27 DE ENERO
DÍA DE LA MEMORIA
EL MUNDO
QUE NOS TOCA
REDIMIR
Danilo Sánchez Lihón
Pizarro y los 13 de La Isla del Gallo
Hoy 27 de enero se conmemora
el Día de la Memoria, que
debe estar referido
a todos los holocaustos de
la historia humana;
uno de los principales,
peores y más atroces, es
la masacre cometida en
contra de la población
indígena del Perú
y América.
Y recordamos este holocausto
porque sigue teniendo prolongaciones lacerantes
en el capitalismo salvaje de estos días que niega
incluso el derecho al agua a las poblaciones
originarias y dueñas de sus tierras,
como ocurre ahora en mi aldea.
¡Amado sea...
el
justo sin espinas!
César Vallejo
1. Como es
y fue
En el Perú la población antes de la llegada
de los europeos ascendía a 20 millones de personas, pertenecientes a una
cultura prístina y candorosa, crédula y matinal.
Construida sobre la base de la solidaridad
y fraternidad humanas, cultura de fiesta del alma ligada al trabajo mancomunado,
y a la celebración de los dones que nos prodiga la tierra y la naturaleza como
espacios sagrados.
Sin embargo, en el censo de 1570 a 1575 realizado
por el Virrey Francisco de Toledo, solo alcanzaban a sobrevivir apenas un
millón de indígenas; para ser exactos: 1,067,696 individuos, a solo 38 años del
arribo de las naves españolas a nuestras costas.
Hay una amplia bibliografía y numerosas
citas principalmente de cronistas españoles, que refieren acerca de los abusos,
crueldades y actos de ensañamiento cometidos en contra de la población nativa a
la cual se la mataba hasta por diversión y por deporte, por jolgorio, algazara
y alborozo.
Captura del Inca Atahualpa en Cajamarca
2. El primer
magnicidio
Fue en Cajamarca, y en la plaza de dicha
llacta, en el atardecer del día 16 de noviembre del año 1532, en donde se inicia
este exterminio que termina perpetrando la destrucción del Imperio de los
Incas, con el resultado de 10 mil naturales muertos, en apenas unos minutos de
masacre.
Ni uno solo portaba armas, mientras los
arcabuces, sables y caballos de los invasores producían una estampida de la
masa humana que hizo que uno de los muros de piedra se derrumbe y mueran miles
de personas pacíficas a quienes los convocaba únicamente el sentimiento de
cariño y adhesión a sus gobernantes.
Y es que: ¿quién protagonizaba la conquista
de estas tierras? La cultura occidental codiciosa, guerrerista y sin escrúpulos
en valerse de cualquier recurso con tal de alcanzar el objetivo de enriquecerse
a toda costa; cultura alevosa, de garrote, de horca y cuchillo.
Así, el primer magnicidio en nuestro
continente ocurre algunos meses después, cuando el 26 de julio del año 1533 se ejecuta
al Inca Atahualpa, quien permaneció capturado ocho meses y medio; tiempo en el
cual se había hecho amigos con todos los conquistadores con quienes departía
jugando ajedrez y hasta filosofando juntos.
3. Debacle
del exterminio
A ese amigo con quien departían lo mataron
sin apelaciones. Y solo por el cálculo político y financiero. Esa es la moral
de la cultura invasora, ajena, extraña y a la postre dañina.
Lo mataron pese a que aceptaron un rescate
consistente en entregar llena la habitación en que estaba preso, y hasta donde
alcanzaba a señalar su mano, una vez de oro y otra vez de plata.
De nada valió el temperamento amplio,
cordial e inteligente del soberano indígena. Lo ejecutaron implacablemente y es
que ante esa cultura de rapiña y frente a sus intereses no hay amigos que
valgan.
Lo que hay son conveniencias y botín, lo
que hay son pagos y prebendas. Esos son los rezagos que hay que corregir, modo
de ser que no nació ni surgió aquí, que nos lo han traído y nos ha sido
impuesto.
Ahora bien, ¿por qué revivimos todo esto?
¿Acaso por resentimiento, autoflagelación o recreación inútil? No. Es porque
esta es una historia vigente, que se repite, que es dolorosa y en estos
momentos está pendiente de solución, cuál es el trato desde el poder a las
poblaciones indígenas.
4. Yo soy
testigo
de todo esto
El exterminio de las poblaciones indígenas
en América Latina, calculado en 80 millones de personas que murieron víctimas
de las perversas atrocidades que se hacía en los trabajos forzados, sigue con
los mismos rasgos de algarabía y fiesta de la gente que asistía a esos
espectáculos a ver a nativos ser devorados por perros de presa, como ocurría en
Lima fue muy concurrido el Parque del Olivar, en San Isidro.
He aquí una cita del padre Bartolomé de las
Casas, que refiere de estos hechos con la aseveración de que él los ha visto,
de los cuales da testimonio y no que los haya escuchado decir o referir
narrados por terceros. Y su testimonio es este:
Entraban los españoles en los poblados y no
dejaban niños ni viejos ni mujeres preñadas que no desbarrigaran e hicieran
pedazos. Hacían apuestas sobre quién de una cuchillada abría un indio por medio
o le cortaba la cabeza de un tajo. Arrancaban a las criaturitas del pecho de
sus madres y las lanzaban contra las piedras. A los hombres les cortaban las
manos. A otros los amarraban con paja seca y los quemaban vivos. Y les clavaban
una estaca en la boca para que no se oyeran los gritos. Para mantener a los
perros amaestrados en matar, traían muchos indios en cadenas y los mordían y
los destrozaban y tenían carnicería pública de carne humana... Yo soy testigo
de todo esto y de otras maneras de crueldad nunca vistas ni oídas.
5. Zozobraban
por el
sobrepeso
Para la debacle de exterminio de nuestra
población, se sumaron, a la actitud despiadada de aniquilamiento, las
enfermedades infecciosas que trajeron los invasores.
Las epidemias fueron traídas por los
europeos producto de la suciedad reinante en la cual ellos allá, en el viejo
continente, vivían. Y que no era el caso de las poblaciones nativas aquí acostumbradas
a la higiene y a la pulcritud.
Enfermedades como la viruela, la influenza,
el sarampión y el tifus que hicieron estragos devastadores en Europa y Asia, se
sumaron a aquella acción destructiva de aniquilamiento y que terminaron
diezmando a la población nativa.
Todo esto hay que recordarlo y enseñarlo,
porque al final los pobres a veces no sabemos a causa de qué seguimos siendo
pobres.
Y hay que hacer magisterio respecto a la
codicia de los rapaces, ahora llamados países ricos cuando siempre fueron
indigentes y míseros, desde donde nos siguen viniendo directivas de saqueo,
razón de su propia autodestrucción.
6. Dubitativos
herederos
Como ocurría en tiempos de la colonia que
los barcos partían de aquí repletos de oro y zozobraban por el sobrepeso y las
tormentas del Caribe y del océano Atlántico.
Pero ellos mismos refieren, porque salían
en convoy, que preferían que el barco se hundiera con el lastre de sus propias
vidas antes que arrojar al mar una sola pieza de oro, la más ínfima que fuera, para
evitar el sobrepeso fatal; tal era para ellos la seducción del vil metal.
Y sucumbían en el frenesí de la apetencia.
Sus propias existencias no valían nada frente al oro, la plata y las piedras
preciosas. ¡Han naufragado en los océanos galeotes íntegros, repletos de esas
que consideraban fortunas, pero que al final no eran sino cacharros!
Pero no solo se persiguió y destruyó aquí
la vida, sino que se trató por todos los medios de destruir nuestras creencias,
costumbres y hasta las imágenes de nuestros sueños.
Para eso se organizó una cohorte muy bien
estructurada de funcionarios en donde se incluían a los más preparados, conocida
como los Destructores de Idolatrías.
7. Un mundo
justo
Pero en el fondo nos salvamos, porque nos
escondieron los vientres de las madres indígenas en las cuales ellos habían
procreado y nos engendraron a nosotros que somos hijos de los conquistadores,
pero en vientres amorosos de los cuales somos todavía dubitativos herederos.
¿Qué nos toca hacer ahora? Fundar una
consistente identidad. Nos toca conocernos, saber más de nosotros mismos, saber
quiénes somos, qué nos aqueja, dónde nos duele; Sintonizar con nosotros mismos;
saber qué es lo que nos ocurre.
¡Y dónde reconocernos! ¡Y cómo encontrarnos
juntos ahora! Yo doy un alcance que ya es una consigna: en el mundo andino.
Allí, en donde, con valerosa resistencia y en una permanente contienda, hemos sobrevivido
y triunfado. Y en donde debemos pasar a tener la iniciativa.
Reemplazando el lenguaje agresivo, mordaz y
desesperanzador, por el lenguaje de la esperanza, de vigor y generosidad
Reforzar nuestra autoestima que es
trascendental. Porque los hombres que se auto valoran son capaces de emprender
grandes hazañas. Y reconocer que siempre estará pendiente en el alma humana por
órdenes vitales ineludibles, el anhelo de un mundo justo, solidario y mejor.
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