16 DE ABRIL
DÍA
DE LA VOZ
EL ARTE
DE
NARRAR
Danilo
Sánchez Lihón
Todos juntos dándole voz a plantas y animales
"Había
un elefante
que
se llamaba maíz;
vino un pollito y se lo comió."
(Niño
de 6 años en un CEI
de
la ciudad de Trujillo. Perú)
1. Participación
de los niños
Así como la
ilustración del texto escrito es el dibujo y la lámina a color, podemos
graficar plenamente la versión oral de un cuento con el color, los matices y la
gama de resonancias que pongamos a nuestra propia voz. Y ello mediante las
inflexiones, el ritmo, el silencio, mediante el uso de los sonidos
onomatopéyicos, simulando el viento, la lluvia, los caballos que galopan, la
aparición del ogro o la bruja, ¡en fin!
A lo anterior se
agrega el gesto, la expresión del rostro, de las manos y el cuerpo, elementos
con los cuales oralmente se puede dibujar, ilustrar y hasta ponerle color,
intensidad y pasión al mundo fantástico que se ofrece a través de la palabra.
Y mucho mejor si
se logra de manera controlada la participación de los propios niños que conforman
el auditorio en el desarrollo del cuento repitiendo estribillos o algunas
frases ejes o mediante la ejecución de algunos actos que centren la atención en
aquellos contenidos básicos, esenciales y significativos del texto.
He ahí la
importancia de la narración de cuentos en la formación de los niños, aunque
algunos profesores y padres de familia se plantean la disyuntiva de qué es
mejor: ¿narrarles o leerles un cuento? Pregunta que casi siempre escucho
formular y para la cual la respuesta correcta es que ambas actividades son
buenas y necesarias.
2. Porque
el arte de narrar
La narración
tiene una ventaja frente a la lectura y es que al desarrollar el relato sin
tener que leer, el emisor es mucho más libre y puede mirar permanentemente a
los ojos de sus oyentes, hecho que permite tenerlos más cautivos del relato que
se presenta. Pero se dirá: ¿y qué importancia tiene este detalle? la respuesta
es: ¡muchísima!
En la
comunicación humana interpersonal, los ojos tienen un rol fundamental, pues los
hombres tenemos a través de estos sentidos un poder de comunicación que resulta
sencillamente incalculable. Lo saben los enamorados quienes en gran medida
establecen ese lazo, tan intenso y profundo, a través de la mirada.
El narrador al
observar a su público y abarcar con sus ojos al auditorio, podrá también
comprobar el grado de atención que va teniendo su relato, los efectos que
suscita y el impacto que logra lo que está expresando. Podrá entonces hacer
correcciones y adoptar medidas oportunas para encauzar su narración, logrando
así un mayor poder de persuasión.
Porque el arte de
narrar cuentos no es desarrollar una clase, o formular una lección. No es
enseñanza-aprendizaje, ni formular una recomendación, como tampoco plantear
bien una estrategia didáctica sino un acto de magia, un rito atávico y una
instancia religiosa de la mayor significación.
3. Vale
leer
Empero, leerles
textos a los niños también es recomendable y hasta diría fundamental hacerlo por
las siguientes razones: si aún los párvulos no saben leer, de ese modo se les
motiva para el aprendizaje de la lecto-escritura.
Porque a los
niños les sorprenderá que la madre, el padre o el maestro vayan extrayendo y desprendiendo,
o haciendo surgir del libro las palabras, las voces y las historia que van
escuchando, que tanto deslumbramiento tiene para ellos y que los encandila,
razón por la cual han dejado todo para venirse a sentar a nuestro alrededor a
escuchar un cuento.
Y ello los
sorprenderá y animará a querer conocer rápidamente esa maravilla que no de otra
manera se podría denominar a ese milagro y portento que es la lectura, pudiendo
utilizarse la narración o la lectura de cuentos o poemas según sea el caso.
Para ello el profesor evaluará la situación y el texto literario que se va a
dar a conocer.
Porque hay
relatos que están tan bien escritos, en donde hay riqueza de vocabulario y
giros expresivos; donde los diálogos son frescos y directos, donde hay pasajes
con gran suspenso y de un ritmo incomparable, y todo ello logrado por la forma
literaria en que están escritos y perfilados, que sería falta grave en ese caso
no leer el texto, quizá no todo sino ir alternando la narración directa con la
lectura de los fragmentos más sobresalientes.
4. Saber
soltarse
El arte de
narrar cuentos ha de ser el don intrínseco de los maestros de todos los niveles
educativos: el arte o la dicha, ¡el encanto y el embrujo de narrar! Algunas
condiciones para ser un buen narrador de cuentos que todo maestro, como todo
comunicador o persona que se enfrenta a un público, tiene la obligación de
serlo, son:
– Gustar del
cuento, porque no se puede transmitir lo que no se siente ni a lo cual no se le
otorga el mayor y el más pleno significado.
– Estado de
ánimo dispuesto a contar el cuento como si fuera el momento más exaltante y
cumbre en nuestras vidas; como la ocasión más propicia para nuestra plena
realización.
– Capacidad
recreativa que permita ejemplificar lo que se está describiendo con todos los
recursos de los gestos del rostro, de las manos y del cuerpo a fin de darle
toda la vivacidad posible.
– Tonalidad e
inflexiones de la voz en la pronunciación de las palabras.
Para narrar
cuentos hay que cultivar, y pasando a tener en nuestro haber cualidades
histriónicas de voz, de mímicas, de ademanes, de desplazamientos, pero sobre
todo confianza, afecto, y una cualidad sobresaliente: sinceridad, creencia y
convicción en lo que se cuenta. En tal cometido, las profesoras y profesores
principalmente de educación inicial y primaria, han de incluso saber soltarse a
bailar, danzar, recitar; y hacer la performance de teatro que sea necesaria
pues es el teatro aquello que colinda y se complementa con el arte de narrar.
5. Nada
nos urge
Sin embargo, es
necesario advertir que en la narración de cuentos más que la espectacularidad
de ademanes y expresiones; más que el dramatismo de los ojos, rostros y manos; lo
que interesa y rige es la conexión directa e intensa que podemos establecer con
el ser interior o el alma del niño.
Es esa sintonía
profunda que se establece al estar convencidos de compartir juntos algo único,
maravilloso y trascendente. Y de un valor insustituible para la vida. Es el
convencimiento de que somos cómplices de estar compartiendo un secreto que nos
hace socios, amigos e implicados para siempre en este y otros asuntos.
Por eso,
narremos con todo lo que somos, no solo con nuestros gestos, rostro y cuerpo, sino
con toda nuestra alma, poniendo en la balanza todo nuestro destino y suerte, y
que me deparan los hados de aquí para adelante; así como con toda la cultura y
la vocación de maestros y de padres de la vida, y de que somos capaces
sentirnos poseedores.
Para narrar
cuentos, se recomienda hacerlo sentados en el suelo para estar a la misma
altura de los niños, de tal modo que ellos puedan perder la mirada en el
horizonte. Y a fin de que se pudieran imaginar sucesos y personajes en el telón
más lejano posible, y para dar la sensación de que nos afincamos en el mundo, y
que nada nos urge; que no estamos de paso, ni tampoco es cierto que sólo se
trata de un breve momento que estaremos compartiendo con ellos.
6. Ser
solidarios
Si es una sesión
especialmente señalada para esta performance, que la vestimenta sea de lo más
sencilla, que pase casi desapercibida: un vestido austero y el cabello suelto,
porque el ser mismo del narrador apenas debe ser una intermediación, una
ventana transparente hacia otros contenidos, dimensiones y realidades.
Asimismo, al
narrar cuentos es importante que algunos estribillos e imágenes se canten, se
entonen con cierta melodía, ritmo, compás o tonada. En algunos casos se puede silbar,
hacer percusión, tamborilear; llevar o improvisar instrumentos, máscaras o
representaciones diversas, si es que las circunstancias lo exigen o lo permiten.
Todo ello para
alcanzar la alegría y la adhesión del niño, es que los maestros tenemos que ser
personas desenvueltas, de ninguna manera tímidas o cohibidas; por lo menos no
debemos serlo ante los niños a quienes conducimos, ante quienes tenemos que ser
vivaces, imaginativos y hasta sorprendentes; capaces de extasiar, hacerlos
delirar, para concluir en ser solidarios.
Lástima que esto
no se enseñe ni practique en los Institutos Pedagógicos, ni en las Facultades
de Educación de las Universidades, pero es lo que se debería conocer y dominar
por propia iniciativa un aspirante a trabajar con niños y jóvenes, porque es
aquello que quienes tienen esos desempeños lo van a necesitar cuando estén
frente a los niños y jóvenes.
7. En pleno
vuelo
De allí que un grupo
de niños con sus profesores tienen que hacer clases enormemente recreativas, en
donde las reuniones tienen que ser una fiesta, un estallido de alegría donde
cabe tener momentos de esplendor.
Por eso es
recomendable que antes de estas sesiones niños y maestro hagan deporte y
ejercicios de aligeramiento de músculos, antes del ingreso a clases; y que los
maestros siempre sean jóvenes, aunque no necesariamente de edad, sí de
espíritu.
Los estudiantes
de educación tienen que prepararse y perfeccionarse en narrar cuentos: tiene
que haber cursos y clases prácticas completas y centrales, perennes y arduas en
la enseñanza que supone la recreación de la literatura oral y escrita.
Quienes se
forman para ser maestros debieran tener, en este aspecto, las mismas exigencias
que tiene los estudiantes de una Escuela de Arte Dramático, quienes tienen que
adiestrarse y perfeccionarse en lo que significa dominar su voz y desenvolverse
en una actuación básica y decisiva.
Que en el caso
de los profesores esto es ser animadores de ese proceso sublime que es la
educación de los niños, aves en el aire o en pleno vuelo, a los cuales hay que
proyectar en la capacidad de abarcar aún más extensamente el mundo y realizar
el destino ojalá que siempre espléndido que cabe anhelar se cumpla para ellos
en esta vida y en la vastedad de la tierra.
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