15 DE MAYO
CAE
JAVIER HERAUD
EN
PUERTO MALDONADO, 1963
PERO
JAMÁS
MORIRÁ
Javier Heraud
Foto: tomada de: Copy Paste Ilustrado
1. Como
un manantial
Tal vez cuando
se instaure un orden social que ponga en vigencia la justicia en nuestra
población la imagen del poeta Javier Heraud se diluya complacida en la sonrisa
de los niños y jóvenes de nuestra patria lacerada, en el regocijo del labriego
que hace una mejor faena y cosecha en abundancia, o en la expresión feliz de
todo hombre de bien, que gana el pan con el sudor honrado de su frente.
Como también
estará esparcida en la paz de los amaneceres inexplicablemente hermosos, en los
momentos gratos y de dicha colectiva, o en la emoción que sientan entre sí dos
o más personas reunidas. O cuando haya un júbilo universal y compartido.
Entonces, quizá, allí se diluya él en ese mar incognoscible de aquello que es
un estar juntos y contentos todos.
Que ha de ocurrir
cuando la gente se sienta conmovida y diga: “¡No sabemos por qué sentimos tanta
alegría profunda en el alma!” Y es que allí ya estará él, habitando en el fondo
moral de todos los seres y cosas. Aunque ahora ya se lo sienta libre, poderoso,
tierno; ¡y claro como un manantial!; ¡intenso como una cascada!; sencillo como
una casa jovial; y dulce como una guitarra.
Pese a aquel
carácter trágico y atroz con que aún esté signada su vida de inmolación. ¡Y que
es un legado en la perspectiva de construir aquí y ahora una patria hermosa y
una esperanza indestructible!

Puerto Maldonado, donde es abaleado y muere
2. Enhiesta
hacia la aurora
Porque él era el
más intenso y claro de los poetas de su tiempo, a quien la vida le sonreía
desde todas las puertas.
Y, sin embargo,
lo dejó todo, quizás porque veía otra urgencia aparte de la poesía, cual es que
no se puede ser poeta y ver ufana y campante a la más insultante injusticia
social reinar oronda e impune.
Y se sublevó, y
tomó las armas. Y en el acoso ya cerrado por las hordas cuando lo perseguían
para matarlo lo primero que empezó a romper fueron sus poemas. Cuenta su
compañero de campaña, Alain Elías, que mientras corría perseguido los iba
echando al viento hoja por hoja.
¿Qué clave
secreta hay en todo eso? Era apenas un niño que se hace fuerte y se hace
grande. Y luego se hace viento en las montañas. ¡Imagino cómo le habrá llorado
su familia! ¡Y tiemblo!
Tenía todo y
todo lo dejó: casa, lecturas, amigos, enamorada. Y un hogar completo, con padre
y madre, hermanos y hermanas, abuelas y tías, primos que se amaban.
¡Condiscípulos y maestros entrañables!
¡Él que era tan
transparente! A tal punto que no encuentro ser más puro y noble en todo este
espacio y tiempo conturbados. Y no hay sangre más generosa que la suya, más
prístina e inhiesta sobre el planeta y hacia la aurora.
3. ¿Qué
lo hizo?
Entonces, ¿Qué
hizo que este ser triunfante, siendo así, lo dejara todo para irse a lo más
intrincado de la selva, y a lo más montaraz de una frontera a declarar la lucha
armada? ¿Y decidiéndose de ese modo a afrontar el rigor del hambre, de la
inclemencia, y de la sed implacables? ¿A ser acosado por toda clase de
mosquitos y alimañas? ¡Y del recelo de la gente! ¡De odio por venir a perturbar
el orden establecido, pese a ser este un orden nefasto y de oprobio! ¿Qué puede
ser suficiente para hacer que se abandone un porvenir de gloria como ya le
estaba anunciado, y que hasta ya se le había deparado saborearlo? ¿Y asumir
privaciones, penurias y finalmente un sacrificio horrendo y aciago para la
patria?
¿Qué puede ser
tan fuerte para dejar todo aquello para lo cual se ha sido formado, y asumir lo
incierto, viviendo entre asaltos, abrojos y calamidades que trae una guerra?
¿Qué lo impulsó, lo motivó, e hizo sacrificarlo todo? ¡Ah, lo diré niño, lo
diré joven! Lo diré, porque necesitas estos referentes para nuestras vidas
ensombrecidas. Necesitamos saber los impulsos de un ser que renuncia a todos
los halagos por la emoción del bien para todos y no solo para unos cuantos. Y el
de no ser indiferente al dolor ni al padecimiento de la gente.
Es la dimensión
del daño que sufren los otros lo que lo hizo afrontar el rostro estremecedor de
la muerte sin pestañar, sin clamar nada, ¡sin gritar siquiera! El saber ser
solidario. El saber asumir a cabalidad un compromiso. Y el saber alentar lo que
es nuestra responsabilidad histórica. Eso es Javier Heraud para nuestras vidas.
Por eso, ¡viva!
4. Con cariño
entrañable
Y algo más
todavía determinó esta decisión: el sentirse fuerte, entusiasta, vigoroso. El
sentirse capaz de realizar grandes hazañas. De lanzarse valeroso al río desde
un farallón, como él lo hizo. Y nadar en aguas turbulentas intentando cruzarlas
sin arredrarse ni entregarse abatido.
El ser más digno
de abrazar a todos con esos mismos brazos y músculos. Porque hay en él un sano
orgullo de sentirse grande. ¡Y lo era! Pero igual de tiritar de angustia cuando
del dolor y del sufrimiento de los demás y de los otros se trataba.
¿Por qué
entonces asumió todo aquel trance que tiene el brillo inapagable de un símbolo?
Sencillo, ¡porque amaba mucho a los niños, a la gente humilde y sencilla, y a
los seres buenos pero que carecen de todo! Amaba a los ríos, a los bosques y a
las praderas. Amaba las flores, las espigas y los frutos que nos prodiga la
tierra.
Pero amaba igual
su mundo íntimo y casero, como a su hermano menor llamado Gustavo, a quien le
deparaba un cariño entrañable como si fuera él quien lo hubiera traído al
mundo. Amaba a toda su familia. Pero también a ese hogar más amplio, y que a la
larga somos todos nosotros juntos, o esparcidos.
Porque no podía
permitir una patria con las barriadas donde la indigencia muestra su rostro
horripilante, y fúnebre. No podía permitir un país con los basurales, donde hay
mujeres y niños que recogen desechos. U hombres desvalidos sin saber dónde
vagan los hijos que han engendrado.
Javier Heraud con su hermana Cecilia
5. Igual
que ahora
Donde el niño
sin padre y el perro sin dueño disputan la misma porción de comida podrida.
Donde la madre abandonada y el cerdo arisco, cerril y de cerdas erizadas disputan
los mismos hollejos de papa o de frutas. Y las mismas cáscaras de huevos, las
mismas sobras arrojadas, descompuestas y ya malolientes.
O los restos de
piltrafas de las mesas de los menos pobres, pero también explotados. Tanto así
que le decía en carta que le escribe a su amigo Dégale, comentándole esta
miseria:
No sé cómo no
nos arrancamos la piel en una esquina y aullamos hasta el amanecer.
Supo al enrolarse
en la gesta que emprendió que arrostraba los más fieros peligros, y la
maledicencia de la gente sin alma que ve, pese a su miseria, a un hombre alzado
en armas como su enemigo. Se hizo enterizo y fue valiente, porque amaba a su
patria desgarrada y porque la adoraba con toda el alma la quería cambiar.
Porque no era
compatible ser poeta con que hubiera mendigos deambulando por todos los
lugares. Y porque vio a hombres y mujeres condenados a una vida sin presente y
sin futuro. Y porque vio envilecida su patria por gente de mala calaña,
parlamentarios mendaces y jueces siniestros enquistados en el poder de siempre,
al igual que ahora.
6. Darte
la mano
Por eso,
emociona el que haya sido tan unido, tan pegado a su pueblo, tan fiel a su
sociedad y a su destino. Pero igual, fortalece también el que se conmoviera
tanto con cada asunto mínimo del interior de su casa. Que extrañara tanto, por
ejemplo, estar sentado a la mesa donde todos están reunidos a la hora de comer.
La hora apacible de juntarse con los amigos.
Entusiasma esa
claridad en sus decisiones. Ese haber dejado todo en la vida, la subsistencia
holgada, la convivencia hecha de sencillas satisfacciones. De abrazar a mamá y
alzarla en los brazos que los tenía como las ramas de un árbol gigantesco. El dejar
a un lado los pequeños placeres, los halagos de la crítica literaria, la
admiración de las muchachas que lo ven apuesto y confiado, cambiándolo todo por
una senda tan tortuosa, tan bravía y de tumulto.
Estoy seguro que
si tú, amable lector, a la orilla de una calle no hubieras podido cruzarla, y
si él hubiera estado presente, seguro que venía a ayudarte. Desde cualquier
ángulo donde hubiera estado, si te observaba vacilante es seguro que corría
dejando todo lo que estaba haciendo con tal de darte la mano.
Así era. Y así
será, cuando seamos fieles a él, construyendo la patria hermosa que él nos
legara, como sueño que legitima con su sacrificio. Y lo preciso así porque este
es el significado final de lo que hizo con su vida, la misma que aquí ni
siquiera mínimamente podremos esbozarla.
Luchar por una patria digna
7. Hacia
el alba
Porque era
fuerte y alegre. Ese es el poeta que un día como hoy muriera. Que cargaba a su
madre por toda la casa haciéndola reír y regañar, por el ajetreo en que la ponía
al agitarla con sus toscos abrazos.
Pero, en el
fondo, ella recibía todo aquello plena de honda felicidad, de tener aquel hijo genuino,
alborozado y colosal. Pero, ¿qué se sentirá haber sentido eso y después no
tenerlo?
Por eso, su
muerte tal como ocurrió, que fue como la cacería de una fiera, o de un criminal,
es un desafío perenne a nuestras vidas. Es una bofetada para que yo y tú y los
demás despertemos.
Para que juremos
ante este inmenso ser, claro y límpido como un manantial, no olvidarlo jamás en
nuestras vidas: en las diarias y en las otras que son inmutables, y hasta
infinitas; y tomándolo como ejemplo siempre en todo lo que hagamos. Porque la
fraternidad que encarna la tengamos izada hasta el tope en lo más alto del
tremolar de nuestras banderas; y allí sea inmarcesible su vida inacabable y su mensaje.
Porque era un
joven con preguntas decisivas. También con incertidumbres espinosas. ¿Y quién
no las tiene? Pero al final convencido y jubiloso de la causa que abrazaba, y
con la decisión inquebrantable de luchar por un mundo justo y mejor. Su muerte
es un grito de alerta y un clarín de victoria hacia el alba, de aquel que
escribió:

8. El cielo
es nuestro
PALABRA DE
GUERRILLERO
Porque mi patria es hermosa
como una espada en el aire,
y más grande ahora y aun
más hermosa todavía,
yo hablo y la defiendo
con mi vida.
No me importa lo que digan
los traidores,
hemos cerrado el pasado
con gruesas lágrimas de acero.
El cielo es nuestro,
nuestro el pan de cada día,
hemos sembrado y cosechado
el trigo y la tierra,
y el trigo y la tierra
son nuestros,
y para siempre nos pertenecen
el mar
las montañas y los pájaros.
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