lunes, 25 de noviembre de 2019

25 de noviembre. Día de la No Violencia Contra la Mujer. La niña de la cabellera.


25 DE NOVIEMBRE
DÍA DE LA NO VIOLENCIA
CONTRA LA MUJER

LA NIÑA
DE LA
CABELLERA


Danilo Sánchez Lihón




1. El pañuelo
amarrado

En aquel informe confidencial se decía que la alumna Diana Ayaipoma Sulca había intentado suicidarse.
– No la ubico. ¿Quién es? –Fue la primera expresión de todos los profesores del plantel. Resulta que nadie la conocía por su nombre.
– ¿En qué salón está? –Es la pregunta tensa e inquietante.
– Aquí dice que en el Tercer Año B.
– ¿Quién de ustedes es Diana Ayaipoma Sulca? –Preguntó ya en el aula de clases la maestra–. ¿Es alumna de esta sección?
– ¿Debe ser Elena, señorita? Porque Elena apellida Ayaipoma.
– ¿Pero también se llama Diana?
– No sabemos. Eso si no sé.
– ¿Quién entonces es Elena Ayaipoma?
– Es la niña que a veces viene y tiene un pañuelo amarrado a su cabeza.
– ¡Ah, bien! ¡Gracias! ¿Y, la han visto?
– Hace varios días que no viene a la escuela señorita.
– Cuando venga me avisan, por favor.




2. ¿Dónde
está?

En otro informe se explican detalles del intento de suicidio que había tenido, como un hecho muy grave, y del cual apenas de milagro pudo salvarse.
Pero, además, recomiendan a la profesora de su aula que ayude a dicha alumna en lo posible a salir del proceso de depresión por el cual atraviesa.
Revisando su registro comprueba que en ninguna oportunidad ha participado en las sesiones de aprendizaje. Y que hacía varios días que faltaba de manera continua.
Tres días después de recibir el informe y luego de la primera jornada de clases, al salir al patio las alumnas le avisan que a un costado del mismo y sin haber entrado al salón, está sentada al filo del corredor, Diana Elena, como ahora reconocen que se llama.
– ¿Dónde?
– Allá señorita, la que está sentada tras del pilar, cerca de la ventana.
– ¿Dónde, que no la veo?
– Allá. Mire, la del pañuelo en la cabeza.

3. Una leve
sonrisa

Termina de decir esto y la compañera que había dado aviso desaparece corriendo a unirse con sus demás amigas para seguir jugando.
– Hola Diana, ¿cómo estás? –Le dice la profesora, ya a su lado.
La niña se sorprende de esta aproximación. Hace un rictus confuso con la cabeza, como queriendo decir: "¿Me habla a mí?", o “¿Qué desea?” O, “¿Por qué me pregunta?”
– ¡Qué lindo es tu nombre Diana! –Recalcó sentándose a su lado
– Gracias, señorita.
Y allí estuvo un rato en silencio, con un gesto amable.
– ¿Sabes que Diana significa “amanecer”? ¿Lo sabías?
– No. ¿Amanecer, señorita?
– Sí, significa "Amanecer". También "Luz de la mañana". Hay personajes famosos con ese nombre. Y Diana es la diosa del amor conyugal, del amor entre la pareja del hombre y la mujer.
La niña esbozó una leve sonrisa que se convirtió en una mueca de dolor en su rostro cetrino.


Amanecer

4. Leyendo
historias

Aquel día no hablaron más, sino que estuvieron sentadas, una al lado de la otra, mirando como las chicas jugaban en el patio.
¡Y cómo otras correteaban o se entretenían felices y divertidas en unos y otros juegos por los corredores!
El siguiente día volvió a venir la niña e ingresó al aula de clases.
La maestra trajo unos libros sencillos con imágenes y los estuvo leyendo en voz alta al lado de la niña que prestó algún interés en el contenido de las historias.
Ese día la maestra puso sus manos en el hombro de la niña y sintió cómo temblaba su cuerpecito enjuto.
Así, la maestra la buscaba en el aula, y desde ese sitio leía, a ratos cogiendo su brazo y mostrándole en todo momento cariño.
Descubrió que tenía una linda sonrisa, pues al leerle un pasaje del libro que ese día leían rieron de las travesuras de uno de los personajes que aparecía y desaparecía en uno de los cuentos.
Y así la maestra siguió leyendo desde el sitio donde ella se sentaba, libro tras libro.


5. Escucho
y veo

En una ocasión, al ladearse el pañuelo de la cabeza de la niña, la maestra descubrió con un estremecimiento que la niña es calva, que no tenía cabello.
– Tu papá ¿en qué trabaja? –Le pregunta con naturalidad la maestra ya en el corredor del patio.
– De chofer de una combi.
– ¡Ah! Y te quiere mucho.
– No. No me quiere ni a mí ni a mí ni a mi mamá.
– ¿Así? Pero tú lo quieres a él.
La niña no contesta, y por primera vez parece sentirse incómoda.
– Casi no lo veo. –Agrega aparentando estar distraída.
– ¡Ah!, ¡pero lo extrañas!
– No. Cuando viene siempre le pega a mi mamá.
– ¿Así? ¿La pega? ¿Y, por qué?
– Siempre llega molesto. Mi mamá cuando viene me pide que salga de la casa. Pero desde afuera yo escucho que discuten y veo cómo le pega y la patea en el suelo.

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6. Qué
hacer

La campana de fin de recreo ha sonado y han tenido que interrumpir su conversación, pero la maestra está conmovida.
Al otro día la niña le ha pedido a la maestra releer el cuento “De vuelta a casa”, que trata de cómo un hermano recupera a su hermanita que la han regalado para que la críe una tía solterona y ya vieja. De repente la niña se ha echado a llorar.
– ¿Qué ocurre?
– Mi papá le ha pegado a mi mamá y esta vez casi la ha matado. Hoy no se ha podido poner de pie. Y yo tengo mucho miedo de volver a mi casa.
La maestra disimula su alteración e impaciencia.
– No sufras. –La consuela como puede–. A veces, cuando uno menos lo piensa, hay una solución.
– Ya no sé qué hacer, señorita.
– ¿Puedes llevarme para yo hablar con tu mamá?
– Sí, señorita.
– Si usted se deja maltratar, señora, le está causando un daño irreparable a su hija. –Le dice la maestra a la madre–. Hay dependencias a las cuales usted puede acudir.

7. Maestra
y niña

Y después madruga y habla con el padre acerca del daño que está causando en la niña.
– Reflexione. –Le dice–. ¡La niña es posible que nuevamente intente llegar a una decisión desesperada!
– Mire. Yo no tengo por qué hablar de eso con personas extrañas. Además, son las tensiones naturales del trabajo. –Se disculpa el padre.
– ¿Así? Pues veo que usted toma estas cosas como naturales. Domine pues sus tensiones. Su hija ha intentado suicidarse.
– Bueno, bueno. No tengo tiempo para esto. Se me hace tarde. ¿Ya terminó?
– Sí. Pero mire aquí tengo el formulario de denuncia ya llenado. ¡Y con todos los datos! Antes he venido a hablar aquí para decirle que si esta situación continúa yo misma presentaré este informe, como maestra de escuela.
– ¡Y eso qué!
– Que ni bien ocurra que usted otra vez maltrate a la mujer con que vive, vendrá la policía, constatará el hecho y usted irá a la cárcel. ¡Bastará eso! Pero no lo haga por la amenaza sino por amor a una criatura a quien si no cambia su actitud va a causarle la muerte.
Maestra y niña siguieron con su práctica de lectura en el patio. Indirectamente le indaga si se volvía a producir una situación violenta en su casa.


8. ¿Qué
te parece?

– Mi papá poco a poco se está volviendo bueno. –Le confiesa un día–. Ahora nos quiere a mí y a mi mamá. Y mire ¡mi cabello está creciendo!
La maestra vio asombrada cómo el cabello de la niña brotaba suavemente en su cráneo antes pelado, aunque seguía envuelto en el pañuelo descolorido.
Esto causó tanta emoción en la maestra que se puso a llorar con tanto sentimiento que la niña en un momento se preocupó.
– No me hagas caso. Lloro de contenta, de cómo está creciendo tu cabello. ¡Qué lindo! Y lloro también por la mala maestra que era antes de conversar contigo y conocerte.
– Gracias señorita.
– Gracias a ti, Diana. Tú me has enseñado que ser maestra no es dictar clases. Y quiero hacerte una propuesta.
– Cuál, señorita.
– No descubras tu cabello hasta que les demos a las muchachas del salón una sorpresa, ¿qué te parece? Vamos a sorprenderlas del lindo cabello que tienes. ¡Que nadie espera ver lo lindo que es!

9. Y
¡oh sorpresa!

La niña hoy cumple años. La maestra junto con Diana Elena y otras alumnas han prepararon durante varios días un cuadro dramático. Se trata de una niña que siempre tiene un pañuelo amarrado a la cabeza, tanto que una y otra compañera la fastidian. Y la acosan para que descubra su cabeza, haciendo mil conjeturas. Y dicen haciendo una ronda:
– Tiene el cabello feo.
– ¿Por qué no se quita ese trapo? –Aduce otra.
– ¡Porque es trinchudo!
– ¡Porque es horrible y motoso!
– ¡Porque seguro no tiene cabello! ¡Y es calva! –Suelta a decir la más atrevida.
Esto causa un estremecimiento. Diana Elena está actuando de maravillas.
– Entonces, ¡a ver, que suelte su cabello!
– ¡Sí, que lo suelte! ¡Sí! ¡Sí!
Diana entonces se desamarra el pañuelo. Y ¡oh sorpresa!
Cae un cabello hermoso, negro y abrillantado como la seda haciendo ondulaciones en torno a su rostro inocente.
– ¡Oh!, qué hermoso cabello.

10. Entre
las primeras filas

– ¡Guau! ¡Increíble!
– ¿Y, por qué lo tenías escondido?
– ¡Qué brillante es! Y, ¡qué negro! Y, ¡qué coposo! Y todos se acercan a tocarlo.
 Y, luego, en un aplauso largo y resonante que dura varios minutos, todos espontáneamente empiezan a abrazarla.
La maestra entonces dice:
– Aprendamos a reconocer que detrás de algo aparentemente humilde ¡hay maravillas y tesoros escondidos.
Después niña y maestra se estrechan en un abrazo largo e interminable.
La maestra siente cómo su blusa, a la altura de sus hombros se humedece por el llanto de gozo y reconocimiento de la niña.
Así la muchacha salió de su escondrijo en el patio y del fondo del salón, para situarse adelante, entre las primeras filas de los asientos.
– Ahora anda con el cabello suelto, corriendo como las otras niñas, y haciéndolo ondular cuando camina por la calle. Y enséñales a su mamá y a tu papá en su casa lo hermosa que es su cabellera.


Fotos, adaptadas
para ilustrar esta historia,
de Jaime Sánchez Lihón



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