viernes, 15 de mayo de 2020

15 de mayo. Cae Javier Heraud en Puerto Maldonado. / Pero jamás morira.


15 DE MAYO
CAE JAVIER HERAUD
EN PUERTO MALDONADO, 1963

PERO
JAMÁS
MORIRÁ

 Danilo Sánchez Lihón



Javier Heraud 
Foto: tomada de: Copy Paste Ilustrado

1. Como
un manantial

Tal vez cuando se instaure un orden social que ponga en vigencia la justicia en nuestra población la imagen del poeta Javier Heraud se diluya complacida en la sonrisa de los niños y jóvenes de nuestra patria lacerada, en el regocijo del labriego que hace una mejor faena y cosecha en abundancia, o en la expresión feliz de todo hombre de bien, que gana el pan con el sudor honrado de su frente.
Como también estará esparcida en la paz de los amaneceres inexplicablemente hermosos, en los momentos gratos y de dicha colectiva, o en la emoción que sientan entre sí dos o más personas reunidas. O cuando haya un júbilo universal y compartido. Entonces, quizá, allí se diluya él en ese mar incognoscible de aquello que es un estar juntos y contentos todos.
Que ha de ocurrir cuando la gente se sienta conmovida y diga: “¡No sabemos por qué sentimos tanta alegría profunda en el alma!” Y es que allí ya estará él, habitando en el fondo moral de todos los seres y cosas. Aunque ahora ya se lo sienta libre, poderoso, tierno; ¡y claro como un manantial!; ¡intenso como una cascada!; sencillo como una casa jovial; y dulce como una guitarra.
Pese a aquel carácter trágico y atroz con que aún esté signada su vida de inmolación. ¡Y que es un legado en la perspectiva de construir aquí y ahora una patria hermosa y una esperanza indestructible!

Puerto Maldonado, donde es abaleado y muere

2. Enhiesta
hacia la aurora

Porque él era el más intenso y claro de los poetas de su tiempo, a quien la vida le sonreía desde todas las puertas.
Y, sin embargo, lo dejó todo, quizás porque veía otra urgencia aparte de la poesía, cual es que no se puede ser poeta y ver ufana y campante a la más insultante injusticia social reinar oronda e impune.
Y se sublevó, y tomó las armas. Y en el acoso ya cerrado por las hordas cuando lo perseguían para matarlo lo primero que empezó a romper fueron sus poemas. Cuenta su compañero de campaña, Alain Elías, que mientras corría perseguido los iba echando al viento hoja por hoja.
¿Qué clave secreta hay en todo eso? Era apenas un niño que se hace fuerte y se hace grande. Y luego se hace viento en las montañas. ¡Imagino cómo le habrá llorado su familia! ¡Y tiemblo!
Tenía todo y todo lo dejó: casa, lecturas, amigos, enamorada. Y un hogar completo, con padre y madre, hermanos y hermanas, abuelas y tías, primos que se amaban. ¡Condiscípulos y maestros entrañables!
¡Él que era tan transparente! A tal punto que no encuentro ser más puro y noble en todo este espacio y tiempo conturbados. Y no hay sangre más generosa que la suya, más prístina e inhiesta sobre el planeta y hacia la aurora.

Javier, el segundo de la izquierda

3. ¿Qué
lo hizo?

Entonces, ¿Qué hizo que este ser triunfante, siendo así, lo dejara todo para irse a lo más intrincado de la selva, y a lo más montaraz de una frontera a declarar la lucha armada? ¿Y decidiéndose de ese modo a afrontar el rigor del hambre, de la inclemencia, y de la sed implacables? ¿A ser acosado por toda clase de mosquitos y alimañas? ¡Y del recelo de la gente! ¡De odio por venir a perturbar el orden establecido, pese a ser este un orden nefasto y de oprobio! ¿Qué puede ser suficiente para hacer que se abandone un porvenir de gloria como ya le estaba anunciado, y que hasta ya se le había deparado saborearlo? ¿Y asumir privaciones, penurias y finalmente un sacrificio horrendo y aciago para la patria?
¿Qué puede ser tan fuerte para dejar todo aquello para lo cual se ha sido formado, y asumir lo incierto, viviendo entre asaltos, abrojos y calamidades que trae una guerra? ¿Qué lo impulsó, lo motivó, e hizo sacrificarlo todo? ¡Ah, lo diré niño, lo diré joven! Lo diré, porque necesitas estos referentes para nuestras vidas ensombrecidas. Necesitamos saber los impulsos de un ser que renuncia a todos los halagos por la emoción del bien para todos y no solo para unos cuantos. Y el de no ser indiferente al dolor ni al padecimiento de la gente.
Es la dimensión del daño que sufren los otros lo que lo hizo afrontar el rostro estremecedor de la muerte sin pestañar, sin clamar nada, ¡sin gritar siquiera! El saber ser solidario. El saber asumir a cabalidad un compromiso. Y el saber alentar lo que es nuestra responsabilidad histórica. Eso es Javier Heraud para nuestras vidas. Por eso, ¡viva!

Orilla del río en Puerto Maldonado

4. Con cariño
entrañable

Y algo más todavía determinó esta decisión: el sentirse fuerte, entusiasta, vigoroso. El sentirse capaz de realizar grandes hazañas. De lanzarse valeroso al río desde un farallón, como él lo hizo. Y nadar en aguas turbulentas intentando cruzarlas sin arredrarse ni entregarse abatido.
El ser más digno de abrazar a todos con esos mismos brazos y músculos. Porque hay en él un sano orgullo de sentirse grande. ¡Y lo era! Pero igual de tiritar de angustia cuando del dolor y del sufrimiento de los demás y de los otros se trataba.
¿Por qué entonces asumió todo aquel trance que tiene el brillo inapagable de un símbolo? Sencillo, ¡porque amaba mucho a los niños, a la gente humilde y sencilla, y a los seres buenos pero que carecen de todo! Amaba a los ríos, a los bosques y a las praderas. Amaba las flores, las espigas y los frutos que nos prodiga la tierra.
Pero amaba igual su mundo íntimo y casero, como a su hermano menor llamado Gustavo, a quien le deparaba un cariño entrañable como si fuera él quien lo hubiera traído al mundo. Amaba a toda su familia. Pero también a ese hogar más amplio, y que a la larga somos todos nosotros juntos, o esparcidos.
Porque no podía permitir una patria con las barriadas donde la indigencia muestra su rostro horripilante, y fúnebre. No podía permitir un país con los basurales, donde hay mujeres y niños que recogen desechos. U hombres desvalidos sin saber dónde vagan los hijos que han engendrado.

Javier Heraud con su hermana Cecilia

5. Igual
que ahora

Donde el niño sin padre y el perro sin dueño disputan la misma porción de comida podrida. Donde la madre abandonada y el cerdo arisco, cerril y de cerdas erizadas disputan los mismos hollejos de papa o de frutas. Y las mismas cáscaras de huevos, las mismas sobras arrojadas, descompuestas y ya malolientes.
O los restos de piltrafas de las mesas de los menos pobres, pero también explotados. Tanto así que le decía en carta que le escribe a su amigo Dégale, comentándole esta miseria:
No sé cómo no nos arrancamos la piel en una esquina y aullamos hasta el amanecer.
Supo al enrolarse en la gesta que emprendió que arrostraba los más fieros peligros, y la maledicencia de la gente sin alma que ve, pese a su miseria, a un hombre alzado en armas como su enemigo. Se hizo enterizo y fue valiente, porque amaba a su patria desgarrada y porque la adoraba con toda el alma la quería cambiar.
Porque no era compatible ser poeta con que hubiera mendigos deambulando por todos los lugares. Y porque vio a hombres y mujeres condenados a una vida sin presente y sin futuro. Y porque vio envilecida su patria por gente de mala calaña, parlamentarios mendaces y jueces siniestros enquistados en el poder de siempre, al igual que ahora.

Canoa en el mismo lugar donde Javier muriera

6. Darte
la mano

Por eso, emociona el que haya sido tan unido, tan pegado a su pueblo, tan fiel a su sociedad y a su destino. Pero igual, fortalece también el que se conmoviera tanto con cada asunto mínimo del interior de su casa. Que extrañara tanto, por ejemplo, estar sentado a la mesa donde todos están reunidos a la hora de comer. La hora apacible de juntarse con los amigos.
Entusiasma esa claridad en sus decisiones. Ese haber dejado todo en la vida, la subsistencia holgada, la convivencia hecha de sencillas satisfacciones. De abrazar a mamá y alzarla en los brazos que los tenía como las ramas de un árbol gigantesco. El dejar a un lado los pequeños placeres, los halagos de la crítica literaria, la admiración de las muchachas que lo ven apuesto y confiado, cambiándolo todo por una senda tan tortuosa, tan bravía y de tumulto.
Estoy seguro que si tú, amable lector, a la orilla de una calle no hubieras podido cruzarla, y si él hubiera estado presente, seguro que venía a ayudarte. Desde cualquier ángulo donde hubiera estado, si te observaba vacilante es seguro que corría dejando todo lo que estaba haciendo con tal de darte la mano.
Así era. Y así será, cuando seamos fieles a él, construyendo la patria hermosa que él nos legara, como sueño que legitima con su sacrificio. Y lo preciso así porque este es el significado final de lo que hizo con su vida, la misma que aquí ni siquiera mínimamente podremos esbozarla. 

Luchar por una patria digna


7. Hacia
el alba

Porque era fuerte y alegre. Ese es el poeta que un día como hoy muriera. Que cargaba a su madre por toda la casa haciéndola reír y regañar, por el ajetreo en que la ponía al agitarla con sus toscos abrazos.
Pero, en el fondo, ella recibía todo aquello plena de honda felicidad, de tener aquel hijo genuino, alborozado y colosal. Pero, ¿qué se sentirá haber sentido eso y después no tenerlo?
Por eso, su muerte tal como ocurrió, que fue como la cacería de una fiera, o de un criminal, es un desafío perenne a nuestras vidas. Es una bofetada para que yo y tú y los demás despertemos.
Para que juremos ante este inmenso ser, claro y límpido como un manantial, no olvidarlo jamás en nuestras vidas: en las diarias y en las otras que son inmutables, y hasta infinitas; y tomándolo como ejemplo siempre en todo lo que hagamos. Porque la fraternidad que encarna la tengamos izada hasta el tope en lo más alto del tremolar de nuestras banderas; y allí sea inmarcesible su vida inacabable y su mensaje.
Porque era un joven con preguntas decisivas. También con incertidumbres espinosas. ¿Y quién no las tiene? Pero al final convencido y jubiloso de la causa que abrazaba, y con la decisión inquebrantable de luchar por un mundo justo y mejor. Su muerte es un grito de alerta y un clarín de victoria hacia el alba, de aquel que escribió:

Aula Capulí: estudiante, Cecilia Heraud, César Vallejo 
Infantes, Martina Portocarrero y Danilo Sánchez Lihón

8. El cielo
es nuestro

PALABRA DE GUERRILLERO
Porque mi patria es hermosa
como una espada en el aire,
y más grande ahora y aun
más hermosa todavía,
yo hablo y la defiendo
con mi vida.
No me importa lo que digan
los traidores,
hemos cerrado el pasado
con gruesas lágrimas de acero.
El cielo es nuestro,
nuestro el pan de cada día,
hemos sembrado y cosechado
el trigo y la tierra,
y el trigo y la tierra
son nuestros,
y para siempre nos pertenecen
el mar
las montañas y los pájaros. 


 Fotos 2, 4 y 6
Jaime Sánchez Lihón




Los textos anteriores pueden ser
reproducidos, publicados y difundidos
citando autor y fuente

dsanchezlihon@aol.com
danilosanchezlihon@gmail.com

Obras de Danilo Sánchez Lihón las puede solicitar a:
Editorial San Marcos: ventas@editorialsanmarcos.com
Editorial Papel de Viento: papeldevientoeditores@hotmail.com
Editorial Bruño, Perú: ventas@brunoeditorial.com.pe
Ediciones Capulí: capulivallejoysutierra@gmail.com
Ediciones Altazor: edicionesaltazo@yahoo.es

  *****
DIRECCIÓN EN FACEBOOK
HACER CLIC AQUÍ:


*****

Teléfonos:
393-5196 / 99773-9575

Si no desea seguir recibiendo estos envíos
le rogamos, por favor, hacérnoslo saber.



No hay comentarios:

Publicar un comentario