lunes, 18 de noviembre de 2019

18 de noviembre. Batalla de la lectura por un mundo mejor. Leer nace del regazo materno.


18 DE NOVIEMBRE
BATALLA DE LA LECTURA
POR UN MUNDO MEJOR

LEER NACE
DEL REGAZO
MATERNO

Danilo Sánchez Lihón



Dibujo de Olga Flores para el INLEC


Ver
es cerrar los ojos.
Wols

1. El sentido
de la lectura

La lectura en niños y jóvenes requiere ser motivada, para lo cual hay que tener la sapiencia de saberla cultivar antes que en la escuela en el hogar, y antes que en la mesa en la cuna.
Y antes que en la cuna en el vientre o útero materno. Antes que por el maestro por la madre y el padre. Y más que por el varón por la mujer. Porque la lectura es matriz, origen, principio y raíz.
Y lo primero que hay que sembrar en la mente y en el alma del niño es una idea clara y lúcida de para qué sirve leer, y esto no de manera explicativa sino vivencial, gozando de la lectura misma.
Y esto no pretendiendo introducir una definición ni una fórmula conceptual sino inculcando una actitud. Y haciendo plena y total la vida que la lectura nos depara, evoca y prodiga.
Lo que hay que mostrar y repetir es la experiencia tangible y directa de las maravillas que se descorren al leer. Y, ¿cómo? Leyendo lo más exultantes, plenos de gracia y conmoción.
Y, ¿qué? Aquello que nos ofrece el rico acervo de la literatura infantil y juvenil. Y con ella la inmersión hacia ámbitos insospechados del ser. Y leyendo bien; extrayendo, con todos los recursos que tiene la voz, las sugestiones que nos ofrecen los textos bien escritos 




 2. El por qué
leer

Siendo lo primero motivar con la lectura viva para que el niño arribe a algo legible, entendible y asimilado por él acerca de lo que significa leer, idea y noción que él adopte de manera lúcida. Y no necesariamente la lucidez de la razón sino del subconsciente, del gusto y hasta del capricho.
Donde el niño no solo tiene que descubrir sino apasionarse mucho acerca del para qué sirven los materiales escritos que lo rodean, comprobando la utilidad de la lectura en el enriquecimiento de su mundo interior, de la vida como también para la realidad.
Ahora bien, para que ello se produzca y evidencie hay que obtener de la lectura y la escritura una idea clara y nítida acerca de la utilidad que se obtiene con ella.
Y para ello tiene que experimentarla en ojos, boca y alma de sus padres y bajo esa tutela ir desentrañando poco a poco, y por su propia cuenta e iniciativa, ese acercamiento, práctica y a la vez concepción.
Precisamente, en una investigación sobre lectura se encontró que los niños que habían avanzado más dominio en este campo, eran aquellos que más entendían el por qué leer.
Esto es: que explicaban muy claramente el por qué les gusta, la prefieren y se identifican con ella, y sus razonamientos no eran conceptuales sino vivenciales, como: “Leo porque al leer el aire es más fresco”.


3. La función
de leer

Asimismo, tenían mejor actitud quienes eran más claros en las ventajas que deparaba dicha práctica y afición y que eran los motivos de por qué la elegían frente a otras actividades igualmente placenteras.
Y, es más, que tenían un concepto muy cabal de lo que la lectura es en la práctica, en el acontecer diario y con relación a sus emociones y sentimientos.
Y en este mismo sentido, tiene que haber de parte de los niños niveles de entendimiento y comprensión acerca de lo que es la lengua escrita.
Y no porque le endilguemos un concepto acerca de ella, sino porque lo experimentan en la práctica diaria y continua de su recreación en contacto con los libros. Y todo ello previo al aprendizaje convencional de la lectura y escritura como tal.
Pero interesa que ellas sean reflexiones propias, no las ideas que tenemos los adultos, acerca de esto y lo otro, porque como bien expresa Sully citado por Jesualdo:
"Si el niño pudiera darse cuenta de lo que nosotros llamamos leer se reiría".
Ya que entre los adultos se enfatiza mucho en la función de leer como algo vinculado a la función productiva, práctica y hasta administrativa.

Plan lector Capulí. Foto: Jorge Alcántara

4. Fugaz
y quimérico

Y en dicha perspectiva se idean métodos y técnicas para cualificar más y mejor este sentido, rentista y productivo que incluso se acuña en un concepto como es la comprensión lectora.
Sin embargo, el hombre que lee verdaderamente lo hace por otras razones. Y sobre todo el niño en donde predomina lo mágico, lo cabalístico y hasta lo ritual.
Así como también para tratar de explicarse aspectos importantes de la vida, o bien para conocer aspectos ocultos o inéditos de la realidad; o del hombre mismo.
O bien, para descubrir su personalidad que se le ofrece como algo incomprensible y hasta insondable.
Incluso, las razones por las cuales se leen se emparentan más con el mundo onírico y de los sueños; como es deambular por los reinos infinitos de nuestro mundo interior.
Por ejemplo, al niño le seduce y maravilla constatar que en el texto escrito las palabras no cambian, que permanecen estáticas y suspendidas sobre el movimiento de la vida que pasa, que es cambiante, efímera y mudable, y que la sopesa en relación a esta estática de las palabras.



Plan lector Capulí. Foto: Jorge Alcántara

5. Atajos
y caminos

Por eso nos controla cuando le volvemos a leer un texto que él ya conoce, que las palabras no cambien. Y nos corrige cuando las trastocamos, incluso en su secuencia, de cuáles van adelante y cuales después. Y por eso es que sea tan escrupuloso de que no se modifiquen ni siguiera los detalles, porque a él le fascina que no cambie la naturaleza del texto en relación a la volatilidad de la otra realidad.
Le convence mucho que todo aquello que afecte directamente en su vida y de lo cual los libros nos hablan no se muden ni se transformen en otra cosa.
Que este tráfago sorprendente y prodigioso de la vida, de manera sorprendente y milagrosa permanece intangible en las palabras que se recrean con la lectura.
La maravilla que las frases, los dichos, las descripciones siempre estén allí, que sean las mismas.
Que ellas estén fijas como pruebas tangibles de que lo imaginario es también seguro y durable, como constatación firme de aquello que temía que fuera fugaz y quimérico.
En un estudio de Waples, Berelson y Bradshow, citado por Ralph Staiger en "Caminos que llevan a la lectura" se precisan los móviles tanto personales como sociales que incitan a una persona a leer. Ellos son:

Magia del libro. Dibujo de Nobuko Tadokoro

6. Gozo
y placer

a)   El efecto instrumental como, por ejemplo: conocer mejor un problema práctico y adquirir una mayor competencia en lo que se requiere para resolverlo.
b)   El efecto de consolidación, como es reforzar una actitud o adoptar otra distinta ante temas que se debaten y discuten.
c)   El efecto estético, que se evidencia al tener una experiencia de agrado y placer gracias a una obra literaria.
d)   El efecto desahogo, cuando de mitigar las tensiones se trata al leer algo que ofrece una distracción placentera. En síntesis, sirve:
1) Para resolver un problema.
2) Para informarnos sobre una situación.
3) Para comunicarnos en una dimensión superior.
4) Para obtener gozo y placer.
Pero este listado debería haber empezado por la lectura de gozo y de placer. Pero, además, nosotros diríamos que se lee más y mejor y, en primer lugar, para obtener significados emocionales. Y que son aún más contundentes los textos que en vez de causar deleite o placer, nos hieren, o aquellas lecturas que de manera sencilla desarrollan significados trascendentes no importando si nos hacen sufrir o gozar.



Leer es trepar a un arco iris.
Dibujo de Nobuko Tadokoro

7. Acto
matriz

Tampoco es la lectura que queremos destacar aquella que sirve para hacer tareas, ni aquella otra hedonista para matar el tiempo. Ni la que es para aprender algo, ni la que es para distraernos. Es decir, no constituye nuestro desvelo la lectura que tiene un fin inmediato, funcional y que acaba cuando concluye el fin por el cual se lee termina. Sino más bien aquella inmersión inacabable, inatajable y gloriosa del ser humano en una dimensión cual es alcanzar un sentido para los asuntos de la vida. Nos convencen aquellas lecturas que nos hacen personas sabias, verdaderas y buenas; siendo la bondad el grado máximo de la inteligencia y la sabiduría.
Porque la lectura no es para aprender ni para lo que se enseña sino para enamorarnos en todo caso también del conocimiento, y de la lectura misma. No se la posee primero y después nos prendamos de ella. No entra uno primero a su cuerpo y después la ama. Primero la amamos y después descifraremos su cuerpo. Ella ante todo es simpatía, es relación amorosa y enamorada. Es una suerte de amistad entrañable. Y la amistad tampoco se enseña, sino que se comparte, se vive y se enaltece.
Y surge por relación feliz, por contacto afectivo. Y la lectura tiene que ser contacto, afinidad electiva y matrimonio para toda la vida. De ese tipo de lectura sentemos las bases en le formación del niño y del joven. Tiene que remecernos y causarnos profunda conmoción. Y no es que leamos porque sea importante aquello que leemos. Sino que somos importantes y por eso leemos, haciendo que el texto cobre significado, y que todo nazca de nuevo. Por eso la lectura es un acto matriz y se ubica no en la razón ni en el cerebro, sino en el útero materno.


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