NACE
RABINDRANATH TAGORE
Rabindranath Tagore nació el 7 de mayo
del año 1861 en Calcuta, la India. Fue poeta,
músico y novelista. Recibió el Premio Nobel
el año 1913. Entre sus obras más notables
se cuenta: Jana - Gana - Nana.
ESA LLAMA
MILENARIA
Detalle de La primavera, de Botticelli
¡Oh
noche que juntaste
amado con amada!
San Juan de la Cruz
1. La vida
incipiente
Desde la
explosión del mundo, hace cinco mil millones de años, en que una gigantesca
bola de cristal hecha de materia ígnea estalla y se expande en miles de
fragmentos ardientes, pasaron otras decenas de millares de años hasta que esos
elementos fueron formando estrellas y planetas lejanos.
Esa materia fue
ordenándose luego en galaxias, a partir de lo cual, en la pequeña molécula
sideral que es la Tierra, transcurrieron milenios para que fueran separándose
poco a poco las aguas de las rocas y las materias sólidas, nacieran los mares
estupefactos.
Volvieron a
pasar nuevamente miles de centurias para que en alguna playa embrujada brotase
un corpúsculo tembloroso. ¿Qué era? ¡La vida incipiente!, a partir de la cual
se conformaron los vegetales y emergió algún día la primera rosa extasiada.
Tiempo después
diversas criaturas deambulaban en esa calma ensimismada, no exenta de
calamidades. Allí ocurrió que sucumbieron los dinosaurios, luego de la primera
conflagración que se desatara, debido a una glaciación polar que asoló esa
esfera planetaria.
2. ¿Por
qué?
Pero hay el
registro en una ladera de Laetoli, en Tanzania, en la lava de un volcán
petrificada y sellada luego por el deslizamiento de otras capas terráqueas.
¿Qué es ello? Es
la constatación del paso de una caravana asombrosa que huía de las candelas y del
magma ardiente de esa cólera desatada por la naturaleza. En esa caravana iban
adelante los leopardos, detrás leones y panteras, luego los osos y elefantes, y
después los búfalos y bisontes.
Y finalmente, en
este documento milenario sobre el suelo del planeta, hay unas pisadas leves,
casi aladas de la primera pareja humana, con las plantas de sus pies
nítidamente impresas, pero como elevándose del suelo.
Estos son los
primeros indicios, marcas y señales humanas que se registran en esta tierra
estremecida y pasmada. Es la más antigua evidencia del paso de un hombre. Y al
lado suyo las huellas de una mujer. Cabe suponerlo ¡llena de encanto y embeleso!
Pero hay un
detalle que asombra: las pisadas de los pies más pequeños son más hondas. ¿Por
qué?
En esa caravana asombrosa
3. El suelo
de adentro
¿Son más
intensos los pasos de la mujer quizá porque siguen a los pasos del varón? Es porque
lleva a un hijo en las entrañas es la conclusión de los analistas del documento
de Laetoli.
Es conmovedor
que los rigurosos y atildados científicos hayan contemplado que esas pisadas
son más hondas por el peso de la maternidad en gestación.
No deja de ser
también poesía este apunte lacerado, porque el fruto del amor y la
identificación entre uno y otro cuerpo o alma resulta ser por igual un enigma.
Pero yo creo que
es el peso del misterio que toda mujer encarna lo que hace más hondas que las
del varón sus pisadas, sea sobre la lava de un volcán o sobre el suelo común y
corriente.
Que la mujer al
tocar la tierra tiene otro peso en el cuerpo y en el espíritu que se suma al de
su cuerpo y al de su alma subyugada. De allí que siempre la poesía se destina
hacia una mujer. Y hasta es mujer ella misma, por eso se llama poesía.
Y la hacemos los
varones como una búsqueda de las pisadas hondas de mujer en el suelo de afuera,
pero más en el de adentro, a veces ausente, otras veces apenas perceptible y
otras veces fantasmal.
4. Sublime
y sagrada
¡Eso sí! No
éramos los primeros, sino los últimos de esa peregrinación sorprendente. Delante
iban los poderosos seres terráqueos:
Las fieras
animales, soberbias e irrecusables, que frente a su hambre el pobre hombre
podía haber sido apenas un aperitivo casi despreciable.
Delante iban los
reyes del universo de aquel tiempo. El hombre iba detrás, rezagado, intimidado,
es posible que conmovido. Cabe imaginar que después de él ya no había nadie.
Hubieran estado
las aves y los peces. Pero éstos últimos tenían su propio elemento y espacio
dichoso. Y aquellas primeras eran más dotadas que el hombre puesto que volaban.
Pero yo creo que
aquella pareja iba detrás no solo porque era más débil y menos aventajada que
los demás animales. Sino que el motivo es nuestra naturaleza sublime y sagrada.
Esa pareja iba
detrás no sólo porque el leopardo que encabezaba ese desfile la hubiera
devorado al instante, sino que había otra razón inexorable: Demoraban su paso
porque a ambos les fascinaba mirarse a los ojos y eso entorpecía su paso.
5. La otra
orilla
Pero, sobre
todo, demoraban sus pasos porque encontraron, hombre y mujer, a la rosa
extasiada del camino y enmudecieron ambos al contemplarla en el sendero.
Porque en ella
sorprendieron lo que sentían el uno hacia el otro. Y porque ante ella se
hicieron juntos una pregunta. Interrogante que hasta ahora los descendientes de
esa pareja antediluviana nos hacemos sin respuesta que nos satisfaga.
¿Cuál es? Es
esta: ¿Qué significa la rosa? ¿A qué corresponde tremendo misterio? ¿Qué somos
ahora los dos reunidos y caminando juntos ante la amenaza o lo propicio del
cosmos? Y esa es la pregunta esencial y el misterio de la poesía.
En esa mirada y
en esa pregunta, hecha en el ese instante de la huida, sea en la agitación
inevitable o en el descanso arrebolado a la vera del camino, ante el asombro de
algo aparentemente inútil pero lleno de claves secretas, nace la poesía.
Ante el enigma
de la rosa impoluta, que es la otra orilla de la explosión y el incendio, a
despecho de la caravana de seres poderosos que presidían la marcha buscando
refugio, allí precisamente se configura y estalla la poesía.
6. Ave
y milagro
Nace la poesía
que es una pregunta sin respuesta, riesgo supremo sin explicación posible. Que
es probablemente sólo estupefacción, delirio y orfandad consumada.
Es quizá un
flechazo de lo sagrado solo para esa pareja rezagada, no sé si asustadiza o valerosa,
y que son nuestros primeros padres.
Pero eso sí
sintiendo que una emoción profunda, que puede definirse como el amor, se alzaba
de sus corazones igual o más que el volcán en erupción que explosionaba.
Y aquella es la
parábola y el arco de emoción inagotable, luminosa y a la vez conturbada, que
sustenta toda auténtica y temblorosa poesía.
Y nace con el
amor el vuelo del espíritu. Ahí el Hombre deja su materia física y sensible. Ahí
abandonamos nuestra condición terrena para ser lo que somos: vuelo, ave y
milagro.
Alcanzamos a ser
idea y trascendencia hacia otros universos y confines, quizá el mayor: aquel
hueco interior de nuestro pasmo y silencio que hasta ahora no cesamos de
llenar.
Ante esa mirada y esa pregunta
7. Lumbre
que protege
Ante esa mirada
y ante esa pregunta –teniendo detrás el volcán en llamas y en el interior del
alma enhiesta otra rosa atónita– es cómo nos acercamos piadosos y reverentes,
trémulos y esperanzados al misterio de lo que es la poesía.
Y acontece y se
suma al anterior otro milagro, cual es que en el transcurso de millones de años
es admirable cómo cada día siguen abriéndose rosas y continúa el hombre
buscando el sentido, lleno de una actitud nueva, a esa flor primigenia, tan
íntima, personal e inagotable; mínima e inconmensurable.
Con lo que
quiero decir que es una victoria cómo brota la poesía, que ahora es un torrente
inagotable.
¡Cómo aflora,
fluye y mana esa savia que deja ostensible e inerme nuestra naturaleza divina!
¡Cómo surge,
crece y estalla esta llama, candela, fuego o materia ígnea que es condenación y
salvaguarda frente al vacío! ¡Que no se cansa!, que nunca se apaga, que siempre
está viva.
Y que sobresale,
a veces por un resquicio que apenas se abre. Para luego irse haciendo cauterio
y resplandor que ilumina. ¡O lumbre que protege y nos abriga! Y también, con
frecuencia, en apenado olvido.
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