4 DE FEBRERO
¡AH! ¡EL MISTERIO DE LAS PUERTAS!
TIENE
SU PUERTA
Danilo Sánchez Lihón
Puerta inclinada hacia un lado, por los pasos y la vida
1. Ser
un misterio
Cada quien recuerda
la puerta de su casa de su infancia y de su pueblo nativo. Porque yo he
indagado, creyendo que era solo mía esta pena. Y me han dicho que no. Que ellos
también la padecen. Que llevan su puerta cargada adentro:
– Yo llevo mi
puerta clavada en el alma. –Me han dicho.
Eso me alivia. Porque
en mi caso no me olvido hasta de sus ínfimos detalles. Palpo en sueños cada uno
de sus clavos. Y ausculto sus rendijas. Sin dejar pasar por alto sus nudos,
estrías, ni sus rajaduras, partes carcomidas y agujeros.
Y aunque he
respirado aliviado, siempre me pregunto el porqué de esta obsesión; más ahora,
pensando que a muchos nos ocurre. Y aunque tengo una respuesta nunca dejará de
ser un misterio y una pregunta incontestada. Y es que en todo hay un mundo de
afuera y otro de adentro. El de adentro, por ejemplo, es una casa. Y el de
afuera una calle. Pero estos roles se intercambian.
Puerta adonde se llega, y de donde se parte
2. Que ellas
hayan sido
Sin embargo, he
comprobado que, a muchas otras personas, nacidas en otros lugares, esto no les
sucede. No recuerdan las puertas de sus casas.
Sea la puerta que
da a la calle, o sea las de sus cuartos interiores, en donde se criaron. ¡Nosotros
sí las recordamos, por muy humildes que ellas hayan sido!
Tanto que, pese a
estar tan lejos en la distancia de la tierra y del tiempo en que nacimos, las
llevamos dentro. No es que las evocamos, sino que diariamente salimos y
entramos por entre sus marcos.
Y cuando basta que
cerremos los ojos para que ya estemos sentados en su quicio o a su vera.
O basta que estamos
simplemente dormidos, para que regresemos a corretear por patios, corredores y
rincones que dejamos ocultos y enterrados cuando éramos niños.
3. En plena
puerta
Pero esto ocurre no
solo cuando es de noche sino en los amaneceres ojerosos y desvelados. Allí
están las puertas de nuestra casa de infancia.
– ¿Debido a qué nos ocurrirá así?
Sea cuando de
improviso nos invade una tristeza. Hecho que puede suceder hasta en el fragor
de una batalla. O que puede acontecer en lo más hondo y empinado de una fiesta.
O bien sea cuando
en lo mejor de un momento nos atraviesa un presentimiento que nos asalta y nos
asusta.
Allí están las
puertas. No para salvarnos ni salir o entrar por ellas, sino para estar allí,
en plena puerta.
Y, estemos en el
lugar del mundo en que estemos, nos sumergimos en el subconsciente, también entrando
o saliendo por ellas.
4.
Heridas
del
alma
Y es que allí está todo
lo que quisimos que fueran secretos.
¡Y qué angustia no
estar con las manos y la frente apoyados y amparados por ellas!
¡Rogándolas que
calmen compasivas una ausencia y una amargura!
Como es el hecho de
que aquel ser que amamos no esté aquí. Que no llegue nunca a la cita.
¡Y que ellas sean
las que nos sanen, o alivien por lo menos, aquellas heridas del alma!
El que no estén
sería el dolor más acervo. Al menos de no poder confesarnos. Y hablar, al
menos, ante ellas.
¡Ya que nuestras
madres están lejos. O, ¡ya no están con nosotros!
5. Sus dos
hojas
¡Porque son ellas,
las puertas, las que están abiertas o cerradas en el fondo de nuestros
silencios inconfesados!
Es, quizás, porque
de niños, yo en Santiago de Chuco, tú quizá en algún otro sitio, hemos jugado
mucho en sus travesaños y marcos de madera.
¿Será porque en el
juego de las escondidas nos ocultamos hasta desaparecer tras ellas?
Hechas de algún árbol
que ha crecido a la vera de un camino.
O al borde de un
río rumoroso o temible. Árbol que, erigiéndose tan alto en una campiña ha
mirado todo desde su copa, compasivo con la vida que pasa allá abajo.
¡Ese tal vez sea el
secreto! Haber sido árbol, del que se hizo la puerta. Allí quizá esté la razón
de tanto estupor y sobresalto en sus dos hojas.
6. Más de ellas
es el desvelo
Yo he dejado caer
en sus ranuras talismanes, en que se convertía cualquier lata o dije. Se me ha
escapado por alguna grieta el botón de una camisa o pedazo de vidrio.
Y que desaparecían
en sus entrañas. ¿Será por eso que penan tanto en mí ser, sea que esté
despierto o dormido?
¡O es mi ser de
niño que se cobija en ellas! Y ellas en mi insomnio y duermevela atribulados.
A horcajadas sobre
su umbral, mientras descubríamos rugosidades, curvaturas y escondrijos, ¡cuánto
hemos soñado!
Perdiendo y
encontrando tesoros entre sus ranuras. Y al fondo de su luz y claridad aquella
niña del alma.
Son esos sueños
cumplidos los que las hacen indestructibles. Y, de los incumplidos, más de
ellas es el desvelo.
Con mi madre en Pensilvania evocando las puertas
7. En su quicio
curvado
Porque es montado
en su quicio que nos hemos enlazado con la vida de adentro y la de afuera.
¡Y allí, en su
quicio, todos nuestros sueños! ¡Más los incumplidos que no quieren que se los
deje!
De allí que tienen
todo el peso, el vuelo y la caída de nuestros impulsos e inquietudes.
Y, aunque fallemos
en nuestras luchas o en muchas cosas, allá nos esperan. Sabiendo que somos
sinceros y valerosos.
Y aunque no estemos
donde deberíamos estar; apoyamos, en todo, las causas nobles de esta efímera
existencia.
Y es que, ¡cuánto
hemos soñado en sus vanos translúcidos, y en su quicio curvado por el paso de
la gente que allí pisa!
Donde está el
temblor de nuestros pasos y latidos, y de los años que pasan por encima,
aguardando nuestro regreso.
Saludando a una puerta abandonada, en el viaje del regreso
Todas las fotografías de:
Jaime Sánchez Lihón
Los textos anteriores pueden ser
reproducidos, publicados y
difundidos
citando autor y fuente
dsanchezlihon@aol.com
danilosanchezlihon@gmail.com
Obras de Danilo Sánchez Lihón las puede
solicitar a:
Editorial San Marcos: ventas@editorialsanmarcos.com
Ediciones Capulí:
capulivallejoysutierra@gmail.com
*****
DIRECCIÓN EN FACEBOOK
HACER CLIC AQUÍ:
*****
Teléfonos:
393-5196 / 99773-9575
Si no desea seguir recibiendo
estos envíos
le rogamos, por favor, hacérnoslo
saber.
No hay comentarios:
Publicar un comentario