martes, 17 de diciembre de 2019

17 de diciembre. Es hallado el Calendario Azteca. Chichén Itzá en el alba


17 DE DICIEMBRE
ES HALLADO EL CALENDARIO AZTECA

CHICHÉN
ITZÁ
EN EL ALBA


Danilo Sánchez Lihón



1.

He llegado hasta ti, Chichén Itzá, a encontrar la huella de los viejos senderos, el camino de las estrellas y constelaciones, para intuir y construir un orden nuevo.
He llegado hasta ti, extasiado y reverente, obsedido y desvelado a fin de conocer los enigmas y sus consecuentes verdades fundamentales.
He llegado siguiendo el vuelo de la libélula, de la golondrina y el halcón a fin de justificar la vida que es superflua y es efímera.
Por todo lo que hay de huellas en el aire impalpable. Y el imán enterrado en tus pirámides. Y el conjuro que sella las galerías por donde han caminado silenciosos hombres y mujeres portando en el alma el fuego sagrado.
He llegado hasta ti, esperando las revelaciones, el anuncio de un tiempo nuevo bajo el vuelo del quetzal en los cielos de esmeralda y sobre un suelo de jade, de cuarzo y obsidiana.
Ante los dioses tutelares, dioses propicios en la ciudad sagrada, centro ceremonial donde todo es maravilla, sorprendente y admirable. Y donde todo es prodigio. Tallado por dioses para los dioses.



2.

Hemos venido hasta aquí a soñar en nuevas y viejas utopías del mundo andino. Y del mundo maya, y del mundo azteca. Hasta donde yo llego devoto y despojado.
De pie donde se alinean las piedras mirando los signos en el cielo y siguiendo el cálculo de lo imaginario que fue cómo se trazaron estos planos que marcaron espacios y se conformaron estas calles, esquinas y edificaciones.
Vengo a inmiscuir mi voz entre estos muros, a encontrar el rostro exacto de sus mujeres como obra de alfarería, pulidos con el candor que tiene el agua, el viento y los luceros del firmamento
Y sus cuerpos modelados como cántaros tallados en la embriaguez de los ritos; y con la bebida de las libaciones incensadas.
Vengo a posar mi frente en el calendario maya, a que uno de sus signos despierte lo dormido que yo tengo bajo mi frente y en lo entrañable de mi alma.
Y todo sea en la vida de alborada, matinal y de amanecer como era antes. Cuando el hombre despertaba junto al felino, a la serpiente y las aves.
Vengo con un poder moral, cuál es el de los sueños, de observar mundos posibles y otros soterrados. Vengo guiado por las alas del turpial.



3.

Arrobado en el alma por el canto del quetzal desde la hondonada. Y que cubre con su trino sutil, universos compuestos de agua, de tierra, de aire y fuego que no apaga.
Que reúne lo fugaz junto a lo perdurable, que pugna con el canto albo de lo eterno. Que oscila entre lo que es el instante, que es luz, y la sombra inabarcable de la noche insondable.
Que se encarna en el fulgor del quetzal cuando extiende sus alas, mensajero de los dioses en la noche que no acaba; ave del paraíso, que contiene bajo sus alas todas las esencias.
Pero vengo también a escuchar el siseo y el silbido de la serpiente que contiene y desentraña enigmas. Y a ser más en el sentido del ser que somos.
A escuchar el retumbar del rayo de abajo y en la lluvia que surge del fondo y se mece en los árboles; relacionada al agua sumergida y a la tierra que se nos tiene prometida.
Vengo a escuchar el labrar de las piedras para construir los terraplenes, las cornisas y las bóvedas de los templos, el de Kukulcán. A extasiarme en sus laderas verdecidas e iluminadas con flores de todos los matices, aromas y sabores.



4.

Y es que, yo estuve antes entre los hombres vivos que fueron arrojados a los pozos de agua de color esmeralda.
Al gran cenote sagrado, puerta de entrada del paraíso, lugar de entrada donde moran los dioses. Yo estuve antes en estos bordes, lo recuerdo bien.
Yo estuve antes extasiado en esta orilla, bajo el sol inclemente y el cielo repentinamente anubarrado. Yo fui un niño que arrojaron a tu légamo.
Tengo la sensación del agua en mis fosas nasales y atorando mi garganta. Y mis ojos que empezaron a encontrar la luz dentro de las algas por donde nadaba.
Por eso, qué hondo en Chichén Itzá he sentido mis silencios. Y el no tener palabras. Agotados, y más allá o más acá de todos los lenguajes humanos.
Y luego el laberinto de tus ríos subterráneos, y los cenotes por donde aflora el agua hacia la tierra y el cielo.
Y la ruta del vuelo del ave que viene por el aire, se sumerge en la tierra, pasa a los ríos subterráneos, que recorren tus venas, encendidos como fuego.



5.

Porque si algo significa Chichén Itzá es el mundo de adentro para nosotros venir desde el mundo de afuera. El mundo de arriba y el mundo de abajo, el de atrás y el de adelante.
Lo más que significa Chichén Itzá es el mundo luminoso de la vida y el mundo oscuro y tenebroso de la muerte, donde los dientes de la serpiente apuntan a este mundo cotidiano, en el cual se come, se bebe y se baila.
En el cual se hace el amor y se fecunda, como se hacen las guerras y desatan las conflagraciones que tiñen de sangre el cauce de los ríos.
Este mundo en donde se quiere y se anhela, que es el mundo que acabamos y gastamos cada día, al cual nos aferramos con obstinación desesperada.
Sin reconocer el mundo de los opuestos, de las sabias y hondas oposiciones, paradojas y antinomias.
Por eso, he vuelto aquí a ser el maíz que arroja su cabellera rubia a mitad de la planta, que se perla de dientes y se ofrece pródigo como fruto propicio de los dioses.



6.

Con la serpiente emplumada en la base del templo, donde su boca es entrada y salida a todo misterio indescifrable.
Y sus ojos desorbitados son el deslumbramiento ante tanto secreto luminoso que reina hacia afuera; ante tanta luz radiante que llega desde lo alto.
Que es el extasiarse y el maravillarse con este universo exterior opuesto a los otros universos de adentro.
Encarnados en el último poblador que habitó estas galerías, que no quiso decir su nombre ni revelar nada, sino apenas dejarse morir.
Y con su muerte para siempre sellar los códices sagrados, quedando sepultos para siempre. ¿Qué mejor manera, digo, de alcanzar la eternidad?
Donde sigue creciendo el maíz tierno, del cual hasta ahora se hacen tortillas. Como crecen a su vera tomates, yucas y chayotes.
Gorjean las perdices, los faisanes, y las codornices. Y deambulan insomnes el venado y el tapir.
Donde permanecemos aquí puros, claros y expectantes.



7.

Aquí estoy mirándote desde dentro, y después de mucho tiempo Chichén Itzá.
Mirándote desde debajo de una piedra, hundido en el agua, entrañado en la roca.
Y en el vuelo de las aves que has visto que no se posan y más bien pasan de largo y desaparecen en una región transparente, más allá de los horizontes.
Viendo y mirando desde el fondo de los mares ignotos y de las estrellas titilantes.
Desde el mismo punto donde los invasores desde aquí soñaron despiertos con fuentes de la eterna juventud, porque aquí nacen naturales los sueños.
Como el de buscar la inmortalidad en esta vida efímera. Donde hay una historia por redimir. Y por revivir las viejas y nuevas utopías.
Bajo el torrente milagroso de una catarata de luz infinitamente hermosa, en Chichén Itzá que significa Boca del pozo de los brujos del agua.
Por eso, he vuelto de niño aquí a soñar la utopías posibles e imposibles, el mundo mágico de nuestros ancestros venerables.
En Mérida. El Yucatán.




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