5 DE JUNIO
DÍA DEL MEDIO AMBIENTE
LA
INMORTAL
PRADERA
Danilo Sánchez Lihón
1.
La naturaleza es maravilla en sí misma, es portento y es asombro, es
tino y sabiduría que causa arrobamiento, éxtasis y fascinación.
No solo su presencia y vistosidad, sino su esencia; como cada uno de sus
procesos y desenvolvimientos cuando los conocemos y que nos producen embeleso,
deliquio y deslumbramiento.
Cada grumo de lo que es polen, semilla y germinación, cada partícula de
materia viva, cada corpúsculo que se sumerge, flota o se eleva es quimera y es
prodigio y maravilla.
Hay medio millón de variedades de flores sobre un manto verde que cubre
de esplendor la superficie terrestre como una alfombra regia.
Cada una posee en sus pétalos formas, colores y comportamientos
admirables que la mente humana a lo primero y a lo último que atina es a
sumirse en éxtasis, en reverencia y adoración.
2.
En las profundidades de los mares y océanos nos encontramos con
verdaderos tesoros, que parecieran querernos decir que lo más bello y estupendo
yace oculto, secreto y a oscuras.
En el fondo de las apariencias y en lo más escondido de nosotros mismos.
Basta considerar el medio ambiente que nos rodea y circunda y que hace
posible que la vida exista sobre la faz de la tierra.
Con sus dos componentes básicos de nitrógeno y oxígeno en las
proporciones ideales guardando un equilibrio supremo, y que hacen posible todo
el portento de la creación.
Fenómenos que nos sumen y encandilan en considerar que la vida es un
pasmoso milagro del universo.
Por eso, el gran pintor universal Rembrandt, creo que hablando
confidente y consigo mismo, acuñó esta frase: “Elige solo una maestra: ¡La
naturaleza!”.
3.
Y tú en ella, mi aldea nativa con su campanario, mi inolvidable
querencia, mi lar natal; con el muro florecido, las tejas humedecidas y a lo
lejos las puntas diamantinas de los nevados de la Cordillera Blanca.
Y en el
misterio de las casas en pie, la niña mía del alma, como flor fragante, como
las hadas que viven en todos los cuentos que los niños escuchan ya dormidos y
que se pasea silenciosa por nuestros sueños.
De lentos
ojos negros, de tez del color del trigo, de hondas caderas y de falda inocente
con ese pañuelo en su cuello. Ese ser mujer como expresión inconsútil, y enigma
supremo de la naturaleza.
La niña
que mora entre nuestros brazos, que la tenemos acurrucada para siempre en lo
más entrañable del alma, donde es ella la inmortal pradera.
Todas las fotos:
Jaime Sánchez Lihón
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