21 DE ABRIL
DÍA DE LA CREATIVIDAD E INNOVACIÓN
SABER
ES
SABOR
Danilo Sánchez Lihón
Barcos en reposo
El niño sólo aprende
de aquel a quien ama.
Goethe
1. Opciones
nuevas
Todos
nacemos creativos y la sociedad nos hace reprimidos, conformistas, rutinarios.
Las convenciones nos bloquean, inhiben y nos hacen mayoritariamente repetitivos,
sumisos y súbditos del sistema.
La
naturaleza humana, y el niño y el joven en especial, constituyen una maravilla,
por la explosión de opciones nuevas que contienen, de versiones originales,
distintas y verdaderas acerca de la realidad, del mundo y la vida.
Pero
que se amengua y hasta anula y desaparece por la falta de un ambiente que acoja
y propicie esas manifestaciones genuinas del ser intrínseco de la naturaleza
humana, fresca, reciente y radiante.
Porque,
al niño le imponemos todo aquello que es formas, normas y convenciones; y el
rígido aparato de lo que hemos tipificado como aceptable y correcto, y que
artificialmente nos hemos autoimpuesto.
Gato y pájaro
2. Nada
que añadir
Por
eso, para desarrollar la creatividad en primer lugar no hay que reprimirla;
siendo suficiente con apelar al sentido común.
La
reflexión y el esfuerzo debieran recaer en hacer conciencia y suprimir todos
los obstáculos, las sanciones y los prejuicios que superponiéndose oprimen para
que aquella fuerza y don no nazcan, ni afloren ni aparezcan.
Esto
es, para hacer una personalidad creativa, no hay casi nada que agregar al niño,
sino, más bien, mucho qué quitar del ambiente que nos rodea.
Quizá
mucho más que en otra parte, en nosotros los adultos quienes tenemos que
desembarazarnos de prejuicios y anquilosamientos que convertimos en esquemas,
paradigmas y en dogmas.
Y que
contundentemente descargamos sobre él, apoyados y alentados por el sistema
imperante con su gran dosis de arrogancia, anomalía y alienación.
3. Victorioso
en todo
Y a
partir de allí en presiones y castigos para con el niño, a quien pronto lo
trocamos en vasallos, a quien aplicamos normas y reglamentos.
Corrijamos
esta actitud para hacer que él sea lo que auténticamente está destinado a ser:
un ser feliz, vivaz y victorioso.
Es
decir, en el niño no hay nada que añadir; pero sí en nosotros los mayores hay mucho
que deshollinar. Y en nuestro medio, en el ambiente y el contexto en que
vivimos.
Debiendo
quitar aquello que hemos instaurado como medida incuestionable, fórmula
perfecta o voz irrefutable, o bien en modelo sacrosanto y de patrón acerca del
cual los adultos nos volvemos feudatarios.
Y cuya
plantilla estamos dispuestos a endilgar al niño, echándola encima y hasta
embadurnando a los niños y jóvenes de preconceptos, corruptelas y aberraciones.
4. Saber
es sabor
Para
ello vale recordar la etimología de educar que en latín «ex-ducere» quiere
decir: conducir y dirigir «hacia afuera», y no lo que perpetramos a diario y
desde hace décadas y siglos hasta la actualidad, cuál es que intentamos que el
niño internalice e incorpore lo externo, ajeno y extraño y lo asuma como suyo.
Lo que
hasta ahora hemos pretendido de manera equivocada, es forzar hacia adentro,
querer introducir en la cabeza del niño definiciones, esquemas y
clasificaciones, atiborrando la mente de niños y jóvenes de desechos
Llenándola
de detritus y de basura que no sólo es invalida, porque no sirve, sino que es inmoral
porque no es cierta, o esta infestada porque no ha nacido desde el fondo de lo
que verdaderamente somos.
Y vale
la pena también recordar la etimología de saber, que es sabor, que es gusto y
es pasión. Es gozo con lo que elegimos y con lo que hacemos. Es plenitud con lo
que descubrimos, decantamos y recreamos. Sabor ligado a la boca, volviendo a lo
original, a lo primigenio e intocado.
5. Con
los sueños
Invirtamos
y viremos entonces esta dirección o sesgo. Abramos juntos el camino de una
educación de la comunicación, de la expresión creadora y del lenguaje hecho
fiesta. Y hagamos de niños y jóvenes personas con un gran poder vital. Inundemos
de expresiones felices y dichosas los patios, los corredores, las escaleras y
ni se diga; ¡las aulas! Utilicemos como armas el don de la felicidad en contra
de la consigna, del eslogan y del estertor y del dogma.
Y el nuestro
sea un lenguaje de alborada. ¡Y en azul!, en vez del rojo de la descalificación
y de la sangre derramada. Salvo que el rojo signifique la palpitación del
corazón.
Hagamos
versos y dibujos ya no para esconderlos ni avergonzarnos de ellos, por tener
sentimientos de ternura o de candor, sino para empapelar con ellos nuestras
casas, el salón de clases donde estudiamos, como los ómnibus en los cuales
viajamos. Y hasta el cielo plomizo de esta ciudad que nos cobija, en la cual
sobrevivimos, sea nuestro compromiso transformar en paraíso con la imaginación,
los sueños y el coraje para alcanzarlos y hacerlos realidades presentes.
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