sábado, 21 de diciembre de 2019

21 de diciembre. Hoy es el solsticio de verano. Crepúsculos de Lima.


HOY ES EL SOLSTICIO DE VERANO


CREPÚSCULOS
DE
LIMA

Danilo Sánchez Lihón





“Oh, escándalo de miel
de los crepúsculos”.
César Vallejo

1. Arreboles
del ocaso

No hay crepúsculos más hondos, infinitos y desgarrados en las puntas de los mástiles y en las espadañas de los templos, que los crepúsculos de Lima.
Cruelmente hermosos, despiadadamente sangrantes, tanto que solo es en el océano que pueden hallar asidero y encontrar un poco de consuelo.
Tiñendo de bermejos y púrpuras el horizonte, porque todos en él sucumbimos, heridos en lo peor y más atroz de la batalla.
Lucha y fragor donde todo estalla, donde lo terrible y feroz es el silencio y la calma, sin un solo relincho de caballo, ni estridencia de sables que se cruzan.
Y que ocurren en el vacío y lo ausente absolutos; aunque hacia el fondo resuenen trompetas, clarines y trombones.
Y un violín sonámbulo punce su cuerda primera lánguida en lo alto.



2. Salidos
de madre

Y que es cuando atruenan tambores que se pierden en lontananza. Y llegan los ecos de truenos de duelo que se extinguen a lo lejos en el mar en éxtasis.
¡Y qué terrible que las casas yazgan entonces al pie de estos cielos incendiados, atravesados de tormentas y al filo de los acantilados que se erigen, tensan y curvan!
¡Con portones y ventanas astilladas y por los recuerdos y evocaciones bajo la vastedad doliente de los arreboles que se extinguen!
Y, ¡cómo es que dichas moradas, bajo las cuales los seres humanos se guarecen, pueden sobrevivir a estos holocaustos!
¡Tan indefensas ante tanto estupor, asombro e infortunio, sueltos y salidos de madre y desbocados de padre!


3. Esta
avecilla

Y, me digo y me repito, demudado y absorto:
¿Desde qué timbre del día empieza a acumularse esta expiación, pena y desdicha?
Hasta el punto de no poder siquiera llorar lágrimas vivas sino agitar en la orilla apenas un pañuelo de despedida.
¡Un aleteo entre oleajes estupefactos de aguas saladas siendo el océano un mar de lágrimas que antes fue agua dulce!
Siendo la interrogante: ¿Desde qué momento, estando el cielo en paz y sosiego, empezó a latir el corazón de esta avecilla desventurada que es el crepúsculo?
¡Para que después riele sangrante y desconsolada en el océano!



4. El germen
núbil

¿Desde qué semilla de la tarde surge su aleteo fascinado, luego frenético y después en convulsión demente y enajenada?
¡Hasta el grado del martirio, del descalabro y la fatalidad póstuma y suprema!
¡En qué instante ocurre su primer latido!
¡Y su palpitación primigenia con el germen núbil de su postrera desesperanza, inmolación y agonía!
Cuando es que primero tiembla tímida, luego extasiada y después delirante en su martirio.
¡Estremecida ante la sobrecogedora cosmogonía que todo lo abarca, inunda y posesiona!



5. La mar
ignota

Tanto, que incluso el héroe erguido en su pedestal en el centro de la plaza, tiembla en lo alto de su monumento.
Atónito de tanto enigma, de tanta desolación y malhadada locura en que se destroza el firmamento.
Él mismo, que es grande y valeroso, parece desvanecerse ante esta hora infausta y aciaga.
Donde él mismo, que es decidido e impertérrito, vacila y titubea.
Y se sumerge en la duda ante tanta conflagración allende el barranco y de la mar ignota.




6. En todo
este naufragio

Su corazón, hecho de tosca piedra y su memoria incólume, tremola aquí, ensimismado y tembloroso.
Y pese a su moral invicta sufre ante tanto enigma, y se apena dentro del mármol indolente que lo contiene.
De este vivir con todo el sentimiento y el alma expuesta. De este habitar el mundo así desolado e inerme.
Y este tener que quedarse inhiesto.
Y este tener que estar de pie e inmóvil en todo este naufragio.
Y de esta manera de estarse así, vivo ante tanto misterio, que no se entiende ni comprende.


Barranco al atardecer. Guardado por Mario Vargas

7. Y hasta
el sol

¡Crepúsculos de Lima, que no sé por qué son de este modo! Que nada lo explica, que no hay nada que sosiegue en algo el alma para sobrellevarlos.
Que empieza con una señal imperceptible de la tarde, en que todo de pronto se torna lento, innombrable y angustioso.
¡De impiedad abismal y suprema!
Que es cuando algo nace o muere, aparece y desaparece en el universo. Y que también yace en el fondo del ser sin remedio.
Que es cuando el cielo se deja invadir de una atroz premonición.
Y hasta donde el sol, soberano y todopoderoso, y amando tanto el mundo y la vida, anuncia que es ineludible hundirse y fenecer.
Y ojalá, a su vez, renacer hacia otro universo.


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