21 DE FEBRERO
DÍA
DE LA LENGUA MATERNA
EL QUECHUA
EN LA REAL ACADEMIA
ESPAÑOLA
Danilo
Sánchez Lihón
La lengua quechua de una cultura pletórica
1. Al finalizar
la clase
En 1962 Santiago
Alvarado Anaya fue el primer estudiante de su pueblo, Supirún, ahora San Miguel
de Malvas, que ingresó a la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, a la
Facultad de Educación, especialidad Castellano y Literatura.
Era el día lunes
a primera hora cuando ingresó al aula el profesor Miguel Ángel Ugarte Chamorro,
de baja estatura con la figura de un sacerdote de pueblo, mirada severa y escrutadora,
rostro cetrino y cejijunto, de ademanes nerviosos que revelaba un carácter
arisco y severo, como buen arequipeño que era, con la corbata fina pero mal amarrada
al cuello. Y la correa haciéndole en la cintura dobleces al pantalón. Los
estudiantes inmediatamente se pusieron de pie.
– Tomen asiento.
–Dijo, áspero y escueto.
El profesor se
sacó el saco, lo colgó en la silla y empezó su clase, sobre filología del
idioma castellano. Una maravilla de lección, lúcida y transparente, bien
modelada y divertida. ¡Con claridad expositiva! ¡Llana y luminosa! ¡Con una
didáctica impecable! Y el dominio de cada detalle y pliegue de la lengua castellana
que él tiene sobrecoge. ¡Y ejemplos! ¡Con muchos ejemplos! ¡Lo máximo! Son
cuatro horas seguidas que se han pasado volando.
Al finalizar la
clase manifiesta que la asignatura a su cargo permite investigar los préstamos
que hace la lengua castellana especialmente de las lenguas aborígenes. Por
ejemplo, del quechua castellaniza muchas palabras que las usamos y que no
constan en el diccionario. Terminó indicando que investigaremos este aspecto. Y
así se despidió.
2. Van
a huir
En la siguiente
clase hay un silencio absoluto entre los 45 alumnos que la siguen. El profesor
escribe como dibujando la palabra “cancha”. Da la vuelta y pregunta de manera
abrupta:
– ¿Quién de
ustedes habla quechua?
Nadie sabe nada.
No se escucha ni un resuello, ni una tos, ni un jadeo. No hay ni siquiera una
mosca que vuele y ronronee. Mira a todos, y va acercándose a cada uno con sus
ojos enrojecidos y malignos.
– ¿Quién habla
quechua en este salón? ¿Nadie? ¡Es imposible! En el Perú, de 15 millones, 8
millones de personas hablan quechua, más de la mitad. ¡Y esa misma proporción
tendría que darse aquí!
Santiago
Alvarado ha empezado a hablar consigo mismo: No. No lo digo. Se van a reír. Se
van a mofar de mí si digo que yo hablo quechua. Pero, ¿para qué será que
pregunta? ¡Quizá sea para algo importante! Quizá para algún trabajo. ¡Ahora que
lo necesito tanto! ¿O quizá sea para ser expulsado de la Universidad? ¿Quizá
sea indigno de esta casa de estudios hablar quechua? ¡De repente! ¡Porque San
Marcos es linaje, enjundia, blasones! ¿Para qué será? No. No lo digo. De hecho,
es algo indigno, porque nadie levanta la mano. Quizá sea una trampa y yo casi
he caído. ¿O solo será para burlarse? Pero este profesor parece serio y es
¡excelente!
– Vuelvo a
preguntar: ¿Alguien de ustedes habla quechua?
Nadie se mueve.
Pero yo, Santiago Alvarado de Supirún, me lanzo. No. No me lanzo. ¿Me lanzo? Va
a cambiar mi vida si lo digo. Me van a marginar, a despreciar. Me espera el
ostracismo. Pero, necesito trabajar en lo que sea. Pero, ya no podré tener
amigos. Ninguno de mis compañeros va a soportar juntarse conmigo, si saben que
hablo quechua. Van a huir de mí diciendo que apesto. Todos voltearán a mirarme
con desprecio.
3. Un
reo
– Es la última
vez que repito la pregunta: ¿Alguien de ustedes habla el quechua?
Nadie se atreve.
Todos callan. ¿Cómo habremos sufrido los que hablamos quechua para escondernos
tanto, no? Bueno, yo mismo he tenido que fugar de mi pueblo donde se ha
prohibido. Pero lo tengo que decir por mi gente que lo habla, que sí es
valiente, por las comunidades pobres, por mi Perú sufrido, por mi gente
humilde. Por los míseros y pordioseros, por el Perú que hay que redimir:
– ¡Yo hablo
quechua, doctor!
La voz me ha
salido como un grito. Ha resonado como si estallara un petardo. Parece que he
dado un aullido. Seguro que se ha escuchado en otros salones. Todos han
volteado a mirarme. ¿Por qué he gritado así? Desde adelante unos cuellos
blancos se estiran a mirarme. De inmediato me doy cuenta que he cometido el
peor error de mi vida.
– ¿Usted habla
quechua? Diga: ¿cómo se pronuncia “cancha” en quechua?
– “Kamtsa”.
Acabo de cometer
un crimen. Todos ahora me detestan. Otra vez he vuelto a meter la pata. Acabo
de malograr mi vida. Me expulsarán seguro de San Marcos. Los que están a mi
alrededor se apartan. Soy un reo. ¡Qué horror! ¿Por qué me pasa esto? He salido
de una mordiendo polvo, pero ya me metí en otra. ¿Podré salir de esta? Escucho
que musitan, escucho que maldicen.
4. Alguien
que conozca
– ¡Con razón
apestaba en la clase!
– ¡Auquénido!
– ¡Guanaco!
– ¡Llama!
Inmediatamente
se han apartado. Antes les había parecido limpio ahora me encuentran sucio.
Antes les parecía honrado, ahora les parezco infame. Antes no contagiaba, ahora
soy un apestado. Como que ahora, a mi lado van a enfermarse de algo. Nadie
querrá juntarse conmigo.
¿Para qué habrá
indagado el profesor esto? ¿Era solo por curiosidad? ¿Es por estigmatizar a
alguien? ¿Por burlarse?
El profesor
Miguel Ángel Ugarte Chamorro, gramático eminente, me ha pedido quedarme en el
aula y me explica: que se están incorporando nuevos términos al repertorio de
vocablos de la lengua castellana. Y su propósito es contribuir incorporando
peruanismos basados en el idioma quechua.
Necesita
entonces de alguien que conozca a profundidad esa lengua. Que redacte bien,
utilizando un lenguaje expositivo. Que sea disciplinado en el trabajo, y
pulcro, –me dice–, a fin de elaborar tarjetas léxicas con conocimiento de la
gramática de la lengua originaria, pero para dar su explicación en el idioma castellano.
5. A
su vez
A partir de
entonces es a lo que se dedica en cuerpo y alma el alumno Santiago Alvarado
Anaya trabajando en la flamante Ciudad Universitaria de San Marcos, con
solamente sus pabellones de letras y de ciencias, en una oficina adyacente al
Repertorio Bibliográfico, de 8 de la mañana hasta las 7 de la noche, solo
interrumpiendo este horario para asistir a clases y almorzar en el mismo campus
universitario.
Su vida se
vuelve de un total aislamiento y marginalidad. Siente que todos lo evitaban,
pero eso en parte es de alguna manera conveniente para su trabajo.
El estudio y el
informe de 200 tarjetas léxicas con sus acepciones, variantes y usos, está
listo a fines del mes de septiembre del año 1963. Un equipo de lingüistas lo
revisa minuciosamente. Otros correctores se abismaron en la perfección del documento
final, varias veces mecanografiado.
El Dr. Ugarte
Chamorro prepara el oficio de remisión que firmará el Dr. Mauricio San Martín,
Rector de la UNMSM, dirigido al director de la Real Academia Española de la
Lengua, el gramático, esteta, filólogo y poeta Dámaso Alonso, amigo personal
del profesor Miguel Ángel Ugarte Chamorro.
De la Facultad
de Letras se remite el legajo al rectorado y se solicita, a su vez, una visita
protocolar al despacho del Rector.
Universidad Nacional Mayor de San Marcos
6. En sus propias
manos
La entrevista es
concedida para el día 20 de octubre de ese mismo año. El Dr. Ugarte Chamorro
pide al estudiante Santiago Alvarado Anaya que lo acompañe a dicha cita a fin
de resolver cualquier pregunta técnica que quisiera formular el Rector. La
conversación es amable y cordial. El Dr. Mauricio San Martín expresa:
– He leído
fascinado, doctor Ugarte Chamorro, este interesantísimo trabajo, y la propuesta
de incorporar vocablos quechuas a la lengua castellana, lo considero una
actitud de reivindicación de nuestra lengua y nuestra historia al encuentro
dentro del desencuentro. Y esto es muy importante para la esencia de nuestra
universidad.
– Gracias, señor
Rector. Ya está implementado el oficio de remisión y hemos acompañado cuatro
copias del estudio y del informe que es lo que en Madrid se necesita. El sobre,
asimismo, está rotulado con toda precisión.
– Doctor Ugarte,
permítame sugerirle que una investigación y propuesta como esta debe ser
sustentada directamente ante la Academia, para garantizar que llegue de la
mejor manera. Y que lo mejor sería viajando usted a Madrid. Coordine la fecha
de recepción con la Academia y usted mismo entregará en las propias manos del
Dr. Dámaso Alonso esta valiosa investigación y propuesta.
7. La llaga
de sus heridas
– Le agradezco
la deferencia, doctor San Martín, pero este trabajo que, si bien es idea e
iniciativa mía y se ha ejecutado bajo mi dirección, yo no lo he realizado ni
preparado. Tampoco conozco la lengua quechua, que es la mayor tristeza de mi
vida. Quien podría sustentarlo es el joven estudiante Santiago Alvarado Anaya,
nacido en Aija, aquí presente. Y a quien yo recomiendo por su dedicación y
excelencia.
Recién volteó el
Rector a mirar al estudiante con curiosidad. Y, pensando en alta voz, y
mirándolo dice:
– ¿Un joven
estudiante de Aija entre los sabios de la Real Academia Española de la Lengua? ¡Está
bien si el tema es el idioma quechua, la lengua del imperio más grande del
Nuevo Mundo!, ¿por qué no? ¡Es coherente! ¡Joven estudiante! Alístese a viajar
a Madrid junto con el Dr. Ugarte Chamorro a sustentar este trabajo. –Y ya en
tono más familiar le dice–: ¡Le ha traído suerte hablar el quechua!
Estas últimas
palabras, candorosas, ingenuas y desprevenidas, fueron las únicas que le
dolieron y quemaron como carbón ardiente, porque tocaban de un modo inocente la
llaga de sus heridas, que siempre y hasta ahora le seguían sangrando.
8. Tres
días antes
Por eso solo
alcanzó a decir:
– Agradezco respetuoso
este encargo que se deposita en mí persona para representar a la Universidad
Nacional Mayor de San Marcos ante la Real Academia Española de la Lengua.
La respuesta de
la RAE no se hizo esperar, y llegó al despacho del Rector. Entre otros conceptos
dice:
“Felicitamos a
la Universidad Nacional Mayor de San Marcos de Lima por este excelente y
extraordinario trabajo. La Real Academia Española de la Lengua no solo
recepcionará el estudio y la propuesta en su Comité Especial, sino que
considera un honor reunirse en Asamblea para escuchar la sustentación de esta
trascendental propuesta, que como me informa en su comunicación Señor Rector,
será posible. En atención a su pedido dicha reunión ha sido fijada de nuestra
parte para llevarse a cabo el 11 de noviembre del año en curso”.
El doctor Miguel
Ángel Chamorro y el estudiante Santiago Alvarado Anaya viajaron tres días antes
de la fecha estipulada para sustentar en Madrid la ponencia “Castellanización
de palabras de la lengua quechua”.
9. Canto
de amor
El día 11 de
noviembre los académicos en el Salón de Asambleas de la RAE en la calle Felipe
IV del barrio de Los Jerónimos, escucharon las palabras introductorias del Dr.
Miguel Ángel Ugarte Chamorro y se anunció la exposición del joven estudiante
Santiago Alvarado Anaya de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.
Luego del saludo
protocolar Santiago empieza diciendo:
Ackuri urpi ewac`ushun
tac`key jirk`a wac`tallanta
tzechomi urpi yachac`ushun
k`unturcuna
tak`unanchu.
La traducción
contextual de este breve harawi, que es un canto de amor quechua, dice así:
Ya es oportuno irnos palomita, vámonos muy alegres
a la vuelta de aquel cerro, que estamos viendo.
Palomita, en ese lugar, viviremos pletóricos de
cariño
donde los
cóndores, muy erguidos, nos centinelen.
Después de
traducirlo siguió expresando, ya en lengua castellana:
10. Otra
vez
Señores: lo
traigo a decir aquí porque siento que mi lengua madre es esa palomita que
después de haber sido la lengua de un imperio fastuoso, es esa palomita
escondida en las rocas y breñales, en los lugares silvestres adonde ha volado
pero que está viva. Porque está cuidada por cóndores.
Ahora ha venido
hasta aquí, ha volado y se posa en el tejado noble e ilustre de la Real
Academia Española de la Lengua. Y ya está luciendo en la ventana. He aquí tal
como es: dulce, honda y candorosa. Y sufrida. “Lengua llorosa”, la llamó El
Inca Garcilaso de la Vega, por su tono dolido después de la conquista. Pero ahora
asombrada ahora de llegar hasta este magno recinto.
Y continuó
exponiendo seguro, confiado y ¡espléndido! Al terminar Dámaso Alonso y los
académicos presentes se levantaron de su asiento. Y el director avanzó hasta el
atril donde ese niño indefenso, tal como es su lengua, les había hecho sentir
la presencia de un mundo nuevo lleno de esperanza.
Aun escuchando
los aplausos Santiago Alvarado Anaya se vio otra vez de niño castigado y
humillado en el patio de su escuelita de quincha, por hablar quechua. Sintió otra
vez, por breve instante, la llegada de la noche en la bifurcación del sendero
en Yaru cuando huyera. Y volvieron a penetrarle como dulces cuchillos las canciones
en quechua y el llanto en el camino. Y su “Yo sé hablar quechua” en el aula de
San Marcos, que le salió como un rugido.
Epílogo
Felizmente había
cerca un vaso de agua y mientras agradecía los aplausos y las miradas de
asombro y de cariño, bebió a sorbos el líquido, que le sirvió para atajar sus
lágrimas y hacerlas que sus ojos lloraran hacia adentro, a donde no se viera.
A su regreso de
España al Perú se llevó a cabo una reunión académica en el Salón de Grados de
la Universidad Nacional Mayor de San Marcos en donde el Dr. Miguel Ángel Ugarte
Chamorro informó y luego cedió la palabra al estudiante que había logrado,
según refería y testimoniaba su presentador, una proeza nunca vista en el salón
de asambleas de la Real Academia Española de la Lengua.
Es en este
preciso momento que llega el Rector, don Mauricio San Martín, para anunciar que
Dámaso Alonso acaba de comunicarse con él anunciándole la incorporación plena
de los 200 vocablos propuestos en la investigación presentada en Madrid, y que a
partir de ese momento pasarían a formar parte del lexicón de la lengua
castellana.
Abrazó a
Santiago Alvarado Anaya, quien esta vez no pudo retner sus lágrimas.
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