SEMANA FORESTAL
AQUÍ TODO
NACIÓ
DEL ÁRBOL
MITO AMAZÓNICO
Danilo Sánchez Lihón
1. Voy
a crearlos
Netún Batán luego
que hubo nacido del árbol de lupuna, desde donde brotó como un fruto excelso y
primoroso, hijo del sol y la luna, recorrió el mundo devastado.
Orilló el
Ucayali, sus afluentes y lagunas. Transpuso bajíos y colinas, con el corazón
oprimido de angustia al no encontrar más que páramo, desolación y muerte.
Acomodó las
yerbas que yacían quebradas y esparcidas; y que habían resistido el embate de
las aguas revueltas y feroces, alzadas en oleajes y turbiones. Enderezó las
plantas doblegadas.
El diluvio había
cesado. Sin embargo, la tierra y las marejadas aún eran incontenibles. Recogía
de las vainas de los árboles caídos sus semillas, y las dejaba caer en los
retazos de la arcilla recién oreada.
A muchas plantas
Netún Batán otorgó propiedades curativas. En esos casos abría la tierra y con
sus propias manos las sembraba. Así ocurrió con la tara, el llantén y la chanca
piedra. Y en otras como el ohé y la ayahuasca y el wachuma dejó inscritos sus
delirios y alucinaciones.
2. Ojos
entrecerrados
Fue en este
deambular que concibió en su imaginación engendrar los animales.
Harto de soñar
un día se dijo, asimismo:
– Se mueven tanto en mi alma que voy a
crearlos.
Así, frotándose
los pies empezó a modelar los animales que hoy se arrastran por el suelo.
Allí recién
adivinaban su silbo las culebras, de lucidas y vistosas fintas rojas, amarillas
y verdes.
De las plantas
de sus pies y del movimiento de sus dedos inferiores se deslizaron hacia el
agua los lagartos de bocas largas hechas de raíces y envestidos de corazas y
largas colas ondulantes.
Así se
desprendían los tigrillos de ojos entrecerrados y piel tornasolada y
deslumbrante de negro y amarillo pasando por toda la gama de ocres.
Así, titubeaban
al caminar los sajinos, que hoy hocican lo arena con sus trompas prominentes.
3. Miraban
a todos lados
Así se erigían
sobre sus patas trémulas los venados, de mirada tibia y asustada.
De los brazos aún
con nervaduras y hojas de Netún Batán, se desprendió el pelejo, el ronsoco, el vivaz
mono ardilla.
Todos salían con
pasos tambaleantes, con los ojos Iluminados por la inmensa luz del sol,
tentando la tierra recién oreada.
Cada quien con
sus designios y claves secretas inscritas en el árbol que habían sido.
Al principio
miraban a todos lados cegados por la luz relumbrante, y luego corrían a
internarse entre los matorrales.
De este modo
rugió, ya hacia el atardecer y desde la floresta donde Netún Batán descansaba,
el soberbio Otorongo
Las tortugas
fueron las últimas en echarse a caminar con la calma de sus pasos, a fin de que
nadie las atropelle en su carrera.
Terminando con
ellos Netún Batán empezó a crear los animales que vuelan y surcan los aires con
sus alas ora abiertas ora recogidas.
4. Los
de aire
Así, frotándose
los lóbulos de las manos desplegaron sus alas paujiles y palomas; salieron
volando loros y gavilanes; revolotearon mariposas y tábanos. En la oscuridad
suspendieron sus luces titilantes las tímidas luciérnagas.
Al principio
ninguno volaba más allá del círculo que hace la voz cuando se habla. Y
regresaban cohibidas y asustadas. Netún Batán alzándolos soplaba debajo de sus
alas y les ordenaba:
Tú, volarás de
rama en rama.
Tú, lo que
alcanza una pedrada.
Tú, la distancia
que hace el arco de la flecha cuando se dispara.
Tú, bandearás de
un solo vuelo el río Ucayali.
Tú, volarás
lejos, más allá de lo que alcanza la mirada.
En aquel trabajo
Netún Batán pasó entretenido mucho tiempo en el cual se desprendió del árbol igual
que él, quien sería su mujer a quien tendió su mano y a partir de entonces
siempre se los vio juntos recorriendo este y el otro sendero.
5.
Y sanan
las
heridas
Netún Batán fue
el que nos enseñó la manera en que se labran y ahuecan las canoas.
Nos enseñó cómo
se tiempla el arco y afilan las flechas.
La forma cómo se
preparan los nidos y madrigueras, y se auxilian al nacer a los animales.
Nos reveló
algunas costumbres de las aves y los peces, de los sajinos y venados, a fin de
tenerlos cerca y gozar de su grata compañía.
Su compañera y
esposa enseñó a nuestras mujeres cómo se cultivan los campos.
Cómo se arma el
fuego entre piedras y leñas.
Y cómo se
conocen las plantas que alimentan y las hojas que curan las llagas abiertas y
sanan las heridas.
Nos enseñó a cómo
criar a los hijos. Y a respetar y venerar el bosque.
6.
Lucero de la tarde
y
la mañana
Ya para morir
Netún Batán y su mujer fueron instruidos por sus padres que quisieron llevarlos
a estar junto a ellos.
Les ordenaron
juntar muchas ramas secas. Luego les pidieron armar una alta fogata que el sol
encendió con sus rayos dorados.
Subidos en ella
las llamas los elevaron hasta el cielo donde sus padres los recibieron con
plumas, ropa y atavíos.
A Netún Batán le
alcanzaron una corona de alas de pájaros convirtiéndolo en el lucero de la
mañana, que resplandece al amanecer con rayos dorados y violetas.
A ella, su madre
la luna le obsequió un manto de finas alas de mariposa convirtiéndola en el
lucero de la tarde que refulge con fuegos rojos y amarillos.
Así nos narran
nuestros abuelos cuando les pedimos que nos hablen de nuestro origen y de la
vida de nuestros antepasados.
7. Así nos
cuentan
Nos hablan que
Netún Batán y su esposa fueron nuestros primeros padres.
Nos dicen que
ellos fueron también quienes nos narraron las primeras historias, mitos y
leyendas.
Nos explican que
así sucedió en los primeros tiempos, por eso reverenciamos a los árboles,
porque a partir de ellos venimos a la tierra.
Son los árboles
nuestros primeros padres, nuestros antiquísimos abuelos, y es en ellos donde
encontramos la sabiduría de la vida cuando sabemos escucharlos.
Porque no solo
conocen el dolor de este mundo sino también el esplendor del sol, la luna y las
estrellas.
Son un vínculo,
un trance y una puerta para llegar hacia otros universos, desde que al morir
nos convertimos en raíces, tallos, hojas y frutos.
Y ascendemos
otra vez, en un deambular infinito.
Dibujos 1,2 y 7
Nobuko Tadokoro
Dibujos 4,4,5 y 6
Hermógenes Janampa
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