9 DE DICIEMBRE
BATALLA DE AYACUCHO
CIMA
DE GLORIA
Y LIBERTAD
Danilo Sánchez Lihón
1. Vivida
en
nuestros juegos
De niños
los temas de historia aprendidos en la escuela los recreábamos en nuestros juegos,
utilizando los nombres de los personajes en nuestras propias hazañas. Y hasta las
toponimias de los lugares en donde habían ocurrido los hechos históricos nos
servían para territorialmente señalar nuestros teatros de operaciones; sea en
el recreo escolar, o ya sea al juntarnos a jugar fuera de la escuela, y en las
disputas que teníamos propias de los juegos de los niños.
La
enseñanza de la historia llenaba nuestra fantasía que ahora, con el dominio del
entretenimiento en base a la tecnología de la industria cultural de los países
hegemónicos, se ha pasado a reemplazarlos por monstruos y fantasmas como son
los zombis y los poquemones.
En mi
escuela teníamos colgados en los muros láminas coloreadas de los principales
eventos ocurridos en la historia del Perú, desde la escena de la Isla del Gallo,
pasando por la muerte de Atahualpa y la gesta épica del Huáscar en Punta
Angamos. No podía faltar evocaciones de la Batalla de Ayacucho acerca de la cual
había un cuadro de la composición de los dos ejércitos con las divisiones
emplazadas en el Cerro Condorcunca y en la Pampa de la Quinua, otro de la
arenga de Sucre y un gráfico más acerca de la capitulación.
2. Con tono
decidido
Así
aprendí que luego de la victoria de las fuerzas patriotas en los campos de
Junín, el general José de Canterac huyó hacia el sur para acampar y establecer
su cuartel general en Chalhuanca en espera de refuerzos procedentes del Cusco.
En tanto
Simón Bolívar avanzaba también hacia el sur por la misma ruta, para después
retirarse a Pativilca dejando al ejército en manos de Antonio José de Sucre,
quien se encargaría de llevar adelante la campaña de Ayacucho.
Los
sucesos, sin embargo, se habían complicado de tal modo que todo lo obtenido
hasta ese entonces parecía perderse y echarse a la ruina.
Fue en
esas circunstancias que don Joaquín Mosquera, ministro de Colombia, le pregunta
a Bolívar en Pativilca, casi sin poder contener las lágrimas, esperando un
cauteloso repliegue, dadas las altas deserciones en el ejército:
– ¿Qué
piensa hacer usted ahora?
A lo que
Bolívar con tono decidido, le contesta:
–
¡Triunfar!
3. Unidos
todos
Mientras,
el ejército patriota proseguía su marcha desde el río Apurímac, el Virrey La
Serna hacía lo propio avanzando desde el Cusco.
Entre
fines de noviembre y principios de diciembre, ambos ejércitos se avistaron y
marcharon paralelamente.
En ese
trance se produjeron algunas escaramuzas que ocasionaran fuertes bajas en el
ejército patriota en la quebrada de Colpahuayco.
Posteriormente
ambos ejércitos continuaron su marcha hacia Huamanga, preparándose para el
momento decisivo.
Sucre
acampó en la Pampa de la Quinua y La Serna se apoderó de las alturas del Cerro
Condorcunca.
¿Quiénes
conformaban esos ejércitos por parte de los nuestros?
Eran apenas
jóvenes, pero ya paladines de cien batallas, hombres de fábula que encarnaban
un sueño colectivo en donde estábamos unidos todos los países de nuestra
América morena.
4. Nacido
en el
Cusco
Los
realistas dispusieron su ejército de modo que la División de Jerónimo Valdés
quedaba ubicada a la derecha del cerro Condorcunca.
La
división de Juan Antonio Monet, al centro. Y la división de Alejandro
Villalobos a la izquierda.
La
artillería de once piezas de las fuerzas imperiales fue emplazada en la cumbre
del cerro Condorcunca.
Las
fuerzas patriotas fueron dispuestas de manera que frente a Valdez estuviera la
División de José de La Mar. Al centro la División de Jacinto Lara. Y la
División de José María Córdoba frente de las columnas de Alejandro Villalobos.
La
caballería iba a la retaguardia de la División Lara y quedaba a órdenes del
Mariscal Guillermo Miller.
Como Jefe
del Estado Mayor actuaba el general peruano nacido en el Cusco Agustín Gamarra.
José Antonio Sucre
5. A las
diez
de la
mañana
Así,
desde el amanecer del día 9 de diciembre de 1824 los jefes de ambos bandos
pasaban revista a sus divisiones y arengaban a sus hombres.
Es
importante mencionar que el ejército realista superaba en número y armamento al
ejército patriota, con 6.906 soldados a favor de España, y de 5780 a favor de
la independencia de América.
Son
históricas las palabras de Sucre despertando en sus soldados el espíritu patriótico
y el anhelo de la victoria final:
“¡Soldados!,
de los esfuerzos de hoy depende la suerte de América del Sur; otro día de gloria
va a coronar vuestra admirable constancia.
A las
diez de la mañana se rompieron los fuegos, y de manera simultánea de parte de
todas las divisiones españolas, haciendo retroceder a los patriotas.
Capitulación de Ayacucho
6. La
caballería
patriota
Los
españoles, que ocupaban la parte alta del cerro bajaron velozmente y
arremetieron frontalmente con sus columnas.
Pero la
División Córdova tomó la iniciativa del avance con su arenga:
– ¡Armas
a discreción!
Y después:
– ¡Paso
de vencedores!
Su
convicción hizo que se desorganizaran los realistas, logrando capturar en su
acometida hasta la mitad del cerro Condorcunca.
De otro
lado, la División La Mar, que soportaba el duro ataque de la División Valdez, pero
auxiliado por Lara, logró doblegarla.
Al mismo
tiempo, la división Monet había sido detenida por la caballería patriota.
7. El
duro
camino
A
mediodía la resistencia española iba agonizando.
Era la
una de la tarde y ya el combate había llegado a su final, sellándose en la historia
la más gloriosa victoria de las fuerzas que definían la libertad del Perú y
América.
Producto
del furor de la contienda quedaban regados en el campo de batalla 370 muertos y
609 heridos de las fuerzas patriotas, frente a 1,800 muertos y 700 heridos
hechos prisioneros como pérdidas de parte de los realistas.
Terminada
la batalla, en esa misma tarde del 9 de diciembre, se firmó la Capitulación de
Ayacucho suscrita por Sucre, por delegación de Bolívar, y por Canterac en
representación de La Serna.
En este
documento se establece que todo el territorio bajo custodia española sería
entregado al ejército libertador.
La
dominación española había llegado a su fin y se iniciaba el duro camino de
nuestra plena libertad.
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