domingo, 24 de mayo de 2020

24 de mayo. Muere el padre de César Vallejo en Santiago de Chuco. / Él lejos, y sin saberlo.


MUERE EL PADRE DE CÉSAR VALLEJO
EN SANTIAGO DE CHUCO


ÉL LEJOS,
Y SIN
SABERLO

Danilo Sánchez Lihón


Techumbre de la casa de César Vallejo.
Al fondo el cementerio


La cocina a oscuras,
la miseria de amor.
César Vallejo

1. Último
suspiro

La muerte de don Francisco de Paula Vallejo Benites, el padre del poeta César Vallejo, ocurrida el 24 de mayo del año 1924, es lo que en el pueblo de Santiago de Chuco llamamos una muerte grande, que se deja sentir y sume a la comunidad en un sentimiento de pesar, de reverencia y de aflicción enorme.
Ahí vemos entrando a la casa del jirón Colón del barrio de Cajabamba, al sacerdote y párroco de la provincia don Rómulo Falcón, quien durante estos días ha concurrido a la casa mañana y tarde para asistirle espiritualmente. Y hoy, ya inconsciente y emitiendo solo leves quejidos, le ha administrado el Sacramento de la Extremaunción, le ha impuesto los Santos Óleos, el Crisma y le ha ayudado a bien morir.
Y luego, cuando ya salía, hemos escuchado un grito agudo, lacerante y desgarrado de una de las hijas, seguido de un lamento unánime, patético y estremecedor de todos los moradores de la casa, para luego dar lugar al llanto desolado.
De los hijos y de algunos familiares comedidos que han venido a acompañarlos durante estos días, corroborando que don Francisco ha emitido el último suspiro. Unos salen, otros entran, otros corren presurosos y asustados cumpliendo una y otra tarea y función.


Francisco de Paula Vallejo,

padre de César Vallejo

2. Canceladas
algunas fiestas

En estos momentos algunos asistentes gimen, otros sollozan, las mujeres emiten un quejido agudo y desgarrado, prorrumpiendo en gemidos y llanto incontenible mientras unos se abrazan y consuelan mutuamente y otros permanecen estupefactos.
La casa se alborota y se expande la noticia por calles, tiendas y establecimientos públicos; entra a las casas en donde todos sopesan la gravedad del anuncio.
– ¡Ha muerto don Francisco de Paula, un notable de nuestro pueblo!
Más tarde vemos entrando a los amigos vestidos ya de terno oscuro y con el rostro solemne, quienes se inclinan en la puerta y pasan compungidos. Otros permanecen afuera enjugándose las lágrimas en los ojos con sus pañuelos blancos.
Mientras son atendidos por los hijos e hijas quienes ya visten de luto riguroso y responden a los abrazos con actitud desfallecida.
Es esta una muerte inmensa, la de un patriarca que sume al pueblo en un duelo generalizado. Al conocerse la noticia se han suspendido algunas reuniones y se han cancelado algunas fiestas.


 Madre de César Vallejo

3. Recostados
a los muros

En la casa están todos los hijos que quedan vivos, excepto César Abraham que como se sabe viajó a París hace once meses y aún no ha retornado. Sin embargo, todos lo mencionan y tienen en cuenta.
Se ve de pie entre quienes atienden a las familias que vienen a presentar su duelo a Víctor Clemente, a Néstor Pablo y a Manuel Natividad, los más visibles de los hijos varones del difunto.
Todo es solemne en la casa y en la calle. Es la muerte de un hombre influyente, querido y muy respetado. Jefe y tronco mayor de un árbol gigantesco, que es el que ha caído derrumbado hoy en día.
Es el padre de familia doce hijos, cuatro de ellos ya muertos y otros que a su vez ya tienen una prole numerosa.
En la noche es el velorio en que se reza y se sirve café, pisco o licor de caña para quienes acompañan acurrucados en el patio, guarecidos en la penumbra, o por los corredores casi a oscuras.
Y para quienes se enfilan recostados a los muros desde la puerta hacia afuera, que es una larga hilera de personas se reparte además coca y cal para chacchar.


Exterior de la casa de César Vallejo

4. El sol
y el viento

Las columnas se prolongan esquina abajo por las dos veredas y da la vuelta enfrente del mercado intercambiando expresiones con el aliento y chacchando la coca, la mayoría hierática y silenciosa.
Más tarde vienen los rezadores y se entona ese canto fúnebre, desgarrado y estremecedor que es La Magnífica que estruja el corazón de una manera aterradora.
De día los cavadores han venido temprano con sus picos y sus palas. Se les sirve el yantar y parten a cumplir con trazar y abrir la sepultura.
Hay repique de dobles en el campanario, morlanas y toques de clamor y de difuntos. Y ya lucen encima de las dos puertas de la casa que dan a la calle dos franjas negras de luto.
Eso simboliza duelo por uno o más años. Y esa estela negra permanecerá allí todo el tiempo en que tarde en desteñirla y arrancarla a pedazos el sol, la lluvia y el viento, significando que aquí no habrá contento ni alegría en esa casa.


Patio y cocina de la casa de César Vallejo

5. Sacan
sus sombreros

El día 26 de mayo cerca ya del mediodía sale el ataúd cargado por los hijos de la casa donde se ha velado dos noches hondas y lastimadas.
Hay llantos lastimeros y desmayos de las hijas. Arrancan los trombones, clarinetes y tambores una marcha gemebunda que remueve de su sito a los pilares, balaustres y magueyes, y las tejas. Y arquea para siempre las paredes.
Y arrastrando sus pasos en el suelo avanza el cortejo bajando por la calle con la presencia de una multitud dolorida y acongojada en dirección al cementerio.
Los hijos, nietos, sobrinas, nueras y demás familiares arrastran el duelo detrás de la caja mortuoria en cuyo enchapado se refleja el sol de la tarde.
Ya transcurren por la Plaza de Armas en donde quienes están allí se sacan sus sombreros en actitud de respeto.
Llevan las cintas del ataúd a los costados, don Adolfo García, don Octavio Pereda, don Benigno Lihón Rojas y el notario público, don Baldomero Jara.


Ingreso al cementerio en Santiago de Chuco

6. Caravana
lastimera

Se ha encargado portar las cruces, llenas de coronas con flores de crepé, de colores: lilas, blancas y negras, a varios hombres.
Desde aquí se divisa encima de los muros, el paisaje más fascinante, donde han florecido de malvas, cadillos y alfiles. Con la flor gualda de la mostaza, el bermellón de la flor de la tuna y el blanco impoluto del cardo santo que sobresale hacia el cielo azulino.
Desde aquí se mira que Santiago de Chuco es una cuna mecida entre dos hondonadas. Es una hamaca que oscila entre dos cuencas y abismos. Es también una tumba erigida en lo alto de la colina como el sonido de un cuerno o un pífano. Y que camina de mundo en mundo, y de sueño en sueño.
Y la banda de músicos desgrana sus notas quejumbrosas que pasan debajo de los altos eucaliptos que baten sus ramajes con el viento de la tarde.
De lejos la comitiva que sube el sendero de la colina del panteón es una caravana lastimera. Todos van inclinados, con los hombros recogidos, quizá pensando también en su propia muerte.


Santiago de Chuco

7. Florecen
las mostazas

La última parada del cortejo antes de subir la cuesta del cementerio es en la plazoleta del Obelisco donde concluye la calle Grau y donde el sacerdote con sus acólitos vestidos con sus casullas negras con encajes blancos deja descansar en tierra la asta de sus estandartes y se inicia el último responso.
Son frases en latín, jaculatorias cantadas y oraciones que se elevan de la gente arrodillada. Hacen sonar sus campanillas los sacristanes, se elevan las plegarias y se rocía de agua bendita el catafalco. Escucho que alguien comenta:
– No se ha podido avisar a su hijo el poeta que vive en París, porque nadie tiene de él una dirección conocida.
Don Francisco de Paula Vallejo Benites ha sido enterrado en el mismo lugar en que reposan los restos de su hijo Miguel, muerto el 22 de agosto del año 1915. Y de su esposa doña María de los Santos Mendoza Gurreonero, muerta el 8 de agosto del año 1918, en el panteón de la ciudad de Santiago de Chuco.
Desde aquí hacia al frente y hacia lo hondo se divisa el pueblo por cuyas techumbres se eleva el humo que sale de los fogones.
Y hacia ambos lados se abren las cuencas de los ríos Huaychaca y Patarata. Es mayo y florecen por todos los campos las pachas rosas, los sunchos, las clavelinas y las retamas.



César Vallejo


Fotos 4, 5, 6 y 7
Jaime Sánchez Lihón



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