20 DE JULIO
EL
HOMBRE LLEGA A LA LUNA, 1969
ALUMBRA
LA LUNA
ESTA NOCHE
Danilo
Sánchez Lihón
Luna!
Alocado corazón celeste.
César Vallejo
1. Su luz
nívea
Es de noche.
La luna
repentina emerge por la cumbre de los cerros, enorme, intensa y plena, con una
luz radiante.
Y bajo su
blancura fantasmal todo se calma y sume en arrobado silencio. Todo se asusta y
sumerge en un hondo misterio.
Quizá por lo
tupidas e intrincadas que han sido hasta hace unos instantes las sombras del
universo.
Y hoy se revela
como si recién naciera todo, como si recién se inaugurase la naturaleza
intocada, núbil y fantasmagórica.
Y nosotros dos
sentados primero a oscuras en la escalera que sube de la cocina al mirador, ¿te
acuerdas?, guardamos de improviso profundo y ungido silencio.
– Tengo miedo.
–Me dices.
– ¿De qué, acaso?
– ¡De lo hondo
que es el mundo! ¡Se siente como un abismo!
– Sí. ¡Y de lo
mínima que en él es la vida!
2. Espigas
de trigo
Y, de estar
asombrados, la luna ya está posada con su luz nívea en el borde del tejado. Y
de allí baja hacia el piso de tierra, aún sin tocarnos, alumbrando después las
patas de la mesa y las sillas vacías.
Y luego, poco a
poco, va subiendo por el fogón ya apagado. Trepa ahora a la hornilla de fierro.
Y deja nítida la leña yerta y a medio quemar.
Y sube
iluminando las paredes de adobe donde están colgadas las ollas quietas en sus
clavos.
– Siento frío.
–Dices. Y me conmueve la delgadez de tu espalda
Cuando ya la
luna se desliza ya por tu falda de bobos con greca y guirnaldas verdes y
azuladas amarillas y rojizas, sobre el raso blanco de lino entretejido.
Ahora ya se posa
en tus rodillas y en mis pies desamparados. Y después va subiendo por tu regazo
y tus brazos que se azoran con su resplandor blanquecino.
Entonces tú
extiendes tus manos, dejando que las alumbren primero por el dorso, luciendo
como palomas dormidas. Y luego, con las palmas hacia arriba, como queriendo que
allí la luna enrede sus pasos y su traje de novia desvelada.
3. Se buscan
nuestras manos
Tú entonces,
alzando tu rostro encantado, y mirando más allá de los aleros, los pilares y
cumbreras de los techos, exclamas:
– ¡Hagamos que
la luna sea eterna esta noche!
Y siento cómo tu
cuerpo levemente se estremece, haciendo temblar el travesaño de la escalera en el
cual estamos ambos sentados.
Mientras, la
luna boga sigilosa entre las nubes. Ladra un perro en la hondonada. Se oye un
rebuzno lejano, y el piido de alguna avecilla súbitamente despierta en la
enramada.
Sin pensarlo se
buscan nuestras manos y se quedan entrelazadas sobre tu vestido de flores
azoradas.
Primero haciendo
una torre, una mano posada encima de la otra. Y luego haciendo un techo sobre
otro techo, una colina sobre otra colina, una casa sobre otra casa. Y luego
palma con palma, para después tejerse entre sí nuestros dedos.
Como un troje, o
las gavillas atadas en una parva, o como un campo sembrado, como una colina de
espigas de trigo crecidas y batidas por el viento.
4. Sobre
tu regazo
Entonces en
ellas y por ellas, en tus manos y mis manos, se precipitan a chorros las
cataratas inatajables de tu sangre y de mi sangre redimidas o suicidas.
Traspasándose
por los bordes y las orillas de las dos pieles en un fragor desbocado.
Luego se voltean
para quedar ambas boca arriba. Tu mano más pequeña encima de la mía.
Tu mano
doblegada suavemente dentro de mi palma y luego de mi puño que la aprieta
suavemente. Y allí se quedan, la tuya como una avecilla dormida mientras la
luna boga allá arriba, ya malherida.
Y allí quietas
pareciera que se quedan eternas como tú dijiste, ala con ala, boca con boca,
vientre con vientre.
Luego se
extienden horizontales y quedan otra vez una frente a la otra extenuadas exactamente,
coincidiendo, yema con yema sobre tu regazo.
Y otra vez se
pierden, se buscan y encuentran. Hacen un eje acorazonado en el centro y girando
apuradas como si buscaran una salvación para las dos manos juntas. Y se agitan
hasta la extinción de sus alientos y latidos.
5. Y,
¿tú?
Pronto la mía se
aleja y la tuya se abraza hundiendo su pecho lo más profundamente que puede en
mi pecho, todo en silencio.
Y tus dedos se
clavan desesperados volteándose hasta el dorso. Y se quedan de cada uno las dos
manos fundidas, bebiéndose juntas, una absorta en la otra; ambas extasiadas.
– Así, ¿quiénes somos
ahora? –Me preguntas– Y, ¿quiénes éramos?
La luna ha
girado tanto que solo se ve afuera desvaída en los tejados. Y otra vez nos han
envuelto las sombras.
Tu mano entonces
voltea hacia arriba como una copa o flor que ofrece sus corolas y sus pétalos.
Y mi mano voltea hacia abajo para entrelazarse con la tuya. Y yo me inclino.
Todo para que
ahora me rodeen desde lejos. Eternas e insomnes veladoras de mis sueños, como
quisimos hacernos eternos esa noche.
6. Por hondos
senderos
Han pasado
muchos años. Ahora yo regreso a la casa abandonada.
Aquí está la
cocina.
Solo quedan
rastros del fogón y la hornilla. Arriba siempre permanece el hueco del terrado
impávido.
Esta es la
escalera. Este es el callapo donde nos sentamos.
Tanto he
recorrido el mundo. ¡Tanto he arriesgado y sigo arriesgando la vida por hondos
senderos!
¡Hay tantos
caminos hendidos bajo mis pies fugitivos! Y repentinamente ha salido la luna. Siempre
la luna bogando arriba, como la eternidad a la cual aludiste aquella noche.
Ahora estoy
nuevamente aquí a oscuras, en el mismo travesaño del tinglado que es la vida. Pero
esta vez estoy solo.
Donde hace
muchos años estuve contigo. Y soy yo quien siente frío.
7. ¡Y
ya amanece!
Pero ya la luna,
desprendida del borde del alero, rueda silenciosa por el cielo.
Y otra vez te
siento estar aquí, con la misma falda de bobos y grecas y de flores verde
amarillas sobre el raso blanco de lino. Y la misma blusa. Veo que mis zapatos son
otros. Y siento mi corazón lleno de heridas.
– Pero el candor
–dices–, y la inocencia son las mismas. Por eso te he esperado en este sitio.
Y me extiendes
otra vez tus manos sensitivas.
– ¡Pero tú estás
muerta! –Me atrevo a decirte.
Entonces me
miras desde una vasta distancia. Y desde una calma profunda.
– No te olvides;
es hondo el mundo, y habitamos un abismo. Pero la sangre que palpita y se
entrecruza palma con palma se vuelve eterna.
Vuelves a
extender tu falda y te sientas.
Los nardos y las
azucenas han elevado a lo alto del cielo sereno sus corolas abiertas. La luna luce
más espléndida que nunca. ¡Y ya amanece!
INVITACIÓN
PARTICIPE
EN EL AULA VIRTUAL CAPULÍ
EL DÍA
Y HORA DEL SÁBADO 25 DE JULIO
A LAS 6
PM. HACIENDO CLIK EN ESTE ENLACE:
Los textos anteriores pueden ser
reproducidos, publicados y difundidos
citando autor y fuente
dsanchezlihon@aol.com
danilosanchezlihon@gmail.com
Obras de Danilo Sánchez Lihón las puede solicitar a:
Editorial San Marcos: ventas@editorialsanmarcos.com
Ediciones Capulí: capulivallejoysutierra@gmail.com
*****
DIRECCIÓN EN FACEBOOK
HACER CLIC AQUÍ:
*****
Teléfonos:
393-5196 / 99773-9575
Si no desea seguir recibiendo estos envíos
le rogamos, por favor, hacérnoslo saber.
No hay comentarios:
Publicar un comentario