlos
literalmente a las cosas simples de esta vida!
Fotos 1, 2, 3, 4, 5 y 6
Jaime Sánchez Lihón
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