10 DE JULIO
DÍA DE LA BATALLA DE HUAMACHUCO
HERENCIA
DE
GLORIA
Danilo Sánchez Lihón
Andrés Avelino Cáceres
1. Orgullo
y altivez
De los 1440 hombres peruanos que ingresaron a luchar en la batalla en
Huamachuco, el 10 de julio del año 1883, murieron más de mil. Fue un
holocausto.
En la fibra de cada uno de esos varones insignes estábamos cada uno de
nosotros. Estabas tú, herido.
Me encontraba yo, no sé cómo, empuñando quizá en la mano este lapicero
con el cual te escribo. ¡Hermano del alma!
Borbotándonos la sangre de orgullo y altivez, como en este momento,
explotándome estas lágrimas, lleno de coraje.
Quienes, para librar esta batalla, en este ejército mítico de peruanos
comandados por Andrés Avelino Cáceres, cruzaron sin abrigo y sin calzado los
nevados de la Cordillera Blanca.
Soldados peruanos
2. El cierzo
y la nevasca
Lo hicieron subiendo y bordeando la laguna de Llanganuco, por un sendero
de piedras, filudas, heladas y cortantes.
Por si acaso, he realizado el mismo camino y he sentido cómo duelen esas
piedras incisivas y mutilantes.
Y no solo por el filo que tienen y por ser puntiagudas en dirección al
cielo, sino por ser cuarzo y cristales lacerantes, sin nadie quien las holle
desde hace siglos.
¡Y ahora rojas!
¡O porque las ha curtido el frío, el cierzo y la nevasca, o porque contemplaron!
¡Y quieren así recordar la pasión de la sangre de los pies y el corazón
de los hombres que las cruzaron, marchando a defender su heredad y su patria!
Leoncio Prado en el fragor de la batalla
3. No tenían
ojotas
Y que, por eso, al contemplarlos, se volvieron ocres y ardientes, por el
temblor de esos héroes sin zapatos ni ojotas, que pisaron sobre sus filos
punzantes.
Quienes se habían alistado como soldados y muchos sucumbieron en esa
travesía. Murieron por centenas, no huyendo sino buscando cómo entrar en
batalla, que se dio días después en el cerro Sazón, en las afueras de la ciudad
de Huamachuco.
Ejército que escaló peñas y abrió caminos sobre los abismos, para luego
avanzar por el Callejón de Conchucos e ingresar al territorio de Huamachuco y
estar presentes en este altar de gloria.
Y si no tenían ojotas ni atuendos menos iban a tener abrigo ni comida,
ni medicinas. Por eso, muchos murieron antes de poder llegar al campo de
batalla. ¿Te das cuenta, hermano?
La batalla en el cerro Sazón en Huamachuco
4. Nunca
en nuestras manos
Asimismo, pocos tenían fusiles, y las municiones les eran escasas.
Nadie tampoco contaba con bayoneta ni pertrechos, que sí sobraban en los
almacenes de los invasores.
Aunque estas eran armas y materiales cobardes e infames porque
asesinaban heridos. Y ¡esas no las necesitábamos ni queríamos nunca en nuestras
manos!
Igualmente, el enemigo con el cual nos enfrentábamos tenía abundantes
ametralladoras, fusiles y carabinas con utilería más que suficiente.
Era en verdad una máquina de guerra que es lo mismo a decir de infamia e
ignominia, preparada con premeditación, alevosía y ventaja.
Plaza de Huamachuco
5. Veredicto
de la historia
De nuestra parte, ¿qué teníamos en cambio?
Además de valor, inmenso amor por nuestra tierra, cariño a nuestros
seres queridos, veneración a la heredad de nuestros antepasados.
Y un enorme sentido del honor, por eso luchamos, aunque fuera en esas
condiciones. Y era eso lo que nos hacía invencibles.
Aquellos tenían una poderosa caballería y 9 cañones Krupp de montaña.
Era más que suficiente para dormir tranquilos.
Sin embargo, no dormían. Más por el peso de su conciencia.
Nosotros sí porque teníamos el alma en paz, capaz de enfrentar cualquier
juicio y veredicto de la historia.
El asesinato de los heridos
6. Valor
supremo
La noche anterior a la batalla definitiva los desalojamos de la ciudad
donde estaban acantonados.
Aquellos que tomaron la iniciativa de lanzarse el ataque, en el amanecer
del día 10 de julio, fuimos nosotros los peruanos.
Y quienes después de cinco horas de combate empezamos a ganar la contienda.
Este triunfo ya era nuestro, y tan claro que las campanas de la iglesia
de Huamachuco tocaron a rebato.
Repicando victoria al distinguir desde la plaza que se había conquistado
la cumbre del cerro Sazón, luchando con pundonor, honra y valor supremos.
En los partes de guerra de Alejandro Gorostiaga en varios momentos
informa que Cáceres fue vehemente en sus decisiones.
Andrés Avelino Cáceres
7. Fe, al fondo
del alma
Victoria que este coronel arisco e impulsivo ya veía consumada, y con
ello el éxito a favor de su ejército de descalzos y desarrapados.
Ejército de runas, de hambrientos y sin descansar hacía días. ¡Qué honor
para el Brujo de los Andes!
¡Qué inmenso honor se brinda de ese modo a tropas que no habían comido,
que estaban famélicas, en donde ni el Comandante General tenía un pan qué
probar! Tan es así que De los Heros en
su informe refiere:
El General –así lo nombra a Cáceres, quien era coronel, otorgándole el título con la
admiración más profunda– desde el 6 no ha tomado casi alimento alguno,
sosteniéndose únicamente con agua de coca endulzada con chancaca...
Por eso, niño y
joven, ten en tu corazón a Huamachuco como un altar y una enseña de valor, de
sacrificio y de fe en el fondo del alma.
INVITACIÓN
PARTICIPE EN EL AULA VIRTUAL CAPULÍ
EL DÍA Y HORA DEL SÁBADO 11 DE JULIO
A LAS 6 PM. HACIENDO CLIK EN ESTE ENLACE:
https://byu.zoom.us/j/97209415990
Los
textos anteriores pueden ser
reproducidos,
publicados y difundidos
citando
autor y fuente
dsanchezlihon@aol.com
danilosanchezlihon@gmail.com
Obras de Danilo
Sánchez Lihón las puede solicitar a:
Editorial San
Marcos: ventas@editorialsanmarcos.com
Ediciones Capulí:
capulivallejoysutierra@gmail.com
*****
DIRECCIÓN EN
FACEBOOK
HACER CLIC AQUÍ:
*****
Teléfonos:
393-5196
/ 99773-9575
Si no
desea seguir recibiendo estos envíos
le
rogamos, por favor, hacérnoslo saber.
No hay comentarios:
Publicar un comentario