jueves, 20 de febrero de 2020

20 de febrero. Día Mundial de la Justicia Social. Homenaje a Luis de la Puente Uceda. La casa y las aves.


20 DE FEBRERO
DÍA DE MUNDIAL LA JUSTICIA SOCIAL. 
HOMENAJE
A LUIS FELIPE DE LA PUENTE UCEDA

 LA CASA
Y
LAS AVES 

Danilo Sánchez Lihón



1. Una petición
insólita
La primera vez que Luis Felipe de la Puente Uceda, el abanderado de la justicia social, cayó preso y salió libre, la orden de libertad estaba lista para que dejara el penal de Trujillo el día sábado, pero él extrañamente pidió recién salir el día domingo. Pidió pasar un día más en la prisión.
Esto causó extrañeza y desasosiego entre los gendarmes y las autoridades del establecimiento penitenciario. Y fue considerada, como lo era, una actitud muy sospechosa.
Era una petición insólita e inesperada. Pero como él era abogado lo sustentó muy razonablemente. Se consultó sigilosa y disimuladamente hasta a las más altas instancias y esferas del gobierno, quienes respondieron desde Lima que la decisión la adopten las autoridades del penal.
De este modo se supo que era temido, sea que esté adentro sea que esté afuera de la cárcel. Incluso más se le temía adentro por su ejemplo moral. Y porque estando recluido la población del penal estaba en guardia las 24 horas del día para defenderlo y garantizar su vida.

Un hombre de conducta intachable

2. Hay
que vigilar

Cuando escuchaban ruidos en la noche y se sospechaba que lo venían a llevar para matarlo, y aducir que trató de huir o de escapar, tenían consignas que ponían en acción.
Así, todos los presos tenían escondidas dos piedras que hacían chocar una con otra, produciendo un ruido infernal, sobre todo porque era acompasado y parecía venir desde el fondo de la tierra, como un sismo o la eclosión de un volcán.
Y así retrocedían. De esta manera lo cuidaron todo el tiempo.
– Pero ahora, ¿qué se propone hacer? –Se preguntaba el comandante de la carceleta–. ¿Cuáles son sus planes e intenciones? –Y se pusieron a especular.
– Estos subversivos siempre están maquinando algo, que casi siempre resulta muy peligroso. –Apostrofó el Alcaide.
– Pero es mejor tenerlo dentro, para saber qué hace, antes que buscarlo afuera en donde será difícil ubicarlo. Que se quede, solo que hay que vigilarlo minuciosamente. –Acotó el capitán, también presente. 

Pintura de Yaldo Leiva, de Julcán

3. Reforzaron
la guardia

– ¡Pues entonces que se quede! Pero, eso sí, en vela toda la noche, cuidando el mínimo de sus movimientos, y sobre todo custodiando cada celda. No vaya a ser que estalle algún motín y vayamos a parar todos con las patitas en la calle.
Reforzaron la guardia. Y no durmieron los sesenta seis custodios asignados a ese penal.
Sin embargo, todo transcurrió con normalidad. Y pese a que tuvieron todas las luces encendidas por la noche no se registró movimiento alguno en ningún pabellón ni celda.
El día domingo tampoco se apuró, el todavía reo, en salir temprano. Acomodó pacientemente su ropa. Y recién estuvo despidiéndose de sus compañeros a eso de las nueve de la mañana.
Él sabía que a esa hora su madre estaba escuchando misa en la iglesia catedral de la ciudad situada en una esquina de la plaza de armas. Ese era un rito infalible. Esa asistencia era infaltable. Y él bien lo sabía.

Su casa en Santiago de Chuco

4. ¡Son
libres!

A nadie de sus amigos avisó la hora exacta en que calculó salir. Ya libre llegó a su casa y sigilosamente entró en ella.
Pero esta vez ni siquiera ingresó a la sala ni al comedor ni a la cocina, sino que fue directo a la primera pajarera del jardín.
Jaló la aldaba de la inmensa jaula y abrió de par en par la puerta.
Luego pasó a la huerta en donde estaba la más grande de las pajareras.
El bullicio de las aves, suponiendo que se le llevaba comida, era ensordecedor. Igualmente abrió la puerta de par en par y descorrió los postigos de las ventanillas de las jaulas que había en fila pegadas a la pared.
Y así lo hizo con cada una de las jaulas que había por los contornos. Todas las abrió para que las aves escaparan.

Presas desde que nacían

5. A todas
liberó

En ellas había pájaros que habitaban encerrados y presos desde hacía años, meses, semanas y días. La mayoría desde que habían nacido.
– ¡Fuera! ¡Váyanse! ¡Ahora son libres! –Les decía.
¿Cuántas aves había en esos calabozos aparentemente amables e idílicos? Eran cientos. ¡Muchísimas!
A todas las dejó libres. E incluso a algunas tuvo que entrar, cogerlas con sus manos y echarlas a volar para que se fueran.
Delicadamente los nidos los fue poniendo en lo alto de las tapias. Otros los colocó en los aleros y en los tejados.
A todas liberó.
Sabía que estando su madre en casa nunca hubiera podido hacerlo.
Porque ella se hubiera interpuesto, sin que él pudiera abrir puertas ni ventanas de sus prisiones aparentemente doradas.
Todavía tuvo tiempo de alentarlas con los brazos para que se fueran.

Jaulas enfiladas y empotradas en la pared

6. Viejas
y adustas jaulas

Al volver, su madre encontró revoloteando decenas y centenas de pájaros en el patio de entrada.
Otras posadas en los muros de ingreso a la casa, otras en los balaustres de la azotea, otras en los balcones y en el alfeizar.
Otras atolondradas o felices entraban en las habitaciones, hecho que ella lo tomó como un buen augurio.
  Tiene que ser un día feliz el que hayan venido tantos pájaros que hasta entran por los cuartos.
Y ni le pasaba por la mente ni los relacionaba aún con aquellos que durante años ella había criado y permanecido dentro de sus viejas y adustas jaulas y pajareras.
Nunca se hubiera imaginado que ahora habían sido liberadas.

Todas las jaulas quedaron abiertas

7. Abiertas
de par en par

Más bien, fue inmensa la sorpresa y alegría de encontrar a su hijo querido y adorado ya en la sala; cenceño, barbado y con la mirada de un brillo fulgurante en los ojos.
– ¡Dios del cielo! ¡Qué ven mis ojos, sino a mi hijo querido! ¡Ya me alistaba para ir a verte! –Exclamó dejando caer todo lo que tenía en las manos.
Se abrazaron largo rato y ella volvió a sollozar pegada a su pecho y al pie de sus hombros.
Lo sintió esta vez un hombre fuerte, gigantesco, inmenso. Sintió esta vez que había parido un hijo que era inhiesto y total como una montaña.
– ¡Hijo! ¡Hijo mío! ¡Por fin, estás libre y aquí en tu casa!
Pero en eso vio pájaros que estaban parados en los marcos de los cuadros. Pájaros que estaban sobre los adornos del recinto.
Aves que recién descubría que tenían trinos propios y sutiles, y vuelos rasantes. Y no el alboroto torpe, y el golpeteo de unas alas contra otras en las jaulas.

Su madre y hermanos. Él en brazos 
de su padre en su casa de Santiago de Chuco

8. ¡Por
qué?

Cogida a la mano de su hijo se asomó a la ventana y desde allí descubrió las puertas y ventanas de sus pajareras abiertas de par en par.
– ¡Dios mío! Están abiertas las puertas de las pajareras. Las aves han escapado. ¡Hay que cerrar las ventanas!
Él la sujetó fuerte entre sus brazos y le dijo:
– He sido yo madre quien las ha abierto.
– ¿Qué, hijo?
– Que yo he abierto las pajareras y las jaulas y he dejado libres a las aves.
– ¿Tú? ¿Por qué, por qué has hecho eso, hijo mío?
– Madre, porque la prisión es atroz, horrenda. Sabiendo que hay presos en esta casa no hubiera podido ni siquiera visitarte, ni vivir un solo día a tu lado, ni siquiera quedarme un solo instante para estar contigo y conversar de lo que sea. Perdóname por esto, mamá.

Con intelectuales peruanos en México. Él con anteojos

9. Presas
desde niño

– ¡Dios Santo!
– Madre, Estar preso es estar muerto. Cuando me vencía el desaliento me mantenía solo una idea fija que tenía que cumplir y que me salvaba de toda depresión, tristeza y desaliento, al punto de volverlo la misión de mi vida.
– ¿Sí?
– ¡Sí! Y ello era liberar a estas aves que he visto desde niño y que recién tomé en cuenta estando en la cárcel que permanecían presas sin culpa alguna desde que nacieron y desde aquellos lejanos tiempos. Y hasta me soñaba haciéndolo.
– ¿Sí?
La madre, no sabía por qué, pero más se aferraba y se hundía hacia él protegida en sus brazos.
– Pero no llores mamá. Tú eres creyente.
– ¡Sí, hijo mío!

Estatua en el Valle de la Convención en el Cuzco

10. Y yo
lo haré

– Y yo también. Dios hizo libres a las aves y a todos los seres vivientes. Y yo te juro mamá que no hubiera podido vivir en esta casa sabiendo que hay encarcelados. Y pensar en irme a otro lado era para mí desgarrador.
– ¡Ay, Dios mío!
– Dime, madre qué debo hacer para compensar todo esto, para pagártelo por cada uno de los pájaros que han volado. ¿Cuánto valen? Dime ¿qué sacrificio debo hacer?
– ¡Ay, Dios mío!
– Por más grande que sea el costo yo lo cubriré, a fin de que esto no te entristezca.
– ¡Ay, hijo!
  Dime mamá, qué trabajos debo cumplir y yo lo haré. Pero no podría haber vivido a tu lado, madre, sabiendo que hay aquí prisioneros.
– ¡Hijo mío! ¡Nada! ¡Nada tienes que pagarme! ¡Me libras a mí de un trabajo inmenso, del cual yo por mí misma no hubiera sido capaz de librarme nunca! 

Campanario de su tierra natal, Santiago de Chuco

11. Un
libertador

– ¿Sí?
– Sí. Y siempre pensaba que al morir qué sería de estas aves. Ahora ya me siento libre.
– Pero no llores, mamá.
– Lloro de verte libre, hijo. Y porque de niña soñé que las aves revoloteaban en la sala y en los muros de mi casa. Y creía que enjaulándolos cumplía con ese sueño. Y era más bien para que tú un día, con tu alma y corazón que ahora siento inmenso, fuerte y generoso como un río, pudieras liberarlas. ¡Y fueran otra vez libres! ¡Gracias, hijo mío!
Nota: Luis de la Puente Uceda, así como liberó a las aves de la casa de su madre, repartió también todas las tierras de las haciendas que le tocara como herencia. No retuvo para sí ni un solo palmo de tierra que antes fueron de sus ancestros.
Por sus bienes y raíces de su familia él era un privilegiado, pero por su emoción y su conducta se volvió un hombre del pueblo, un chuco legendario que se levantó en armas en contra del capitalismo opresor, un libertador de hombres y de aves y un héroe popular.

Pintura 1
Eladio Ruiz Cerna

Pintura 4 y 11
Agustín Rojas



Los textos anteriores pueden ser
reproducidos, publicados y difundidos
citando autor y fuente

dsanchezlihon@aol.com
danilosanchezlihon@gmail.com

Obras de Danilo Sánchez Lihón las puede solicitar a:
Editorial San Marcos: ventas@editorialsanmarcos.com
Editorial Papel de Viento: papeldevientoeditores@hotmail.com
Editorial Bruño, Perú: ventas@brunoeditorial.com.pe
Ediciones Capulí: capulivallejoysutierra@gmail.com
Ediciones Altazor: edicionesaltazo@yahoo.es

  *****
DIRECCIÓN EN FACEBOOK
HACER CLIC AQUÍ:


*****

Teléfonos:
393-5196 / 99773-9575

Si no desea seguir recibiendo estos envíos
le rogamos, por favor, hacérnoslo saber.


No hay comentarios:

Publicar un comentario