9 DE JULIO
EMPIEZA
LA FIESTA
DEL
PATRÓN SANTIAGO
LLEGAN
LOS
GITANOS
Danilo
Sánchez Lihón
1. El cielo
límpido
– ¡Los gitanos!
¡Vienen los gitanos! –Son los gritos que llegan desde la calle de la gente que
pasa, alarmada como si se tratara de una revuelta, de una asonada o de un
incendio. Y todo nuestro ser se sacude y sobresalta por lo que nos encanta de
ver a nosotros, y por lo que nos advierten los mayores que hay que temer.
Y esto ocurre
cuando una tarde un tropel de niños corre tras un camión destartalado y repleto
de cachivaches tanto que más parece un almacén de deshechos.
Pero lo que
entusiasma es que sean de colores vivos, aunque desteñidos; carcocha que entra
al pueblo dando bufidos y arrojando bocanadas de humo que llena de borrones el
cielo límpido y azulino y más bien de manchas blancas que son las nubes más
níveas aún sobre el verde intenso de nuestros campos virginales y fragantes.
– ¡Los
gitanos! ¡Los gitanos! ¡Están llegando
los gitanos! –Se pierde la voz por la cuesta de nuestra calle, causándonos una
inmensa inquietud que agita aún más nuestros corazones.
2. Eso
basta
– ¿Qué? –
Rezonga impaciente la abuela asomando su cara de susto por la ventana de la cocina.
– ¡Son los
gitanos que llegan! –Es el bullicio de los chicuelos.
Eso basta para
que ella y las madres se quiten el delantal y se apresuren a trancar las
puertas.
Y se griten de
techo en techo y por sobre los muros de las huertas:
– ¡Escondan a
sus hijos! ¡Ya vinieron los gitanos!
– ¿Y por qué
tienen que escondernos encerrándonos y no dejándonos salir de las casas,
abuela?
Le indagamos
compungidos y tratando de conmoverla, prometiéndole hacer algo pendiente con
tal de que nos consienta salir y dar una vuelta por el mercado para mirarlos.
– ¡No!
– Y, ¿por qué
abuela?
3. Y,
¿para qué?
– Porque los
gitanos roban a los niños, los embalan en unos fardos, lo introducen en unos barriles
y los llevan ocultos en unas cajas hasta dejarlas en los puertos de la costa.
– Y entonces, ¿después
qué hacen con los niños?
– De allí los
embarcan por el puerto de Salaverry rumbo a los países más desconocidos.
– Y, ¿para qué?
– Para sacarles
sus ojitos en el extranjero porque les aloca los ojitos negros, porque ellos
tienen ojos verdes que parecen gatos. Y para vender el sebito de los cuerpos de
los cholitos serranos a los gringos, de donde extraen un aceite y una grasa muy
fina.
– Y, ¿para qué?
– La utilizan
para untar en lo más delicado que tienen sus máquinas y de sus fábricas.
4. El espectáculo
de vivir
– ¡Bah!
– Y también para
las naves espaciales que están enviando a la luna, y tienen que funcionar con
lo más delicado que hay, de lo contrario se caen. Que sin esa pomadita hecha de
la grasilla de los niños y bebitos se atascan y ya no llegan tan lejos como
tenían que llegar.
Pero, aun así,
hay niños sin padres ni abuelas aburridas que los molesten, y que todo el día
están sentados al frente del terreno descampado que queda al pie del mercado de
abastos.
Y donde los
gitanos han armado sus carpas, sin que les moleste que una multitud de grandes
y de chicos y en pleno aguacero estén mirándolos todo el santo día.
Y viéndolos a
los gitanos nada más que en el espectáculo de vivir. Y de cómo hacen para
sentarse, y para ponerse de pie; para comer, reír, criar sus hijos, y
desarrollar todas sus tareas cotidianas.
5. Tierra
humedecida
Así, lo primero
que han hecho es clavar al centro del solar un mástil que han elevado y de
donde cuelgan argollas de las cuales penden una carpa desvencijada con los
colores del arco iris.
Eso sí, bien
encerada a fin de que no entren los baldes de agua que les arrojan las nubes
andinas.
Nubes a quienes
gusta jugar con ellos mojándolos de pies a cabeza a través de los aguaceros
intempestivos, y las tempestades malhumoradas.
Y alrededor
clavan unas estacas hacia donde tiemplan los bordes de la carpa con unas
soguillas.
Después hacen rodar
unas alfombras de colores exóticos que desenrollan y extienden sobre la tierra
humedecida y sobre las hierbas del descampado.
6. Huye
volando
¡Y ver cómo
fuman un cigarro que lo chupan desde el gitano más alto hasta el gitano más
chiquitito, pasando por la gitana más vieja, y luego las gitanas jóvenes y
hasta niñas!
De cómo hablan
con acentos guturales una jerigonza extraña que nadie de nosotros entiende,
pero que al mirarnos para saber qué dicen sonreímos. Y nos matamos de risa
entre nosotros, sentados en los adobes solo para verlos vivir.
De cómo las
faldas floreadas de las mujeres las arrastran sin importarles que se mojen en
los charcos que ha dejado la lluvia repentina. Sin que les importe que las
goteras mojen sus alfombras, almohadas y frazadas.
Y de cómo la
gitana más vieja alza su blusa desvaída y le da de mamar con sus senos
escuálidos y fláccidos a un hijo ya grande que después lo suelta
Y es para
corretear a una gallina desprevenida que huye volando hacia lo alto de un muro
asustada de que sus ojos y el sebito de sus cuerpos puedan también servir para
la propulsión de las naves espaciales.
7. El estupor
y la gracia
Pero otras
gitanas más jóvenes ya han salido por los contornos, por las veredas de la
Alameda, por las calles del comercio y la Plaza de Armas envueltas en sus
pañuelos coloreados y armadas de sus barajas que remueven en sus manos
agitadas. Y que dicen
– ¡Oiga señor, oiga
señora, oiga señorita! ¡Extiéndeme tu mano, que voy a adivinarte la suerte!
– Caballero,
señorita, déjeme que le adivine la suerte con la baraja española de oros,
copas, bastos y espadas.
Y aunque parezca
mentira todos quieren que se les revele su estrella o su hado, escuchando con
ojos maravillados.
Y hasta la peor
tristeza y el más acerbo anuncio pareciera preferible antes que no saber nada
de adónde se dirigen sus pasos firmes o titubeantes, ciertos o inciertos
Y allí se quedan
extasiados con el estupor y la gracia de cómo les ha de ir en el amor, en los
negocios o en sus pasos de cada día.
8. Nos roban
los ojos
Ahí es cuando la
más linda con su falda floreada que le cae desde su cintura de aguja hasta la
punta de sus pies de nubes a la hora en que el día amanece, nos coge de la
mano.
Tiene los pies
desnudos como si fueran maravillas y talismanes sobre las piedras heladas,
pálida como la nieve y de ojos verde marinos. Y abriendo la palma de nuestra
mano la lee diciendo:
– La línea de la
vida dice que vas a ser muy afortunado, muchacho.
Y sientes que tu
sangre se agolpa al percibir sus dedos de alabastro. Pero tienes que confesarle, antes que sea demasiado tarde:
– ¡Pero por
ahora no tengo nada de dinero!
Entonces nos dan
un pellizcón con la agresividad de una gata enjaulada. Con lo que prueba que es
cierto lo que nos advierten las abuelas. Que ellas nos roban los ojos y
exprimen para siempre el sebito, pero que es más bien de nuestros corazones.
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