domingo, 3 de mayo de 2020

3 de mayo. Lluvia vallejiana. / El poema "Mayo" de Vallejo.


LLUVIA VALLEJIANA

EL POEMA
“MAYO”
DE VALLEJO



Danilo Sánchez Lihón


que nos brinde una espiga de ternura

1. Sabor
a rastrojo

César Vallejo escribió el poema que lleva por título “Mayo”, y que forma parte del libro Los heraldos negros, en donde retrata una virtud que adorna a las emociones sinceras, como es el candor, la inocencia y hasta la ingenuidad en la cotidianeidad de la vida ejemplar.
Y en donde hasta representa el amor y el trabajo, simbolizados en el humo saliendo por el tejado de la aldea nativa, y más precisamente de las cocinas donde se fríe o se cuece el yantar.
Mayo es el poema que muestra el amor, la idealización que César Vallejo tiene por el mundo campesino, donde se cumplen dos ensoñaciones: un idilio pastoril y el trabajo consagrado y enaltecedor.
Y que sirve tanto para conocer mejor su tierra como para conocerlo a él mismo, de cuáles son sus preferencias, su intimidad y sus gustos más sentidos.


El humo doméstico en la aurora

2. Salvaje
aleluya

Así, nos habla, por ejemplo, de una mujer casi con cualidades virginales, de una Ruth sagrada, que allí ha de encontrarse.
Y es que, a imaginar esto también se presta una naturaleza paradisíaca y magnificente como la del mes de mayo en ese paraje andino, poema que es el mural de todo un día.
Fecha en que en Santiago de Chuco “se florece”, que se denomina así al lapso que va desde la alborada hasta el anochecer del día 1 de mayo, pasando por el cardinal mediodía.
El poema empieza diciendo:
MAYO
Vierte el humo doméstico en la aurora
su sabor a rastrojo;
y canta, haciendo leña, la pastora
un salvaje aleluya!
Sepia y rojo.


Sepia y rojo

3. El último
lucero fugitivo

Donde sentimos la honda cadencia de la melodía sutil que refiere y que está recogida en estos versos, como la visión idílica, matinal y paisajística de cromaticidad intensa, cual una pintura flagrante:
Sepia y rojo.
Resaltando la naturaleza profusa y el humo que se eleva bajo la luz del día radiante que se anuncia desde el rayar del alba.
Y que se vive, porque el primero de mayo en Santiago de Chuco las familias citadinas amanecen en el campo.
Humo de la cocina, aperitivo
de gesta en este bravo amanecer.
El último lucero fugitivo
lo bebe, y, ebrio ya de su dulzor,
¡oh celeste zagal trasnochador!
se duerme entre un jirón de rosicler.


El último lucero fugitivo

4. Ganas
lindas

¿Quién se duerme?
Es, ¡el lucero del alba! Como si hubiera velado ex profeso toda la noche hasta anunciarse el sol.
Y recién se duerme cual un muchacho ebrio que ha bebido todo el néctar de esa honda emoción, con deleite y almíbar matinal, del cual cada quien ahora goza.
En donde se logra hacer mitología de lo geográfico y cósmico, la misma que queda plasmada e inmersa en el poema; ámbito de la naturaleza y del orbe que él recrea atribuyéndole acciones humanas para celebrar la vida y consagrar el amor.
Pero luego hay una unión paradójica con el mundo cotidiano, de la cocina y de los juegos de los niños, cuando dice:
Hay ciertas ganas lindas de almorzar,
y beber del arroyo, y chivatear!


y beber del arroyo, y chivatear!

5. Unción
de los trigales

Hay esos dos planos, el del mundo universal, galáctico y cósmico, y el otro: el casero, común y familiar.
Que ocurre cuando ya es el mediodía, y hay esa referencia tan suelta e íntima de las ganas lindas de almorzar, como si este acto no fuera solamente alimenticio sino de comunión con la naturaleza y con los seres humanos que nos rodean, fruición que se eleva, que sube a lo alto y se sublima con el humo de la cocina.
Ahora bien, ¡qué distinta esta alusión a cuando él se queja de hambre! ¡Qué diferente a su angustia acerca del pan, del almorzar solo y de la miseria de amor!, como se lamentó cuando eso le ocurriera después, ya estando en Lima. Y es porque aquí se trata del mundo andino, en el mes de mayo donde él traza una suerte de utopía vital, al decir:
Aletear con el humo allá, en la altura;
o entregarse a los vientos otoñales
en pos de alguna Ruth sagrada, pura,
que nos brinde una espiga de ternura
bajo la hebraica unción de los trigales!


bajo la hebraica unción de los trigales!

6. Poema
auroral

Reconocemos aquí, convicto y confeso, el anhelo de encontrar en este lugar la arcadia. representada en la mujer ideal. Vinculada, además, al mundo evangélico, y a la vez campestre, llena ella de cariño, de inocencia y honestidad, pues es:
Sagrada y pura.
Graficada a su vez en la espiga y en la consumación del amor en un lecho de trigales, que es la evocación a la cual invita a pensar el mecerse acompasado de los trigales en flor en las colinas de su pueblo natal.
Donde el vocablo “espiga” dice mucho, pues es en la espiga donde se une el fruto y la flor a lo largo de un tallo común, y que sobresale al espacio abierto.
Porque “espiga” es a la vez púa, clavo y punta, extremo de un madero que se introduce en algo.
En “espiga” se está significando asimismo el ámbito del trabajo dichoso, que es el otro ámbito y dimensión complementaria al amor, que contiene este poema auroral.


Donde el trabajo es fiesta


7. Estas
esencias

César Vallejo, el poeta de la solidaridad humana nacido entre nosotros, contribuye así a construir y avivar la utopía andina avizorada en el poema “Mayo”.
Quien acertó meridianamente de no ponerle reparos al candor ni a la inocencia ni a la ingenuidad, que la cultivó siempre como un rasgo poético, potestades que las vive y las siente, y con las cuales, además, escribe.
Y con lo cual se construye lo mejor de nuestras vidas. Inocencia de la cual se nutre y con la cual se inviste, para captar un mundo que no se ofrece de otro modo, como es el mundo andino.
Con ello erige palpitante toda la esencia y la manera de ser y actuar del alma andina. Y es que en esto él también es un ave rara por la fortaleza y, además, la sabiduría de no ocultar nada de estas esencias.


Fotos 1, 2, 3, 4, 5 y 7
Jaime Sánchez Lihón


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