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DE ABRIL
DÍA DEL
IDIOMA CASTELLANO
COMO
UN JARDÍN
ENCANTADO
Danilo
Sánchez Lihón
El idioma con que nos comunicamos
1.
El hablar
de
la gente
Después
de cada Encuentro Internacional Itinerante Capulí, Vallejo y su Tierra que se
realiza cada año, volviendo ya de Santiago de Chuco, adonde llegamos después de
recorrer diversos pueblos, suelo preguntar a quien comparte en el ómnibus el
asiento conmigo:
– ¿Qué le pareció todo?
– Muy bueno. –Me dicen.
– Y, ¿de Santiago de Chuco, en particular? ¿Qué es lo que más
le impresionó?
– ¡Uf, hay tanto!
– Pero, ¿haciendo un esfuerzo?
Y la mayoría de veces la respuesta ha sido:
– ¡El modo de hablar de la gente!
–
¿Así? –Me sorprendo–. Y, ¿cómo es?
En
este punto las respuestas son variadas, que van desde: original, única, hasta:
antigua.
Capulí, llegando a Santiago de Chuco
2. Nadie
creería
Sobre
este particular Ciro Alegría cuenta que viajó a Santiago de Chuco con la
intención de ambientar y escribir allí una novela. Habiendo llegado el ómnibus a
la plaza de armas se bajó y se puso a conversar con unos campesinos que allí
estaban esperando.
Al
escucharlos hablar maravillado cayó en la cuenta que hablaban un castellano que
era el idioma de la península ibérica, pero del medioevo español.
Aún
más, cuenta él que preguntó a uno de ellos, un joven varón que esperaba subir
al ómnibus por qué razón se iba hacia Trujillo, y la respuesta más o menos fue:
– La requerí de amores
a la Florinda, y la presumida me rehusó.
Pensó
que si ponía esa manera de hablar en los personajes de su novela nadie creería
que fueran personas reales.
Así
que cogió el mismo ómnibus en el cual había llegado y retornó a Trujillo sorprendido
de lo que había escuchado pero defraudado de que ello resultaría increíble en
estos tiempos duros y despiadados.
3. Una
sentencia
Mi
compañero de carpeta en el quinto año de primaria, era un niño quien cada día
caminaba desde Muycán, donde vivía en una casa que quedaba dentro de un huerto
de limoneros, membrillos y manzanos.
Después
del recreo, en que jugamos muy animados, ocurrió que yo hice algo que no le pareció
bien para su pureza de niño del campo. Sobre todo, porque rompía las reglas de
juego que previamente habíamos establecido. Antes de tomar asiento en su
carpeta me dijo muy enojado:
– Las roñas siempre han
de ser comparecidas.
Expresión
que la sentí como una sentencia, como una condena fuerte, seria y hasta fatal,
de alcances para mí imprevisibles.
Mientras
escuchaba al profesor que desarrollaba la clase me sumergí al mismo tiempo en
tratar de desentrañar aquel veredicto de mi compañero. Y en sus alcances que
comprometían mi felicidad y mi destino.
4. El Juicio
Final
Las
roñas, me dije, significan mentiras o falsedades. “Han de ser” no es una
expresión corriente, pero se entiende como “serán”, aunque ya no se utilice el
verbo de esa forma.
Pero,
“comparecidas” ¿Qué es? ¿Qué significan para mi vida? ¿Preguntarle a él? No. Su
respuesta podría ser más difícil todavía. Tuve que esperar la salida, llegar a
mi casa y consultar el diccionario:
Comparición, decía en
aquel viejo mamotreto: “Presentarse ante una persona superior”. Pero,
además: “Auto del juez”.
¿Qué
persona superior? ¿Qué juez? No había dudas. Se trataba del Juicio Final.
Ahí
estaba el temor que yo sentía. Era porque mi compañero me estaba remitiendo: al
“Juicio Final”.
Ahí
estaba el Medioevo, la dimensión trascendente que está en el habla de la gente
rural y del campo de mi querencia y mi aldea.
5. La mejor
prosa y poesía
Y
es que el idioma castellano que llegó a mi comarca Santiago de Chuco, fue el de
los monjes, frailes y eremitas, por un lado.
Y
el de los hombres de espada, de sable y tizona.
De
aquellos que peleaban pero que iban detrás de algún santo o santa que los
guiaba también blandiendo su florete o espadín.
Es
decir, llegó el idioma de la España mística y guerrera.
Con
todos aquellos valores de una cultura que a través de las palabras precisamente
de dicho idioma se conectaba fácilmente con lo excelso y lo divino.
Llegó
cargado de la mejor poesía. Del romance español ingenuo y extasiado, del soneto
melodioso y acompasado, y de la espinela breve y relumbrante como espejo. Y de
la novela pastoril.
6. Renuncia
y adoración
Llegó
celebrando de la amada el rubor, la vergüenza, el recogimiento en el mundo
interior, el de ser íntimos.
Llegó
el idioma del rosario, de los rezos y jaculatorias a altas horas de la
madrugada. Llegó el idioma de los cuentos de las almas en pena.
Llegó
el idioma de Cervantes y de Jorge Manrique, que es lo mejor de la prosa y la
poesía de todos los espacios y de todos los tiempos.
Llegó
el idioma de la aventura, del desprendimiento. Y llegó valeroso y gallardo. Llegó
imbuido de una cultura que celebraba en el ser humano el honor, la dignidad y
el heroísmo.
Llegó
el idioma castellano a mi alquería celebrando el amor que se funde con la
naturaleza, las aves, las mariposas y los sueños. Del amor ideal, de aquel que
es contemplación, renuncia y adoración.
7. Tierra
de Vallejo
Ese
es el idioma que absorbió de niño y de joven César Vallejo, y que formaba parte
de su raíz y su cogollo. Idioma que escuchó fascinado porque era un ser que
sabía escuchar y leía oralmente, de allí que nos dejó un verso que es todo un
ideario, al decirnos en “Traspié entre dos estrellas”:
“¡Amadas
sean las orejas sánchez,”. Donde Sánchez aquí es sinónimo de pueblo, por
ser el apellido más común en Santiago de Chuco.
Idioma
al cual él sobrepuso los valores del mundo andino de transparencia y hermandad,
e incrusta el mensaje de solidaridad que solo una cultura prístina y auroral,
como pudo proveerle de la sabiduría con la cual él hizo florecer el árbol de la
poesía.
En
el fondo, quienes me hacían sus comentarios en el ómnibus de regreso de
Santiago de Chuco, habían tocado la materia de fondo de la poesía de Vallejo, esta
vez no en los textos sino en las calles y esquinas, como en los anocheceres y
amaneceres de la tierra de Vallejo.
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