miércoles, 8 de abril de 2020

8 de abril. Perú: Día del Economista. Colmados de nidos de pájaros.


8 DE ABRIL
PERÚ: DÍA DEL ECONOMISTA

COLMADOS
DE NIDOS
DE PÁJAROS

Danilo Sánchez Lihón



- ¿Un árbol como este, díganme, veinte centavos?

1. Veinte
centavos

– Deben estar equivocados en el precio, porque yo vendiendo todos estos árboles quiero forjarme un porvenir en Lima, comprarme una casa, formar una empresa.
– Así es, niño.
Esta es herencia de mis padres. A ellos les legaron mis abuelos y así sucesivamente. Y a vender estos árboles he venido. ¿Y ustedes me salen que por cada árbol van a pagarme veinte centavos?
– Así vale pues, niño.
– ¿Un árbol como este, díganme, veinte centavos? Miren su copa, sus inmensas ramas, el ancho de su tronco, cuántos hombres alcanzan a rodearlo abiertos de brazos, ¿seis, ocho? ¿Y quieren pagarme veinte centavos?
– ¡Ese es su precio, niño!
– ¿Yo para venderlos he venido desde Trujillo? ¿Para qué me ofrezcan veinte centavos por cada árbol de estos? ¿Cuánto vale un caramelo, una caja de fósforos o un cigarrillo que se fuma en tres minutos?
– Veinte céntimos estamos ofreciendo. Así, aquí, se cotiza.


– ¿Y cuánto cuesta una carga de leña en el pueblo?

2. Y,
¿entonces?

– ¿Cuántos años creen que tiene cada árbol? ¿Cien, doscientos? ¿Y creen que cien años van a valer veinte centavos? Les juro que no alcanzo a comprender lo que me ofrecen. Porque, ¿cuántos árboles hay en este bosque? ¿Trecientos? ¿Quinientos? Si solo fuera trecientos y a veinte céntimos sería sesenta soles. ¿Y qué es sesenta soles? ¡Ni un taxi!
– Y eso que estos árboles están aquí cerca, niño. Porque si estuvieran más lejos su precio se reduce a la mitad: a diez céntimos.
– Veinte centavos con la inmensidad de su copa, con sus ramas cargadas de nidos de pájaros, de búhos, de ardillas, de palomas. Con sus raíces profundas que se hunden buscando el cauce de los ríos subterráneos y que a veces los encuentran.
 – Así es, niño.
– ¿Y cuánto cuesta una carga de leña en el pueblo de Santiago de Chuco? –Dice, haciendo un esfuerzo de razonamiento.
– Tres soles puesta en el pueblo.
    Y, ¿entonces...? ¿Por qué va a costar tan barato un árbol?


-¿Por qué va a costar tan barato un árbol?

3. Yo también
le firmo

– Tres soles cuesta, pero ¿quién tumba el árbol? ¿Y entre cuántos? ¿Y durante cuántos días? ¿Y cuánto cuesta cortar con hacha un árbol así?
– Además, ¿cuántos días, semanas y meses hay que sudar de sol a sol para convertirlo en rajas de leña?
– ¿Y dónde se afilan las hachas? ¿Y cuánto de jornal hay que pagar?
Y después, para llevar la leña al pueblo hay que alquilar burros. Y, ¿cuánto cuesta?
– ¡No sale a cuenta, niñito! ¡Trabajo y gasto es!
– Aquí así cuesta un árbol. ¡Y menos todavía!
– Entonces, ¿qué dice usté? –Le preguntan sacándolo de sus reflexiones y de su estupor.
– Bueno, pues. ¡Qué vamos a hacer!
– Yo compraré uno. Y aquí le firmo este papelito, porque plata no tenemos. Cuando vuelva otra vez le pagaremos. Porque aquí dinero no hay.
– Yo también le firmo un papelito.


Ensimismado, recogió un montón de papelitos 

4. Una
peseta

Ensimismado, recogió o pusieron en sus manos un montón de papelitos medio amarillentos que introdujo en un bolsillo.
 En el camino de regreso los papelitos se fueron deshaciendo en sus manos de tanto estrujarlos.
Los últimos los soltó en una poza translúcida en donde quedaron flotando.
En esos papelitos estaba contenido todo el rumor del viento y el color del cielo de Santiago de Chuco. Y el porvenir próspero, sugestivo y halagüeño que había soñado labrarse en Lima, vendiendo los árboles de sus ancestros.
Por la tarde cogió el ómnibus de regreso rumbo hacia Trujillo.
– ¡No puede ser! –Seguía pensando–. ¿Veinte centavos por una vida de 100 años y más?
– Señor, su boleto, por favor.
– Aquí está.
– Gracias.
– Hay algo que no funciona en este esquema. Elucubra obsesionado.
– ¡Veinte centavos! ¿Una peseta por cien años de vida que tiene un árbol?

– ¡Me he equivocado de mundo! 

5. La góndola
se detuvo

Era cierto. En esos árboles estaba el sol de cada día; escarchado el fulgor de los plenilunios; decantada la savia de la tierra; palpitantes las noches estrelladas.
Estaba todo el universo. ¿Y todo ese universo lo había reducido a un negocio? Y si alcanza para más: ¡a comprar un departamento en un edificio!
¡Ahí está el equívoco! ¡Ahí está el error! –Dijo saltando de su asiento.
– ¡Bajo, por favor! ¡Bajo!
– ¡Me he equivocado de mundo! ¡Eso pasa! He querido trasplantar un mundo y sustituirlo por otro. ¡Y eso no funciona! ¡Ese es el problema! Vender los árboles para vivir en Lima. ¡Ese es, pues, mi equívoco!
– ¡Bajo, por favor! ¡Bajo del ómnibus!
– Pero, ¿va a quedarse aquí? ¿En esta puna? ¡Aquí hace frío, señor! Le congelará el viento. ¡Es puna! ¡Se puede morir!
– ¡Bajo, he dicho!
La góndola se detuvo y se apeó en plena jalca. Y se puso a caminar animoso. Pronto apareció un vehículo que por ahí pasaba y que lo recogió rumbo nuevamente a su pueblo.


– La verdadera economía está inmersa en la naturaleza.

6. Un porvenir
promisorio

Otra vez llegó a Santiago de Chuco y se encaminó a Cachulla.
– ¿Puedo desistir de la venta de los árboles? –Dijo a los campesinos–. ¿Puedo rectificarme? ¡Ya no quiero vender los árboles!
– ¡Cómo no, niño! Lo habrá usted pensado mejor. ¡Bien hecho!
– ¡Tanto han esperado los árboles que pueden seguir esperando! –Se rio.
Esa noche se quedó a dormir en una choza del bosque.
– ¡Era cierto!
Contempló el cielo tachonado de estrellas. Escuchó los ruidos cercanos y distantes del valle y la quebrada.
Y esa noche los árboles le revelaron una sabiduría milenaria.
Decidió que tenía que volver y edificar el mundo desde aquí, con todo lo genuino del universo. ¡Y ahora mismo!
– La verdadera economía está inmersa en la naturaleza. –Dijo.
Y decidió vivir aquí. Y ahora él mismo es un árbol que cuenta historias que se proyectan y sumergen en un porvenir promisorio e infinito.


Es el árbol un buen amigo, nos da cuna y ataúd.

7. Rocíos
de compasión

Hoy es Día del Árbol, y él está invitado a la escuelita del lugar, donde los niños le cantan:

Es el árbol un buen amigo
que nos obliga a la gratitud
nos da leña, nos da abrigo
nos da cuna y ataúd.

A su sombra las ovejas
se congregan en tropel
en sus ramas las abejas
cuelgan panales de miel.

Los pájaros arquitectos
al árbol van a trazar
sus complicados proyectos
de nidos para empollar.

Al árbol va la chicharra
a templar su mandolín
y el jilguero en son de farra,
le desafina el violín.

Ausencias de quien adora,
dice el viento una canción
al árbol que luego llora
rocíos de compasión.

Fotos 3, 4, 5, 6 y 7
Jaime Sánchez Lihon

Figuras 1 y 2
Editorial San Marcos



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citando autor y fuente

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