viernes, 10 de julio de 2020

11 de julio. Del libro de la vida. / El misterio de las puertas.


11 DE JULIO
DEL LIBRO DE LA VIDA

EL MISTERIO
DE
LAS PUERTAS

Danilo Sánchez Lihón




1. Nubes
viajeras

Tú que has vuelto, peregrino, no te interesa si esta noche tienes o no tienes posada.
Has tomado una calle y la caminas de largo sin mirar el suelo, extasiado hasta del aire y de las piedras que sostienen los cimientos de las paredes.
Deslumbrado de los ventanales y balcones, de las rejas y los balaustres, del remate de las techumbres, y del vuelo de los aleros.
De lo que tendrán las casas hacia adentro. Y de las tiendas apenas alumbradas con una luz mortecina.
De quién será la persona que atiende; y de cómo responderán a tus preguntas, conmovido del mostrador y de los estantes que tiene.
Y ahora de las piedras al borde de las veredas.
Conmovido del perfil de los techos unidos al firmamento, observando el cielo ora despejado, ora cubierto de nubes viajeras.



2. Clavelinas
y mostazas

Con la mirada puesta en la cumbrera de los tejados donde se juntan las casas con los cerros cercanos y el cielo inconmensurable.
Con el alma puesta en la vibración de la claridad que hace el festoneo de las tejas al borde de los aleros.
Extasiado en el fleco traslúcido que descompone la luz en un prisma de siete colores que se difumina desde las cornisas sobre la sombra violeta de las paredes.
Arrobado en la esquina donde cuelgan los balcones de antepecho y las celosías que esconden hacia adentro la vida vibrante, temblorosa y estremecida.
Con el corazón anhelante prendado del bamboleo de los hierbajos en lo alto de los muros.
Y, sobre los techos ensimismados, el viento, la lluvia y el sol que han sembrado y hecho crecer malvas, clavelinas y mostazas. Y rastrojos ya secos y amarillentos. 


3. Para
siempre

Tú que has vuelto, peregrino, no te interesa si esta noche tienes o no tienes posada. ¡Sin duda no es lo peor que te pueda ocurrir! No. No es lo peor, ¡sin duda!
Lo peor sería que en estos momentos se apaguen tus sentidos, de ver, oír, palpar, oler y gustar.
Porque todo llama tu atención. El descascarado de la pintura en el enrejado de la pileta donde quisieras encontrar algunas huellas de cuando tú eras pequeño y te sujetabas de estos barandales.
Al menos vuelves a escuchar el rumor que hace el agua desprendiéndose de su bandeja de piedra. El chirrido de un grillo en el jardín que te remueve viejas vivencias y te recuerda historias ya fenecidas.
Lo oblongo de una pared a la altura de tus manos y que levemente acaricias. La vereda donde ahora se sostienen tus pies y la pared donde posas tus manos e inclinas tu frente.
Devoto de cada esquina, recodo y declive que pareciera haber tallado la vida con sus dedos trémulos y dejado aquí pasmados para siempre.



4. Aunque
callen

Absorto en la contemplación de cada torcedura, inclinación y hasta desperfecto que se da en el quicio de un umbral o en la saliente de una viga.
Pero en verdad lo que más te fascina encontrar son las puertas. Porque ellas son testigos, confidentes y vigías.
Porque es en las puertas donde hicimos nuestra primera declaración de amor, y bajo sus marcos dimos nuestro primer beso.
Es en las puertas en donde nos hemos despedido de nuestros seres queridos: padre y madre, hermanos y hermanas, abuelos y abuelas, primas y primos, tíos y tías, familiares todos anhelando volver pronto a verlos. Y con algunos nunca más nos vimos.
Y es bajo sus umbrales que volvemos algún día, sea aún en cuerpo o sea ya en espíritu. Porque es bajo las puertas que conocimos donde los reencontraremos en algún otro mundo cualquier día
Porque ellas saben lo ocurrido en tanto tiempo. Aunque callen compasivas sin adelantar lo que ocurrió adentro como aquello que sucedió afuera.


5. He
vuelto

Porque nadie más que ellas lo saben. Nosotros a lo sumo sabemos lo que aconteció hacia un lado.
Pero no lo que aconteció adentro y afuera, que es lo que más nos ha herido y acongoja.
Ni sabemos lo que se siente, pero ellas sí, ante ello se han estremecido.
Lo saben porque tienen una cara hacia este lado y otra hacia el lado inverso. Y miran en redondo.
Pero, además, saben otro hecho inmenso: no solo lo que aconteció sino lo que pudo acontecer.
Pero ahora están aquí, aunque tus ojos también empañados por las lágrimas no te permitan reconocerlas nítidamente. Pero, ya escucho que les dices:
– Hola, señoras puertas, ¿qué tal? ¿Cómo están? Aquí, estoy. Yo he vuelto. Estoy de regreso.




6. Naves
del destiempo

Y te quedan mirando con sus ojos hechos manantiales a punto de desbordar. Y te hacen una venia profunda. Y guardan reverente silencio, para que tú pases, aunque estén cerradas.
Sin embargo, lo que más llama la atención de las puertas al peregrino, en este viaje del retorno y del regreso son en ellas estos candados colgados, pasmados y pendientes.
Y que es, a su vez, lo que más a ellas las tienen obsesionadas, pues esos candados cierran algo que sin duda se abre hacia otro universo
Que permanecen colgados e inmóviles en su dolorosa quietud, pero sin ser infidentes del mundo secreto que ellos guardan. Y que acontece hacia otro plano del mundo que ellos cierran y del cual nunca hablan.
De arquitectura antigua, de llave en canuto y de orificio hacia el frente. Todos oxidados ya por la pátina del tiempo. Unos en forma de escudos nobiliarios otros en forma de naves del destiempo.



7. Llave
de cerrojo

Unos candados tienen forma de hornacina de las iglesias. Y otros imitando el pórtico de una cripta.
Encima de ellos, desde donde se sujetan, y de los cuales penden, están las armellas.
Que son dos aros absolutos, que el candado une implacablemente, juntando así las dos hojas y echando así llave a la puerta.
Aquí están. Ahora lo palpo. ¡Cierran esta vieja casona, orgullosa, pero de peor suerte, porque de ella solamente pende una de las armellas!
Del otro lado sólo se registra el hueco carcomido desde donde debió pender el aro ya perdido.
En cambio, esta otra puerta de esta otra casa igualmente abandonada, tiene una cerradura empotrada, donde la llave penetra por un orificio hecho en la madera misma.
En torno a él la madera aparece gastada y hasta renegrida de haberse usado. Este entonces no es candado sino llave de cerrojo.


8. En estas
huellas

¡Pero cuán desbocado está el resquicio, prueba de que muchas veces entraron y salieron echando llave! ¡Y a eso lo llamaba vida!
Eso sí, como en casi todas las puertas, en torno a la cerradura aparece descascarada la lacra de la pintura verde. Y hasta un poco hendida la madera, en una especie de rosetón o círculo.
El desgaste en la cerradura hace un redondel, debido ¿a qué? Se entiende que es así por aquel dar vueltas a la llave.
¿No es, acaso, inmenso? Que en estas huellas esté todo el palpitar, los vagidos y gemidos, y los sueños de la gente.
Ya que justo en este sitio rozaron las manos de quienes cerraban y abrían una y otra vez estas dos hojas como si abrieran un libro o un cuaderno donde se iba escribiendo todo.
Donde cada puerta es una persona que tiene su destino y, a su vez, es síntesis de un conjunto de existencias, a las cuales saludas y te responden como si mucho hubieran sufrido.



9. Algún
gozo

Pero, más minuciosamente, podemos advertir, hacia el borde del ala de la puerta, otro desgaste. Donde ya no hay pintura y la madera está hundida por el uso. Sin duda, por sujetarla desde aquí, apoyando una de las manos justo en este borde o flanco mientras se conversaba.
Y que ocurría cuando el dueño o la dueña atendían a alguien que venía a buscarlos. Y que dialogaban con él o ella bajo este mismo vano; pero con una mano sujeta en la puerta. Y estas son sus huellas. 
¡Qué divagación profunda producen estos vestigios de la vida más simple, y que es a su vez la más honda! Son como latidos y suspiros ¡hechos signo, de tantos y de nadie!
De manos y corazones tristes o esperanzados; poseídos de algún gozo o aquejados de alguna pena o tristeza. De personas que pasaron con emoción, o sin ella, por entre estos marcos. O bien con dudas y silencios, que a veces son peores; porque en ellos nos carcome la muerte.


10. Antes
de que sea tarde

Envueltas todas las puertas en la aparente rutina. O en algo peor que es el desuso y el olvido.
Pero en donde se cierne lo trascendente y lo eterno: las costumbres, las maneras de ser y los sucesos que mirados a la distancia de los años dejan de ser cotidianos y que se vuelven eternos.
Porque lo que antes fue común y corriente, cuando se esfuma, recién deja ver dentro lo esencial e inconmensurable que valía, como el drama y lo inconcebible que lo sustenta cuando acontece.
Ya pasó el ángelus, y es medianoche. Y el peregrino no recuerda dónde dejó su equipaje, aunque de qué vale si esta noche tampoco tiene posada.
Pero en la retina de sus ojos conserva el refugio de las puertas con toda la luz del atardecer que nublaron sus umbrales. Se dormirá en el umbral de una de ellas.
Sin mirar lo que se cree que es infalible mirar. Antes de que sea más tarde y sobrevenga un amanecer ineluctable.



Fotos 3, 5, 6, 9
Jaime Sánchez Lihón


Fotos 7 y 8
Daniel Egúsquiza Sánchez

Pintura de inicio:
Libertad

Pintura 4
Agustín Rojas


*****

INVITACIÓN
PARTICIPE EN EL AULA VIRTUAL CAPULÍ
EL DÍA Y HORA DEL SÁBADO 11 DE JULIO
A LAS 6 PM. HACIENDO CLIK EN ESTE ENLACE:


Los textos anteriores pueden ser
reproducidos, publicados y difundidos
citando autor y fuente


dsanchezlihon@aol.com
danilosanchezlihon@gmail.com

Obras de Danilo Sánchez Lihón las puede solicitar a:
Editorial San Marcos: ventas@editorialsanmarcos.com
Editorial Papel de Viento: papeldevientoeditores@hotmail.com
Editorial Bruño, Perú: ventas@brunoeditorial.com.pe
Ediciones Capulí: capulivallejoysutierra@gmail.com
Ediciones Altazor: edicionesaltazo@yahoo.es

  *****
DIRECCIÓN EN FACEBOOK
HACER CLIC AQUÍ:


*****

Teléfonos:
393-5196 / 99773-9575

Si no desea seguir recibiendo estos envíos
le rogamos, por favor, hacérnoslo saber.


No hay comentarios:

Publicar un comentario