17 DE ABRIL
DÍA
MUNDIAL DE LAS LUCHAS CAMPESINAS
A FAVOR
DE LA JUSTICIA
SOCIAL
VIDA DE ARTEMIO ZAVALA
HÉROE DEL PUEBLO
Danilo
Sánchez Lihón
Tumba de Artemio Zavala incrustada en la roca, en Chacomas
Artemio Zavala
fue dirigente de los sindicatos del Valle de Chicama, quien produjo las máximas
movilizaciones obrero campesina de la primera mitad del siglo XX en el norte
del Perú, y quien murió a los 24 años de edad a consecuencia de la lucha que
emprendiera. Junto al contingente del Batallón Libres de Santiago de Chuco, que
se batiera heroicamente en la Batalla de Huamachuco del 10 de julio de 1883, y
junto a la acción heroica de Luis de la Puente Uceda en Mesa Pelada en el Valle
de la Convención en el Cusco, entre junio de 1964 y octubre de 1965,
constituyen en el plano del compromiso social y la acción política, las
expresiones más altas del civismo que Santiago de Chuco, cuna de César Vallejo,
ha dado a la patria.
1. Blandiendo
sus sables
– ¡Suéltenlo!
¡Desgraciados! ¡Suéltenlo!
– ¡Fuera
cachacos! ¡Mastines de los ricos! ¡Serviles! ¡Suelten al compañero Zavala!
– ¡Oiga, no lo
pegue!
– ¡Oye! ¡Hijo de
qué madre eres! ¡No lo peques así, lo vas a matar! ¡Suéltalo!
– ¿Qué ocurre?
– Llevan preso a
nuestro compañero, al presidente del sindicato Artemio Zavala.
– Lo arrastran y
lo llevan preso. ¡Quienes me ayudan a rescatarlo!
– ¡Vamos! ¡Todos
a una! ¡Vamos a rescatarlo!
Y gritan:
– ¡No va! ¡Él no
va! ¡No va! ¡No va! ¡No va!
Pese a la
gritería, los soldados que van montados a caballo protegen a los que van a pie,
blandiendo sus sables, quienes avientan y arrastran a Artemio Zavala Paredes
por el suelo.
2. Suben
al capturado
De pronto, una
multitud irrumpe por las dos bocacalles. Una tras otra, caen andanadas de
piedras y troncos de caña sobre los soldados. Otros piquetes se acercan
blandiendo palos.
– ¡Suelten a los
compañeros!
Los soldados
rastrillan sus armas. En vano, una multitud avanza y los soldados entonces,
apuntando a la multitud, descargan sus fusiles en varias direcciones dejando la
calle principal de la hacienda Roma, regada de muertos y heridos, en el Valle
de Chicama.
El pelotón de
caballería y de soldados de a pie ahora avanza a todo galope unos y corriendo
otros, arrastrando el cuerpo malherido del dirigente, rumbo a la ciudad de
Trujillo.
Al poco tiempo
llegan hasta donde espera un vehículo militar, a la vera del camino carretero. Suben
a él a los prisioneros, custodiados por un pelotón de soldados.
Y parten en
dirección del puerto de Salaverry, en donde está anclado el barco “Elías
Aguirre”, especialmente enviado con 200 soldados para sofocar el levantamiento
y la huelga general indefinida de los campesinos y obreros de las haciendas
azucareras del norte del Perú.
3. Hay
muchos
Ya capturados
los dirigentes del movimiento y cabecillas de la revuelta, el buque parte entre
la neblina y el humo gris y las olas indolentes, rumbo a Lima, capital del
Perú.
– ¡Es increíble!
–Dice Gonzalo Palacios, capataz y gerente al mismo tiempo de la hacienda Roma, a
su ayudante, al ver partir el barco.
Ha sido citado
allí por el alto mando militar para testimoniar la identidad de cada uno de los
apresados.
– Sí, don Gonzalo.
– ¡Es increíble!
–Vuelve a repetir–. Aquí el trabajador antes era agradecido, sumiso y
obediente. Se respiraba orden, tranquilidad, sin comentarios ni murmuraciones.
Y vino este guiñapo humano, este muerto de hambre.
– Y, ¿de dónde
vino, don Gonzalo?
– Dicen que es
de Santiago de Chuco, pero ni siquiera del pueblo sino de la chacra. Y miren
ahora en lo que se ha convertido Roma, y todo el Valle de Chicama. ¡En un
polvorín! ¡Con media docena de estos y se ha desatado el infierno!
– Pero, ¿cree
que está solo, don Gonzalo? ¿O hay muchos que piensan como él?
– Hay otros.
Pero este al que por fin lo llevan preso es el principal.
4. ¿Es justa
esa cuota?
– Pero, ¿los
llevan a todos los cabecillas?
– Unos van, pero
otros quedan. Pero yo, en vez de arrastrarlo y llevarlo preso a él y a su
camarilla y banda de forajidos que lo acompañan, mejor lo hubiera matado aquí mismo
hace rato, disimuladamente y sin mucho aspaviento.
– ¿Podría
hacerlo?
– No es mi área.
Pero lo hubiera fondeado aquí, en este mismo mar, y en esta misma playa, pero
más allá, un poco más lejos, dándole antes un tiro en la sien y otro en la nuca
para que nunca más se levante y se acabe esta cizaña, mala yerba y en el fondo
del mar sea comida de tiburones, que es la manera de terminar con esta lacra
social.
– ¿Cree que esa
es la forma?
– Once
campesinos y obreros se han inmolado tratando de evitar su captura. allí están
sus cuerpos regados en el polvo. ¿Es justa esa cuota?
– Señor
Palacios: ¿no es más bien culpable de esas muertes la patronal sanguinaria?
–Interviene un obrero.
– ¡Cállese
carajo! ¡Debió usted también ir engrilletado y conducido en ese barco!
– ¡Vamos!
¡Vamos!
5. Breve
pero ejemplar
– Sí. Es mejor
que lleves a tu amigo y compinche, si no me voy a ver obligado a denunciarlo
por comunista. Eso sí, que nunca más se aparezca por la fábrica. Si lo hace lo
tomo preso y ahí mismo lo fundo en el horno junto con la caña. ¡Fuera de aquí!
– ¡Ya ves, ya
perdiste tu trabajo! ¡Debiste callarte!
– ¿Por qué voy a
callarme? Otros mueren. ¿Y yo, ni siquiera voy a poder hablar?
– ¡Es cierto! Yo
lo apoyo al compañero. ¡No tenemos por qué tener miedo ni callar!
– Ahí está.
Vean. Toda esta calaña ahora de rebeldes es obra de ese tipo, Artemio Zavala de
Santiago de Chuco.
Y, ¿cómo vino?
¿Cómo llegó? Es increíble que apenas tenga 24 años, cuando ya ha logrado la
organización del movimiento obrero campesino del Valle de Chicama. Y haya
lanzado un pliego de reclamos de cuarenta puntos que ha estremecido a los
Barones del Azúcar, los Grace, Larco y Gildemeister. Y a todos los estamentos
coludidos en mantener este estado de oprobio.
Ese pliego es
síntesis de toda una experiencia y reflexión acerca de las luchas sociales por
la reivindicación de la tierra y la justicia social. ¿Cómo es posible haberlo
formulado?
6. Buenos
compañeros
La hazaña
lograda se explica por su propia vida, breve pero ejemplar. La vida de Artemio
Zavala que se sintetiza así, desde que vino preguntando:
– Señora, ¿esta
es la calle Lima; y aquí dan pensión?
– Sí, joven. Esta
es. Pase. Pase. Tengo una sola vacante que me queda. Aquí las habitaciones son
dobles y se comparten entre compañeros. Tengo una sola disponible, que ya tiene
un huésped, joven como usted, que trabaja en la fábrica de la hacienda.
– A mí también
me acaban de dar un trabajo en la fábrica, señora. De mi parte no hay problema,
está bien. La tomo, señora.
– Entonces voy a
presentarle al joven con quien va a compartirla. Se llama Efraín, quien será su
compañero de cuarto.
– ¡Don Efraín!
¡Don Efraín! ¡Baje usted un momentito, por favor!
– Le presento al
señor, que está preguntando por el alojamiento. Y la va a ocupar junto con
usted. ¡Haber si se hacen buenos amigos!
– ¡Cómo no! Con
mucho gusto. Soy Artemio Zavala Paredes, de Santiago de Chuco, para servirle.
– ¡Ah, de
Santiago de Chuco!, linda tierra. De allá es mi abuelo, de apellido Díaz
Vásquez. ¡Encantado! Pase. Mi nombre es Efraín Díaz Ahumada.
7. No la puedo
olvidar
– Pero vamos,
vamos subiendo y permítame ayudarle con la maleta. ¡Qué bien! Me encanta que
compartamos el cuarto y podamos ser buenos amigos.
– ¡A mí también!
A partir de mañana voy a trabajar en la fábrica de la hacienda, en mecánica de
torno.
– Ah, ¡qué
bueno! Yo estoy cerca, en la sección de hidráulica. Entonces estamos
prácticamente en la misma área. Así que, de Santiago de Chuco, ¿no? ¿Y cómo es,
ah?
– Es una tierra
linda, hermosa. Yo nací en la campiña junto a un río, no en el mismo pueblo sino
en el campo. El paisaje es lleno de verdor, límpido y transparente. Y el alma
de la gente es igual: inocente, pura, generosa. Mi padecimiento es haber nacido
en una tierra que ya no la puedo olvidar, ni puedo ser feliz, salvo viviendo en
ella. Pero hay objetivos que cumplir y aquí estoy.
– Como, ¿cuáles?
– La revolución
mundial. No podemos ser cómplices pasivos de la miseria del mundo y del dolor
de la gente cuando sabemos que tiene sus convenidos artífices. No podemos, por
dignidad humana mínima, consentir que siga habiendo niños que no tengan un
hogar. No podemos ser cómplices de la injusticia social.
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