10 DE FEBRERO
VIVAS PARA SIEMPRE LAS SERENATAS
EL FONDO
HERIDO
Danilo Sánchez Lihón
Serenata por los cuatro barrios en Santiago de Chuco
1. Llega
de lo eterno
Santiago
de Chuco es un pueblo que tiene sus aleros, sus balcones, los cimientos de las
casas y sus calles torcidas por las serenatas que lo han estremecido.
Tanto
que se ha ensimismado en su dolor, en la sinrazón del destino y en su
quebranto. Y en el lamento y en la queja que de ellas se desprenden.
Son las serenatas que se
desbordan de sus puertas y arrasan con todo el que pasa, nos arrastran con sus
aguas tormentosas en sus ríos de pasión, que nacen del alma y van al alma, para
amarnos más y olvidarnos menos.
Pero a
consecuencia de ello también se desmoronan poco a poco las casas y las calles
se pierden en el enigma.
2. El fondo
herido
Todo
ello de solo recordar las serenatas que aquí se cantaron; tornándose, así como
son, indescifrables.
Habiéndose
echado en la garganta ese trago amargo de licor que mata, y que es el
sentimiento inabarcable de que aquí algo vivió y fue tan tierno e intenso que
se niega a morir cogiéndose hasta de los abrojos.
En eso Santiago
de Chuco sucumbe dejándose invadir por ese hálito que llega de lo eterno para sumergirlo
hasta donde pueda.
En el
fondo herido de su sangre, en donde hasta el olvido resulta ser ahora su consuelo,
su íntimo amigo y su confidente, con quien canta:
3. Junto
a ti
Recuerdo aquella vez
que yo te conocí,
recuerdo aquella tarde
pero no me
acuerdo ni cómo te vi.
Pero si te diré
que yo me enamoré
de esos tus lindos ojos,
y tus labios
rojos que no olvidaré.
Oye esta canción que lleva
alma, corazón y vida
esas tres cositas
nada más te
doy.
Porque no tengo fortuna
esas tres cosas te ofrezco
alma, corazón y
vida y nada más...
Alma para conquistarte,
corazón para quererte
y vida para vivirla junto a ti.
4. Urdimbre
cristalina
Al
fondo, detrás, hacia lo alto de las paredes y muros derruidos todavía se las
escucha, aunque hecho trizas los lamentos de las serenatas.
Por las
piedras regadas en el suelo de las casas desmoronadas, yacen vivas sus notas
lastimeras, las serenatas.
Aún
entre los restos que permanecen esparcidos elevan sus quejas, las serenatas.
Haciendo
que todo lo de afuera se sumerja en su urdimbre cristalina, y lo de dentro en
su misterio inescrutable. eso son y hacen las serenatas.
5. Clavelinas
y arrayanes
Ellas,
aunque no se las escuchen por completo, adoquinan las calles, esclarecen los
linderos, abren y ocultan aquí bocacalles y horizontes, las serenatas.
Son
esas notas que fueron lanzadas a lo alto las que han teñido para siempre el
cielo morado de sus amaneceres y crepúsculos hechos y puestos ahí por las
serenatas.
Son esas
notas dejadas caer frente a los muros las que han hecho crecer esas flores, las
clavelinas y arrayanes, que sin qué ni por qué florecen al pie y junto de las
ventanas hace tiempo desvencijadas y extasiadas por las serenatas.
7. El adiós
definitivo
Cada
anhelo y cada ilusión que alcanzaron a sentirse les han dado contorsión a las
calles ya para siempre malheridas y curvas.
Donde todo
se ha removido y ha quedado quieto, en realidad alucinado. Donde todo se ha
pasmado o desaparecido a partir de una serenata.
Son ellas
las que han abierto los senderos ciertos e inciertos, amables y ariscos, y
estas calles que se proyectan al cementerio marcado por otro misterio cuál es
el adiós definitivo.
Aunque es presente es olvido
6. Qué
vale más
Ódiame por piedad
yo te lo pido
ódiame sin medida ni clemencia
odio quiero más que indiferencia
porque el rencor hiere menos
que el olvido.
Si tú me odias quedaré yo convencido
de que me amaste mujer
con insistencia:
pero ten presente de acuerdo
a la experiencia
que tan sólo se
odia lo querido.
Qué vale más: yo niño
y tu orgullosa
¿o vale más tu débil hermosura?
piensa bien que en el fondo
llevaremos la misma vestidura.
Si tú me odias
quedaré yo
convencido...
Epílogo
Son ellas
las que nos han marcado los días, pero a partir de las noches, hechos de
encuentros y desencuentros, de recuerdos y de olvidos, de nacimientos y de muertes.
Son ellas
a partir de donde se abren y prolongan los caminos, unos que parten y se van, y
otros que llegan, entran y regresan añorando lo que aquí se viviera.
Son las
serenatas las que han empedrado los patios, abierto y cerrado las puertas de
las casas y abierto las heridas que se palpan en el cimiento de los muros
cuando vamos por las calles.
Fotos 1, 3 y 8
Jaime Sánchez Lihón
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