jueves, 20 de agosto de 2020

19 de agosto. Día de la Fotografía. / Luis León, el fotógrafo de mi comarca.

 

19 DE AGOSTO

DÍA DE LA FOTOGRAFÍA

 

LUIS LEÓN,

EL FOTÓGRAFO

DE MI COMARCA

 

 

Danilo Sánchez Lihón

 

 

Luis Gilberto León Rodríguez. Autofotogrfía recuperada por Hermes Torres.




1. Hasta allí

llegó un día

 

Cada pueblo tiene su fotógrafo legendario; así como hay una pléyade de otros que registran en imagen fotográfica acontecimientos, escenas y testimonios. Y a los cuales también cabe valorar.

Pero el Martín Chambi de mi comarca, como es Santiago de Chuco, es Luis Gilberto León Rodríguez, cuyo nombre simplificado entre nosotros siempre fue como un membrete: Luis León.

Poeta de la luz y la sombra pues todo lo hizo en daguerrotipo de blanco y negro.

Quien vivió en el siglo pasado entre los años 1900 y 1961, chalaco de nacimiento y chuco de corazón.

Quien aprendió fotografía en el taller de sus familiares situado en la Alameda de los Descalzos, en el viejo distrito Rímac, bajo el puente, en la dorada Lima, Ciudad de los Reyes.

Hasta allí llegó un día Plácido Alarcón quien venía de Santiago de Chuco para hacerse unas fotos.

 


Foto de Luis León. Papá y mamá


2. Quedó

prendado

 

Le agradó la pulcritud y el esmero del joven, y lo invitó a venir con él a la Fiesta del Patrón Santiago del mes de julio cuando corría el año 1921, un año después que ocurrieran los sucesos que le costaron 112 días de cárcel al poeta César Vallejo.

Aquí vino, y se enamoró de este pueblo plácido y con un aroma profundo a ensueño, por los bosques de alcanfores que rodean a esta mi comarca. Y se quedó a vivir recorriendo pueblo por pueblo de esta provincia, tomando fotografías con la misma prolijidad en perseguir la luz en sus diversos tonos, matices, colores, fragancias y pasiones.

Así como quedó prendado del pueblo le hechizó también la magia de unos ojos negros y brujos que duelen cuando se detienen a mirarnos al fondo del alma. Eran los de Rosa Deza Verau, con quien contrajo nupcias y tuvo siete hijos: Augusta, Manuela, Rosa, Amelia, Guillermo, Victoria y Petronila.

Al final de su vida viajó a Trujillo para curarse y allí murió en octubre del año 1961. Está enterrado en el cementerio de Miraflores de esa ciudad, datos que nos ofrece Hermes Torres Pereda en su libro Apuntes y documentos para Santiago de Chuco.

 


Foto de Luis León. Mi padre, Primera fila, el primero de la izquierda



3. No decía

palabras

 

¿Qué recuerdo yo de él? Cuando pasaba frente a nuestra casa me impresionaba porque caminaba apoyando su cabeza en su puño derecho que ponía bajo su mentón, haciéndose ostensible su esfuerzo.

Era como cuando se pone un parante anclado a un muro a que no caiga, o un tijeral a un techo cuando este se ha inclinado y que amenaza con caer. Y su mirada estaba siempre cabizbaja, fija en el suelo en donde iba a poner los pies.

Vivía Luis León a dos cuadras de mi casa, en la misma recta o calle, y en mi barrio; él más cerca del Reservorio de Agua, o de La Poza, haciendo esquina su domicilio entre la calle Colón y el jirón Ayacucho.

No decía palabras y apenas contestaba el saludo con algún gruñido, o con un movimiento doloroso de su rostro. Era un hombre de vida retirada, a quien mi padre nos recomendaba que lo saludemos siempre con mucho respeto. Quizá también por esa condición contraída de su cuerpo.

 


Foto de Luis León. Mi madre, al centro de la primera fila


4. Calles

empinadas

 

Un día llegaron desde lejos mis tíos Baltazar, Jorge y Ángel, hermanos de mi padre. Y fue ocasión para que Luis León nos retratase en dos placas fotográficas a todas luces históricas, junto a mi abuela y mis otros tíos, como también acompañados de mis padres, mi hermano Juvenal y mis primos y toda la familia reunida ese día, pues mis tíos venían a visitarnos desde lugares lejanos.

Fue un hecho memorable, porque el día y hora convenidos estábamos una numerosa comitiva frente a su casa que tenía un portón casi hundido bajo el nivel de la calle y hacia adentro una huerta profunda.

Pensamos que la foto que iba a registrar nuestras presencias la iba a tomar ahí en su casa o en un escenario adyacente. Pero, ¡no señor!

Salió con su cámara de manga negra, sus placas de vidrio y su trípode que no quiso que nadie lo ayudase a cargar.

Siempre en silencio pasó adelante del grupo sin mediar palabras. Caminamos calles en pendiente y pronto estuvimos en las afueras del pueblo y en la parte más empinada.

 

Foto de Luis León. De dos años, entre mis seres queridos


5. ¿Qué

busca tanto?

 

Por recomendación de mi padre dejamos que se adelante para no hacerle sentir que lo apurábamos mientras mis tíos comentaban cada detalle de las casas, de las puertas y de las personas que encontrábamos a nuestro paso. Y él con la dificultad de su cabeza, cargando todos sus aparejos.

Ya pasamos la cuesta de Las Guitarras y estamos en el camino a Yamanate. Hemos pasado lomas, quebradas, campos sembrados, bosques.

Hemos bordeado la Laguna Encantada. Ya hemos subido por las gradas de baldosas del Camino del Inca, bordeado de árboles centenarios. Es un paseo largo, agotador y él, pese a su dificultad para caminar sigue adelante.

– ¿Adónde nos lleva León? –Escucho que protesta uno de mis tíos.

Y es que ya tiene arrugado el saco que lleva al hombro, y la corbata le cuelga desajustada en el cuello. Y ya no puede caminar más.

– Sí, pues. ¿Qué busca tanto? –Dice otro.

 

Foto de Luis León. De ocho años, entre mis seres queridos


6. Con su aura

propia

 

– Busca la luz y la sombra adecuadas. –Escucho decir a mi padre.

– Pero cómo sabe si va agachado y ni siquiera mira a su alrededor.

– ¡Eso crees! ¿Y quién consideras que sufre más esta caminata sino él que va cargado de sus aparejos y con la dificultad que tiene para caminar?

Eso fue hasta un momento en que silencioso e implícito, sin decir palabra fijó su atril en un ángulo. No nos dijo nada, ni siquiera: “¡Aquí es!”. Nada.

Nos pusimos delante e hizo solo dos disparos que son las dos mejores fotografías que yo atesoro de mi infancia con toda mi familia reunida, junto con otra más antigua que también la tomó él.

¡Qué nitidez! ¡Qué contrastes y profundidad, en donde se ve hasta el alma de cada penca! ¡Y cada uno de nosotros con su aura propia!

Pero, así como a nosotros él retrató a muchos otros grupos humanos, paisajes, fiestas y costumbres.

 

Foto de Luis León. De ocho años, entre mis seres queridos



7. Atesorar

su alma

 

Todas las fotos de Luis león pasaron a manos particulares y se guardan en los álbumes de familias, que debieran de tener un lugar adonde donarlas.

Por eso, es importante en Santiago de Chuco, ¡y cada pueblo debiera poseerlo! fundar y hacerlo funcional y pródigo un Museo de la Identidad, y en él un archivo audiovisual.

O bien puede ser una casa, o una morada en donde se reúna la memoria y el patrimonio cultural de nuestros pueblos. Y en donde un rubro importante ha de ser siempre la fotografía.

Nuestra generación debiera legar estas casas e instituciones a la niñez y a la juventud de nuestras respectivas comunidades. Para ello se necesita participación, amor propio, constancia y actitudes nobles y constructivas.

Es muy importante tener espacios dedicados al estudio, investigación y a la conservación de nuestro patrimonio.

Instituyamos estas casas. Y así mostremos ser seres humanos sensatos, laboriosos, edificantes que conservan su memoria, que es igual a decir que saben atesorar su alma.

 

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1 comentario:

  1. Todos los pueblos deberían tener un museo forográfico de sus ciudadanos,yo que soy de una peovincia andina de Arequipa he insistido en esto,pero todavía no encuentro gente que acompañe en la tarea,pero no me rindo,se que lo ligrarémalgún dia.Pido a los Santiaguinos que busquen la forma de hacerlo.

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