19
DE DICIEMBRE
NACE EL POETA ALEJANDRO ROMUALDO
ATRAVESADO
POR
UN RELÁMPAGO
Danilo
Sánchez Lihón
Alejandro Romualdo
Cuando
la muerte se viene
sobre
un poeta de raza,
nos
nubla, nos despedaza,
nos
amarga y nos detiene.
No
existe poder que frene
a
la Parca y a su heraldo,
pero
quien tiene el respaldo
de
su palabra certera
¡encontrará
la manera
de vencer, como Romualdo!
José Luis Mejía
1. La vida
de un poeta
San Juan de la
Cruz al juramentar sus votos y celebrar su primera Misa, ya como miembro de la
Congregación de los Carmelitas Descalzos, pidió expresamente a Dios el favor de
sufrir por él y de morir abandonado como un paria.
Un pedido así
dicho como promesa es difícil de comprender aun tratándose de un alma encendida
por la pasión de Cristo, la devoción por Dios y la vocación de un santo.
Sin embargo, el
poeta Alejandro Romualdo tuvo ese mismo destino y ese mismo final dentro de una
órbita parecida; o perteneciente al mismo ámbito cuál es el del espíritu, como
es el caso de la poesía.
Y que constituye
también una religión, con sus propias deidades, siendo ella misma una deidad, a
la cual se le consagra la vida y ante quien, e igual que en las iglesias, se le
rinde culto y se le hacen rezos, promesas y juramentos.
No sabemos si
Romualdo hiciera esos votos sacramentales, por lo que resulta más sublevante
aceptar esta situación, hecho palmario en la vida de este caro poeta consagrado
a la belleza y a todo lo que se aspira como un mundo y una vida de plenitud. He
aquí lo que expresa:
2. Me
quedaría
SI
ME QUITARAN TOTALMENTE TODO
Si
me quitaran totalmente todo
si,
por ejemplo, me quitaran el saludo
de
los pájaros, o de los buenos días
del
sol sobre la tierra
me
quedaría
aún
una
palabra. Aún me quedaría una palabra
donde apoyar la voz.
Si
me quitaran las palabras
o
la lengua
hablaría
con el corazón
en
la mano,
o con las manos en el
corazón.
Si
me quitaran una pierna
bailaría
en un pie.
Si
me quitaran un ojo
lloraría en uno solo.
Si
me quitaran un brazo
me
quedaría el otro,
para
saludar a mis hermanos,
para
sembrar los surcos de la tierra,
para
escribir todas las playas del mundo, con tu nombre
amor mío.
3. Se sabe
poco
Y efectivamente,
fueron quitándole todo y se fue quedando solo por defender lo que defendía.
Como, ¿qué? El sentido colectivo de lo humano en el arte, en la historia y en
la vida; valores como la solidaridad humana, la justicia y el bien sobre la faz
de la tierra; poniendo su brazo, su hombro y su alma en la reivindicación del marginado,
del pobre y desvalido, del comunero indígena expoliado y ofendido.
La suya es poesía
y vida coherente con lo que es el Perú de a verdad. Leal a nuestra historia y a
nuestra geografía; a nuestro sentir y ser, a nuestra circunstancia y a nuestro
porvenir. Poeta de quien podemos sentir orgullo propio, hondo y pleno. En quien
su vida es una página hermosa de plenitud y autenticidad.
Lejos de los
halagos, apartado de las veleidades y la fatuidad. Poeta de quien su vida no la
hizo producto del mercado. De quien se conoce muy poco sus pasos, aparte de su apariencia
hosca y huraña, cortante y despiadada, o más escuetamente: secreta e impenetrable.
Se sabe que
nació en Trujillo el 19 de diciembre del año 1926, que no utilizó sus apellidos
para identificarse, cuáles eran: Valle Palomino, sino que le bastó con sus nombres:
Alejandro Romualdo. Que no se recuerda que hablara nunca de sus padres. Que se
casó con Teresa y viajaron juntos a España donde él estudiaría por haber ganado
la beca que otorgaba el Instituto de Cultura Hispánica. Autor del poema Canto
Coral a Túpac Amaru, que después de Los heraldos negros de César Vallejo, es el
que más se recita en el Perú.
4. Directo
al corazón
Se sabe que tuvo
dos hijos, uno de los cuales murió, llamado Rodrigo. Que enseñaba en la
Facultad de Comunicación de la Universidad San Martín de Porres. Que a su
entierro el 29 de mayo del año 2008, llegó desde un país extranjero su única
hija llamada Laura.
Lo cual es saber
muy poco, para el inmenso poeta que es. Aunque los últimos años de su vida hayan
sido de autoexilio total, viviendo solo en una casa de San Isidro, la misma que
fuera de sus antepasados pero que por una y otra razón se lo querían expropiar.
De quien apenas
se sabe que almorzaba, oscuro y desolado, en un restaurante cercano. Que no
concedía entrevistas y había declinado escribir para más bien pintar,
obsesionado en encontrar un nuevo lenguaje para la pintura.
Murió sin nadie
a su lado. Y pobre. Porque vivía apartado, retraído y ermitaño, habitando una
casa precaria y destartalada, como un lobo estepario anhelante y sin luna hacia
dónde aullar bajo un cielo encapotado.
Implacable en no
hacer caso ni aceptar mano amiga que lo ayude ni que se la tienda, obstinado en
no responder a su puerta por más que se lo llamara. Como tampoco aceptó ninguna
sinecura, prebenda o canonjía. Y rechazó indignado un subsidio que el gobierno
de turno le quiso endilgar. Quien escribió:
5. A
otra cosa
Basta ya de agonía. No me importa
la soledad, la angustia ni la nada.
Estoy harto de escombros y de sombras.
Quiero salir al
sol. Verle la cara
al mundo y a la vida que me toca.
quiero salir, al son de una campana
que eche a volar olivos y palomas.
Y ponerme,
después, a ver qué pasa
con tanto amor. Abrir una alborada
de paz, en paz con todos los mortales.
Y penetre el amor en las entrañas
del mundo. Y
hágase la luz a mares.
Déjense de sollozos y peleen
para que los señores sean hombres.
Tuérzanle el llano a la melancolía.
Llamen siempre a
las cosas por sus nombres.
Avívense la vida. Dense prisa,
Esta es la realidad. Y esta es la hora
de acabar de llorar mustios collados,
campos de
soledad. ¡A otra cosa!
Basta ya de gemidos. No me importa
la soledad de nadie. Tengo ganas
de ir por el sol. Y el aire de este mundo
abrir, de paz en
paz, una esperanza.
6. Dueño
de sí mismo
Quien fue
encontrado muerto el 27 de mayo del año 2008 en su casa de San Isidro y después
de varios días de haber fenecido. Tenía un moretón en el rostro, producto de la
caída.
Los médicos
forenses descartaron toda sospecha de muerte violenta. Lo único que sustentaron
es el de haber muerto por un ataque fulminante al miocardio, como si fuera
atravesado de un relámpago que viniera directo a herirlo en el corazón, lo que
demuestra la admiración que le tuvieron los dioses.
Eso sí, se
descubrió que estaba vestido como para emprender un largo viaje, de abrigo,
guantes y chalina, por lo que se descarta que tampoco se trató de un suicidio.
Su cuerpo no yacía
boca abajo sino boca arriba sobre un suelo de libros, revistas y periódicos
esparcidos por todo el cuarto, como graficando la constelación de la cual venía
y a la cual iba.
Eso sí, su
soledad, su tristeza y su miseria reinaba por todas partes, lo cual será un
tema que suscitará muchos debates.
De apariencia firme,
segura, parecía muy dueño de sí mismo, con mucho aplomo, raigambre, e impávido.
Era el más recio, el más atinado, el más razonable de los poetas.
7. Voz
poderosa
Con una gran
inteligencia acerca de la construcción del poema; tan escrupuloso en eso que,
al explicar la arquitectura de uno de sus poemas, en una conferencia en la
Universidad Nacional Mayor de San Marcos, a la cual asistí, una alumna le
preguntó:
– Es usted poeta
o albañil.
– Ambas cosas. –
Contestó imperturbable:
Sano. Sin
vicios, jamás se supo de él un solo detalle que motivara duda, recelo o
sonrisas. Jamás se dijo de él un solo rasgo que pudiera significar un reproche.
Era parco, impenetrable que disimulada esta índole captando el lado irónico de
las cosas, de las cuales hacía sutiles observaciones, pero sin reírse.
Era una roca. La
saliente sin nieve de un picacho nevado. Un gran baluarte. El pilar de un
puente, una viga maestra. El eje donde se apoya algo. Dentro de la morfología
del lenguaje ni era el adjetivo, ni el sustantivo ni el verbo, sino la
interjección, cortante, violenta e implacable.
Se da el caso,
en él; que, pese a ser poeta de multitudes, de voz poderosa, en quien se apoyan
las estrellas y las constelaciones a fin de sentirse justas; tuvo, sin embargo,
ese signo que pareciera ensombrecerlo, el de morir abandonado, y como un ser mísero
y marginal. Lo cual sea quizás lo que más lo enaltezca y lo haga más radiante ante
los dioses, en quien todo lo merecía. Y de quien son estos versos:
Colofón.
EN ALTA VOZ
No
he de callar
Quevedo
No he de callar mordiéndome la vida,
callar con todo el cuello, muerto o
vivo.
Debo decir palabras desolladas,
o taparme la boca con un grito
de sol de paz, de amor. Es
necesario,
trinar a plena luz, echarse el alma
a la esperanza, alzarse hacia la
vida.
Es necesario un vuelo de campana
doblando a sol. A paz en sol mayor.
Ya que esta herida del Perú nos
habla
con la voz de la sangre tinta en
furia.
No he de callar mordiendo mis palabras.
Debo gritar: caer de boca al viento.
Sosteniendo una luz y una tonada.
Y no callar: caer de voz al tiempo
con la boca cerrada y empozada.
Dejadme solo, si queréis. Dejadme.
Solo el amor me deje sin palabras.
No he de callar. He de seguir
trenzando
mi canto. Como un nudo en la
esperanza.
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