17 DE JUNIO
DÍA DEL LUSTRADOR DE CALZADO
AQUEL
HOMBRE QUE
HA MUERTO
Danilo
Sánchez Lihón
Aquel lustrador de zapatos que ha muerto abandonado en su covacha de la
esquina, es más grande, con toda su pobreza encima, que todos los hombres y que
todas las estrellas.
Prolijo en escoger sus pomadas y escobillas, en arreglar el dril y la
franela, hechas cintas, para sacarle brillo al calzado.
Y en sacarle lustre al cuero haciendo movimientos donde los pies del
cliente sentían un batir de olas del mar, o el viento en las espigas de trigo
de los campos sembrados.
Ningún hombre se le compara ni en grandeza ni en sabiduría. Es único.
Nadie más auténtico, original y providente que él, inclusive en lo mínimo y
pequeño.
Ni el prudente Sócrates, sereno y lúcido en la captación de la verdad
como preciso en el lenguaje, ni San Agustín atravesado de una luz interior
maravillosa que le hacían decir lo que dijo.
Ni Galileo Galilei asombroso en sus cálculos y mediciones de lo que no es
visible a los ojos, pero sí a su mente. Ni Albert Einstein asomado con ojos
inocentes en la exploración del infinito, son más grandes que él.
Jamás se lo puede comparar, ni igualar ni sustituir. Ni Leonardo, ni
Miguel Ángel; ni Mozart ni Beethoven. Nadie es más que él. Ni Cervantes, ni
Shakespeare, ni Dante ni Vallejo.
Su vida es irremplazable. Y ninguna de las ciencias, las artes o las
religiones lo alcanzan, lo superan o podrían ser capaces de equipararse a él. Ha
muerto, y por ser insustituible, este hecho es una hecatombe.
Fotos de
Daniel Egúsquiza Sánchez
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