viernes, 31 de enero de 2020

31 de enero. Día del Mago. Magia ¡tan simple!


31 DE ENERO
DÍA DEL MAGO
EN HOMENAJE A SAN JUAN BOSCO

MAGIA
¡TAN
SIMPLE!

Danilo Sánchez Lihón




1. Afición
desaforada

Tan entretenido anduvo en estos menesteres este niño, que nació para ser alguien muy raro y curioso, que después, sin darse cuenta, llegó a ser un joven encantador y lozano.
Y a quien un día se le acercó una maga que le propuso, a cambio que él le enseñase el arte de los oficios raros, instruirlo ella a él en los secretos de ser un mago consumado. Aceptó complacido y sin plazo de espera.
Y fue tanta y tanta la magia que alcanzó a dominar, que no podía ver nada sin que no le entraran ganas irresistibles de convertirlo todo en otra cosa.
Y así todo se trocó en distinto y alterado, combinándolo todo en un abrir y cerrar de ojos, produciendo un vértigo espantoso.
Veía un gato y lo transformaba en canario. Un conejo lo convertía en un palo peludo. Un poste de luz lo transformaba en la banca de un parque.
Contemplaba alzarse un avión y lo transmutaba al instante en zapato. Una motocicleta en plena carrera la tornaba en una veleta giratoria que viajaba al revés.



2. Actos
de magia

Y, a su vez, tenía lamentablemente, un defecto terrible, que se sumaba al apuro y al atolondramiento, cuál era ser olvidadizo. Aparte de cometer los estragos que causaba, todo lo hacía apuradamente y a medias.
Así, el canario tenía orejas y rabo de gato; y se olvidaba de ello.
El pato tenía el pelo y los saltos del conejo; y se olvidaba de ello.
La banca del parque tenía el foco de luz vuelto al revés y debajo del asiento; y se olvidaba de ello.
El zapato tenía alas, y un gallinazo las ruedas colgantes de un avión ya para aterrizar; y se olvidaba de ello.
A la veleta le sobresalía el timón y el sonido lacerante de la moto en la más alta velocidad; y se olvidaba de ello.
Felizmente las cosas lentamente, aunque con gran esfuerzo, volvían a la normalidad; pero después de sufrir ¡horrores!
Otras veces hacía y deshacía rápidamente estos entuertos, ¡confusos e imprudentes actos de magia!


3. Al final
de la calle

En estas divagaciones andaba cuando pasó delante de sus ojos una muchacha con el cabello suelto que al flotar al viento estallaba en mil colores bajo el fulgor del sol. 
Ella tenía las pupilas almendradas y el rostro con la suavidad de las orillas del mar cuando se duerme en las playas más bellas del universo.
El corazón del joven mago se descompasó y hasta se detuvo un buen rato. Y después empezó a dar unos golpes como repique de campanas acelerando su pulso.
Era como si una orquesta arrancase a tocar loca y desaforada al borde de un acantilado y sin ton ni son aparente.
Sus cejas y pestañas se quedaron fijas y su cuerpo completamente rígido hasta que ella desapareció lentamente por una esquina en medio de la gente.
Gente que se arremolinaba al final de la bocacalle de la avenida centelleante.
El joven mago resulto siendo esta vez el hechizado. 


4. Delante
de sus ojos

Los párpados dejaron de obedecerle después de un momento en que viera pasar a la muchacha, con el cabello ensortijado, batido por el viento.
Fue después de ver esta aparición que él quedó estático, y solo el corazón le palpitaba al galope en el fondo de su caja.
Entonces ya no pudo articular ninguno de los músculos de la cara. Para colmo de males: se olvidó de toda la magia que había aprendido.
Por eso, al frente tenía los animales y las cosas que en esa hora tremenda se habían quedado en sus formas ambiguas de ser mitad esto y mitad aquello, esperando que él los rehaga.
Así: de pie delante de su mirada había un perro que pasaba de casualidad y que resultó con pico y alas de pelícano. 

5. Allí
estaba

La mesa de una vendedora de frutas ahora tenía la mitad convertida en la trompa de una carcocha.
El monumento de un militar ahora no montaba caballo, sino que estaba a horcajadas sobre un camarote desvencijado.
Y, como no quiso solucionar nada, porque no le interesaban los problemas que había creado, sino el palpitar enloquecido de su corazón desbocado, fue llevado a la comisaría de enfrente y encerrado en una celda.
Allí, estaba con los párpados abiertos y sin cambiar de postura, tal cual se quedara al pasar la muchacha de los cabellos desgreñados, pero de vivos colores batidos al viento.
Si los guardias lo sentaban, permanecía sentado. Si lo ponían de pie, en esa postura estaba el resto de las horas de todo el santo día, sumergido en su propio letargo y encantamiento.
Era extraordinario el efecto con que el mago había sido embrujado por algo aparentemente de este mundo común y corriente.


6. Estaba
embrujado

No probaba bocado de comida y su semblante era como si estuviera embelesado con algo muy bello y muy tierno por dentro.
No sabiendo qué hacer, al cabo de las horas, los policías lo sacaron al patio.
¡En vano! No atinaba a responder con ningún acto ni gesto que fuera coherente. Tampoco veían ninguna solución al problema. ¡No se movía! ¡Lo dejaran en donde lo dejaran!
Lo pusieron en la puerta de la comisaría para ver si se escapaba; y de este modo se despejaba este insoluble problema.
Nada. Todo era inútil. Permanecía encantado. Y no es que lo pareciera, sino que efectivamente estaba embrujado.
Al día siguiente lo sentaron en la plaza al frente del puesto policial en donde correteaban los niños y daban vuelta una que otra persona desorientada.


7. y, por fin,
¡dichoso!

Allí permanecía impávido, inútil, inservible.
Pero, de repente, apareció, otra vez la muchacha alta con el cabello ensortijado de siempre, batido por el viento esta vez de la tarde, y que llevaba impresa en su cara la suavidad de todas las playas del universo donde el mar se había quedado adormilado.
Al joven se le agrandaron las pupilas. Le empezó un batir incontrolable de los párpados como si fueran mariposas atrapadas salvo sus alas. Y el corazón empezó a acelerársele como la vez primera, hasta querer salírsele por la boca.
Pero esta vez ella se detuvo. Lo miró alegre y sonriente al fondo de los ojos de aguas arremolinadas. Le tendió la mano y, cogidos del brazo, desaparecieron los dos a lo largo de la calle interminable.
Justo en el momento en que volvían a su lugar el orden de las cosas que había transformado el joven que antes fuera un niño que nació para ser alguien muy raro, curioso y, por fin, extraordinariamente ¡dichoso! Descubriendo de este modo que no hay mayor magia que la del simple, sencillo y natural amor entre seres humanos.

Dibujos:
Nobuko Tadokoro



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jueves, 30 de enero de 2020

30 de enero. Día de la No Violencia y la Paz. El jazmín y sus dones.


DÍA DE LA NO VIOLENCIA Y LA PAZ

EL JAZMÍN,
Y SUS
DONES

Danilo Sánchez Lihón

Aquí plantemos un jazmín


"Mi padre se despierta
ausculta la huida a Egipto,
el restañante adiós".
César Vallejo


1.

– Aquí, en nuestro jardín sería bueno tener una planta de jazmín.
– ¡Claro! Y que al atardecer con su perfume arome toda nuestra casa. ¡Ah!
– Y es un olor tan sublime que con él pareciera que nos elevamos al cielo.
– Como con el incienso.
– Sí. Cierto
– ¿Y saben por qué así? Y, ¿por qué su fragancia se expande a esa hora en que ya están cayendo las sombras de la noche?
– No. No sabemos
– ¡Porque fue a esa hora que a esta planta la bendijo la Virgen María!
– ¿Así? ¡Cómo fue! ¡Cuéntanos la historia, por favor!

Planta de jazmín

2.

– Les contaré, y es así:
La virgen María, el niño Jesús y José, huían de Belén donde nació Jesús a Egipto.
Y lo hacían acompañados de su burrito que montaba la Virgen convaleciente, llevando en sus brazos al salvador del mundo.
Al principio avanzaron a trote lento, pero luego la canícula del desierto y la sed los fue cansando.
Disminuyeron sus fuerzas, y el avance se hizo calmado y pausadamente.
Fue en esa circunstancia cuando José recibe el anuncio del ángel encomendado en guiarles.
Quien le advierte que se acerca un pelotón de soldado de Herodes que buscan a todo niño menor de dos años para matarlo.

La huida a Egipto

3.

José en el desierto no encuentra nada donde refugiarlos, y siente que los soldados ya se acercan.
Siente ya angustia, cuando ve por casualidad que en un recodo hay una plantita que cuelga de una piedra.
Ya oye el galopar de los caballos, y le dice a María:
– Tú, el niño y el burrito escóndanse cuanto puedan bajo esa planta. Yo me quedo solo en el camino, como si fuera un viandante.
Sin apearse del burrito la Virgen y el niño se esconden. Pero la planta es muy chiquita y casi nada les oculta de cualquier vista exterior. Y entonces le ruega la virgen:
– ¡Planta bendita, estira tus ramas y escóndenos!
Y la planta extiende cuanto puede su ramaje y los cubre de alguna manera, con todo su esfuerzo.


La matanza de los inocentes mandada ejecutar por Herodes

4.

Llegan los soldados al recodo. Y solo ven a un campesino de aspecto pobre e inofensivo, caminando por el sendero. Y a quien ni siquiera le preguntan nada.
Les llamó la atención eso sí que allí hubiera una planta tan coposa, donde las patas del burrito les parecieron que eran el tronco y sus raíces.
Y prosiguieron su marcha.
Cuando desaparecieron la Virgen bendijo a la planta, diciendo:
– Por habernos protegido a toda mi familia siempre a esta hora, por haber salvado a mi hijo, exhalarás un intenso perfume que es el mismo que hay en el paraíso.

Cuando desaparecieron María bendijo a la planta

5.

Y justo en aquel instante, que era casi al anochecer, la planta emitió su primer vahído de perfume embriagante.
Y mirando al burrito y a la vez a la planta, dijo:
– Y tus flores serán blancas como el alma del burrito, quien comprendiendo la situación ha permanecido quieto y sin moverse cuando los soldados miraban.
Y en ese mismo instante la planta se llenó de una cascada de flores blancas, consagrando para siempre el alma blanca del burrito.
Y, por último, dijo la Virgen:
– Y te llamarás jazmín, que quiere decir: la que protege y salva en el camino.
Y siguieron ya en la noche cerrada su viaje a Egipto, huyendo de Herodes y sus soldados.


Y te llamarás jazmín

6.

– Qué linda historia, pero yo quisiera señalar un rasgo en ella, que para mí resalta y que lo considero muy importante. Y cuál es, que en este relato se muestra y presenta que lo opuesto a la violencia no es la paz sino el compromiso. O no es la paz que muchas veces se identifica con la imparcialidad y lo neutral. Y hasta con la inacción. Porque pareciera imponerse la idea de que la paz es no involucrarse en problemas o de evitarlos.
– Claro. Porque a veces la paz se confunde con quietud, con no intervención, con dejar hacer y pasar, con el no asumir problemas. Cuando se dice: “¡Déjenme en paz! Y que no es lo que nosotros quisiéramos aludir con el concepto paz, ni menos cultivar. En cambio, de esta historia se desprende que lo opuesto a la violencia es determinarse en hacer el bien, arriesgando y esforzándose al máximo como hizo la planta de jazmín.

Seminario que conduzco en la Universidad de San Marcos

7.

– Pero en el cuento hay otro rasgo interesante, cuál es que la belleza es producto de las acciones generosas. Y esto hay que enfatizarlo precisamente entre los jóvenes que más atracción sienten por lucir y aparecer bien.
– De acuerdo. Aquí el aroma exquisito y sublime del jazmín es por una acción hasta heroica. Y que es asumir un problema y jugar un rol en un trance difícil. Donde la belleza de la flor no es producto de afeites, ni de adornos ni de oropeles, sino que es una cualidad vinculada a la ética.
– Donde la belleza no es superficial, sino que surge de las virtudes y de las cualidades de las personas. Así como la paz no surge de la indiferencia sino del compromiso, la belleza surge del coraje y de los valores.



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miércoles, 29 de enero de 2020

29 de enero. Nace mi hermana Nancy. Y abrió sus ojitos.


29 DE ENERO
NACE MI HERMANA NANCY

Y ABRIÓ
SUS
OJITOS

Danilo Sánchez Lihón



Nancy, mi hermana


1. Ahora
me miro


 Cuando nació en el mes de enero mi hermana Nancy, la tercera de las siete mujeres que son, y de los once hermanos que sumamos, entre hombres y mujeres en nuestra familia, yo le rogaba a mi papá:
– ¡Jálenle la naricita, para que no sea ñatita como yo! ¡Jálenle la naricita!
Y a cada momento, cuando alguien salía o entraba al cuarto de la casa donde mi madre había dado a luz, yo le decía:
– ¡Jálenle la naricita para que no sea ñatita como yo!
Creyendo que aún era tiempo de formar su naricita que quizá la traía como la mía. Y creyendo que todavía había tiempo de moldearla para que no padeciera como yo padecía cuando me decían: ¡Ñatito!
Ahora me miro y me pregunto ¿por qué me dirían de niño de ese modo? Y reviso las fotografías. Y cavilo siempre delante de ellas.



La casa donde nacimos y vivimos


2. Y
entramos

Entonces mi padre me replica ya muy enojado:
– ¡Cállese! ¡Cómo le vamos a jalar la naricita a la bebita!
– ¡Papá! ¡Para que no sea ñatita como yo!
– ¡Eso no se le puede hacer a una criatura, que es tierna y delicada como una flor!
Y allí yo sentí la desgracia y la fatalidad de este mundo, cual es que ya no se puede corregir ni arreglar nada de cómo nosotros nacemos recibimos lo que somos cuando se nace. Que no hay nada qué hacer de cómo venimos. De cómo se nos lo da, y que se nos encomienda.
Y yo recuerdo que me entristecí de alma. Y se me estrujó el ser por mi hermanita. Y en realidad más me compungí por mí. Y por todos nosotros, de que las cosas sean así y no se pudieran arreglar.
Pero mi mamá, que estaba escuchando, luego que él se fue a trabajar a la escuela, nos llamó a todos diciendo:
– ¡Vengan! ¡Entren a conocer a su hermanita! –Y entramos.


Nuestra mamá

3. O
bien sea


Ingresamos casi sin pisar el suelo, Rosita, Jaime y yo. ¡Con la emoción de que nos había nacido una hermanita!
¡Era enero! Que es cuando las piedras del patio, los cordeles que se tienden amarrados a los pilares y las tejas al borde de los aleros, se tornan traslúcidos. Y las gotas de lluvia prendidas a las paredes espejean sus brillos de plata.
Y así, todas las cosas, sea porque alguien, que no sabemos quién ha llorado toda la noche, desconsolado, y sin motivo aparente.
O bien sea porque en las pupilas de cada ser presente han empozado las lágrimas de los aguaceros que asolan y arrecian la tierra, justo en este tiempo.
– ¡Acérquense a conocer a su hermanita! –Nos dice mamá.



Nuestro papá

4. Al lado
de esa muñeca


Cuando nuestra madre descubre ante nuestros ojos al bultito que carga, abriendo la frazada que la envuelve y abriga, vemos una flor de nardo y azucena, nívea y fragante. Y con las mejillas coloradas como melones.
Es una muñeca primorosa de porcelana y biscuit. Como aquellas de las vitrinas de las casas comerciales que se ven, pero no se tocan.
¡Es preciosa y linda la bebita! En verdad deslumbrante, ¡como si fuera un prodigio! ¡Pero, la verdad, no la habíamos imaginado así, sino como nosotros!
Nuestras manos, al lado de sus manitas, son toscas y ordinarias. Y, ante ella, las escondemos de vergüenza y recelo, introduciéndolas en nuestros bolsillos.
Porque nos parecen prietas, oscuras y feas al lado de esa muñeca de alabastro que ahora duerme apacible.

Jaime, nuestro hermano

5. Como es
el cielo

Cuando salimos, confusos y azorados, dijimos que a lo mejor no la íbamos a querer, como era nuestro anhelo. Porque es distinta a nosotros, y que más se parece a un duende.
Aunque Rosita, haciendo un puchero, señala:
– ¡Es igualita a la abuela Rosa; ¡con lo de gringa, y todo!
Pero Jaime, en su media lengua, dice que es más parecida todavía a la tía Elia, que vende alfeñiques a la vuelta de la esquina. Y que es alta, rubia y de ojos de un azul intenso.
Como es el cielo cuando nos castigan y nos consolamos en mirarlo, esperando que de él baje un ángel. O una virgen que nos lleve para siempre de esta tierra entre sus alas.


La hermana rosita, en la escolta, la primera de la izquierda

6. Llenos
de alegría

Han pasado los días y casi no entramos a verla.
Pero una mañana mamá da un grito. Y nos llama apurada.
Entramos corriendo a ver qué es, o lo que pasa, llenos de susto. Y nos dice:
– ¡Ha abierto sus ojitos su hermanita! ¡Mírenla!
¡E imaginen ustedes lo que vemos! ¿Qué? ¡El color de sus ojitos! ¡Son negros! ¡Negros! Y saltamos. ¡Son negros violáceos! Como el capulí. Y, ¡como los nuestros!
¡Qué felicidad! Deliramos y volvemos a saltar, llenos de alegría, porque no son zarcos como los de la abuela Rosa, ni menos azules, como lo de la tía Elia.
Ni siquiera glaucos como sus alfeñiques, que vende en una mesita en la puerta de su tienda.


Nuestra abuela Rosa, madre de nuestra mamá

7. Y lo seguiremos
haciendo

¡Qué ternura que nos dan esos ojos negros! Y hasta nos parece que antes de abrirlos los tenía azules.
Pero adivinándonos que estábamos tristes los ha cambiado para vernos sonreír.
Y para que la quisiéramos. Y esto nos conmueve hasta el punto de hacernos llorar.
¡Qué alegría sentirla ahora recién ligada a nuestras vidas exactas, pero de todos modos sufridas!
¡Vidas hechas para afrontar grandes desafíos, con esos ojos negros! Tal y como lo hacemos nosotros.
Y lo seguiremos haciendo siempre hasta que la muerte nos lo quite.
Esto lo aproximó tanto a nuestros corazones, al punto de bailar enlazados de las manos.


Casa

8. Y

de rubí

¡Qué emoción profunda sentimos! Nos parece que ha habido una renuncia de nuestra bebita del azul de sus ojos que le correspondía, por ser como la abuela Rosa, para estar acorde con nosotros que tenemos los ojos negros.
Dejando lo que gusta tanto a los ricos y a la gente encopetada, por parecerse a mí y a ti.
Todo por acercarse a lo que exactamente somos, para pertenecer a nuestros juegos y travesuras. Y eso nos hace quererla mucho más.
Y esa noche cantamos y jugamos a la ronda, con una letra improvisada de canción que yo la hice y decía así:
Nos ha nacido
una hermanita
de alabastro
y de rubí.


Evocando estas vivencias de la infancia

9. No saber
qué hacer

Y continuaba:
Pero con los ojos
negros y brillantes
como los de mí
y los de ti.
Y estábamos contentos y dichosos.
Más, nos ocurrió otra sorpresa: cuando se le ha ladeado la gorrita descubrimos una presencia muy curiosa: ¡que es calva!
Y esto nos conmueve mucho más por ser invierno en mi comarca, ¡en tanto frío!, como es el de la serranía, que es como estar desnudos de la cabeza.
Como si naciera una fruta sin cáscara. O como una casa sin techo, y sin cerrar. Y esto nos desconsuela hasta el punto de no saber qué hacer.
Pero, papá le compró unas gorras o boinas de pana de uno y otro color. Y que le quedaban precioso. Y ella parecía un melón cuando se las poníamos.
Y aprendió a balbucear nuestros nombres.


Pintura de inicio:
Agustín Rojas

Fotos 8 y 9
Jaime Sánchez Lihón




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