sábado, 6 de junio de 2020

6 de junio. Estampas de tierra adentro. / Parvas y espigas de junio.


6 DE JUNIO
ESTAMPAS DE TIERRA ADENTRO

PARVAS
Y ESPIGAS
DE JUNIO
     
Danilo Sánchez Lihón

    



Porque en aquel alero
regábamos ilusos una flor
cuyo nombre nos entristecía,
cuál era: “No me olvides”.

    
1. Llano
o ladera

En el mes de junio, en mi comarca se barren, al lado de cada terreno de cultivo, las parvas alistándolas a recibir el grano de trigo, de arveja y lenteja.
Y se entretejen haces de rastrojos nuevos y se arman las chozas que se alzan a su vera y en su contorno, durmiendo ahí la familia, o los niños, que van a la cosecha.
Que es como dormir a campo traviesa, pero bajo techo. Cuidando que en la noche no lleguen hasta ese lugar los animales que destrozarían las gavillas recién cortadas y traídas desde los campos, sea que queden en el llano, en ladera o en terreno empinado.
Donde después de la siega han quedado con sus tallos erigidos hacia el cielo, pero desolados en la tierra donde quisieran volar, pero adonde les sujetan todavía las raíces.


2. ¿No
saben?

Mustios de ya no tener en su copa las espigas ni las vainas con sus frutos repletos.
Esto digo, dándome cuenta que mis alumnos me observan sin entenderme, mirándome con desconcierto, habiéndome dejado que yo me explaye a mis anchas, pero sin ellos entender nada.
– ¿Algo pasa? –Les pregunto.
– Sí, profesor. ¿Qué es una parva?
– ¿No saben lo que es una parva?
– No, profesor.
– Y, ¿han visto frutos de trigo, de cebada o de avena en sus espigas?
– Tampoco, profesor.


3. Rumor
del bosque

Entonces me siento en mi pupitre desolado como los rastrojos después de haber sido segados sus frutos, arrepentido también de mi larga perorata.
– Pero, díganos ¿qué es una parva, profesor, porque en verdad sí nos interesa saber?
Ante esta nueva indagación nuevamente me quedo asombrado y estupefacto. En verdad, sumergido en la evocación.
Mientras esbozo mi respuesta se entrecruzan por mi mente todos los paisajes y, sobre todo, las fragancias.
Como también el aleteo de las aves que rondan las sementeras; y del viento y hasta del rumor del bosque acompañado de los trinos de todos los pájaros.


4. Campos
sembrados

Y me sonrío levemente pensando que recién en este punto descubro la razón para que se armen las chozas en los contornos de las parvas.
Y cuál es sentir las fragancias de los tallos recién cortados y la exhalación de la vida vegetal que al ser cosechada emiten sus mayores perfumes.  
Y demoro en contestar, mientras vuelven a pasar por mi recuerdo y por el revés de mis ojos, las nubes, las colinas y los campos sembrados.
Como las flores de los prados y las cercas colmadas de tunas y magueyes con sus ramas como cabezas de violines en donde se posan los jilgueros.


5. El reino
de los olores

– Las parvas –digo lentamente absorbiendo el aire colmado de aromas y sabores­–, son explanadas que se hacen en lo más saliente de una colina y en lo más empinado de un predio, en donde sople el viento.
 Hasta ellas se cargan los atados de espigas que luego de la trilla se las ventea para separar la hojuela que cubre el fruto tierno, sea el trigo, la cebada, la arveja, la lenteja o el frejol.
En la parva sobre todo inunda el reino de los olores de las gavillas recién cortadas, de los tallos y las plantas inmoladas y de la fragancia de los alcanfores que el viento arrebata.
También son lugares de amplia visión y encantado descanso, para mirar hacia lo alto y hacia lo profundo de la hondonada.


6. Original
Y radiante
    
Cerca de la parva se alza la choza para en ella servir la comida y librar del sol al hijo tierno.
Y la cual por la noche se convierte en atalaya.
¡Yo, felizmente, he velado en ellas sin poder dormir por la luz de las estrellas!
Al evocarlas se agolpan en mi alma las vivencias de mi infancia.
Y el asombro que produce el cielo tachonado, hasta el punto de no haber sitio dónde clavar una aguja que no estuviera cubierto de luceros.
Donde uno siente estar en el centro del estallido de la creación, que se da en un silencio cósmico, y en donde solo la tierra canta.
Mientras todo reposa para nacer de nuevo hacia un día propicio, original y radiante.


7. Colinas
Y bajíos

Siempre hay en ellas, en las parvas, los ojos cristalinos de una niña que a través de ti mira la lejanía.
En cuyo gesto tierno y compasivo hay la cuna de un niño dormido que quizá sea muy pronto el día en que se despierte.
Niña con labios rojos de sangre. Pura como una azucena y fresca como una fruta aún en el árbol.
O, más bien, como un hondo manantial, luz y neblina de las altas montañas.
Con una falda y una blusa que se extienden desde lo alto del cielo hasta la profundidad del río que a la luz de la luna se lo ve como una hilacha de plata.
Una niña a partir de quien se siembran las flores del campo, y se extienden las colinas y bajíos en lontananza.

Fotos 1, 3, 4 y 5
Jaime Sánchez Lihón


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