17 DE DICIEMBRE
ES HALLADO EL CALENDARIO
AZTECA
CHICHÉN
ITZÁ
EN EL ALBA
Danilo Sánchez Lihón
1.
He llegado hasta ti, Chichén
Itzá, a encontrar la huella de los viejos senderos, el camino de las estrellas
y constelaciones, para intuir y construir un orden nuevo.
He llegado hasta ti, extasiado
y reverente, obsedido y desvelado a fin de conocer los enigmas y sus
consecuentes verdades fundamentales.
He llegado siguiendo el vuelo
de la libélula, de la golondrina y el halcón a fin de justificar la vida que es
superflua y es efímera.
Por todo lo que hay de huellas
en el aire impalpable. Y el imán enterrado en tus pirámides. Y el conjuro que
sella las galerías por donde han caminado silenciosos hombres y mujeres
portando en el alma el fuego sagrado.
He llegado hasta ti, esperando
las revelaciones, el anuncio de un tiempo nuevo bajo el vuelo del quetzal en
los cielos de esmeralda y sobre un suelo de jade, de cuarzo y obsidiana.
Ante los dioses tutelares,
dioses propicios en la ciudad sagrada, centro ceremonial donde todo es
maravilla, sorprendente y admirable. Y donde todo es prodigio. Tallado por
dioses para los dioses.
2.
Hemos venido hasta aquí a
soñar en nuevas y viejas utopías del mundo andino. Y del mundo maya, y del
mundo azteca. Hasta donde yo llego devoto y despojado.
De pie donde se alinean las
piedras mirando los signos en el cielo y siguiendo el cálculo de lo imaginario
que fue cómo se trazaron estos planos que marcaron espacios y se conformaron
estas calles, esquinas y edificaciones.
Vengo a inmiscuir mi voz entre
estos muros, a encontrar el rostro exacto de sus mujeres como obra de
alfarería, pulidos con el candor que tiene el agua, el viento y los luceros del
firmamento
Y sus cuerpos modelados como
cántaros tallados en la embriaguez de los ritos; y con la bebida de las
libaciones incensadas.
Vengo a posar mi frente en el
calendario maya, a que uno de sus signos despierte lo dormido que yo tengo bajo
mi frente y en lo entrañable de mi alma.
Y todo sea en la vida de
alborada, matinal y de amanecer como era antes. Cuando el hombre despertaba
junto al felino, a la serpiente y las aves.
Vengo con un poder moral, cuál
es el de los sueños, de observar mundos posibles y otros soterrados. Vengo
guiado por las alas del turpial.
3.
Arrobado en el alma por el
canto del quetzal desde la hondonada. Y que cubre con su trino sutil, universos
compuestos de agua, de tierra, de aire y fuego que no apaga.
Que reúne lo fugaz junto a lo
perdurable, que pugna con el canto albo de lo eterno. Que oscila entre lo que
es el instante, que es luz, y la sombra inabarcable de la noche insondable.
Que se encarna en el fulgor
del quetzal cuando extiende sus alas, mensajero de los dioses en la noche que
no acaba; ave del paraíso, que contiene bajo sus alas todas las esencias.
Pero vengo también a escuchar
el siseo y el silbido de la serpiente que contiene y desentraña enigmas. Y a ser
más en el sentido del ser que somos.
A escuchar el retumbar del
rayo de abajo y en la lluvia que surge del fondo y se mece en los árboles; relacionada
al agua sumergida y a la tierra que se nos tiene prometida.
Vengo a escuchar el labrar de
las piedras para construir los terraplenes, las cornisas y las bóvedas de los templos,
el de Kukulcán. A extasiarme en sus laderas verdecidas e iluminadas con flores
de todos los matices, aromas y sabores.
4.
Y es que, yo estuve antes
entre los hombres vivos que fueron arrojados a los pozos de agua de color
esmeralda.
Al gran cenote sagrado, puerta
de entrada del paraíso, lugar de entrada donde moran los dioses. Yo estuve
antes en estos bordes, lo recuerdo bien.
Yo estuve antes extasiado en esta
orilla, bajo el sol inclemente y el cielo repentinamente anubarrado. Yo fui un
niño que arrojaron a tu légamo.
Tengo la sensación del agua en
mis fosas nasales y atorando mi garganta. Y mis ojos que empezaron a encontrar
la luz dentro de las algas por donde nadaba.
Por eso, qué hondo en Chichén
Itzá he sentido mis silencios. Y el no tener palabras. Agotados, y más allá o
más acá de todos los lenguajes humanos.
Y luego el laberinto de tus
ríos subterráneos, y los cenotes por donde aflora el agua hacia la tierra y el
cielo.
Y la ruta del vuelo del ave
que viene por el aire, se sumerge en la tierra, pasa a los ríos subterráneos,
que recorren tus venas, encendidos como fuego.
5.
Porque si algo significa
Chichén Itzá es el mundo de adentro para nosotros venir desde el mundo de
afuera. El mundo de arriba y el mundo de abajo, el de atrás y el de adelante.
Lo más que significa Chichén
Itzá es el mundo luminoso de la vida y el mundo oscuro y tenebroso de la muerte,
donde los dientes de la serpiente apuntan a este mundo cotidiano, en el cual se
come, se bebe y se baila.
En el cual se hace el amor y
se fecunda, como se hacen las guerras y desatan las conflagraciones que tiñen
de sangre el cauce de los ríos.
Este mundo en donde se quiere
y se anhela, que es el mundo que acabamos y gastamos cada día, al cual nos
aferramos con obstinación desesperada.
Sin reconocer el mundo de los
opuestos, de las sabias y hondas oposiciones, paradojas y antinomias.
Por eso, he vuelto aquí a ser
el maíz que arroja su cabellera rubia a mitad de la planta, que se perla de
dientes y se ofrece pródigo como fruto propicio de los dioses.
6.
Con la serpiente emplumada en
la base del templo, donde su boca es entrada y salida a todo misterio indescifrable.
Y sus ojos desorbitados son el
deslumbramiento ante tanto secreto luminoso que reina hacia afuera; ante tanta
luz radiante que llega desde lo alto.
Que es el extasiarse y el
maravillarse con este universo exterior opuesto a los otros universos de
adentro.
Encarnados en el último
poblador que habitó estas galerías, que no quiso decir su nombre ni revelar
nada, sino apenas dejarse morir.
Y con su muerte para siempre
sellar los códices sagrados, quedando sepultos para siempre. ¿Qué mejor manera,
digo, de alcanzar la eternidad?
Donde sigue creciendo el maíz
tierno, del cual hasta ahora se hacen tortillas. Como crecen a su vera tomates,
yucas y chayotes.
Gorjean las perdices, los
faisanes, y las codornices. Y deambulan insomnes el venado y el tapir.
Donde permanecemos aquí puros,
claros y expectantes.
7.
Aquí estoy mirándote desde
dentro, y después de mucho tiempo Chichén Itzá.
Mirándote desde debajo de una
piedra, hundido en el agua, entrañado en la roca.
Y en el vuelo de las aves que
has visto que no se posan y más bien pasan de largo y desaparecen en una región
transparente, más allá de los horizontes.
Viendo y mirando desde el
fondo de los mares ignotos y de las estrellas titilantes.
Desde el mismo punto donde los
invasores desde aquí soñaron despiertos con fuentes de la eterna juventud,
porque aquí nacen naturales los sueños.
Como el de buscar la
inmortalidad en esta vida efímera. Donde hay una historia por redimir. Y por
revivir las viejas y nuevas utopías.
Bajo el torrente milagroso de
una catarata de luz infinitamente hermosa, en Chichén Itzá que significa Boca
del pozo de los brujos del agua.
Por eso, he vuelto de niño aquí
a soñar la utopías posibles e imposibles, el mundo mágico de nuestros ancestros
venerables.
En Mérida.
El Yucatán.
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