24 DE MAYO
DÍA DEL TURISMO ANDINO
Y ALMA DE
LOS PUEBLOS
PROCLAMA A FAVOR
DE LOS TEJADOS
Danilo Sánchez Lihón
Y llorará en las tejas
un pájaro salvaje.
César Vallejo
1. Agua
extasiada
¡Parajes encantados, alas, solares donde se posan los ángeles!
¡Andurrial donde se pasean los ojos! ¡Maravillas amenazadas, son los tejados! Y
lo triste es que el peligro de su extinción no viene de nadie ajeno, ni de un
enemigo declarado que ataca desde afuera, ni de un virus, sino de nosotros
mismos.
¡Defendamos este preciado patrimonio cultural nuestro, que es un tesoro
de arcilla engarzado en los cielos en los pueblos del mundo andino! Así también
las paredes de adobe, los antepechos de los balcones ensimismados que
sobresalen a la calle como quillas de naves ocultas como son nuestros anhelos e
ilusiones.
¡Defendamos las calzadas empedradas! También las puertas y barandales
hechos de madera lugareña en donde están contenidos los puquiales. Los portones
señoriales, y los otros dignamente ordinarios, pintados de colores frescos como
el azul añil y el verde esmeralda.
Defendamos los muros de piedra que rematan en malvas, mostazas,
clavelinas y azucenas. Así como los pozos de agua extasiada, más por la quietud
del alma de las casas, y también por la paz de sus moradores. ¡Y por el lento caminar
con que discurren dentro de ellas las horas apacibles!
2. Raigal
y genuino
Conservemos los patios que son de laja, que es piedra volcánica. Como
también los otros empedrados de piedras traídas del río conservando de ellos su
leve rumor y temblor, y el reflejo de sus aguas alucinadas.
¡Como igual, defendamos los corredores de los primeros y segundos pisos,
con balaustres y pilares que sostienen vigas en las cuales se apoyan los techos
de maguey, de carrizo y de teja que juntos aletean!
Pero es en los tejados donde está contenido todo aquello que es la razón
de ser y el alma andina.
No debemos permitir entonces que aquellos techos cambien por otros de un
material innoble que desdice del ancestro y del linaje de nuestras aldeas y
poblados en la serranía.
Y que no son propios del lugar. Y excluyen la poesía que es el soplo
vital, terrenal y divino, del cual estamos hechos todos los hombres.
Todo ello, basados en que la mejor manera de atraer a propios y
extraños, en un plan turístico, es conservar la identidad de los pueblos, al
mismo tiempo que edificando su desarrollo sin atentar con lo que es raigal y
genuino.
3. Razón
de ser
– Yo hago mi casa como quiero. ¡Y como a mí me da la gana!
Escucho decir a una persona, a quien el funcionario del Instituto
Nacional de Cultura le reclama que tiene que construir su casa respetando la
identidad del lugar. Y prosigue en su atropello y su desmán:
– ¿Qué dispositivo me prohíbe a mí que yo construya como quiero y es de mi
real capricho?
– ¡El cariño por su tierra, por su gente y su destino!
Pero esto no lo entiende, e insiste el energúmeno:
– A mí nadie puede decirme nada, porque yo hago con mi plata lo que
quiera.
¿Es correcta esta manera de pensar? ¿Podemos hacer lo que se nos ocurra?
No, señor o señora. Se tiene que tener conciencia que hay normas y dispositivos
y buenas actitudes que se tiene que respetar.
Para eso existe gobierno y en diversas instancias. Para eso están los
municipios que aprueban y dan el permiso de construcción, entidades que son las
salvaguardas de principios de urbanismo a partir de un eje cuál es la
identidad.
4. Pueblo
digno
Son muchas las personas que creen que haciendo una casa de tipo moderno
mejoran su pueblo. Creen que, imitando a una ciudad de la costa o del exterior,
o de un país que irradia una imagen de poder, están contribuyendo a mejorar la
realidad.
Al contrario. Para que seamos algo en el mundo no debemos afectar
aquello que es esencial a nuestro ser en cuanto a espíritu. El valor de
nuestros pueblos radica en su identidad y en su fisonomía propia. En nuestro
caso, de pueblos andinos. Y en esa perspectiva son los tejados aquello que nos
evoca la raigambre, la estirpe y el linaje que nos conforma intrínsecamente.
La fórmula es ofrecer lo mejor que tenemos para la mejor calidad de vida
de nuestros habitantes y de las personas que nos visitan, síntesis que resume
la estrategia turística de todo pueblo.
Tampoco cabe oponerse a las nuevas tecnologías, sino que hay que
asimilarlas y ponerlas al servicio de nuestros propósitos y objetivos
culturales. Pugnemos y hagamos todo lo posible por mejorar cada día, contando
con los servicios básicos que nos haga pueblos dignos y desarrollados sobre la
base de lo que nos es íntimamente propio y peculiar.
5. Adhesión
a lo nuestro
Pero si bien hay que mejorar en tales aspectos no podemos perder la
imagen original, poética y evocadora de lo que somos, porque eso nos da razón
de ser ante al mundo y sobre todo porque es nuestra verdad simbólica ante los
demás.
Y la clave para desarrollar es no perder identidad, que es la única
manera y razón por la cual vamos a tener motivos por los cuales hemos de ser tomados
en cuenta, apreciados e ingresar en la dinámica del progreso.
Debemos conservar lo que nos identifique para poder progresar en el
campo del turismo que nos muestra, además, en cada paso que se da, que lo propio
es aquello que atrae y es valorado. En este aspecto, tenemos un compromiso de
alma con respecto al porvenir, como también con la herencia que les debemos
dejar a nuestros hijos.
Cultivemos en nuestros niños y jóvenes, y en la ciudadanía en general, la
convicción de que hay que defender nuestro patrimonio. ¡Cuidando de no imitar
lo foráneo ni convertir nuestras casas y nuestros pueblos en remedos de otras
ciudades ajenas!
6. Abren
las puertas
El hecho de que cada día aparezcan más y más casas techadas de calaminas
será una claudicación de consecuencias nefastas para aquello que queremos
seguir siendo y representando como cultura.
En el caso particular de Santiago de Chuco, un pueblo orgulloso de la
poesía de César Vallejo, es deber conservar el pueblo con la fisonomía con que
él aquí viviera y lo encomiara. Coincidente con la consagración que tantos
otros poetas, pintores, músicos y artistas en general han dedicado a este
pueblo emblemático, haciendo encomio de la naturaleza y del paisaje urbano
destacando más en él los tejados.
En ello radica el poder mayor para desarrollar un turismo responsable,
consistente y jubiloso, el mismo que ha de activar diversos rubros económicos
que nos abran las puertas a un promisorio porvenir. Ello es cultivando y
defendiendo nuestra identidad, así como comportándonos como un pueblo acogedor,
amable y gentil, ofreciendo un servicio de calidad en la atención al turista,
lo que la modernidad nos exige y reclama, y que es una de las formas cómo
impulsaremos decididamente nuestro desarrollo.
Y finalizo este alegato con el texto de mi paisano Ángel Gavidia, poeta
de mi tierra nacido en Mollebamba, galardonado con el Laurel Vallejo.
7. Afrontan
los enigmas
Este laurel es la máxima distinción a la poesía que otorga el movimiento
cultural Capulí, Vallejo y su Tierra de proyección internacional, y solo
entregado antes a Edmundo Herrera de Chile.
Ángel Gavidia, autor de varios libros de poemas y otros tantos de
cuentos, nos dice en su libro «Un gallinazo volando en la penumbra:
TEJAS
Qué pájaro
y de dónde
vino a anidar las manos viejísimas del hombre.
¿Del centro de la tierra?
¿Del corazón del fuego?
¿De algún árbol de piedra tumbado por su sombra?
No sé
pero
esparció sus plumas por el valle.
Estas plumas recojámoslas y ostentémoslas en el ojal de nuestro pecho y
en lo central de nuestros corazones.
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