domingo, 22 de diciembre de 2019

23 de diciembre. El hogar en la Navidad. Ahora nadie falta.


23 DE DICIEMBRE
EL HOGAR EN LA NAVIDAD

AHORA
NADIE
FALTA

Danilo Sánchez Lihón


Hay ganas de volver,
de amar,
de no ausentarse.
César Vallejo


1. Uno
a uno

– ¡Qué felicidad inmensa volver a estar todos juntos! –Dice mamá a la hora del desayuno y mirándonos a todos.
Y nuestro hermano mayor se enjuga las lágrimas que se precipitan por sus mejillas. El sol luce radiante.
Rosita, la hermana que me sigue, que se la ve dichosa, le pregunta:
– Juvi, ¿viste que te esperábamos en una curva del camino?
– Si, ¿nos viste? –Insiste ansioso Guillermo.
– ¡Sí los vi en la curva de Huayatán, y por más que grité desde mi asiento el chofer del ómnibus quería llegar pronto a la plaza y no quiso parar!
– Hasta ahí fuimos, pensando que el ómnibus podía detenerse y tú bajarte, para comer todos juntos y venir caminando. Para eso llevamos toda la comida preparada. ¡Y desde ahí hemos tenido que correr queriendo alcanzarte! –Le explica mamá.
Después de desayunar en la mesa él quiere entregarnos los regalos que nos ha traído. Para cada uno de nosotros ha escogido en las tiendas de Trujillo, presentes y obsequios que va entregando a cada uno.
Así: una mantilla preciosa para mamá. Una casaca fuerte para papá. Unas maracas para la Orquesta de Cuerdas que dirige papá y ensaya en nuestra casa.


Guillermo, mamá Elvira, Nancy, Sofía, Belinda, Flor, 
Papá Danilo, Jakelín, de espaldas, Elvira y Danilo

2. Nadie
falta

Ha traído diversos útiles de escritorio y hasta un mapamundi. Le ha comprado un pañolón para la abuela Sofía.
– Esta muñeca es para Rosita. –¡Y es preciosa! Con una carita rosada que mamá nos dice que es de biscuit.
– El pingüino a cuerdas, es para ti Guillermo.
– Para Jaime es esta pelota.
– ¿Tú eres Fredy? –Pregunta.
– ¡Claro que soy yo! –Respondo. Y todos nos reímos a carcajadas.
Ahora por cualquier cosa nos reímos. Tanto que hasta las lágrimas afloran de nuestros ojos de tanta risa. Y a ratos hasta nos ponemos a llorar.
Estamos felices. Y es que ahora todos estamos juntos y nadie falta entre nosotros.
Y reímos por cualquier ocurrencia. Él también, Juvenal, ríe a tal punto que nos retorcemos de risa y nos caemos de las sillas.
Mamá nos trae agua, temerosa de que nos ahoguemos. Y, ya calmados, yo reitero:
– ¡Sí, hermano!
– Sí, ¿qué?
– ¡Soy Fredy!


3. Para que él
los vea

¡Peor! Ahora la risa es incontenible. Hasta papá se seca las lágrimas de tanto reírse.
Y mamá tiene que sentarse, chaposa y linda como es, parecida a la muñeca que Juvenal ha traído a Rosita, como si le faltara aire por reírse. Y con papá sujetándole la silla, y cogiéndola a ella para que no se vaya a caer.
– Este disco volador, es para ti.
– ¿Para quién? –Preguntamos todos.
– ¡Para Fredy!
Y ya es el colmo. Sin qué ni por qué otra vez estalla el alborozo y la hilaridad. ¡No hay duda, estamos felices!
Lo que va sacando Juvenal del baúl que ha traído parece inagotable. Después nosotros le enseñamos nuestros tesoros.
¿Cuáles son? Los trabajos manuales que hemos hecho durante todo el año en la escuela, y conservamos para que él los vea.
Cada lámina y cada pieza educativa, los mapas que hemos pintado, las maquetas que hemos elaborado, nuestros cuadernos bien forrados. Todo lo aprecia, todo lo escucha, todo lo alaba.


De pie: Danilo, Guillermo, Sofía, Rosita, Papá, Jaime y Juvenal.
Sentadas: Nancy, Elvira, Jakelín, Elvira mamá, Belinda y Flor.

4. Mate
de cedrón

Ya el atardecer acaba en Santiago de Chuco, y se avecinan las sombras. Pero ya nada nos asusta.
En el cielo estallan algunos cohetes y por las calles de oyen jirones de una banda de pastoras que ensayan para la Noche Buena.
– ¡Pasen a tomar asiento para el lonche! –Dice mamá.
– ¡Y vayan a traer a su abuelita Sofía!
– Pero, ¿a qué huele tan rico, mamá?
– Estoy haciendo humitas para la cena. –Irradia de contento el rostro de mamá.
En el lonche mamá sirve mate de cedrón y toronjil, en tazas de loza, con pan fresco y bizcochos de chancay recién horneados.
Temprano ha puesto a hervir el mejor jamón, preparado por ella misma para esta ocasión.
Por fin nuestra casa rebosa de alegría infinita.
Como cada quién lo ha dicho: ahora estamos todos juntos. Ahora no falta nadie. Estamos todos completos, no hay un solo hueco, ni un solo resquicio y ningún asiento vacío.


Danilo, Papá, Jaime, Juvenal y Guillermo.

5. Todo
está aquí

Hoy somos íntegros e invencibles. Nadie falta. Todos daremos la vida por cualquiera de nosotros.
Salimos a jugar al campo donde todo florece. El verde de los sembríos, con caminos bordeados de pencas y alcanfores, se eleva hasta la cumbre de los cerros.
Y hacia el final de la hondonada, por donde se desliza el río, se esparcen los bosques y los senderos bordeados por cercos de piedra.
¡Somos otra vez felices!
A la hora de comer tintinean las cucharas rozando en los platos. Y nuestras voces cantarinas surgen dichosas.
Hay regocijo. Reímos sin qué ni por qué, contentos de cualquier cosa. O, como nunca, sabiendo cabalmente cuál y por qué.
Porque están completas todas las sillas. Y los bordes y los costados de la mesa que hacen un círculo completo. Porque hoy no hay agujeros, lejanías ni vacíos. Ni nostalgia que apene. Porque hoy todo está aquí.
No hay ninguna ausencia; ni al lado ni al frente, ni arriba ni al fondo; ni al pie.


Rosita, Sfía, Flor, Nancy, Belinda, Jaquelín y Elvira

6. Grecas
y encajes

No hay ninguna lacerante pregunta que no tenga respuesta. Y que nos atormente a todos la vida. Hoy no decimos:
– ¿Cómo estará? ¿Qué estará haciendo? ¿Habrá comido ya?
Por eso, no cabemos de gozo. Miramos a nuestro hermano mayor, cómo coge cada cosa, con unción. Y él nos mira con ternura.
Ha ido con nosotros a dónde hemos querido enseñarle. Al nido donde la gallina está ovando.
Hemos ido a mirar juntos el techo nuevo que hemos reparado, y luce labradas sus vigas pulidas y radiantes. Y bien alineadas sus tejas rojas.
Donde la lluvia recién caída ha dejado humedecida la techumbre, y con brillos e iridiscencias el enlucido de los muros.
Le hemos enseñado a nuestro hermano cada arreglo que hemos hecho. Ha palpado con sus manos la máquina de coser que recién hemos adquirido.
En la cual papá nos cose camisas y pantalones. Y mamá cose faldas y blusas con grecas y encajes para mis hermanas pequeñas. Nuestro hermano todo lo mira con atención, todo lo acoge y lo aprecia.



7. El
hogar

Sentados a la mesa, Rosita con la luz en sus ojos, observándonos a todos, envolviéndonos con la mirada ilusionada, dice:
– Ahora estamos todos juntos, en nuestra casa y sentados a la mesa. Y somos felices.
– Sí. Estamos completos. ¡Y no hay nadie quien nos falte! –Corrobora mamá–. ¡Esta es nuestra querida familia!
Al hermano mayor que después de mucho tiempo vuelve a almorzar con nosotros le saltan las lágrimas. E igual, a todos.
– ¿Y nuestras abuelas? ¿Y nuestros primos? ¿Y nuestros tíos? ¿Y nuestros abuelos que han muerto? ¿Y los demás seres humanos? ¿Qué son? –Pregunta uno de nosotros.
– Son también parte de nuestra familia, que hay que anhelar ¡y cuidar! que se sientan bien, completos y felices en las casas donde viven, y con quien estamos unidos en muchos aspectos de la vida. –Dice papá.
¡En las casas!, como un sitio que, aunque sea mínimo y pequeño, se corona con la emoción de lo que es todo. Que puede ser un hueco en la pared, una cornisa, o la rama de un árbol para las aves. ¡Un lugar donde posarse y dormir! El punto de apoyo de una palanca. Un lugar que sientes tuyo. Un lar, un país, una lámpara votiva. ¡Un lugar desde el cual se parte y hacia el cual se vuelve!



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