martes, 28 de julio de 2020

28 de julio. Fiestas Patrias del Perú. / La amo y defiendo con mi vida.


28 DE JULIO
FIESTAS PATRIAS DEL PERÚ

LA AMO
Y DEFIENDO
CON MI VIDA

Danilo Sánchez Lihón




1. Túpac
Amaru

Delante de mí dieron muerte atroz y cruenta a mi esposa, a mis hijos, a mis parientes y amigos más cercanos, entrañables y queridos.
Desde la parte posterior de mi cerebro introdujeron tres clavos ardientes que salieron por mi boca en castigo por los tres bandos de libertad que proclamara desde los campanarios de las iglesias aldeanas.
Ataron mis manos y mis pies a cuatro caballos. Espolearon hacia las cuatro esquinas de la plaza, en estampida y con espuelas que resonaron en las baldosas de la plaza.
Mis miembros no se rompen, sino que resisten. Se tensan las cuerdas y me sacuden en el aire, dando de espaldas y de cráneo contra el suelo.
– ¡Arrepiéntete! ¡Di que ya no la amas! –Es su reclamo y su gritería.
– ¡La amo con toda mi alma! Más allá incluso de todo tormento y que todo se torne polvo, cascajo y ceniza. ¡La amaré eternamente!
– ¡No demoremos más! No podremos arrancar sus miembros halándolo. Cortémoslo a pedazos. Es imposible que se arrepienta. Entonces: ¡Descuartícenlo!
–Y así lo hicieron.




2. Micaela
Bastidas

Reventaron mi boca a patadas.
Sentí coágulos de sangre en mi lengua. Y borbotaba espuma por la comisura de mis labios.
Me arrastraron por la plaza, vi torturar y morir a Hipólito, mi hijo y principales parientes, hombres y mujeres.
Me subieron al cadalso. Intentaron cortar mi lengua y no lo pudieron.
Se detuvieron un momento. Y rojos de ira me preguntaron:
– ¡Dinos! ¿La sigues amando?
– ¡Sí, la amo! ¡Y jamás podré negarlo! No la olvidaré nunca en el confín de los tiempos. ¡La amaré infinitamente!
– ¡Ahórquenla! ¡Mátenla! ¡Síganle dado de puntapiés en los senos, en el sexo y en el vientre!
Y esta vez al no poder ajustar mi cuello el garrote, los verdugos halaron desde atrás una soga que pasaron por mi cuello.
– Dinos: ¿Aún la amas? –Preguntaron cuando mi cuerpo cayó al suelo. Se rieron y me asestaban patadas en todo el cuerpo.
– ¡Sí! –Modulé en mi recuerdo y con mi boca ya desvaneciente, cuando ya todo era luz, porque mi corazón estaba intacto, ardiendo y con amor imperecedero.
– ¡Sí, la amo! –Grito.




3. José
Olaya

Con las mismas redes con que yo pescaba en el mar me ataron de manos y pies y me suspendieron en el aire bamboleándome y dándome de golpes en las paredes de la celda, y después soltándome desde lo alto y dando en el suelo.
Me flagelaban con vara y azote a fin de que denuncie a quienes me habían entregado las cartas que llevaba a los patriotas, nadando en la noche y a oscuras desde Chorrillos hasta Chucuito, donde hasta hoy se alza la fortaleza del Real Felipe, en el Callao, donde se ubicaba el cuartel general de Sucre.
Con una tenaza arrancaron a fuego limpio las uñas de mis manos y pies. Me cortaron los pulgares de mis manos con un cincel, y al ver que resbalaba lo hicieron con un hacha.
Y seguían exigiendo:
– ¡Di que no la amas! ¡Habla!
– Si mil vidas yo tuviera, las mil vidas las entregaría por mi patria. La amo, con toda mi alma
– ¿Cuál Patria? ¿Si ella aún no existe? ¿Si apenas es un sueño?
Y les contesté:
– Existe en mi alma y en los sueños de mis hermanos que luchan por romper sus cadenas. ¡Viva la libertad!




4. María Parado
de Bellido

Soy una anciana de más de 60 años. No soy blanca, ni esbelta, ni bella. Soy indígena y no hablo castellano. Soy quechua hablante. Eso sí con una gran ternura, devoción y piedad en el alma.
Me han torturado y me van a fusilar como dice el bando que han leído y han pegado en cada esquina de la plaza y calles de Huamanga:
– “Para escarmiento y ejemplo por haberse rebelado contra el Rey de España y el Viso Rey y Señor del Perú”.
Pudieron arrojarme toda su infamia a mí y hubiera sido infinitamente menos mi dolor, pero han masacrado a mis hijos y a mis nietos.
Quieren que yo delate a quienes como yo anhelamos una patria hermosa. Yo les he dicho:
– “Yo dicté esa carta en que advertía a los patriotas que abandonaran el pueblo de Quilcamachay, porque para allá se dirigía el asesino de Carratalá. Pero no voy a decir jamás a quién la dicté así me crucifiquen, ni estoy aquí para informar a ustedes sino para sacrificarme por la causa de mi patria y la libertad”. “¡Viva el Perú libre e independiente!” Grité mientras me mataban.




5. Miguel
Grau

Me dijeron:
– Tienes hijos pequeños qué educar. Tienes una mujer bella y cariñosa a quien amparar.
– Sí.
– Tu buque es apenas un cascarón de huevo de alcatraz frente a los nuestros acorazados que son inexpugnables. ¡Salva tu vida! ¡Sé prudente! ¡La vida es lo más valioso!
– Aunque la diferencia es abismal entre mi barco y los suyos mi deber de marino es defender los mares y suelos de mi patria.
– Niégate a salir en tu barco. Aduce que es irracional pelear en estas condiciones y circunstancias. Que hay que ser realistas. Rebélate contra tu mal gobierno. Tienes todas las de ganar.
– Amo al Perú, su promesa y su destino
– ¿Y quién va a sostener una lucha así, si es tan grande la diferencia en armamento, soldados, tecnología, finanzas?
Les respondí:
– Yo la sostendré. La causa de mi pueblo es sagrada.
– ¡Apunten! ¡Disparen! –Oí decir. Estalló la torre de mando de mi nave, El Huáscar. Yo y mis compañeros salimos hecho astillas de fervor por el aire.




6. Leoncio
Prado

Se apostaron al pie del lecho donde yacía herido, sin siquiera poder pararme, con la pierna hecha astillas.
– ¿La amas?
– He caminado arenales, montañas, selvas; he cruzado ríos caudalosos a fin de defenderla en los campos de batalla.
– Te vamos a fusilar.
– Soy comandante y me corresponde ser fusilado en la plaza de Huamachuco. Y por mi grado debo ser quien dé la orden de disparo.
– Lo primero denegado; lo segundo concedido.
– Servidme una taza de café y al tercer golpe que yo de con la cucharilla en el plato, disparen.
Las balas después de atravesar mi corazón y mi frente continuaron incrustándose en las piedras del muro. Y los esbirros siguieron preguntando:
– ¿Aun la amas?
– ¡Sí! –Dije–. ¡Y jamás dejaré de amarla! ¡La amo con toda mi vida!  ¡Y ahora con mi muerte más que nunca!
– ¡Sigan disparando! ¡Continúen! ¡No cesen de dispararle!




7. Javier
Heraud

Desde las orillas del río y desde una barca que se acerca disparan con balas dun-dun con que se cazan fieras en los bosques, y mientras cruzábamos las aguas del río Madre de Dios, frente a Puerto Maldonado.
Primero agujerearon la camisa blanca que yo izaba como bandera al viento. Luego mataron al boga que se había introducido en el agua para que las balas no le cayeran.
Después se acercó un peque-peque repleto de hombres armados que nos perseguían.
Sin nada qué hacer empecé a comer naranjas que guardaba en mi bolsillo, mientras disparaban a diestra y siniestra.
Cuarenta perforaciones se contaron en mi cuerpo desnudo y ya apacible en el suelo de cemento.
– Te perdonamos si reniegas y la maldices. –Me dijeron antes.
Y respondí:
– La amo y la defiendo con mi vida.
– ¡Matadle otra vez! –Gritaron y yo lo escuché desde aquí, desde el río, contemplando árboles y flores y escuchando el trino de los pájaros.




8. Luis 
de la Puente Uceda

Me subieron a un avión, con una cuerda atada a uno de mis pies y el otro extremo atado a un ladrillo que tenía un hueco al centro por donde atravesaba la soga.
Mis manos quedaron maniatadas con una cadena pesada en la espalda.
– Te vamos a arrojar al mar si no desistes de ella. –Me advierten.
Los miro.
– Dinos que no la amas.
No respondo, prefiero guardar silencio. Pienso en mi tierra y en mi infancia en Santiago de Chuco, una comarca rodeada de maizales, campos sembrados de trigo y colinas cubiertas de anís y azucenas.
– ¡Habla!
– La amo con toda mi alma. Y la amaré por siempre. Y por toda la eternidad hasta el fin de los tiempos.
No fue necesario arrojarlo al mar, sino que lo hicieron en la Cordillera Blanca de los Andes, transparente e impoluta donde su corazón iluminado sobre la nieve se convirtió en una bandera inmarcesible. 


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