14 DE JULIO
DÍA NACIONAL DE FRANCIA
TENGO
QUE
VOLVER
Danilo Sánchez Lihón
"Caminos de Santiago de Chuco,
Tierra de César Vallejo", es la colección
de fotos de Jaime Sánchez Lihón
que ilustra el presente texto.
1.
Siempre
pensé volver y no permanecer tanto tiempo aquí
tan lejos,
menos quedarme en esta grieta gris e impávida,
donde
es pertinaz y atroz el lento gotear de la lluvia que
se filtra
por el pavimento, como es desesperante el crujir
de la escarcha
al trisarse; y que el invierno cuaja sobre charcos
y túmulos.
azotando el frío y entumecidos el alma y huesos
en Montparnasse.
2.
Donde
no olvido, ni siquiera un instante, lo vivido en ti y
contigo
Santiago de Chuco, absorto ante tus piedras bajo
el sol iridiscente
de tu cielo azulado; como tampoco olvido el niño
de cinco, diez y trece
años que fui, cuando cierro los ojos en sueños o
en la vigilia,
y ya estoy allí, iluso en las calles empedradas de
mi infancia
extasiado en lo albo y oscuro del amanecer y el
despertar.
3.
Siempre
pensé volver y no permanecer tanto tiempo aquí
donde nieva,
impera lo vetusto, cae la helada, y todo lo opaca
esta neblina y
el chubasco intermitente, que apagan el palpitar
del mundo
y de la vida. Donde es insoportable el gorgoteo
incesante
del relente en las paredes, estrías y chorreras de
los catafalcos
de este viejo cementerio invadido de la soledad
y el tedio.
4.
Por eso,
llevadme a sepultar en Santiago de Chuco, entre
su luz matutina.
Enterradme en mi terruño y en cada geranio albo
y rojo.
Arrancarme el corazón si así lo quisieren, pero
¡repártanse
mi sangre y mis latidos! ¡Llévense si es posible
mi aliento!
Y tenedme en el umbral o quicio de sus puertas.
¡Pero llevadme
que aquí yo fenezco! ¡Llevadme, se los suplico!
¡Repatriarme!
5.
Enterradme
en los tejados, ¡en las altas colinas donde el sol
asoma!
Bajo la lluvia buena que anega los campos, ¡y es
fecunda!
Dejadme estar en el rasgueo del lápiz de un niño,
que sabe
que le quiero. En las semillas, en cada flor o fruto
que sobresale
en los campos sembrados. Habitar en la mirada
de cada hombre
en el instante justo de hacerse honesto y bueno.
Al final
de una calle mirada en lontananza. Allí pueden
enterrarme.
6.
Sepultadme
al centro o al borde de un celaje. En la esquina
donde un niño espera.
En las mejillas sonrosadas de las adolescentes
cuando se
enamoran. En aquel vibrante altozano o panteón
de mi comarca
donde se divisa hacia abajo el conjunto de casas
con su plaza
su luz y su torre. En el humo que se eleva desde
los fogones.
Dejadme habitar el corazón sufrido y dulce de mi
mi pueblo.
7.
Pero
¡mejor no enterradme! Dejarme estar, más bien
libre, en el ábside
de cada estandarte que se eleva; en cada letra
de proclama
que se escribe. En toda consigna. Caladme, eso
sí, ¡en toda fe!
En las insignias, en lo alto de los campanarios
convocando
a concretar los sueños. En cada ser que cree,
en la alegría.
Siempre en la lluvia y fulgor de un relámpago
que estalla
8.
Quiero
estar con la gente de a pie, y en toda batalla que
se libre.
Al lado del trabajador. Y más aún de quien busca
trabajo. A mí
dejadme para siempre entre aquellos a quien no
tocó nada.
¡Soy César Vallejo, hermanos! Listo a luchar, ya
sea en esta o en
la otra trinchera en defensa de los desheredados
de la tierra.
Emocionado con ellos hasta las lágrimas. Junto
con ellos, ¡he jurado!
9.
Entonces
reconocedme en cada gesto, voz y puño alzado,
restallando
en la tea y luz fúlgida, reverberando convicto en
la punta
de una espada, como siempre aldeano, fraterno,
solidario;
haciendo que las palabras más hermosas sean:
“estar todos unidos”.
Y no tanto diciendo: mi casa; sino: casa nuestra.
No tanto: “tú”, “yo”,
“él”, sino todos los hombres de la tierra juntos. Y
¡abrazados!
10.
Inscribidme
por eso en las pancartas, izadme en las astas
y mástiles
de cada sueño. Decidido a ser el primero para
cualquier tarea
que se ofrezca. Solo reclamo no negociar nada.
Reconocedme
en cada ser desvelado, en cada padre amoroso.
Encontradme
de pie, hermanos, en cada hombre que lucha y
defiende la vida.
Por todo ello acompañadme a proclamar: ¡Vivan
los compañeros!
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