jueves, 23 de abril de 2020

23 de abril. Día del Idioma Castellano. / Como un jardín encantado.


23 DE ABRIL
DÍA DEL IDIOMA CASTELLANO


COMO
UN JARDÍN
ENCANTADO

Danilo Sánchez Lihón



El idioma con que nos comunicamos


1. El hablar
de la gente

Después de cada Encuentro Internacional Itinerante Capulí, Vallejo y su Tierra que se realiza cada año, volviendo ya de Santiago de Chuco, adonde llegamos después de recorrer diversos pueblos, suelo preguntar a quien comparte en el ómnibus el asiento conmigo:
– ¿Qué le pareció todo?
– Muy bueno. –Me dicen.
– Y, ¿de Santiago de Chuco, en particular? ¿Qué es lo que más le impresionó?
– ¡Uf, hay tanto!
– Pero, ¿haciendo un esfuerzo?
Y la mayoría de veces la respuesta ha sido:
– ¡El modo de hablar de la gente!
– ¿Así? –Me sorprendo­–. Y, ¿cómo es?
En este punto las respuestas son variadas, que van desde: original, única, hasta: antigua.

Capulí, llegando a Santiago de Chuco

2. Nadie
creería

Sobre este particular Ciro Alegría cuenta que viajó a Santiago de Chuco con la intención de ambientar y escribir allí una novela. Habiendo llegado el ómnibus a la plaza de armas se bajó y se puso a conversar con unos campesinos que allí estaban esperando.
Al escucharlos hablar maravillado cayó en la cuenta que hablaban un castellano que era el idioma de la península ibérica, pero del medioevo español.
Aún más, cuenta él que preguntó a uno de ellos, un joven varón que esperaba subir al ómnibus por qué razón se iba hacia Trujillo, y la respuesta más o menos fue:
– La requerí de amores a la Florinda, y la presumida me rehusó.
Pensó que si ponía esa manera de hablar en los personajes de su novela nadie creería que fueran personas reales.
Así que cogió el mismo ómnibus en el cual había llegado y retornó a Trujillo sorprendido de lo que había escuchado pero defraudado de que ello resultaría increíble en estos tiempos duros y despiadados.

Ciro Alegría

3. Una
sentencia

Mi compañero de carpeta en el quinto año de primaria, era un niño quien cada día caminaba desde Muycán, donde vivía en una casa que quedaba dentro de un huerto de limoneros, membrillos y manzanos.
Después del recreo, en que jugamos muy animados, ocurrió que yo hice algo que no le pareció bien para su pureza de niño del campo. Sobre todo, porque rompía las reglas de juego que previamente habíamos establecido. Antes de tomar asiento en su carpeta me dijo muy enojado:
– Las roñas siempre han de ser comparecidas.
Expresión que la sentí como una sentencia, como una condena fuerte, seria y hasta fatal, de alcances para mí imprevisibles.
Mientras escuchaba al profesor que desarrollaba la clase me sumergí al mismo tiempo en tratar de desentrañar aquel veredicto de mi compañero. Y en sus alcances que comprometían mi felicidad y mi destino.

Niño del campo

4. El Juicio
Final

Las roñas, me dije, significan mentiras o falsedades. “Han de ser” no es una expresión corriente, pero se entiende como “serán”, aunque ya no se utilice el verbo de esa forma.
Pero, “comparecidas” ¿Qué es? ¿Qué significan para mi vida? ¿Preguntarle a él? No. Su respuesta podría ser más difícil todavía. Tuve que esperar la salida, llegar a mi casa y consultar el diccionario:
Comparición, decía en aquel viejo mamotreto: “Presentarse ante una persona superior”. Pero, además: “Auto del juez”.
¿Qué persona superior? ¿Qué juez? No había dudas. Se trataba del Juicio Final.
Ahí estaba el temor que yo sentía. Era porque mi compañero me estaba remitiendo: al “Juicio Final”.
Ahí estaba el Medioevo, la dimensión trascendente que está en el habla de la gente rural y del campo de mi querencia y mi aldea.

El pueblo de Santiago de Chuco

5. La mejor
prosa y poesía

Y es que el idioma castellano que llegó a mi comarca Santiago de Chuco, fue el de los monjes, frailes y eremitas, por un lado.
Y el de los hombres de espada, de sable y tizona.
De aquellos que peleaban pero que iban detrás de algún santo o santa que los guiaba también blandiendo su florete o espadín.
Es decir, llegó el idioma de la España mística y guerrera.
Con todos aquellos valores de una cultura que a través de las palabras precisamente de dicho idioma se conectaba fácilmente con lo excelso y lo divino.
Llegó cargado de la mejor poesía. Del romance español ingenuo y extasiado, del soneto melodioso y acompasado, y de la espinela breve y relumbrante como espejo. Y de la novela pastoril.

Miguel de Cervantes

6. Renuncia
y adoración

Llegó celebrando de la amada el rubor, la vergüenza, el recogimiento en el mundo interior, el de ser íntimos.
Llegó el idioma del rosario, de los rezos y jaculatorias a altas horas de la madrugada. Llegó el idioma de los cuentos de las almas en pena.
Llegó el idioma de Cervantes y de Jorge Manrique, que es lo mejor de la prosa y la poesía de todos los espacios y de todos los tiempos.
Llegó el idioma de la aventura, del desprendimiento. Y llegó valeroso y gallardo. Llegó imbuido de una cultura que celebraba en el ser humano el honor, la dignidad y el heroísmo.
Llegó el idioma castellano a mi alquería celebrando el amor que se funde con la naturaleza, las aves, las mariposas y los sueños. Del amor ideal, de aquel que es contemplación, renuncia y adoración.

Pampa de Muycán

7. Tierra
de Vallejo

Ese es el idioma que absorbió de niño y de joven César Vallejo, y que formaba parte de su raíz y su cogollo. Idioma que escuchó fascinado porque era un ser que sabía escuchar y leía oralmente, de allí que nos dejó un verso que es todo un ideario, al decirnos en “Traspié entre dos estrellas”:
“¡Amadas sean las orejas sánchez,”. Donde Sánchez aquí es sinónimo de pueblo, por ser el apellido más común en Santiago de Chuco.
Idioma al cual él sobrepuso los valores del mundo andino de transparencia y hermandad, e incrusta el mensaje de solidaridad que solo una cultura prístina y auroral, como pudo proveerle de la sabiduría con la cual él hizo florecer el árbol de la poesía.
En el fondo, quienes me hacían sus comentarios en el ómnibus de regreso de Santiago de Chuco, habían tocado la materia de fondo de la poesía de Vallejo, esta vez no en los textos sino en las calles y esquinas, como en los anocheceres y amaneceres de la tierra de Vallejo.

César Vallejo y Ernesto More en París


Fotos 1, 4, 5 y 7
Jaime Sánchez Lihón


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