jueves, 9 de julio de 2020

9 de julio. Empieza la Fiesta del Patrón Santiago. / Llegan los gitanos.


9 DE JULIO
EMPIEZA LA FIESTA
DEL PATRÓN SANTIAGO

LLEGAN
LOS
GITANOS

Danilo Sánchez Lihón





1. El cielo
límpido

– ¡Los gitanos! ¡Vienen los gitanos! –Son los gritos que llegan desde la calle de la gente que pasa, alarmada como si se tratara de una revuelta, de una asonada o de un incendio. Y todo nuestro ser se sacude y sobresalta por lo que nos encanta de ver a nosotros, y por lo que nos advierten los mayores que hay que temer.
Y esto ocurre cuando una tarde un tropel de niños corre tras un camión destartalado y repleto de cachivaches tanto que más parece un almacén de deshechos.
Pero lo que entusiasma es que sean de colores vivos, aunque desteñidos; carcocha que entra al pueblo dando bufidos y arrojando bocanadas de humo que llena de borrones el cielo límpido y azulino y más bien de manchas blancas que son las nubes más níveas aún sobre el verde intenso de nuestros campos virginales y fragantes.
– ¡Los gitanos!  ¡Los gitanos! ¡Están llegando los gitanos! –Se pierde la voz por la cuesta de nuestra calle, causándonos una inmensa inquietud que agita aún más nuestros corazones.



2. Eso
basta

– ¿Qué? – Rezonga impaciente la abuela asomando su cara de susto por la ventana de la cocina.
– ¡Son los gitanos que llegan! –Es el bullicio de los chicuelos.
Eso basta para que ella y las madres se quiten el delantal y se apresuren a trancar las puertas.
Y se griten de techo en techo y por sobre los muros de las huertas:
– ¡Escondan a sus hijos! ¡Ya vinieron los gitanos!
– ¿Y por qué tienen que escondernos encerrándonos y no dejándonos salir de las casas, abuela?
Le indagamos compungidos y tratando de conmoverla, prometiéndole hacer algo pendiente con tal de que nos consienta salir y dar una vuelta por el mercado para mirarlos.
– ¡No!
– Y, ¿por qué abuela? 


3. Y,
¿para qué?

– Porque los gitanos roban a los niños, los embalan en unos fardos, lo introducen en unos barriles y los llevan ocultos en unas cajas hasta dejarlas en los puertos de la costa.
– Y entonces, ¿después qué hacen con los niños?
– De allí los embarcan por el puerto de Salaverry rumbo a los países más desconocidos.
– Y, ¿para qué?
– Para sacarles sus ojitos en el extranjero porque les aloca los ojitos negros, porque ellos tienen ojos verdes que parecen gatos. Y para vender el sebito de los cuerpos de los cholitos serranos a los gringos, de donde extraen un aceite y una grasa muy fina.
– Y, ¿para qué?
– La utilizan para untar en lo más delicado que tienen sus máquinas y de sus fábricas. 




4. El espectáculo
de vivir

– ¡Bah!
– Y también para las naves espaciales que están enviando a la luna, y tienen que funcionar con lo más delicado que hay, de lo contrario se caen. Que sin esa pomadita hecha de la grasilla de los niños y bebitos se atascan y ya no llegan tan lejos como tenían que llegar.
Pero, aun así, hay niños sin padres ni abuelas aburridas que los molesten, y que todo el día están sentados al frente del terreno descampado que queda al pie del mercado de abastos.
Y donde los gitanos han armado sus carpas, sin que les moleste que una multitud de grandes y de chicos y en pleno aguacero estén mirándolos todo el santo día.
Y viéndolos a los gitanos nada más que en el espectáculo de vivir. Y de cómo hacen para sentarse, y para ponerse de pie; para comer, reír, criar sus hijos, y desarrollar todas sus tareas cotidianas.


5. Tierra
humedecida

Así, lo primero que han hecho es clavar al centro del solar un mástil que han elevado y de donde cuelgan argollas de las cuales penden una carpa desvencijada con los colores del arco iris.
Eso sí, bien encerada a fin de que no entren los baldes de agua que les arrojan las nubes andinas.
Nubes a quienes gusta jugar con ellos mojándolos de pies a cabeza a través de los aguaceros intempestivos, y las tempestades malhumoradas.
Y alrededor clavan unas estacas hacia donde tiemplan los bordes de la carpa con unas soguillas.
Después hacen rodar unas alfombras de colores exóticos que desenrollan y extienden sobre la tierra humedecida y sobre las hierbas del descampado. 




6. Huye
volando

¡Y ver cómo fuman un cigarro que lo chupan desde el gitano más alto hasta el gitano más chiquitito, pasando por la gitana más vieja, y luego las gitanas jóvenes y hasta niñas!
De cómo hablan con acentos guturales una jerigonza extraña que nadie de nosotros entiende, pero que al mirarnos para saber qué dicen sonreímos. Y nos matamos de risa entre nosotros, sentados en los adobes solo para verlos vivir.
De cómo las faldas floreadas de las mujeres las arrastran sin importarles que se mojen en los charcos que ha dejado la lluvia repentina. Sin que les importe que las goteras mojen sus alfombras, almohadas y frazadas.
Y de cómo la gitana más vieja alza su blusa desvaída y le da de mamar con sus senos escuálidos y fláccidos a un hijo ya grande que después lo suelta
Y es para corretear a una gallina desprevenida que huye volando hacia lo alto de un muro asustada de que sus ojos y el sebito de sus cuerpos puedan también servir para la propulsión de las naves espaciales.



7. El estupor
y la gracia

Pero otras gitanas más jóvenes ya han salido por los contornos, por las veredas de la Alameda, por las calles del comercio y la Plaza de Armas envueltas en sus pañuelos coloreados y armadas de sus barajas que remueven en sus manos agitadas. Y que dicen
– ¡Oiga señor, oiga señora, oiga señorita! ¡Extiéndeme tu mano, que voy a adivinarte la suerte!
– Caballero, señorita, déjeme que le adivine la suerte con la baraja española de oros, copas, bastos y espadas.
Y aunque parezca mentira todos quieren que se les revele su estrella o su hado, escuchando con ojos maravillados.
Y hasta la peor tristeza y el más acerbo anuncio pareciera preferible antes que no saber nada de adónde se dirigen sus pasos firmes o titubeantes, ciertos o inciertos
Y allí se quedan extasiados con el estupor y la gracia de cómo les ha de ir en el amor, en los negocios o en sus pasos de cada día.




8. Nos roban
los ojos

Ahí es cuando la más linda con su falda floreada que le cae desde su cintura de aguja hasta la punta de sus pies de nubes a la hora en que el día amanece, nos coge de la mano.
Tiene los pies desnudos como si fueran maravillas y talismanes sobre las piedras heladas, pálida como la nieve y de ojos verde marinos. Y abriendo la palma de nuestra mano la lee diciendo:
– La línea de la vida dice que vas a ser muy afortunado, muchacho.
Y sientes que tu sangre se agolpa al percibir sus dedos de alabastro. Pero tienes que confesarle, antes que sea demasiado tarde:
– ¡Pero por ahora no tengo nada de dinero!
Entonces nos dan un pellizcón con la agresividad de una gata enjaulada. Con lo que prueba que es cierto lo que nos advierten las abuelas. Que ellas nos roban los ojos y exprimen para siempre el sebito, pero que es más bien de nuestros corazones.

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Fotos 2 y 8
Jaime Sánchez Lihón


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