viernes, 14 de agosto de 2020

14 de agosto. Día de la Calidad del Aire. / Cielo azul surcado de nubes blancas.

14 DE AGOSTO 
DÍA DE LA CALIDAD DEL AIRE 

CIELO AZUL 
SURCADO DE 
NUBES BLANCAS 

Danilo Sánchez Lihón 




1. El alhelí 

de sus huertos

 

El pueblo donde yo nací es un lugar recóndito y hermoso, abrupto y profundo, y en algunos, o muchos aspectos, difícil, insondable y un diáfano enigma.

Muy complicado de llegar a él, en el sentido de su distancia, aislamiento y soledad.

Donde tenemos, al lado de su escabrosidad, ¡su cielo añil surcado por nubes blancas! Y su limpidez en todo, especialmente en su gente.

Donde sobresale el alhelí de sus huertos, colmados de manzanas que maduran sobre los muros y tienden su dulzura hacia la calle entre rastrojos y cactus ariscos.

Es, al mismo tiempo, un lugar del cual es difícil de apartarse y salir. Imposible de dejar de amar e imposible de olvidar.

Del cual se quedan imborrables en el alma sus caminos, sus colinas cubiertas de flores, sus hondonadas inextricables, sus crepúsculos y amaneceres indescriptibles.





2. Grecas

y encajes

 

Con sus flores extasiadas. Más aún aquellas que se asoman ingenuas o impenitentes hacia los abismos y barrancos.

Y las otras que brotan por entre las piedras y en las rendijas de las paredes, para ofrecernos sus corolas y sus pétalos de matices estallantes.

Encandilados de amar los ojos de sus niños, llenos de asombro y de ilusión, de candor y de coraje.

Arrobados ante la mirada transparente de sus mujeres, sin escollos ni barreras sino francas, confiadas y fraternas,

Sus faldas ribeteadas de cintas, grecas y encajes, representando flores, hojas y frutos del campo. Y que recorren incansables los senderos.





3. Boga

imponente

 

Cómo no identificarse con sus campos sembrados, con sus colinas bruñidas por el sol que relumbra en las flores.

Cómo no identificarse con las gamas de verdes y los techos ocres de sus viviendas que se extienden por sus planicies.

Con las cañas de mayo del lugar, que algunas son jugosas, heladas y dulces. Y con sus panales de abejas, y con las mostazas que amarillan en sus praderas.

Cómo no identificarse con el pan de sus mesas y que es un alimento sacramentado, ritual y pueblerino.

Con la luna que se desmaya dejando enredada su túnica azulada en las ramas de los alcanfores. Y que ahora boga imponente en el cielo adamantino.

Cómo no identificarse con la ternura de los labriegos que se tiempla y adelgaza en la prueba y en el trance del trabajo, y frecuentemente del dolor.

 


4. Mi

pueblo

 

Yo confieso: que, cuántas veces lo he anhelado, he sido otra vez en mi tierra el niño aldeano que en el fondo soy.

Acogido y aceptado entre ponchos y rebozos de la gente sencilla, a la cual quiero y con quienes me abrazo total y plenamente.

Aquella gente buena con quienes me solidarizo con sus expectativas, sus inquietudes y hasta con sus impaciencias porque las situaciones cambien y mejoren.

Me identifico con la limpidez de sus secretos. Con el amor furtivo de las muchachas que escogen al varón fuerte, al duro e íntegro para el hogar y el trabajo.

Y siento un total respeto a su pena, a su historia desgarrada que es también mi historia, por ser mi pueblo y también el tuyo, mi querido hermano.

 


5. Nuestro

ser

 

Por eso, es significativo que hacia él volvamos cada año, haciendo la travesía y llegando hasta Santiago de Chuco en la caravana que año tras año realiza el movimiento Capulí, Vallejo y su Tierra.

Porque ello constituye el viaje a la raíz que somos hacia adentro, y hacia el árbol que somos hacia afuera.

Y es la proyección hacia el futuro que queremos ser. Y el vuelo hacia lo distante y lo distinto. Hacia lo alto y hacia adentro. Es empinarse hacia la transparencia y ahondar en la infinitud.

Esta peregrinación, también denominada Telúrica de Mayo, es sumergirse en la entraña de nuestro ser, para alcanzar a renovar nuestra identidad, aparentemente escondida.

Pero más bien latente, soterrada y recóndita, donde Santiago de Chuco es fuente.

 


6. Al ver

venir

 

En tal sentido, viajar a Santiago de Chuco es el testimonio de que apreciamos y reconocemos que es en el ámbito interior del país en donde se encuentra lo mejor de nosotros mismos.

Incluso, que al interior del ser del hombre cabe toda la dinámica social, espléndida y pujante. Como dentro de ella está lacerante el drama del retorno y del adiós.

Que, en el fondo, y como claves secretas, está lo que somos, antes que externamente, al ver venir a unos y marcharse e irse a otros.

Es constatar cómo en nuestro propio ser se hace y deshace al mismo tiempo, con grandeza y pesar, el mundo y la vida de afuera. Y de cómo decidimos.

Y de cómo en lo escondido de las casas, las calles y el paisaje está todo inscrito, en la intimidad del alma propia y de la gente.



7. Retos

y pruebas

 

Viajar y llegar hasta su plaza es sentir al Perú profundo: a la lluvia que cae, al risco que resiste y la pluma del alba que sobrevive a las tormentas. A la pregunta y a la respuesta de quienes somos y que desde el fondo se eleva.

Erigiéndose y desplomándose el enigma que nos habita en el fondo del ser y de nuestro destino.

Es importante y significativo conocer este mi pueblo, el perfil de sus montañas, porque con el amor que él nos inspire propugnaremos el retorno de los hermanos que se han ido.

Y con la visión que conocer los pueblos añejos nos plantee, se nos hagan claros los caminos, sus desafíos y las soluciones que avizoremos.

Retos y pruebas en cuya forja pongamos nuestro empeño, dedicando lo mejor de nuestro aliento y nuestra vida, por difícil que ello sea, en la construcción de un orden nuevo en el Perú, que ha de ser aquello que nos salve y nos redima.

 

Todas las fotos de:

Jaime Sánchez Lihón


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