13 DE
JULIO
PARLA
EL FOGÓN
LA
HONDA
MADRUGADA
NOTA:
Todas las fotos tienen como tema
Santiago de Chuco, la casa, los techos y
las flores. Fueron tomadas en el Capulí 7
por Daniel Egúsquiza Sánchez
Madre;
tu recuerdo sobrepasa
los
límites de lo dulce y de lo amargo.
Santiago
Pereda Hidalgo
vivido
Querida mamá:
¡Leí un
aforismo que dice que la sabiduría de vivir es el arte de forjarnos los mejores
recuerdos! Y si es así, tú junto con papá han sabido plasmar en nosotros esas
joyas y tesoros de la vida sencilla y en donde se encarna la sabiduría de
vivir.
Y hasta en esto
siento cómo una suerte y un privilegio inmenso que tú seas mi mamá. Y es que en
días como estos de la mitad del mes de julio se me agolpan los recuerdos de lo
que hacíamos.
Por supuesto
que no son grandes acontecimientos ni espectáculos, ni celebraciones ni fiestas
fastuosas, sino la vida más natural, simple y corriente. Y que es la
verdadera maravilla cuando se la vive con cariño y consagración a lo noble de
esta existencia.
Y que yace en la
vida cotidiana que pareciera que no tiene grandeza y de lo cual no nos damos
cuenta, pero que cuando la perdemos al correr de los años es lo que más nos
conmueve y nos parece lo más dulce de lo que hemos vivido.
2.
Grecas
y
encajes
Así, algo que
hacíamos estos días, que son al final de la primera quincena del mes de julio, antes
que se erija el estandarte de la fiesta del Patrón Santiago en la Plaza de
Armas, que es el 15, ¿qué es lo que recuerdo?
Que luego de
merendar y arreglar la cocina subíamos todos al cuarto del segundo piso para
avanzar confeccionando los vestidos que luciríamos en la fiesta del Patrón
Santiago, y a terminar de hacer nuestros uniformes escolares para el desfile de
las Fiestas Patrias.
Porque era en
ese segundo piso en donde estaba la mesa de sastrería de papá, la máquina de
coser frente a la ventana, y pegadas a las paredes las camas de dormir de
quienes éramos los hijos, unos mayores y otros menores.
Mientras papá corta
la tela de la cual se nos hará una camisa o un pantalón, o mientras arma la
manga de un saco; tú compones y coses vestidos de mujer para vender a las
muchachas del campo, que son las más bonitas, y que pasan por la puerta, y que
lo adquirían porque se han quedado mirando ese prodigio de flores, grecas y
encajes como alucinadas.
3. Se
oye
el
traquido
En realidad, no
los vendíamos, sino que con ellos hacíamos canje o trueque; trocándolos por
gallinas, chivillos o algún marrano tierno.
O, los
cambiamos, tas con tas, con granos de las cosechas que los campesinos traen en
sus rebozos, alforjas o quipes.
Para ello,
todos juntos en el cuarto de arriba ayudamos a hacer algo, y cuando no cada uno
hace sus tareas escolares.
Los hijos
chicos ensartan el hilo en las agujas, envuelven retazos, soplan la plancha que
hay que mantener encendida y caliente porque ella también nos abriga.
Otra ya tuerce
el hilo y pega los botones.
Y los más
grandecitos hilvanamos, hacemos bastillas, trenzamos el borde de los ojales. Mientras
de rato en rato se oye el traquido esforzado de la máquina de coser.
4. Filo con
hilo
dorado
También hacemos
cristinas para la venta el día del desfile, y que los muchachos se lo ponen en
la cabeza como parte del uniforme.
Entonces tus
hijos tenemos que recortar cartulinas y hacer los rombos azules y rojos, forrándolos
con retazos que juntamos. O bien con base de cartón y forrados con papel
lustre.
O cosemos
galones con tantos sutaches como distintos años de estudio tienen los
muchachos.
Y
confeccionamos escudos e insignias con bandas rojas y en el centro una blanca,
bordadas en el filo con hilo dorado.
Para ello
ponemos el número de la escuela pegado en el centro, con papelitos cortados.
A fin de lo
cual abrimos la colección de hojas de almanaques y calendarios, que guardamos envolviéndolas
en un paquete, cuyo rótulo en letra grande dice: «Manualidades».
5. Encender
la
candela
Es así como en
este, o en cualquier otro trabajo, nos coge y se hace sentir, como un galgo
rabioso, el frío de la madrugada.
Porque, pasada
la medianoche en Santiago de Chuco es hora densa, profunda y gélida.
Entonces tú y
papá, para darse y darnos ánimo, se entusiasman y ambos dicen:
– ¡Hagamos
ponche de chicha!
– ¡Ya, pues!
¡Hagamos!
Es la respuesta
tuya entusiasta e ilusionada. ¡Cómo no va a ser si siempre eres así, mamá, animosa
y que ve el lado bueno en todo!
Entonces te
echas a los hombros tu pañolón y salimos a la cocina, que está afuera en el
patio para encender la candela.
6. Las
sombras
y el
relente
Si no hay leña
yo busco el hacha y alumbrado por un candil me pongo a rajar los troncos en el
callejón de abajo.
Pero el frío
atraviesa con sus cuchillos y tiritamos. Y saltamos encogiendo los hombros. Y
nos frotamos las manos y el cuerpo para no quedar congelados.
Y mucho peor si
es que ha llovido, cuando las cosas tienen en su superficie el frío de la
helada y la escarcha en sus bordes.
A esa hora es
una proeza hacer que el fósforo encienda. Y es hazaña mayor hacer que prenda en
alguna astilla en esa madrugada en que todos los seres duermen.
Pero, ¡por fin! Se enciende una llamarada primero
amarilla y después de un rojo intenso que arroja las sombras y el relente de la
amanecida.
Entonces
hervimos la leche, la vaciamos en la vieja ponchera de lata y al batirla espuma
con la yema y la clara de huevo. Y luego tú le agregas la chicha desde el
cántaro.
7.
Cantar
del
gallo
¡Qué manera,
mamá, de hacerle frente a lo hosco e inhumano de la noche y a lo cruel del universo
que rueda aterido hasta que amanezca!
¡Es feo el
ponche de chicha, madre!
A mí no me
gusta, aunque recién ahora lo confiese. Sin embargo, lo tomo con gusto, por lo
tierno de la hora entre nosotros, los que quedamos en pie.
Y porque en
realidad nos reanima en las tareas que estamos haciendo.
Pero, uno a uno
van cayendo dormidos mis hermanos pequeños. Y los vamos acostando en sus camas
de al lado, hasta quedarnos papá, tú y yo.
Sin decirnos,
pero pensando los tres en Juvenal que está lejos, estudiando en Trujillo, pero
que vendrá pronto para la fiesta.
Y así nos hemos
puesto a trabajar ya en silencio hasta el primer cantar del gallo en la honda
madrugada.
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