26 DE MAYO
DÍA
DE LA INTEGRACIÓN ANDINA.
Y, ¿QUÉ ES EL MUNDO ANDINO?
PERO,
NO LLORE
SEÑORA
Danilo
Sánchez Lihón
1. Frescor
de los manantiales
Tanta ilusión ha
puesto la señora en vender sus granadillas que, como nadie las compra, y
pasmadas se han asoleado en la canasta, ella ya está toda ojerosa por el cansancio
y por la espera; porque es casi ya de noche en la esquina de la Plaza de Armas de
mi pueblo, ¡y no ha vendido casi nada!
Las granadillas
recogidas de su huerta son dulces, de un sabor que al probarlas parece que se
sorbe todo el frescor de los manantiales, el dorado de la luz y el suspiro de
la brisa que diáfana juguetea en la cumbrera de los muros. Pero estas
granadillas tienen la cáscara demasiado apretada y negruzca.
Sin embargo, su
mucosidad interior exprimida entre lengua y paladar, ya en la boca, estalla
como si se reventara un lucero de ambrosía. Son estas las más ricas y
sustanciosas frutas de nuestros valles y comarcas, que crece casi siempre
enredada en lo alto de las cercas y tapiales.
Pero la
apariencia de las granadillas que se producen aquí no ayuda para su venta,
porque es pequeña y prieta; razón por la cual la gente no las adquiere como
debiera, ni en el mercado, ni en la calle ni en la plaza.
2. Granadilla
serrana
Tampoco se la
compra porque abundan cogidas a las ramas de los árboles en los senderos libres.
Y hay algo más todavía en contra de su venta, cuál es que su cáscara es dura,
imposible de romper solo con la fuerza de las manos. Y más aún: son nervudas
por dentro. ¡Pero su interior, ah, es miel!
– Es como nosotras.
–Escucho que dice una voz de mujer en el salón. Y todos ríen.
Pero, ¡está claro
entonces!, que ante las otras granadillas que vienen importadas de la costa,
éstas de doña Hermelinda –que así se llama la señora que las vende– tienen
todas las de perder.
No pueden
competir porque las otras son grandes, amarillas, con brillo y ostentosas. Y,
sobre todo, de cáscara que se quiebra con una leve y sensual presión de los
dedos.
¡Y ya está allí
la gasa impoluta detrás de la cual flota esa masa tejida de semillas que es
deliquio de dioses!
Pero la pulpa de
aquellas que traen los camiones desde lejos, comparada con las de doña Hermelinda,
no es que sea insípida o desabrida, sino que no tienen el valor nutritivo que
tiene nuestra granadilla serrana.
3. Amarga
y sublime
Pese a que se la
describe como agridulce, el sabor de la pulpa gelatinosa de nuestra granadilla
en su interior acolchada por una felpa blanca, es como la imagen que nos dan
esas flores leves que cimbrean sus tallos asomándose al borde de los abismos,
mecidas por el viento de los caminos.
Sabor tenue a
claro de luna. Sabor a violeta suave, a tejados recién llovidos mirados desde
alguna puerta que da a una escalera cuando estamos solos. Sabor a escondrijos
bajo cipreses y enredaderas. Sabor a niños dormidos, y a pañuelos en donde se
ha llorado.
Porque la
granadilla es fruta originaria del Perú, pero que ahora se consume en todo el
globo terráqueo. Se la conoce también como Flor de la Pasión, porque así la
reconocieron los misioneros jesuitas que incursionaron por nuestras tierras en
el año 1610.
Y para su
maravilla encontraron mirando entre su corola, estambres y pistilos, que allí
estaban los símbolos religiosos de la Pasión de Jesús. Esto es: los tres clavos
de la cruz, la corona de espinas y el látigo con que fue azotado y martirizado
nuestro Señor. Y es por esta razón que ellos consideraron que su dulzura era tan
honda, inefable y sublime.
La casa y el huerto de doña Hermelinda
4. Números
4. Números
y cifras
¡Ah!, pero la
gente ahora pasa, mira el fondo de la canasta de doña Hermelinda, escrutan la
fruta con sus ojos que calculan. Y apenas rozan sus dedos con su cáscara los
retiran por encontrarla poco apetecible, todo por su apariencia. Y, sin decir
nada, prosiguen su camino.
– ¡Y es que las
personas se dejan llevar por cómo lucen los seres y las cosas!
Hay otros transeúntes
que las toman en sus manos, las levantan desde la cesta y sin decir ni
preguntar su precio otra vez las dejan junto a las otras, pero diciendo:
– ¡Están muy
chiquitas y duras! Y, además, ¡qué renegridas que son! ¡No tienen buen aspecto!
Al llegar la
noche doña Hermelinda recoge sus atuendos. ¡Ha sumado, restado y multiplicado
tanto imaginariamente! Pero nada de dinero hay en su bolso desvelado.
Y mientras la
gente pasa de largo se han quedado algunos números y cifras ilusorias prendidas
de sus sueños, sin apoyarse para nada en la dura, fría y cruel realidad.
5. Un poco
de pan
Números y cifras
que poco a poco se van esfumando y disminuyendo en intensidad en su
razonamiento, camino a su casa, como ocurre con todo en la vida.
Al llegar al
lugar donde vive sus dos hijos salen corriendo a su encuentro. La toman de la
mano y la acompañan hasta la cocina donde la hacen tomar asiento.
No le preguntan nada,
pero están expectantes de que algo bueno les cuente. Con ojos cariñosos esperan
que ella les diga quizá cuánto ha ganado.
Y tener así para
comprar el lápiz que les hace falta. O el cuaderno de hojas nuevas. O la
cartulina que han pedido para el trabajo manual en la escuela.
¡Para nada de
eso hay ahora! Sin embargo, ella calla, para no entristecerlos. Comprenden
ellos que si se demora en hablar es porque no consiguió lo suficiente para
comprar las cosas pequeñas que necesitan.
Disimulará
rebuscando las pocas monedas escondidas que apenas le alcanzan para un poco de
pan. Y nada de merienda.
6. No sé,
niños
Pero hoy el
Comité de Periodismo Escolar compuesto por alumnos del colegio: dos jovencitas
y un varón, entrevista a doña Hermelinda.
Y es porque Juanita,
su hija mayor, ha ganado el primer puesto en el concurso de matemáticas en el
nivel de Educación Primaria de la Región La Libertad, dejando bien a nuestro
pueblo.
Y es porque
Pedro, el menor de sus hijos, ha ganado la competencia municipal en carrera de
resistencia.
La casa es
pobre, con paredes de adobe desnudo y sin terrajeo de ningún tipo.
La mesa donde
sus pequeños hacen las tareas luce austera y sin libros.
– ¿Por qué cree
señora que sus hijos triunfan?
– No sé, niños.
Como ven somos pobres, pero ellos veo que en verdad mucho se esfuerzan.
– ¿Consumen
algún alimento en especial?
– ¡Ninguno,
niños! Salvo lo poco que da la huertita.
7.
La vida
y
su sentido
– ¿Y estas
granadillas, señora?
– ¡Velay, niños!
¡Apenas eso comen mis hijos! ¡De eso se alimentan los pobres! ¡De eso sí están
llenas las cercas! ¡De granadillas!
Y llora
desconsolada.
No sabe la
señora que la granadilla es una fruta prodigiosa. Contiene, en altas dosis,
vitaminas A y C. Y la pocas veces encontrada en otros alimentos, como es la
vitamina K. Pero, además contiene fósforo, hierro y calcio.
Es alimento con
propiedades diuréticas y digestivas, como también es rica en calorías y
altamente energizante.
– Pero no llore,
señora. Debería estar feliz, por sus hijos. –Le decimos.
A veces, lo que
parece pobreza contiene tesoros. Y una inmensa y extraordinaria riqueza, como
es nuestra granadilla dura, pequeña y prieta que nadie compra en el mercado.
Pero que se
ofrece sin reticencias en lo alto de nuestras cercas, muros y tapiales, como
también la vida y su sentido absoluto y primigenio.
Fotos 2, 4, 5, 6 y 7
Jaime Sánchez Lihón
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