25 DE JUNIO
DÍA DE LA GENTE DE MAR
NAYLAMP,
Y AQUELLO
QUE SOMOS
Representación de Naylamp
1. Poblados
y caseríos
– ¿Qué día es este?
¡Oh día pródigo! ¡Hora feliz, venturosa y
exultante! Cuando se acercan cien naves adornadas en su proa por cien abanicos
de plumas multicolores y guirnaldas que penden de uno a otro mástil y hacia uno
y otro confín.
Y esto ocurre después de un tiempo de
diluvio en que las aguas arrasaron valles y laderas y la lluvia azotaba
implacable con viento, cellisca, rayos y truenos. Los ríos cargaron sus
caudales, y se salieron de su cauce anegando comarcas y sembríos. Las lagunas desbordaron
e inundaron praderas y colinas ocultando a su paso bosques, breñas y arenales.
Reinó una oscuridad flagrante en que solo
se oía el rumor de las aguas arreciando y descargándose contra el mundo en
tempestades implacables.
Murieron muchos animales, se dispersaron
los seres humanos que habían construido cabañas que formaban poblados y caseríos.
Otros se refugiaron en cuevas y oquedades en donde escaseaban alimentos como también
abrigo.
2. El centelleo
del oleaje
Parecía que la existencia se acababa sobre
la faz de la tierra. Las descargas de relámpagos eran el anuncio de una
destrucción total, tanto del mundo de arriba, el de los cielos a punto de
derrumbarse, como el de la superficie que era un mar de agua y había
desaparecido, como del subsuelo que temblaba y se estremecía.
Hasta un día inesperado y sorpresivo en que
todo repentinamente cambió. Cesó la lluvia que se abatía inclemente. Disminuyó inesperado
el caudal de los ríos antes desbocados. Cesaron las avalanchas que asolaban bajíos
y quebradas.
Se insinuaron las cumbres de los cerros que
recién se veían con sus crestas humedecidas, después de mucho tiempo en que se
extrañaba su perfil en el horizonte, en donde se esbozó una leve claridad de
alba.
Lo que antes era un cataclismo retrocedía
envuelto en nubes que se iban apagando, dando lugar a una inmensa calma. Se
despejaron los cielos que nuevamente se tornaron luminosos.
Los seres humanos que aún quedaban
sobrevivientes salieron de sus escondrijos a contemplar la orilla del mar en
donde nuevamente se separaban la tierra y el agua mientras emergía en el confín
un sol radiante.
3. Oro, plata
y diamantes
Y divisamos a lo lejos sobre las olas del
mar algo que al principio parecía solo una reverberación, el centelleo del
oleaje, el burbujear de la espuma de un tumbo.
Pero pronto se dibujaba en la pupila de
nuestros ojos asombrados las naves de una comitiva inconcebible por lo fabulosa,
inefable por lo sorpresiva y legendaria emergiendo desde la oscura noche en que
estábamos destinados a perecer.
Allí recién nos damos cuenta que después de
mucho tiempo las aves revolotean inocentes en el contorno de la playa en donde
estamos de pie estupefactos ante lo que ven nuestros ojos.
Cien naves nítidamente perfiladas bajo el
sol, que con su luz radiante destaca hasta el mínimo detalle de las velas
infladas por el viento, cuando la tierra a nuestro alrededor florece y el mar
con sus olas y su espuma le pone a todo un encaje de oro, de plata y de
diamantes. Y nos preguntamos:
4. Colores
centelleantes
– ¿Qué día es este?
Cuando se oye una algarabía de música que
atruena el universo. Y que sobresale de las naves que suavemente encallan en la
arena blanca y bermeja.
En el puente de mando de la nave principal permanece
el jefe de esta expedición con los ojos fijos en el horizonte, sereno y
ecuánime.
¿Quién es él? ¿Qué designio lo conduce
hasta esta ribera con tanta pompa y ostentación hasta en sus atuendos?
Es un ser de inigualable hermosura y majestad,
de donosura y valor sin par. Y de inmensa magnificencia.
Viste una diadema de plumas sujeta por una
magnífica turquesa. Lo acompaña su esposa, Ceterni, fina y tocada de una mágica
belleza.
Sus acompañantes todos lucen collares de piedras
preciosas colgados de sus cuellos, adornos de caparazones de moluscos, de escamas
de peces y conchas de mariscos trabajados en formas y colores centelleantes.
5. Para
bien vivir
Y es a mí a quien entonces escucho hablar,
erigido en una saliente del farallón, y de este modo:
– ¡Quiénes son ustedes y a qué han venido?
Eso digo. Y escucho que mis palabras son
claras y nítidas rubricadas por las olas del mar rugiente.
– Checán, el que sabe amar, yo te saludo!
Soy Naylamp, tu hermano. Nos criamos juntos, hijos del mismo padre y madre. Yo
descendí a tierra conservando la memoria de lo que somos. ¿Recuerda hermano en
quién creemos?
– En Yampayec.
– Y, ¿es este? –Y me muestra la estatua
esculpida en cristalina piedra verde de jade.
– Sí, es él, digo. –Corremos ambos y nos
abrazamos, y entre nosotros Yampayec. Es Naylamp, mi hermano, a quien llamamos
El ave marina.
– Checán, tú quedaste y has sobrevivido. Yo
me fui y ahora vuelvo. Juntos somos la memoria de lo que fue. Qué bueno
encontrarte y que hayas permanecido vivo.
6. Memoria
de lo que somos
Y prosiguió:
– Yo volveré al lugar donde moro. Tú reúne
a la gente dispersa y juntándolos en pueblos dichosos, recordémosle sus virtudes,
sus valores y a tener fe. Adorar y creer. Seamos personas pacíficas, amantes
del bien, la verdad y la belleza. Enseñaremos las artes, las ciencias, y a
trabajar extrayendo los productos del mar. Tú enseñándonos a cultivar la tierra
y creando productos para bien vivir. Cumplida mi labor yo regresaré al lugar de
donde he venido.
Con Naylamp lo primero que recordamos es a
tejer redes, a perfilar las boyas y a construir las naves para pescar los
cardúmenes de peces que flotan en el mar. A cómo tirar las redes, extenderlas y
a cómo saberlas halar.
Volvemos a recordar a cómo recoger mariscos
y moluscos. A fabricar nuestras canoas y lanchas, así como s saber interpretar
el lenguaje de las olas, a saberlas esperar y reverenciar al mar como una
presencia sagrada. Volvemos a admirar la naturaleza y a no dañar ni coger de
ella lo que no requerimos ni necesitamos. A saber, respetarnos entre seres
humanos, así como su esposa Ceterni aprendió a cultivar la tierra y a criar el
ganado, y a las aves de corral.
7. Un pueblo
feliz
Y con Naylamp vinieron los grandes maestros
que teníamos antes, como Occhocalo que nos enseñó a cocinar la comida marina,
junto con Ninagintue que nos instruyó en preparar bebidas como la chicha.
Ninacola con quien volvimos al trabajo de
la artesanía en cerámicos y en madera, y sobre todo en base a la concha de espóndilos;
junto con Llapchilulli que nos mostró el arte de la costura.
El maestro trompetero y tañedor de
caracoles Pitazofi nos recordó el arte de la música y la danza que tanto
amenizó su viaje de venida y el arribo de las cien naves que acoderaron en nuestras
costas.
Cumplido todo esto Naylamp alzó el vuelo y
se alejó volando hacia el lugar sagrado en donde ahora mora, habiéndonos
ayudado a forjar un pueblo feliz que dio lugar a una gran cultura desde
entonces conocida y venerada como es la cultura Lambayeque, al norte del Perú.
Naylamp mi hermano, pese a que se había ido
y lo dimos por perdido, conservó lo que habíamos olvidado. Y entre estas
emociones la del encanto, de la fascinación y la alegría. Ahora entre nosotros su espíritu vive para siempre.
¡Jajaylla, hermanos!
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