miércoles, 15 de julio de 2020

15 de julio. Nace Catalina Recavarren. / Poeta de la hermandad.


15 DE JULIO
NACE CATALINA RECAVARREN

POETA
DE LA
HERMANDAD
  
Danilo Sánchez Lihón


 



1. Juntemos
las manos

Era espigada y del color del pan; de ademanes desenvueltos, con una larga trenza recogida sobre la nuca fina y altísima. De ojos luminosos y profundos que se detenían a considerar el sentido de cada asunto. De gestos francos y casi infantiles. Tenía en aquel entonces 82 años y conservaba su garbo, su donaire y su hermosura. Se la sentía libre y núbil.
Empezó a leer sus poemas en el centro del escenario bajo una luz o sombra dorada, acompasando el poema “La ronda de todos”, tras un atuendo de blusa verde y falda violeta, con un pañuelo multicolor que le pendía desde los hombros hasta más debajo de la cintura. Con voz acompasada y melodiosa, mirándonos a todos recitó este poema:
– ¿A qué jugáramos?
¿A qué jugaremos?
– A la ronda, ronda
de todos los niños
en todos los campos
y a todos los vientos…
Juntemos las manos,
liguemos las manos,
los niños de todos
los pueblos del mundo:
vecinos, lejanos…

Mirador Catalina Recavarren en Barranco, Lima

2. Seamos
amigos


Con su voz de hojaldre terminaba cada frase en un acento de mil iridiscencias; que iba poniendo énfasis en el contenido fraternal, solidario, entrañable, de hermanos que somos; que no tienen por qué confundir el sentido de la vida y cometer por ego o ambición tropelías ni traiciones leves o crueles que nos hagan por siempre rivales o enemigos. Y así continuó diciendo:
Juntemos las manos:
los blancos, los negros,
los rojos, los pálidos;
los de costas de oro
con palmas y plátanos,
los de níveas cumbres
y lagos helados;
los de los desiertos
y selvas de fuego
y los de los páramos…
Seamos amigos
jugando, jugando…
No importa que hablemos
idiomas distintos,
porque en todas partes
es igual el canto…


3. Humilde
y silenciosa

Su voz era diáfana, meridiana, de sol de mayo. Y el silencio del público era pleno, arrobado, total. Se podía sentir la respiración contenida de las 800 almas que colmábamos platea, palcos y galerías del Teatro Municipal de Trujillo, mientras ahora la oíamos decir:
Juguemos, cantemos:
– “¡A la ronda, ronda
de todos los niños
en todos los campos
y a todos los vientos!”
Sigamos jugando,
jugando, jugando,
unidas las manos,
prendidas las manos…
para que, ya grandes,
sigamos cantando,
cantando, cantando,
la palabra: ¡HERMANOS!
De pie allí, en medio del escenario se la veía como una chiquilla expuesta y asombrada. O como un hada etérea y transparente, teniendo en la voz su varita mágica.
Era Catalina Recavarren quien había llegado humilde y silenciosa a este certamen de un arte, como es la literatura infantil y juvenil, que refundamos en el Perú un grupo de escritores agobiados, agobiados de que la creación literaria ya no tocara aquellas esencias que felizmente se refugian en todo aquello que lleva el signo y el espíritu de infancia.


4. Capullito
de mi flor

Luego leyó su poema “La mano”. Y el público siguió igual de ferviente, rebosante y extasiado; bajo un silencio absorto, asiduo y alucinado:
¡Retoñito de mi carne!
Capullito  de mí flor:
Conforme tú vas creciendo
¡se me achica el corazón!
Quédate así, menudito:
de cinco añitos, no más...
Con cinco dedos, la mano...
¡qué bien se sabe bastar!
Pequeño como violeta
como mata de fresal...
Árbol que crece muy alto
¡viento lo puede tronchar...!
¡Retoñito de mi carne!
Capullito de mi flor:
conforme tú vas creciendo...
¡se me achica el corazón!



5. Te tengo
aquí

Leyó varias poesías más, de extraordinaria sencillez, y finalmente, ya con voz trémula por el silencio arrobado de la gente que la escuchaba, leyó el poema “Vida”, que habla de un niño, de sus travesuras, de los regaños y del abrazo lleno de lágrimas:
LLEGASTE salpicado
de tinta desgreñado...
la blusa hecha girones,
un "siete" el pantalón...
Iba a darte de gritos
y hasta un par de palmazos,
más, como un cervatillo,
me saltó el corazón...
Vi tu carita ingenua, sudorosa anhelante...
Tus venitas azules latían de temor.
Sentí tu aliento fresco en mi mano gastada
y casi ¡tuve ganas de pedirte perdón!
Hijo: mi pequeñito, mi carne, mi rebrote,
surtidor de mi sangre ¿qué te puedo decir?
Derrama los tinteros, ¡destroza los vestidos!
Estás vivo. Estás sano. ¡Y yo te tengo aquí!


6. Ella
se impuso

Antes de caminar por el escenario, bajar las escaleras y volver a su asiento hizo una venia profunda de haber terminado. La hizo cogiendo el borde de su falda plisada. Y allí el público, que colmaba de bote a bote la sala, como si despertara de un sueño o hechizo prorrumpimos en un estallido de aplausos resonantes y estruendosos de uno, dos, tres, cinco minutos… y no terminaba.
Nunca yo había escuchado un encomio parecido o semejante; convencido, tremolante y al unísono; como si clamara el océano. Y no se detenía de aplaudir la concurrencia. Y poco a poco el público se fue poniendo de pie. Ella tuvo que regresar varias veces al centro del proscenio para agradecer. Fue tan espontánea, tan cálida como cariñosa era la adhesión de un público en su mayoría de profesores y estudiantes de universidades e institutos superiores pedagógicos a partir de únicamente escuchar sus poemas y quizá reconocer en ella a un ser que ha sufrido. Y su sufrimiento lo hace síntesis de sabiduría.
Yo desde muy atrás del auditorio la veía asombrada, como que ella se iba a caer y se doblaba. Y pensé que después de un aplauso como este ya cualquiera se puede morir en paz. Aquel aplauso no era solo por lo que el auditorio había escuchado sino por lo que veía y reconocía a un alma tierna, noble y cristalina. Esto sucedió en el marco del V Encuentro Nacional de Literatura Infantil y Juvenil “Abraham Arias Larreta” de la Asociación Peruana de Literatura Infantil y Juvenil, APLIJ, realizado en Trujillo y Santiago de Chuco el año 1986.

Fundación de la Asociación Peruana 
de Literatura Infantil y Juvenil.

7. Estrechar
su mano

Para quienes lo hayan olvidado o para quienes no lo sabían, ella fue una niña prodigio. Además de bella talentosa; y genial para la versificación. Había producido mucho: poema que escribía se lo entregaba la única copia que había plasmado al primero que encontraba, por eso la mayoría de su obra se ha perdido. Su primer poema lo publicó nada menos que el maestro Raúl Porras Barrenechea en la revista Alma Latina, en el año 1917.
Yo contemplé todo aquello que acabo de contar desde la parte posterior del gran auditorio, desde la última fila de la nave. No me acerqué tampoco esta vez a ella, ni pude estrechar su mano, ni nunca pude hacerlo. Para mí este era el tercer encuentro, en este caso y de mi parte reverente y silencioso, y siempre a la distancia que tenía con esta escritora, porque el primero fue siendo niño. Y que ocurrió cuando el suboficial de mi pueblo Wilmer Jara Vallejo quiso que yo recite el poema de ella dedicado a la bandera en la Plaza de Armas de mi comarca en plena concentración previa al desfile de Fiestas Patrias, como ya lo he contado en otra crónica dedicada a esta escritora. El segundo es una historia íntima que tal vez algún día me anime a contarla.
Pero he querido registrar más bien este tercer pasaje que no sé si es encuentro, en que el público saboreó por sí mismo aquella su poesía, porque nadie lo condicionó ya que no se la había presentado con ningún ribete dorado o aureola o cualquier otro aspaviento u oropel. Al contrario, la presentación fue escueta, monda y sin recaer en detalles. Ella fue la que se impuso. Era la fuerza y la contundencia de la poesía cuando es auténtica y que ocurre cuando se junta a la otra poesía verdadera que está en el corazón y en el alma de nuestro pueblo

Fotos 1, 4, 5 y 6
Jaime Sánchez Lihón

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