LLUVIA VALLEJIANA
EL POEMA
“MAYO”
DE VALLEJO
Danilo Sánchez Lihón
que nos brinde una espiga de ternura
1. Sabor
1. Sabor
a rastrojo
César
Vallejo escribió el poema que lleva por título “Mayo”, y que forma parte del
libro Los heraldos negros, en donde retrata una virtud que adorna a las
emociones sinceras, como es el candor, la inocencia y hasta la ingenuidad en la
cotidianeidad de la vida ejemplar.
Y en
donde hasta representa el amor y el trabajo, simbolizados en el humo saliendo
por el tejado de la aldea nativa, y más precisamente de las cocinas donde se
fríe o se cuece el yantar.
Mayo es
el poema que muestra el amor, la idealización que César Vallejo tiene por el
mundo campesino, donde se cumplen dos ensoñaciones: un idilio pastoril y el
trabajo consagrado y enaltecedor.
Y que
sirve tanto para conocer mejor su tierra como para conocerlo a él mismo, de
cuáles son sus preferencias, su intimidad y sus gustos más sentidos.
El humo doméstico en la aurora
2. Salvaje
2. Salvaje
aleluya
Así,
nos habla, por ejemplo, de una mujer casi con cualidades virginales, de una Ruth sagrada, que allí ha de encontrarse.
Y es
que, a imaginar esto también se presta una naturaleza paradisíaca y
magnificente como la del mes de mayo en ese paraje andino, poema que es el
mural de todo un día.
Fecha en
que en Santiago de Chuco “se florece”, que se denomina así al lapso que va
desde la alborada hasta el anochecer del día 1 de mayo, pasando por el cardinal
mediodía.
El
poema empieza diciendo:
MAYO
Vierte el humo doméstico en la
aurora
su sabor a rastrojo;
y canta, haciendo leña, la pastora
un salvaje aleluya!
Sepia y rojo.
3. El último
lucero fugitivo
Donde
sentimos la honda cadencia de la melodía sutil que refiere y que está recogida
en estos versos, como la visión idílica, matinal y paisajística de cromaticidad
intensa, cual una pintura flagrante:
Sepia y rojo.
Resaltando
la naturaleza profusa y el humo que se eleva bajo la luz del día radiante que
se anuncia desde el rayar del alba.
Y que
se vive, porque el primero de mayo en Santiago de Chuco las familias citadinas
amanecen en el campo.
Humo de la cocina, aperitivo
de gesta en este bravo amanecer.
El último lucero fugitivo
lo bebe, y, ebrio ya de su dulzor,
¡oh celeste zagal trasnochador!
se duerme entre un jirón de rosicler.
El último lucero fugitivo
4. Ganas
4. Ganas
lindas
¿Quién
se duerme?
Es, ¡el
lucero del alba! Como si hubiera velado ex profeso toda la noche hasta
anunciarse el sol.
Y
recién se duerme cual un muchacho ebrio que ha bebido todo el néctar de esa
honda emoción, con deleite y almíbar matinal, del cual cada quien ahora goza.
En
donde se logra hacer mitología de lo geográfico y cósmico, la misma que queda
plasmada e inmersa en el poema; ámbito de la naturaleza y del orbe que él
recrea atribuyéndole acciones humanas para celebrar la vida y consagrar el
amor.
Pero
luego hay una unión paradójica con el mundo cotidiano, de la cocina y de los
juegos de los niños, cuando dice:
Hay ciertas ganas lindas de
almorzar,
y beber del
arroyo, y chivatear!
5. Unción
de los trigales
Hay
esos dos planos, el del mundo universal, galáctico y cósmico, y el otro: el
casero, común y familiar.
Que
ocurre cuando ya es el mediodía, y hay esa referencia tan suelta e íntima de
las ganas lindas de almorzar, como si este acto no fuera solamente alimenticio
sino de comunión con la naturaleza y con los seres humanos que nos rodean,
fruición que se eleva, que sube a lo alto y se sublima con el humo de la cocina.
Ahora
bien, ¡qué distinta esta alusión a cuando él se queja de hambre! ¡Qué diferente
a su angustia acerca del pan, del almorzar solo y de la miseria de amor!, como
se lamentó cuando eso le ocurriera después, ya estando en Lima. Y es porque
aquí se trata del mundo andino, en el mes de mayo donde él traza una suerte de
utopía vital, al decir:
Aletear con el humo allá, en la
altura;
o entregarse a los vientos otoñales
en pos de alguna Ruth sagrada, pura,
que nos brinde una espiga de ternura
bajo la
hebraica unción de los trigales!
6. Poema
auroral
Reconocemos
aquí, convicto y confeso, el anhelo de encontrar en este lugar la arcadia.
representada en la mujer ideal. Vinculada, además, al mundo evangélico, y a la
vez campestre, llena ella de cariño, de inocencia y honestidad, pues es:
Sagrada y pura.
Graficada
a su vez en la espiga y en la consumación del amor en un lecho de trigales, que
es la evocación a la cual invita a pensar el mecerse acompasado de los trigales
en flor en las colinas de su pueblo natal.
Donde
el vocablo “espiga” dice mucho, pues es en la espiga donde se une el fruto y la
flor a lo largo de un tallo común, y que sobresale al espacio abierto.
Porque “espiga”
es a la vez púa, clavo y punta, extremo de un madero que se introduce en algo.
En “espiga”
se está significando asimismo el ámbito del trabajo dichoso, que es el otro ámbito
y dimensión complementaria al amor, que contiene este poema auroral.
esencias
César
Vallejo, el poeta de la solidaridad humana nacido entre nosotros, contribuye así
a construir y avivar la utopía andina avizorada en el poema “Mayo”.
Quien
acertó meridianamente de no ponerle reparos al candor ni a la inocencia ni a la
ingenuidad, que la cultivó siempre como un rasgo poético, potestades que las
vive y las siente, y con las cuales, además, escribe.
Y con lo
cual se construye lo mejor de nuestras vidas. Inocencia de la cual se nutre y
con la cual se inviste, para captar un mundo que no se ofrece de otro modo,
como es el mundo andino.
Con
ello erige palpitante toda la esencia y la manera de ser y actuar del alma
andina. Y es que en esto él también es un ave rara por la fortaleza y, además,
la sabiduría de no ocultar nada de estas esencias.
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