23 DE DICIEMBRE
EL HOGAR EN LA NAVIDAD
AHORA
NADIE
FALTA
Danilo Sánchez Lihón
Hay ganas de volver,
de amar,
de
no ausentarse.
César Vallejo
1. Uno
a uno
– ¡Qué felicidad inmensa volver a estar
todos juntos! –Dice mamá a la hora del desayuno y mirándonos a todos.
Y nuestro hermano mayor se enjuga las
lágrimas que se precipitan por sus mejillas. El sol luce radiante.
Rosita, la hermana que me sigue, que se la
ve dichosa, le pregunta:
– Juvi, ¿viste que te esperábamos en una
curva del camino?
– Si, ¿nos viste? –Insiste ansioso Guillermo.
– ¡Sí los vi en la curva de Huayatán, y por
más que grité desde mi asiento el chofer del ómnibus quería llegar pronto a la
plaza y no quiso parar!
– Hasta ahí fuimos, pensando que el ómnibus
podía detenerse y tú bajarte, para comer todos juntos y venir caminando. Para
eso llevamos toda la comida preparada. ¡Y desde ahí hemos tenido que correr
queriendo alcanzarte! –Le explica mamá.
Después de desayunar en la mesa él quiere
entregarnos los regalos que nos ha traído. Para cada uno de nosotros ha escogido
en las tiendas de Trujillo, presentes y obsequios que va entregando a cada uno.
Así: una mantilla preciosa para mamá. Una
casaca fuerte para papá. Unas maracas para la Orquesta de Cuerdas que dirige papá
y ensaya en nuestra casa.
Guillermo, mamá Elvira, Nancy, Sofía, Belinda, Flor,
Papá Danilo, Jakelín, de espaldas, Elvira y Danilo
2. Nadie
falta
Ha traído diversos útiles de escritorio y
hasta un mapamundi. Le ha comprado un pañolón para la abuela Sofía.
– Esta muñeca es para Rosita. –¡Y es preciosa!
Con una carita rosada que mamá nos dice que es de biscuit.
– El pingüino a cuerdas, es para ti Guillermo.
– Para Jaime es esta pelota.
– ¿Tú eres Fredy? –Pregunta.
– ¡Claro que soy yo! –Respondo. Y todos nos
reímos a carcajadas.
Ahora por cualquier cosa nos reímos. Tanto
que hasta las lágrimas afloran de nuestros ojos de tanta risa. Y a ratos hasta
nos ponemos a llorar.
Estamos felices. Y es que ahora todos
estamos juntos y nadie falta entre nosotros.
Y reímos por cualquier ocurrencia. Él
también, Juvenal, ríe a tal punto que nos retorcemos de risa y nos caemos de
las sillas.
Mamá nos trae agua, temerosa de que nos
ahoguemos. Y, ya calmados, yo reitero:
– ¡Sí, hermano!
– Sí, ¿qué?
– ¡Soy Fredy!
3. Para que él
los vea
¡Peor! Ahora la risa es incontenible. Hasta
papá se seca las lágrimas de tanto reírse.
Y mamá tiene que sentarse, chaposa y linda
como es, parecida a la muñeca que Juvenal ha traído a Rosita, como si le
faltara aire por reírse. Y con papá sujetándole la silla, y cogiéndola a ella para
que no se vaya a caer.
– Este disco volador, es para ti.
– ¿Para quién? –Preguntamos todos.
– ¡Para Fredy!
Y ya es el colmo. Sin qué ni por qué otra
vez estalla el alborozo y la hilaridad. ¡No hay duda, estamos felices!
Lo que va sacando Juvenal del baúl que ha
traído parece inagotable. Después nosotros le enseñamos nuestros tesoros.
¿Cuáles son? Los trabajos manuales que
hemos hecho durante todo el año en la escuela, y conservamos para que él los
vea.
Cada lámina y cada pieza educativa, los
mapas que hemos pintado, las maquetas que hemos elaborado, nuestros cuadernos
bien forrados. Todo lo aprecia, todo lo escucha, todo lo alaba.
4. Mate
de cedrón
Ya el atardecer acaba en Santiago de Chuco,
y se avecinan las sombras. Pero ya nada nos asusta.
En el cielo estallan algunos cohetes y por
las calles de oyen jirones de una banda de pastoras que ensayan para la Noche
Buena.
– ¡Pasen a tomar asiento para el lonche!
–Dice mamá.
– ¡Y vayan a traer a su abuelita Sofía!
– Pero, ¿a qué huele tan rico, mamá?
– Estoy haciendo humitas para la cena. –Irradia
de contento el rostro de mamá.
En el lonche mamá sirve mate de cedrón y
toronjil, en tazas de loza, con pan fresco y bizcochos de chancay recién
horneados.
Temprano ha puesto a hervir el mejor jamón,
preparado por ella misma para esta ocasión.
Por fin nuestra casa rebosa de alegría infinita.
Como cada quién lo ha dicho: ahora estamos
todos juntos. Ahora no falta nadie. Estamos todos completos, no hay un solo
hueco, ni un solo resquicio y ningún asiento vacío.
5. Todo
está aquí
Hoy somos íntegros e invencibles. Nadie
falta. Todos daremos la vida por cualquiera de nosotros.
Salimos a jugar al campo donde todo
florece. El verde de los sembríos, con caminos bordeados de pencas y alcanfores,
se eleva hasta la cumbre de los cerros.
Y hacia el final de la hondonada, por donde
se desliza el río, se esparcen los bosques y los senderos bordeados por cercos de
piedra.
¡Somos otra vez felices!
A la hora de comer tintinean las cucharas rozando
en los platos. Y nuestras voces cantarinas surgen dichosas.
Hay regocijo. Reímos sin qué ni por qué, contentos
de cualquier cosa. O, como nunca, sabiendo cabalmente cuál y por qué.
Porque están completas todas las sillas. Y
los bordes y los costados de la mesa que hacen un círculo completo. Porque hoy no
hay agujeros, lejanías ni vacíos. Ni nostalgia que apene. Porque hoy todo está
aquí.
No hay ninguna ausencia; ni al lado ni al frente,
ni arriba ni al fondo; ni al pie.
6. Grecas
y encajes
No hay ninguna lacerante pregunta que no
tenga respuesta. Y que nos atormente a todos la vida. Hoy no decimos:
– ¿Cómo estará? ¿Qué estará haciendo?
¿Habrá comido ya?
Por eso, no cabemos de gozo. Miramos a
nuestro hermano mayor, cómo coge cada cosa, con unción. Y él nos mira con
ternura.
Ha ido con nosotros a dónde hemos querido
enseñarle. Al nido donde la gallina está ovando.
Hemos ido a mirar juntos el techo nuevo que
hemos reparado, y luce labradas sus vigas pulidas y radiantes. Y bien alineadas
sus tejas rojas.
Donde la lluvia recién caída ha dejado
humedecida la techumbre, y con brillos e iridiscencias el enlucido de los muros.
Le hemos enseñado a nuestro hermano cada
arreglo que hemos hecho. Ha palpado con sus manos la máquina de coser que
recién hemos adquirido.
En la cual papá nos cose camisas y
pantalones. Y mamá cose faldas y blusas con grecas y encajes para mis hermanas
pequeñas. Nuestro hermano todo lo mira con atención, todo lo acoge y lo
aprecia.
7. El
hogar
Sentados a la mesa, Rosita con la luz en
sus ojos, observándonos a todos, envolviéndonos con la mirada ilusionada, dice:
– Ahora estamos todos juntos, en nuestra
casa y sentados a la mesa. Y somos felices.
– Sí. Estamos completos. ¡Y no hay nadie
quien nos falte! –Corrobora mamá–. ¡Esta es nuestra querida familia!
Al hermano mayor que después de mucho
tiempo vuelve a almorzar con nosotros le saltan las lágrimas. E igual, a todos.
– ¿Y nuestras abuelas? ¿Y nuestros primos?
¿Y nuestros tíos? ¿Y nuestros abuelos que han muerto? ¿Y los demás seres
humanos? ¿Qué son? –Pregunta uno de nosotros.
– Son también parte de nuestra familia, que
hay que anhelar ¡y cuidar! que se sientan bien, completos y felices en las
casas donde viven, y con quien estamos unidos en muchos aspectos de la vida. –Dice papá.
¡En las casas!, como un sitio que, aunque sea mínimo y
pequeño, se corona con la emoción de lo que es todo. Que puede ser un hueco en
la pared, una cornisa, o la rama de un árbol para las aves. ¡Un lugar donde
posarse y dormir! El punto de apoyo de una palanca. Un lugar que sientes tuyo.
Un lar, un país, una lámpara votiva. ¡Un lugar desde el cual se parte y hacia
el cual se vuelve!
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