miércoles, 15 de julio de 2020

15 de julio. Se inicia la Fiesta Patronal. / Ya está aquí nuestro Apóstol.


15 DE JULIO
SE INICIA LA FIESTA PATRONAL

YA ESTÁ AQUÍ
NUESTRO
APÓSTOL

Danilo Sánchez Lihón


Entre inciensos,
cirios y cantares.
César Vallejo



El Inter del Apóstol camino a la casa donde será velado

1. ¡Ya viene
el Apóstol!

A partir de hoy, 15 de julio, se inicia en mi pueblo las novenas con el izamiento de la bandera de la fiesta del Patrón Santiago el Mayor, El santo tutelar de la provincia de Santiago de Chuco.
Esta mañana hasta el corredor de la casa ha llegado el estruendo del primer cohete que revienta en dirección de la plaza, y cuyo estallido lo trae el viento sobre los techos apacibles y los muros florecidos, dejando una nube blanquecina sobre el cielo azulino; y una emoción de honda felicidad embarga nuestras almas.
Y es que está saliendo de la iglesia la procesión el “inter” del Apóstol, que es traído al domicilio del novenante donde se lo vela en un altar levantado en plena calle; y que simula un barco, o un campanario, o una torre alucinada.
O si no el altar imita un barco, un avión, o una nave espacial iluminada, que se lo contempla desde lejos como una ilusión que exorciza las sombras aciagas de la noche. Pero ahora es todavía de día.
– ¡Ya viene el Apóstol! –Se desespera, llevando y trayendo algo, nuestra mamá:
– ¡Todavía falta llenar del arco la canasta de flores! –Se apura en decir mi tía Miguelina.

Avanza "El Inter" entre pallos y kiyayas

2. Sus leves
espinas

La reventazón de los cohetes se sucede ahora uno tras otros, indicando que la misa en la iglesia ha terminado y ya sale a la plaza la comitiva que trae al taitito Santiago, a velarlo en el altar levantado al frente de la casa del novenante en la parte alta del pueblo.
Ya llegan más nítidos los sones rasgados de la banda de músicos, con clamores que traspasan las paredes y se cargan de todos los aromas, sabores y melancolías.
Retazos de vibraciones de trombones, trompetas y clarinetes que se empapan de la fragancia de las malvas, clavelinas y mostazas que crecen en alguna grieta de los muros o en alguna ranura donde se ha apretado algún terrón insólito de arcilla entre teja y teja de las techumbres.
Se contagian los sones de las tubas y saxofones, de los retintos y los tambores, del misterio de los cactus que los dueños siembran encima de las paredes por el gusto arisco, pero al final dulce, de que tunas, chumbos y arrayanes entresaquen sus leves espinas.

Cohetes que con una estela de humo suben al cielo

3. Nos
mira

Los sones desgarrados de la banda de músicos se colman del aroma de los alcanfores que sobresalen de una y otra huerta ensimismada.
Y nos estremecemos de la devoción a lo sagrado en nuestras vidas y que aletee sobre nuestras casas viejas y empobrecidas, pero al final arrobadas, lo divino con la fiesta que así ha llegado.
Porque nuestra alma aquí nació ungida y asombrada por alguna flecha mortal de lo sagrado que nos atraviesa, y que es honda hasta lo imperceptible, con que se alivian nuestros pesares y se alientan nuestras alegrías ilusiones en esta existencia asombrada.
– ¡Ayuden que ya viene el Apóstol! –Implora mi madre.
Sobre la mesa se extienden los papeles de cometa y de crepé, de colores azules, lilas, amarillos, verdes, rojos.  Y el frasco iluso, contemplativo y pasmado de la goma arábiga que nos mira y clama igual que mamá:
– ¡Apúrense! 

Las bandas de músicos pasan bajo los arcos


4. ¿Qué
hago?

Hacia un flanco, recostado a la pared, el arco recién hecho de frescos carrizos que aún rezuman su savia, amarrados con sunchos y que aún huele en su tersura al manantial donde creciera y que ahora aparece forrado de papeles iridiscentes.
Todos nos ponemos apurados a pegar las últimas guirnaldas, coronas y cadenetas, mientras mi madre termina de forrar la canasta que se llenará de pétalos multicolores y que colgará al centro y en lo alto del arco para derramarse cuando el Apóstol pase.
Por eso, la canasta estará unida a una pita que jalaremos cuando pase la comitiva con el “inter”, que es portado en una base plana entre los brazos del novenante.
– ¿En qué ayudo, tiita? –Dice entrando Amelia, mi prima rozagante.
– ¡Gracias hijita! ¡Une esos adornos y anda pegándolos a los costados del arco donde los carrizos aún están descubiertos!

Procesión del Apóstol

5. En una subida
empinada

Rosita y Sofía aparecen con las flores recién cortadas, entre las cuales hay alhelíes, claveles y azucenas.
– Tienen que dejarlas en pétalos sueltos, para que no vaya a golpear la cara del taitito.
– Y tú, hijo, anda cavando los huecos en la calle donde hundir los parantes.
– Ya mama.
– Hazlos hondos, para que el arco no se caiga cuando lo rocen las personas.
Pronto el viento nos trae sobre los tejados la melodía ya pareja de la banda de músicos, prueba de que la procesión está a la vuelta de la esquina.
La novena del Patrón para este día es en la casa del señor Mariños, tres cuadras más arriba de la nuestra.
Queda en una subida, tan empinada que allí casi siempre se resbalan y caen las cargas de los pollinos cuando suben o bajan.

Pasan cantando y bailando las kiyayas

6. Con un hato
de avellanas

Cuando salgo con el pico y la barreta, la calle es un bosque ya enfilado de arcos que cada familia ha plantado delante de sus casas esperando el paso del Apóstol.
Los cohetes revientan ya más cerca y los compases de la banda de músicos cada vez colman más y más con sus acordes nuestros corazones.
Sacamos entre todos el arco y aparece mi padre, subiendo por la calle. Él nos ayuda a ponerlo de pie apisonando la tierra a los costados.
Luego, lo primero que vemos aparecer en la esquina es a un señor alto y con terno, a quien todos llaman, el “Cuto Andrés”, siempre rodeado de niños y con un hato de avellanas que coge entre sus brazos como a un ramo de flores.
Le dicen “Cuto”, porque le faltan varios dedos, por los cohetes que han explosionado entre sus manos.
Con la otra mano sorbe un cigarro que tiene entre los labios, del cual saca bocanadas de humo encendiendo en su punta un rubí intermitente que fulgura en la vastedad de la calle.

El Apóstol entre pétalos de flores

7. Luego
de un resplandor

Entrecierra los ojos.
Coge con los dedos el canuto donde se aprisiona la pólvora del cohete, como si cogiera un pajarillo. Pega otra vez una chupada al cigarro y lo aproxima a la mecha de la avellana.
Con el cohete aún entre los dedos y el chorro de chispas que echa hacia abajo, y hacia atrás, el Cuto apunta al cielo.
La parvada de chiquillos corre hacia los costados, tapándose los oídos.
Un sonido que raspa el aire se eleva raudo hacia el cielo, haciendo salir asustadas a una que otra avecilla que han tejido sus nidos entre la cercha de los tejados.
Luego el resplandor de un estruendo estalla en el firmamento.
Es una explosión leve por lo alta que se pierde entre los cerros.
Una nubecita blanca se pinta allá arriba en él añil del cielo y no sé qué ilusión se abre también en nuestros corazones.

Los pallos en su devoción al Apóstol Santiago

8. El dolor
y la esperanza

Así empieza hoy día la fiesta que durará hasta el primero de agosto, día de la segunda procesión del Santo Patrono, que concluirá con la subida a su altar en la parte céntrica de su iglesia, donde pasará todo el año observando con gesto benevolente y compasivo el devenir de su pueblo.
Mientras, otra vez los cohetes disparejos revientan en el cielo con un estruendo que el eco de los cerros reproduce, trayendo la fragancia de las parvas de trigo que se esparcen por todos los contornos.
Sonido que nos convoca, nos llena de regocijo y, a la vez, nos colma de honda tristeza; cuando dejan una estela blanca como una motita de algodón que pronto se esfuma en el añil del cielo.
¡Ya es la fiesta! Que se hace con ingenua unción por todo lo que la vida tiene de amable y aciago; como de gracia a veces ni siquiera reconocida.
Como de dolores que nuestra alma lleva atravesados como dardos espinosos de las pencas con que nos reciben todos los caminos. Pero si todo es así, la fiesta es la flor del maguey que sobresale con el mensaje que todo, todo nos une; y que al dolor se sobrepone la esperanza de que también estamos hechos.

Todas las fotos:
Jaime Sánchez Lihón

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