martes, 26 de mayo de 2020

26 de mayo. Día de la Integración Andina. Y, ¿qué es el mundo andino? / Pero no llore, señora.


26 DE MAYO
DÍA DE LA INTEGRACIÓN ANDINA.
Y, ¿QUÉ ES EL MUNDO ANDINO?

PERO,
NO LLORE
SEÑORA

Danilo Sánchez Lihón


Crecen enredadas en lo alto de las cercas

1. Frescor
de los manantiales

Tanta ilusión ha puesto la señora en vender sus granadillas que, como nadie las compra, y pasmadas se han asoleado en la canasta, ella ya está toda ojerosa por el cansancio y por la espera; porque es casi ya de noche en la esquina de la Plaza de Armas de mi pueblo, ¡y no ha vendido casi nada!
Las granadillas recogidas de su huerta son dulces, de un sabor que al probarlas parece que se sorbe todo el frescor de los manantiales, el dorado de la luz y el suspiro de la brisa que diáfana juguetea en la cumbrera de los muros. Pero estas granadillas tienen la cáscara demasiado apretada y negruzca.
Sin embargo, su mucosidad interior exprimida entre lengua y paladar, ya en la boca, estalla como si se reventara un lucero de ambrosía. Son estas las más ricas y sustanciosas frutas de nuestros valles y comarcas, que crece casi siempre enredada en lo alto de las cercas y tapiales.
Pero la apariencia de las granadillas que se producen aquí no ayuda para su venta, porque es pequeña y prieta; razón por la cual la gente no las adquiere como debiera, ni en el mercado, ni en la calle ni en la plaza.

¡Y no ha vendido casi nada!

2. Granadilla
serrana

Tampoco se la compra porque abundan cogidas a las ramas de los árboles en los senderos libres. Y hay algo más todavía en contra de su venta, cuál es que su cáscara es dura, imposible de romper solo con la fuerza de las manos. Y más aún: son nervudas por dentro. ¡Pero su interior, ah, es miel!
– Es como nosotras. –Escucho que dice una voz de mujer en el salón. Y todos ríen.
Pero, ¡está claro entonces!, que ante las otras granadillas que vienen importadas de la costa, éstas de doña Hermelinda –que así se llama la señora que las vende– tienen todas las de perder.
No pueden competir porque las otras son grandes, amarillas, con brillo y ostentosas. Y, sobre todo, de cáscara que se quiebra con una leve y sensual presión de los dedos.
¡Y ya está allí la gasa impoluta detrás de la cual flota esa masa tejida de semillas que es deliquio de dioses!
Pero la pulpa de aquellas que traen los camiones desde lejos, comparada con las de doña Hermelinda, no es que sea insípida o desabrida, sino que no tienen el valor nutritivo que tiene nuestra granadilla serrana.

No es que sean insípidas o desabridas

3. Amarga
y sublime

Pese a que se la describe como agridulce, el sabor de la pulpa gelatinosa de nuestra granadilla en su interior acolchada por una felpa blanca, es como la imagen que nos dan esas flores leves que cimbrean sus tallos asomándose al borde de los abismos, mecidas por el viento de los caminos.
Sabor tenue a claro de luna. Sabor a violeta suave, a tejados recién llovidos mirados desde alguna puerta que da a una escalera cuando estamos solos. Sabor a escondrijos bajo cipreses y enredaderas. Sabor a niños dormidos, y a pañuelos en donde se ha llorado.
Porque la granadilla es fruta originaria del Perú, pero que ahora se consume en todo el globo terráqueo. Se la conoce también como Flor de la Pasión, porque así la reconocieron los misioneros jesuitas que incursionaron por nuestras tierras en el año 1610.
Y para su maravilla encontraron mirando entre su corola, estambres y pistilos, que allí estaban los símbolos religiosos de la Pasión de Jesús. Esto es: los tres clavos de la cruz, la corona de espinas y el látigo con que fue azotado y martirizado nuestro Señor. Y es por esta razón que ellos consideraron que su dulzura era tan honda, inefable y sublime.

La casa y el huerto de doña Hermelinda

4. Números
y cifras

¡Ah!, pero la gente ahora pasa, mira el fondo de la canasta de doña Hermelinda, escrutan la fruta con sus ojos que calculan. Y apenas rozan sus dedos con su cáscara los retiran por encontrarla poco apetecible, todo por su apariencia. Y, sin decir nada, prosiguen su camino.
– ¡Y es que las personas se dejan llevar por cómo lucen los seres y las cosas!
Hay otros transeúntes que las toman en sus manos, las levantan desde la cesta y sin decir ni preguntar su precio otra vez las dejan junto a las otras, pero diciendo:
– ¡Están muy chiquitas y duras! Y, además, ¡qué renegridas que son! ¡No tienen buen aspecto!
Al llegar la noche doña Hermelinda recoge sus atuendos. ¡Ha sumado, restado y multiplicado tanto imaginariamente! Pero nada de dinero hay en su bolso desvelado.
Y mientras la gente pasa de largo se han quedado algunos números y cifras ilusorias prendidas de sus sueños, sin apoyarse para nada en la dura, fría y cruel realidad.


A fin de comprar el láliz o el cuaderno de los hijos que estudian

5. Un poco
de pan

Números y cifras que poco a poco se van esfumando y disminuyendo en intensidad en su razonamiento, camino a su casa, como ocurre con todo en la vida.
Al llegar al lugar donde vive sus dos hijos salen corriendo a su encuentro. La toman de la mano y la acompañan hasta la cocina donde la hacen tomar asiento.
No le preguntan nada, pero están expectantes de que algo bueno les cuente. Con ojos cariñosos esperan que ella les diga quizá cuánto ha ganado.
Y tener así para comprar el lápiz que les hace falta. O el cuaderno de hojas nuevas. O la cartulina que han pedido para el trabajo manual en la escuela.
¡Para nada de eso hay ahora! Sin embargo, ella calla, para no entristecerlos. Comprenden ellos que si se demora en hablar es porque no consiguió lo suficiente para comprar las cosas pequeñas que necesitan.
Disimulará rebuscando las pocas monedas escondidas que apenas le alcanzan para un poco de pan. Y nada de merienda.

¿Por qué cree señora que sus hijos triunfan?

6. No sé,
niños

Pero hoy el Comité de Periodismo Escolar compuesto por alumnos del colegio: dos jovencitas y un varón, entrevista a doña Hermelinda.
Y es porque Juanita, su hija mayor, ha ganado el primer puesto en el concurso de matemáticas en el nivel de Educación Primaria de la Región La Libertad, dejando bien a nuestro pueblo.
Y es porque Pedro, el menor de sus hijos, ha ganado la competencia municipal en carrera de resistencia.
La casa es pobre, con paredes de adobe desnudo y sin terrajeo de ningún tipo.
La mesa donde sus pequeños hacen las tareas luce austera y sin libros.
– ¿Por qué cree señora que sus hijos triunfan?
– No sé, niños. Como ven somos pobres, pero ellos veo que en verdad mucho se esfuerzan.
– ¿Consumen algún alimento en especial?
– ¡Ninguno, niños! Salvo lo poco que da la huertita.

Y consumen lo poco que da la huerta

7. La vida
y su sentido

– ¿Y estas granadillas, señora?
– ¡Velay, niños! ¡Apenas eso comen mis hijos! ¡De eso se alimentan los pobres! ¡De eso sí están llenas las cercas! ¡De granadillas!
Y llora desconsolada.
No sabe la señora que la granadilla es una fruta prodigiosa. Contiene, en altas dosis, vitaminas A y C. Y la pocas veces encontrada en otros alimentos, como es la vitamina K. Pero, además contiene fósforo, hierro y calcio.
Es alimento con propiedades diuréticas y digestivas, como también es rica en calorías y altamente energizante.
– Pero no llore, señora. Debería estar feliz, por sus hijos. –Le decimos.
A veces, lo que parece pobreza contiene tesoros. Y una inmensa y extraordinaria riqueza, como es nuestra granadilla dura, pequeña y prieta que nadie compra en el mercado.
Pero que se ofrece sin reticencias en lo alto de nuestras cercas, muros y tapiales, como también la vida y su sentido absoluto y primigenio.



Fotos 2, 4, 5, 6 y 7
Jaime Sánchez Lihón


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