lunes, 27 de enero de 2020

27 de enero. Día de la Memoria. El mundo que nos toca redimir.


27 DE ENERO
DÍA DE LA MEMORIA

EL MUNDO
QUE NOS TOCA
REDIMIR

Danilo Sánchez Lihón



Pizarro y los 13 de La Isla del Gallo

Hoy 27 de enero se conmemora
el Día de la Memoria, que debe estar referido
a todos los holocaustos de la historia humana;
uno de los principales, peores y más atroces, es
la masacre cometida en contra de la población
indígena del Perú y América.
Y recordamos este holocausto
porque sigue teniendo prolongaciones lacerantes
en el capitalismo salvaje de estos días que niega
incluso el derecho al agua a las poblaciones
originarias y dueñas de sus tierras,
como ocurre ahora en mi aldea.


¡Amado sea...
el justo sin espinas!
César Vallejo


1. Como es
y fue

En el Perú la población antes de la llegada de los europeos ascendía a 20 millones de personas, pertenecientes a una cultura prístina y candorosa, crédula y matinal.
Construida sobre la base de la solidaridad y fraternidad humanas, cultura de fiesta del alma ligada al trabajo mancomunado, y a la celebración de los dones que nos prodiga la tierra y la naturaleza como espacios sagrados.
Sin embargo, en el censo de 1570 a 1575 realizado por el Virrey Francisco de Toledo, solo alcanzaban a sobrevivir apenas un millón de indígenas; para ser exactos: 1,067,696 individuos, a solo 38 años del arribo de las naves españolas a nuestras costas.
Hay una amplia bibliografía y numerosas citas principalmente de cronistas españoles, que refieren acerca de los abusos, crueldades y actos de ensañamiento cometidos en contra de la población nativa a la cual se la mataba hasta por diversión y por deporte, por jolgorio, algazara y alborozo.


Captura del Inca Atahualpa en Cajamarca

2. El primer
magnicidio

Fue en Cajamarca, y en la plaza de dicha llacta, en el atardecer del día 16 de noviembre del año 1532, en donde se inicia este exterminio que termina perpetrando la destrucción del Imperio de los Incas, con el resultado de 10 mil naturales muertos, en apenas unos minutos de masacre.
Ni uno solo portaba armas, mientras los arcabuces, sables y caballos de los invasores producían una estampida de la masa humana que hizo que uno de los muros de piedra se derrumbe y mueran miles de personas pacíficas a quienes los convocaba únicamente el sentimiento de cariño y adhesión a sus gobernantes.
Y es que: ¿quién protagonizaba la conquista de estas tierras? La cultura occidental codiciosa, guerrerista y sin escrúpulos en valerse de cualquier recurso con tal de alcanzar el objetivo de enriquecerse a toda costa; cultura alevosa, de garrote, de horca y cuchillo.
Así, el primer magnicidio en nuestro continente ocurre algunos meses después, cuando el 26 de julio del año 1533 se ejecuta al Inca Atahualpa, quien permaneció capturado ocho meses y medio; tiempo en el cual se había hecho amigos con todos los conquistadores con quienes departía jugando ajedrez y hasta filosofando juntos.

Masacre de Cajamarca

3. Debacle
del exterminio

A ese amigo con quien departían lo mataron sin apelaciones. Y solo por el cálculo político y financiero. Esa es la moral de la cultura invasora, ajena, extraña y a la postre dañina.
Lo mataron pese a que aceptaron un rescate consistente en entregar llena la habitación en que estaba preso, y hasta donde alcanzaba a señalar su mano, una vez de oro y otra vez de plata.
De nada valió el temperamento amplio, cordial e inteligente del soberano indígena. Lo ejecutaron implacablemente y es que ante esa cultura de rapiña y frente a sus intereses no hay amigos que valgan.
Lo que hay son conveniencias y botín, lo que hay son pagos y prebendas. Esos son los rezagos que hay que corregir, modo de ser que no nació ni surgió aquí, que nos lo han traído y nos ha sido impuesto.
Ahora bien, ¿por qué revivimos todo esto? ¿Acaso por resentimiento, autoflagelación o recreación inútil? No. Es porque esta es una historia vigente, que se repite, que es dolorosa y en estos momentos está pendiente de solución, cuál es el trato desde el poder a las poblaciones indígenas.

Atahualpa ofrece un rescate en oro y plata

4. Yo soy testigo
de todo esto

El exterminio de las poblaciones indígenas en América Latina, calculado en 80 millones de personas que murieron víctimas de las perversas atrocidades que se hacía en los trabajos forzados, sigue con los mismos rasgos de algarabía y fiesta de la gente que asistía a esos espectáculos a ver a nativos ser devorados por perros de presa, como ocurría en Lima fue muy concurrido el Parque del Olivar, en San Isidro.
He aquí una cita del padre Bartolomé de las Casas, que refiere de estos hechos con la aseveración de que él los ha visto, de los cuales da testimonio y no que los haya escuchado decir o referir narrados por terceros. Y su testimonio es este:
Entraban los españoles en los poblados y no dejaban niños ni viejos ni mujeres preñadas que no desbarrigaran e hicieran pedazos. Hacían apuestas sobre quién de una cuchillada abría un indio por medio o le cortaba la cabeza de un tajo. Arrancaban a las criaturitas del pecho de sus madres y las lanzaban contra las piedras. A los hombres les cortaban las manos. A otros los amarraban con paja seca y los quemaban vivos. Y les clavaban una estaca en la boca para que no se oyeran los gritos. Para mantener a los perros amaestrados en matar, traían muchos indios en cadenas y los mordían y los destrozaban y tenían carnicería pública de carne humana... Yo soy testigo de todo esto y de otras maneras de crueldad nunca vistas ni oídas.

Muerte de Atahualpa

5. Zozobraban
por el sobrepeso

Para la debacle de exterminio de nuestra población, se sumaron, a la actitud despiadada de aniquilamiento, las enfermedades infecciosas que trajeron los invasores.
Las epidemias fueron traídas por los europeos producto de la suciedad reinante en la cual ellos allá, en el viejo continente, vivían. Y que no era el caso de las poblaciones nativas aquí acostumbradas a la higiene y a la pulcritud.
Enfermedades como la viruela, la influenza, el sarampión y el tifus que hicieron estragos devastadores en Europa y Asia, se sumaron a aquella acción destructiva de aniquilamiento y que terminaron diezmando a la población nativa.
Todo esto hay que recordarlo y enseñarlo, porque al final los pobres a veces no sabemos a causa de qué seguimos siendo pobres.
Y hay que hacer magisterio respecto a la codicia de los rapaces, ahora llamados países ricos cuando siempre fueron indigentes y míseros, desde donde nos siguen viniendo directivas de saqueo, razón de su propia autodestrucción.

El Padre Bartolomé de Las Casas

6. Dubitativos
herederos

Como ocurría en tiempos de la colonia que los barcos partían de aquí repletos de oro y zozobraban por el sobrepeso y las tormentas del Caribe y del océano Atlántico.
Pero ellos mismos refieren, porque salían en convoy, que preferían que el barco se hundiera con el lastre de sus propias vidas antes que arrojar al mar una sola pieza de oro, la más ínfima que fuera, para evitar el sobrepeso fatal; tal era para ellos la seducción del vil metal.
Y sucumbían en el frenesí de la apetencia. Sus propias existencias no valían nada frente al oro, la plata y las piedras preciosas. ¡Han naufragado en los océanos galeotes íntegros, repletos de esas que consideraban fortunas, pero que al final no eran sino cacharros!
Pero no solo se persiguió y destruyó aquí la vida, sino que se trató por todos los medios de destruir nuestras creencias, costumbres y hasta las imágenes de nuestros sueños.
Para eso se organizó una cohorte muy bien estructurada de funcionarios en donde se incluían a los más preparados, conocida como los Destructores de Idolatrías.

Nos escondieron nuestras madres en sus vientres

7. Un mundo
justo

Pero en el fondo nos salvamos, porque nos escondieron los vientres de las madres indígenas en las cuales ellos habían procreado y nos engendraron a nosotros que somos hijos de los conquistadores, pero en vientres amorosos de los cuales somos todavía dubitativos herederos.
¿Qué nos toca hacer ahora? Fundar una consistente identidad. Nos toca conocernos, saber más de nosotros mismos, saber quiénes somos, qué nos aqueja, dónde nos duele; Sintonizar con nosotros mismos; saber qué es lo que nos ocurre.
¡Y dónde reconocernos! ¡Y cómo encontrarnos juntos ahora! Yo doy un alcance que ya es una consigna: en el mundo andino. Allí, en donde, con valerosa resistencia y en una permanente contienda, hemos sobrevivido y triunfado. Y en donde debemos pasar a tener la iniciativa.
Reemplazando el lenguaje agresivo, mordaz y desesperanzador, por el lenguaje de la esperanza, de vigor y generosidad
Reforzar nuestra autoestima que es trascendental. Porque los hombres que se auto valoran son capaces de emprender grandes hazañas. Y reconocer que siempre estará pendiente en el alma humana por órdenes vitales ineludibles, el anhelo de un mundo justo, solidario y mejor.




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