DÍA MUNDIAL DE
LOS OCÉANOS
NAVEGANTE
DE
MARES
IGNOTOS
Danilo
Sánchez Lihón
El océano. Foto: Jaime Sánchez Lihón
1. Poesía
provecta y sabia
El poeta Juan
Ojeda quien nació en 1944 y murió en 1974, es poeta marino, argonauta,
oceánico; y pescador como chimbotano que fue; de padres y familia dedicados al
mar. y quien escribió como obra cumbre el libro “Arte de navegar”, quien zarpa
desde todo puerto cada anochecer llevando una carga de preguntas sin respuestas
que se hunde en lo peor de las tormentas, tempestades y arrecifes de los mares
procelosos.
Donde se
conceptúa el tiempo como una unidad de contrarios, un movimiento dialéctico
compuesto de conjunción y dispersión. En donde en el instante está contenida
aquella esencia y madre que es la eternidad. Siendo desde ese mar de la
eternidad desde donde él asume su canto o su testimonio, desde la vejez o
senectud como corresponde por ser edad síntesis de vida, aunque él no alcanzó a
cumplir los 30 años de edad.
Pero a Juan
Ojeda le atrajo siempre la edad provecta que, en sus gestos, en su talante y en
su voz reproducía y trataba de situarse en esa condición, con un tono grave y
aciago, haciendo que su lenguaje parezca longevo, aunque colmado y desbordante
en prodigar un compendio de vida.
2. Decidirse
a morir
Poesía densa y
vetusta la suya, donde se suma a la belleza solemne de sus acordes una recia
sabiduría.
Donde las
imágenes con ser soberbias resultan pospuestas a la firmeza de los juicios que
allí se ofrecen.
Poesía de
espacios amplios y tiempo detenido, donde las sensaciones son abolidas y
solamente se hacen broncos los conceptos.
¿Cómo puedo hablar del fruto
Y la semilla, si no conozco los orígenes?
Tendré que retornar a las raíces,
Buscando la evidencia, bajo la confusión;
Llenándome de siglos y piedras,
Como asiendo los significados,
Y sus designios,
la verdad perenne.
Y corroborando
todo ello decidirse a morir arrojado en una pista con el cráneo destrozado en
el amanecer del día 11 de noviembre del año 1974 como realmente ocurrió a este
peregrino de un sentido al parecer ausente en este mundo.
El océano
3. Las manos
3. Las manos
en el fuego
Poesía donde no
hay exaltación sino sapiencia; no hay tanto figuras literarias como reflexiones
y sentencias. No prevalece el ardor o la fruición sino la adustez y el
conocimiento.
Su belleza es
interior y sobrehumana; imponente, con el rostro acre y desencajado. Y con las
manos en alto y crispadas. O piadosamente recogidas. Grafica con imágenes y
metáforas realidades profundas y verdades supremas, intuyendo hacia dónde va la
marcha del universo.
Es un aviso
urgente que nos dice que el tren en el que vamos corre descarrilado y será
inevitable que se precipite en el abismo tenebroso del océano. Siendo su
suicidio, tal y como ocurrió con Juan, voz de alerta y un llamado de atención
urgente, una clarinada de alarma. Y la coherencia imperiosa y total con lo que
él sostiene en este libro
Pero también en
relación exacta con su opuesto. ¿Cuál? Comprometerse a cambiar el curso de la
historia, poner las manos en el fuego para no seguir siendo cómplices de este
descalabro y de este siniestro.
Pero él eligió
auto inmolarse e hizo más difícil aún todo discernimiento.
3. El caos
inmisericorde
De allí que Arte
de navegar pertenece a la literatura de visiones, en donde los elementos que se
nombran tienen carácter de símbolos. Con un significado peculiar y misterioso,
de acuerdo a una estética y a una creencia.
Quizá también a
una religión. Lo menos a un código de principios y normas escondidas.
De allí su
dificultad y su carácter críptico, donde los escenarios y actores se asemejan a
un auto sacramental, con un lenguaje canónico y epopéyico, con el acento
profético de las obras sapientales, oscuras para todos los tiempos.
Sus acordes son
de trombones y bajos, de tubas y violoncelos. Y en lo alto y a lo lejos, o en
lo profundo de la sima u hondonada una nota sutil de diana.
Música que se
contempla crearse y hundirse en el infinito cósmico y en el caos inmisericorde,
lejos de toda cotidianeidad y de todo consuelo, como carente de toda piedad.
5. Sus remos
o sus alas
Obra ritual,
como la consagración de una misa en un oficio de difuntos. Acto con el cual él
justifica su vida y su muerte: ¡himno y expiación!, ¡hosanna, martirio y
execración!
Es carta de
navegación y testamento ológrafo; cuaderno de bitácora y escotilla de
perdición. Es códice de los tiempos antiguos y nuevos; cometa lanzada a un
tiempo inexplorado e irredento.
Es un canto
ceremonial con la compulsión de un estigma que nos lleva a la fatalidad. Y con
la ilusión incierta de ser una tabla de salvación.
De allí que en
ella no haya anécdotas, ni complacencia hacia el lector, porque en verdad esta
obra la hizo para sí mismo o para la eternidad. O para Caronte, su acompañante
y su divinidad.
Con este libro
Juan navega en los ámbitos siderales: es su nave, sus remos o sus alas, su
carta de presentación a la potestad ambigua con la cual lucha, se enfrenta, se
mezcla, se destruye y con la que al final se redime o vulnera.
6. El prodigio
y el vacío
La obra Arte de
navegar se sitúa al borde del abismo, en el peligro pleno, en el flanco
izquierdo del acantilado desde donde sólo se cae. Escrito ansioso de escuchar
su propio grito de suicida, desafiando a las verdades trascendentes.
Consagrando a su
develación total acerca del origen y el signo que encierra la creación.
Dispuesto a arrojarse sin contemplaciones para auscultar el ojo madre del
universo y el misterio que nos cerca por fuera y por dentro, y a fin de desgarrar
sus espesas vestiduras.
Decidido a
vengarse de la ballena blanca del destino humano que le ha arrebatado el
privilegio del sueño deleitoso y el despertar complacido. En quien sobrecoge la
majestad y hasta la violencia de sus versos y estrofas, más que en el plano
formal en el fondo misterioso e inalcanzable de sí mismo y de lo que trata de
auscultar.
Es
inconmensurable en la dimensión de su canto, que además de ritmos, imágenes,
emociones y principios que lo sustentan, muestre el prodigio y el vacío portentoso
que hay en la creación del mundo y en la existencia humana.
7. Con su mano
rota
Y el designio
estremecedor es que de todo ello nos deje un testimonio, sea esperanzado o sea
fatal, de lo que debemos cumplir en esta hora y deshora sorpresivas.
En Arte de
navegar Juan es demiurgo y es profeta, es gran maestro y es loco a la deriva.
Es esta obra una proeza del género humano, donde se contiene todo, hasta la
actitud heroica de morir en el estertor y el sangrar de sus páginas.
Dejando escrito
en el libro en el que se nos da una imagen contrita del mundo en su
desquiciamiento; en acordes rudos y acompasados de misa de difuntos o de
responso fúnebre por sí mismo y por el hombre.
Poesía supra
natural, de un mundo único, lejos de las melodías, estilos y temas consabidos,
donde todo es distinto, inusitado y sorprendente en los componentes y en el
conjunto, en los detalles y en la densidad de la trama. Con la belleza de lo
grandioso, monumental y patético:
Ahora que la muerte frota sobre el aire su cadena.
De estas ruinas
que el mar bate oscuramente con su mano rota.
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