28 DE ENERO
DÍA DEL ARTISTA NACIONAL
ARTISTA
ES
EL PUEBLO
Danilo Sánchez Lihón
pintura de Agustín Rojas
1. Caricia
exacta
Alguna vez a mi hermano Guillermo le escuché alabar las
manos de mi padre, como en verdad lo eran: manos precisas y abarcadoras,
sensitivas y seguras, cabales y protectoras. ¡Manos fieles! Y un artista
precisamente lo es por las manos que tiene.
– Yo no he visto nunca manos como las de mi papá, -dijo
Guillermo al desgaire. Y eso que mi hernano trabajó, ya adulto, mucho tiempo como
pintor y en construcción civil.
Manos tenía mi padre con una fina precisión para pulsar
la cuerda en el traste del diapasón de la guitarra, y extraer a la melodía una
emoción inédita jamás presentida. Así como también para empastar un libro
ordenando sus páginas, coincidentes por el lomo y sin una sola arruga o
desnivel en el borde.
O para empapelar una mesa adonde había que hacer algún
trabajo manual. Como para dibujar con la tiza animales y letras de colores en
la pizarra o en cualquier piedra que encontrara. Con una capacidad para tener
el pulso, la fuerza y la caricia exacta, si es que exacta puede ser alguna vez
en el universo una caricia.
2. ¿Qué son
ellos?
Y hablo así porque mi padre era maestro, como también era
músico, quien tocaba la guitarra, la mandolina y el violín, y dirigía una
orquesta de cuerdas magisterial.
Y en todo lo que hacía era un artista, si es que
aceptamos llamar así a quien sabe hacer las cosas bien, con cabalidad,
precisión y hermosura.
Era en verdad un artista en todo lo que hacía, hasta en
cómo cortaba el rocoto en el momento en que comía, y con la punta del tenedor
se llevaba un gajo de ese pequeño rayo de sol de nuestros campos fragantes a la
boca, rojo, verde o amarillo. Y lo era hasta en su manera de escribir.
Pero, quiero referirme aquí a un arte para el cual
siempre lo llamaban, y este arte era ser altarero, es decir: quien sabe hacer
altares.
¿Qué son ellos? Estructuras rituales que se alzan o
levantan frente a la casa de una persona que ha pedido celebrar al Inter del
Apóstol en la Fiesta del Patrón Santiago.
3. De par en par
la puerta
¡Ah, los altares de mi pueblo! Hieráticos bajo la candela
blanca de la luna y el fulgor carmesí de las estrellas que alumbran desde lo
alto.
O de las velas y lámparas anaranjadas desde dentro del
altar mismo.
¡Y de las fogatas desde el fondo de las casas extasiadas en
donde la vida bulle en el abismo de lo ocasional y lo eterno!
El altar se levanta delante del domicilio de la familia que,
de un año a otro, se ha comprometido a cumplir con el ritual de esta
celebración.
Eso incluye traer al apóstol en procesión, con mojigangas
y comparsas.
Hacerle su altar, rezarle un rosario, servir café con
tajadas, para todo el que quiera bastando llegar y entrar a la casa si es que
hemos abierto de par en par la puerta.
¡Y comida para los más allegados!
4. Todo el año
disimulados
Para eso el "ínter" del Apóstol, viene y
regresa de la iglesia con cohetes y banda de músicos bajo un bosque de
guirnaldas de flores, sean flores de papel o flores naturales, que se extienden
de pared a pared de la calle por donde pasa la comitiva.
O bajo los arcos que con artificio primoroso de parantes
y travesaños, se erigen en plena calle. Todos sus parantes y travesaños
cubiertos de oropel, de colores estallantes.
Con figuras devotas y hasta con el retrato de algún
santo, o lo que adoremos en la casa: sea, por ejemplo, la fotografía de un ser
querido que no llega, que esté lejos, o ha muerto.
Que rematan en una corona donde hay una canasta llena de
pétalos de flores, que se plantan en el centro de la calle para lo cual hay que
remover las piedras de los huecos que ya se tienen allí excavados, pero que
pasan todo el año disimulados con algunas piedras que hemos puesto encima.
Llevando al Inter del apóstol
5. Rico
en tonadas
¡Ah los altares de mi aldea! Que cuando somos niños
recién nos damos cuenta que ya se armaron y están terminados cuando desprevenidos
salimos a la puerta de nuestra casa y los divisamos en lontananza.
O cuando pasamos por una calle a oscuras, y vemos una
antorcha encendida a varias cuadras de distancia de nuestra casa bajo el telón
entenebrecido del mundo.
Ya sea en el sector de abajo o ya sea en una estribación
de arriba. O hacia los costados en donde se asientan los barrios de Santa Rosa
y Santa Mónica.
¡Son los altares a nuestro Apóstol bendito que la
devoción de la gente los erige!
Frente a la casa en donde a partir de las doce de la
noche hay un baile, después de los rezos y jaculatorias; rico en aires, tonadas
y giros propios de la música de la región donde se asienta mi comarca.
Arcos y guirnaldas bajo los cuales
pasa el Inter del apóstol
6. Bordada
en oro
Y entonces, ¿qué representan? ¿Cuáles son sus motivos o
imágenes? Puede ser en la calle empinada y rocosa una carabela con sus olas
agitadas. O puede ser en el barrio de abajo la quilla altanera de la proa de un
barco que se empina, hacia lo alto.
Y donde allí ya posa la efigie de nuestro patrón Santiago
el Mayor, el varón insigne cuyos huesos se dice que reposan en Galicia, en
donde está su basílica en la ciudad de Compostela, como el capitán infalible
que guía esa nave que es nuestro pueblo por ese mar proceloso.
O ya puede ser, el altar alzado por los altareros, en
donde está mi padre, hecho de maguey o de carrizo, un avión o una nave
espacial, hecha de papeles de colores que traslucen su resplandor.
Y en la parte más alta manejando el timón aparece el
Inter” del Apóstol, nuestro taitito, el Apóstol Santiago, vistiendo su capa “verde
majestad” o “rojo ritual”, bordada en oro y su bastón de peregrino invicto.
7. En el cielo
morado
¿Qué arte puede ser más consumado? Ninguno de las artes
cultas, académicas y canónigas. Este es arte popular empapado de fe de la gente
sencilla y de a pie, arte colectivo, arte basado en nuestras creencias,
devociones y cariños más puros.
¡Todas estas son obras insuperables! Yo que me he
embebido tanto en los libros y en los museos, en los conciertos y exposiciones,
que vivo a veces enclaustrado en congresos y seminarios, nunca me he emocionado
tanto como al ver y dejarme fascinar por estos portentos que se dan de la
manera más natural en mi comarca nativa.
Y expreso que no hay nada en el mundo en ningún sitio de
la tierra que pueda compararse en magia y donosura con esas obras del ingenio y
del alma de la gente sencilla. Esos son los altares y sus hacedores son los altareros.
Y así como son los altares hay otras expresiones
maravillosas de arte de mi pueblo y sus alrededores, como las andas en las
procesiones de la Semana Santa, que ya está cercana, o de las enjalmas de los
toros en las corridas, o de los globos encendidos que se elevan en el cielo ya morado
de las madrugadas.
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