jueves, 20 de febrero de 2020

20 de febrero. Festival Turístico del Caballito de Totora en Huanchaco, Trujillo. Lo inspiró el horizonte.


 20 DE FEBRERO
FESTIVAL TURÍSTICO DEL CABALLITO
DE TOTORA EN HUANCHACO, TRUJILLO

LO INSPIRÓ
EL
HORIZONTE

Danilo Sánchez Lihón

Son fieles compañeros y vigías milenarios

1. Pudo
llegar

– ¡Tup! ¡Tup! ¡Tup!
Lo llamamos desde la orilla ahuecando las manos cerca de nuestras bocas y mirando el horizonte del mar, por donde se pierde nuestra mirada. Y repetimos insistentemente:
– ¡Tup! ¡Tup! ¡Tup!
Nada, nadie responde, solo el sollozo de las olas que asordan nuestros llamados con su rumor monótono. Ayer al mediodía se arrojó a la mar y no lo pudimos atajar, porque comprendimos que desde que enterramos a Zul era inmenso e inabarcable su sufrimiento y necesitaba cualquier alivio para su pesar.
Y lo vimos desaparecer en el horizonte con su torso fúlgido y abrillantado; y después confundirse con esa línea azul para desaparecer en lontananza, hasta donde podía llegar nuestra mirada. Y, de él, su anhelo y su pensamiento puesto en esa irrealidad.
Y hasta ahora no regresaba. Había desaparecido. Pero esta mañana vimos a Tup por el horizonte volver. Al fin retornaba. Y ha sido nítida su figura recortada en el bruñido cielo del amanecer.
Así lo vimos partir y así ahora lo vemos volver: Inhiesto, ligero, bamboleante, cortando las olas Lo vemos subido sobre unas cañas, en las cuales ojalá nosotros pudiéramos también atrevernos a subir.


Es el culto al mar, a los viajes y a las aguas

2. Hay allá
un lugar

Pero cuando pudimos distinguir mejor la brizna perfilada en el ancho mar, pudimos ver que solo era esta embarcación que semeja un guanaco, una alpaca, un zorro erizado en la cual él había partido.
¡Y donde él no ha venido!
Pero, ¿quién la pudo hacer? ¿Tup la tejió? Y, ¿cómo la hizo llegar hasta aquí sin nadie que remara a su vera, sea desde su centro o sentado a su borde?
¿Lo sopló desde lejos, impulsándola en llegar hasta aquí? ¿Empujada desde esa línea del horizonte donde él se oculta y hasta donde siempre quiso partir?
¿Fue en ella que se embarcó y ahora la envía desde donde mora, quizá reunido con Zul por quien enloqueció de amor?
Porque ninguno nos acercamos a verlo partir, sino que lo vimos cuando ya estaba detrás de las olas que rompen sus muslos y erigen sus espumas aquí en la orilla.
¿O la tejió detrás de las olas? Pero, ¿hay allá un lugar en donde ahora habita Tup?
Esta embarcación es lo único que recogimos. Lo curioso es que, dentro de ella, en la cavidad que ahora tiene, estaba esta caña partida a lo largo en dos que no sabíamos para qué era ni para qué.


Semejan peces, moluscos y semejan aves

3. Enloquecer
de amor

Y si bien al principio la veneramos como un recuerdo de Tup, de tanto ver la empezamos a hundirla en el mar.
Y la sostuvimos ladeada dentro del agua, y vimos que Tup la había hecho para lo que siempre dijo: para remar, y así poder pescar más allá de la orilla.
¡Pobre Tup! Nunca lo comprendimos. Al final dejamos de pensar en él. ¡Y hasta dejamos de verlo! En verdad evitábamos mirarlo porque deambulaba aturdido por entre los cañaverales.
Creímos que había enloquecido irreparablemente. Y a cambio ¡este es el regalo que nos envía desde el más allá donde mora!, después de haber enloquecido de amor al perder a Zul, a quien reclamaba:
– ¿Por qué me has dejado en este mundo? –Le hablaba golpeando las olas.
– Yo no te he dejado Tup, yo estoy contigo. Todos los días desde que amanece estoy a tu lado. ¡Yo no he muerto!
– Entonces, ¿dónde estás?
– En el ojo de agua del totoral. Ahí búscame ahora.


La belleza, limpidez y misterio de la cultura mochica

4. Una
golondrina

– Pero yo, ¿cómo te veo y dónde te encuentro si hay tantas totoras iguales?
– ¡Búscame, porque me vas a encontrar! Y entonces nos iremos juntos, y nunca nos volveremos a separar.
Y por entre las cañas anda Tup, ensenada tras ensenada, hundiéndose en los humedales, el cuerpo sobresaliendo solo hasta la mitad, escogiendo las mejores cañas con tal de encontrar a Zul.
Y se entretiene viéndolas ya sueltas flotar. Y allí observa que recién arrancadas durante varias semanas no se hunden. Y hasta sostienen posada a tres o más gorriones o golondrinas, o a una pardela común, o a una pesada parihuana.
Y ha descubierto que unidas y amarradas con la fibra de la misma caña, dos tallos sostienen a más de una gaviota y a más de un zorzal sobre las aguas. Y que diez tallos enlazados sobre él hay posados seis cormoranes que no se hunden y hasta avanzan sobre las aguas. Y se hace esta pregunta: ¿cuántas cañas unidas podrán sostenerme a mí?
– ¿Cuánto peso yo? Si amarro cien cañas, ¿podré flotar? –Y esa tarde Tup descubrió un secreto sencillo, cual es: amarrar un conjunto de cañas y sobre ellas él mismo ha podido flotar.

Lo inspiró el confín del horizonte

5. Llegar
al horizonte

Y así pudo deslizarse montado sobre cien cañas. Y pudo girar, e impulsarse con los brazos que empezó a hundir a uno y otro lado de los juncos atados.
Esa tarde al volver a la comarca Tup tenía la mirada alucinada. Suspiraba menos. Y dijo que ahora podía llegar hasta donde estaba Zul.
Y de allí su desvarío lo ha llevado a hablar de otras cosas más. A decir que:
– La mejor pesca no está en las orillas sino allá a lo lejos, cerca al horizonte.
Y nos burlamos de él, comentando:
– Pero no podemos flotar y llegar hasta allá, salvo que nos hagamos garzas o patillos. O fantasmas. –Respondimos.
– Podemos hacernos alas y volar. – Dijo, escuetamente.
Pobre Tup. Desde que murió Zul se tornó loco, porque alucinaba. Vagando entre los totorales. Se le encontraba habla que habla, solo, con la mirada perdida. Solo soportaba jugar con los niños y seguir con aquella idea loca de llegar al horizonte.
Hasta el día que lo vimos partir y alejarse impulsado con no sabemos qué; hundiendo algo a uno y otro lado del hato de tallos de totora que había amarrado adelante, al centro y atrás, con una espiga de punta.

Con ellos se pesca como se indagan misterios

6. Él
sabía

Lo vimos alejarse más allá de donde rompen las olas y más allá de donde podían llegar nuestras voces llamándolo. Pero nos encandiló su contento, su ilusión y no hicimos nada más por atajarlo.
Y es que esa noche Tup soñó que Zul lo llamaba desde esa lejana línea azul.
– ¡Mañana iré por ti! – Dijo, pensando que volvería. Aunque creíamos que se había vuelto loco de remate.
¡Pobre Tup! ¿Él sabía que podía llegar hasta esa línea indecisa, clara y oscura? ¡Temible por su misterio! Pero su esperanza era inmensa, y no temía volver o no volver. Eso sí no soportaba estar sin Zul, aunque ella lo retuviera más bien para siempre.
¡Más pobre aún!, porque nadie le creímos que se pudiera llegar hasta ahí flotando sobre unas cañas. Pero en verdad: ¿Pobre él o pobres nosotros?
– Más allá hay peces grandes. –Decía obsesionado como un niño, y era verdad. E insistía:

Se exploran confines y se pesca muy dentro del mar

7. Creemos
en él

– A las orillas vienen los pequeños que las olas pueden arrastrar, porque son débiles. Pero más allá están los peces grandes, finos y de más rico sabor.
– Pero, ¿cómo lo sabía? –Digo yo. Estaba poseído por algún espíritu, y tenía visiones.
– ¡Tup! ¡Tup! ¡Cálmate!
– En el horizonte están los verdaderos peces, adonde debemos tratar de llegar.
¡Y él fue! Fue capaz de ir. Y es él quien nos ha hecho pescadores de a verdad, porque nos enseñó a surcar las olas
Y nos donó el caballito de totora.
Ahora él siempre va delante de nosotros. Nos guía y nos alienta.
Cuando la neblina se cierra y el mundo se oscurece lo escuchamos hablar entre las olas.
Nos dice:
– ¡En todo horizonte hundan sus redes!
Y ahora nosotros creemos en él.


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