15 DE JULIO
NACE CATALINA RECAVARREN
POETA
DE LA
HERMANDAD
Danilo Sánchez Lihón
1. Juntemos
las manos
Era espigada y del color del pan; de
ademanes desenvueltos, con una larga trenza recogida sobre la nuca fina y
altísima. De ojos luminosos y profundos que se detenían a considerar el sentido
de cada asunto. De gestos francos y casi infantiles. Tenía en aquel entonces 82
años y conservaba su garbo, su donaire y su hermosura. Se la sentía libre y
núbil.
Empezó a leer sus poemas en el centro del
escenario bajo una luz o sombra dorada, acompasando el poema “La ronda de
todos”, tras un atuendo de blusa verde y falda violeta, con un pañuelo
multicolor que le pendía desde los hombros hasta más debajo de la cintura. Con
voz acompasada y melodiosa, mirándonos a todos recitó este poema:
–
¿A qué jugáramos?
¿A
qué jugaremos?
–
A la ronda, ronda
de
todos los niños
en
todos los campos
y a todos los vientos…
Juntemos
las manos,
liguemos
las manos,
los
niños de todos
los
pueblos del mundo:
vecinos, lejanos…
Mirador Catalina Recavarren en Barranco, Lima
2. Seamos
amigos
Con su voz de hojaldre terminaba cada frase
en un acento de mil iridiscencias; que iba poniendo énfasis en el contenido
fraternal, solidario, entrañable, de hermanos que somos; que no tienen por qué
confundir el sentido de la vida y cometer por ego o ambición tropelías ni
traiciones leves o crueles que nos hagan por siempre rivales o enemigos. Y así continuó
diciendo:
Juntemos
las manos:
los
blancos, los negros,
los
rojos, los pálidos;
los
de costas de oro
con
palmas y plátanos,
los
de níveas cumbres
y
lagos helados;
los
de los desiertos
y
selvas de fuego
y los de los páramos…
Seamos
amigos
jugando,
jugando…
No
importa que hablemos
idiomas
distintos,
porque
en todas partes
es igual el canto…
3. Humilde
y silenciosa
Su voz era diáfana, meridiana, de sol de
mayo. Y el silencio del público era pleno, arrobado, total. Se podía sentir la
respiración contenida de las 800 almas que colmábamos platea, palcos y galerías
del Teatro Municipal de Trujillo, mientras ahora la oíamos decir:
Juguemos, cantemos:
–
“¡A la ronda, ronda
de
todos los niños
en
todos los campos
y a todos los vientos!”
Sigamos
jugando,
jugando,
jugando,
unidas
las manos,
prendidas
las manos…
para
que, ya grandes,
sigamos
cantando,
cantando,
cantando,
la palabra: ¡HERMANOS!
De pie allí, en medio del escenario se la
veía como una chiquilla expuesta y asombrada. O como un hada etérea y
transparente, teniendo en la voz su varita mágica.
Era Catalina Recavarren quien había llegado
humilde y silenciosa a este certamen de un arte, como es la literatura infantil
y juvenil, que refundamos en el Perú un grupo de escritores agobiados,
agobiados de que la creación literaria ya no tocara aquellas esencias que
felizmente se refugian en todo aquello que lleva el signo y el espíritu de infancia.
4. Capullito
de mi flor
Luego leyó su poema “La mano”. Y el público
siguió igual de ferviente, rebosante y extasiado; bajo un silencio absorto,
asiduo y alucinado:
¡Retoñito
de mi carne!
Capullito de mí flor:
Conforme
tú vas creciendo
¡se me achica el corazón!
Quédate
así, menudito:
de
cinco añitos, no más...
Con
cinco dedos, la mano...
¡qué bien se sabe bastar!
Pequeño
como violeta
como
mata de fresal...
Árbol
que crece muy alto
¡viento lo puede tronchar...!
¡Retoñito
de mi carne!
Capullito
de mi flor:
conforme
tú vas creciendo...
¡se me achica el corazón!
5. Te tengo
aquí
Leyó varias poesías más, de extraordinaria
sencillez, y finalmente, ya con voz trémula por el silencio arrobado de la
gente que la escuchaba, leyó el poema “Vida”, que habla de un niño, de sus
travesuras, de los regaños y del abrazo lleno de lágrimas:
LLEGASTE
salpicado
de
tinta desgreñado...
la
blusa hecha girones,
un "siete" el pantalón...
Iba
a darte de gritos
y
hasta un par de palmazos,
más,
como un cervatillo,
me saltó el corazón...
Vi
tu carita ingenua, sudorosa anhelante...
Tus venitas azules latían de temor.
Sentí
tu aliento fresco en mi mano gastada
y casi ¡tuve ganas de pedirte perdón!
Hijo:
mi pequeñito, mi carne, mi rebrote,
surtidor
de mi sangre ¿qué te puedo decir?
Derrama
los tinteros, ¡destroza los vestidos!
Estás vivo. Estás sano. ¡Y yo te tengo
aquí!
6. Ella
se impuso
Antes de caminar por el escenario, bajar
las escaleras y volver a su asiento hizo una venia profunda de haber terminado.
La hizo cogiendo el borde de su falda plisada. Y allí el público, que colmaba
de bote a bote la sala, como si despertara de un sueño o hechizo prorrumpimos
en un estallido de aplausos resonantes y estruendosos de uno, dos, tres, cinco
minutos… y no terminaba.
Nunca yo había escuchado un encomio
parecido o semejante; convencido, tremolante y al unísono; como si clamara el
océano. Y no se detenía de aplaudir la concurrencia. Y poco a poco el público
se fue poniendo de pie. Ella tuvo que regresar varias veces al centro del
proscenio para agradecer. Fue tan espontánea, tan cálida como cariñosa era la
adhesión de un público en su mayoría de profesores y estudiantes de
universidades e institutos superiores pedagógicos a partir de únicamente escuchar
sus poemas y quizá reconocer en ella a un ser que ha sufrido. Y su sufrimiento
lo hace síntesis de sabiduría.
Yo desde muy atrás del auditorio la veía
asombrada, como que ella se iba a caer y se doblaba. Y pensé que después de un
aplauso como este ya cualquiera se puede morir en paz. Aquel aplauso no era
solo por lo que el auditorio había escuchado sino por lo que veía y reconocía a
un alma tierna, noble y cristalina. Esto sucedió en el marco del V Encuentro
Nacional de Literatura Infantil y Juvenil “Abraham Arias Larreta” de la
Asociación Peruana de Literatura Infantil y Juvenil, APLIJ, realizado en
Trujillo y Santiago de Chuco el año 1986.
Fundación de la Asociación Peruana
de Literatura Infantil y Juvenil.
7. Estrechar
su mano
Para quienes lo hayan olvidado o para
quienes no lo sabían, ella fue una niña prodigio. Además de bella talentosa; y
genial para la versificación. Había producido mucho: poema que escribía se lo
entregaba la única copia que había plasmado al primero que encontraba, por eso
la mayoría de su obra se ha perdido. Su primer poema lo publicó nada menos que
el maestro Raúl Porras Barrenechea en la revista Alma Latina, en el año 1917.
Yo contemplé todo aquello que acabo de
contar desde la parte posterior del gran auditorio, desde la última fila de la
nave. No me acerqué tampoco esta vez a ella, ni pude estrechar su mano, ni
nunca pude hacerlo. Para mí este era el tercer encuentro, en este caso y de mi
parte reverente y silencioso, y siempre a la distancia que tenía con esta
escritora, porque el primero fue siendo niño. Y que ocurrió cuando el
suboficial de mi pueblo Wilmer Jara Vallejo quiso que yo recite el poema de
ella dedicado a la bandera en la Plaza de Armas de mi comarca en plena
concentración previa al desfile de Fiestas Patrias, como ya lo he contado en
otra crónica dedicada a esta escritora. El segundo es una historia íntima que
tal vez algún día me anime a contarla.
Pero he querido registrar más bien este
tercer pasaje que no sé si es encuentro, en que el público saboreó por sí mismo
aquella su poesía, porque nadie lo condicionó ya que no se la había presentado
con ningún ribete dorado o aureola o cualquier otro aspaviento u oropel. Al
contrario, la presentación fue escueta, monda y sin recaer en detalles. Ella
fue la que se impuso. Era la fuerza y la contundencia de la poesía cuando es
auténtica y que ocurre cuando se junta a la otra poesía verdadera que está en
el corazón y en el alma de nuestro pueblo
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