20 DE AGOSTO
DÍA
DEL CALLAO
MITO
DEL CALLAO
Y SUS ISLAS
Danilo Sánchez Lihón
Pintura de Ger Orozco que ilustra este mito en el libro: "Te regalo el mar"
1. ¡Es
su suerte!
Antes, en esta saliente de tierra que se adentra en el mar, como es el
puerto de Callao, tenían su morada, en tiempos remotos, un dios y una diosa que
se amaban con amor dulce, sereno y transparente. Todo andaba bien, salvo un
detalle, que hizo que el amor que se tenían, fuera herido, nostálgico, y
después se hiciera eterno.
Pasión que ha quedado como un hecho inolvidable perpetuado en dos islas
pasmadas, en el viento que sopla, en una ensenada, un cabo y una punta que se
proyecta al mar como un brazo que anhelara asir algo inalcanzable. ¿Cuál fue
aquel detalle? ¿Qué fue lo que motivó este drama? El hecho que azotaran antaño
estos parajes inclementes marejadas, borrascas tempestuosas y los maremotos.
– ¡Lucharé con estos esperpentos! –Dijo un día, y ya decidido el dios
Chucuito.
– ¿Qué? – Preguntó Chala, alarmada por la voz inusitada con que había
hablado su consorte.
– Que expulsaré a estos malvados que asolan estas costas del mar océano.
Que los hundiré en los abismos y en las cavernas donde se engendran. ¡Que guerrearé
hasta vencerlos, darles muerte y hundirlos!
– ¡Déjalos!, –dijo Challa–. Nosotros somos dioses y nada podrán en
contra nuestra.
– ¿Y los otros seres? ¿De la raza humana que aquí mora? ¡Y de las plantas,
y los animales!
– ¡Sabrán cómo defenderse! ¡O, si no, que perezcan! ¡Es su suerte! ¡Esa
es la ley que determina quiénes deben permanecer y quienes sobrevivir sobre la
tierra!
2. Es mi deber
hacerlo
– Y, ¿todo aquello que aquí se construya y erija, entonces que se
arruine y que se acabe?
– ¡Si, si ese es su designio!
– ¡Eso, no! ¡Pensar así es cruento y ajeno a toda ley divina!
– Pero, ¡tú no eres humano, ni planta ni animal. ¡Eres dios! ¿Por qué te
preocupas?
– Porque si tenemos fuerzas y poder debemos protegerlos. ¡Eso es un
imperativo moral!
– Entonces que busquen otros parajes.
– ¡No son ellos el problema! ¡Debo corregir yo a esos perversos que se
ensañan! ¡Si nos fuéramos se tornarán arrogantes, y asolarán otras riberas!
– ¡Habiendo tantos lugares adónde ir!
– ¡Cualquier día llegarán hasta ahí! Y nada podrá edificarse por el
antojo y el arbitrio de esos seres siniestros.
– Son muchos y feroces, y acabarán contigo.
– Podré domeñarlos. ¡Es mi deber hacerlo!
3. Es mi destino
cumplir
– ¿Y qué tiempo te llevará combatirlos? –Preguntó Challa, ya inquieta
por la obstinación y la probable ausencia de quien era su esposo adorado. Y
padre de su única hija llamada Maranga.
– No sabría decir con precisión cuándo retorne. Solo en ir y volver de
sus guaridas no es menos de diez años.
– ¿Demorarás diez años en volver?
– Después de ese lapso puedo regresar pronto si los venzo con soltura. O
puedo demorar un tiempo más prolongado, si es que es duro someterlos a un
código, a una orden y a una ley, como intentaré hacerlo.
– ¿Y si te pasa algo? ¿Si sucumbes? ¡No vayas, por favor! –Dijo ella ya
puesta en su delante y cogida a su cuello.
Él la apartó suavemente.
– Cumpliré con lo que es mi deber y la misión que es mi destino cumplir.
– ¿Y no te parece cruel dejarnos a mí y a tu hija, sin ti y desoladas?
4. Empeño
en volver
– Quedan seguras en tierra firme y he dado instrucciones para que nada
les falte.
– ¡Eres cruel e ingrato conmigo que he consagrado toda mi vida a vivir a
tu lado!
– Volveré esposa mía. El recuerdo de ustedes me hará ser prudente. Pero
antes buscaré con mi embarcación a esos ladinos y arteros endriagos, y en el
mismo lugar donde moran y se corrompen, que es en lo más lejano y hondo del
océano.
– ¡Eso significa abandonarnos a mí y a tu hija, que es aún tierna!
– ¡Nada les faltará aquí!, pero es ineludible que yo aplaque la furia de
estos espectros brutales cuyas fechorías se ciernen sobre la gente y sobre
estas tierras de suyo apacibles.
– ¡Te matarán o te quedarás por ahí, enfermo y loco! Para ti ya no habrá
regreso.
–Yo pondré todo mi empeño en volver mi adorada compañera, aunque no todo
depende solo de mí el hecho de que me vaya bien o mal en esta contienda.
– Si no estás seguro, entonces deja esa idea descabellada.
– Tengo que cumplir esa misión que es insoslayable. Nada debe amenazar
estas costas. Esa es la obligación que se me encargó que yo cumpla.
5. Mi corazón
en tus manos
– Lo que me extraña es que por una aventura así tengas que abandonar a
tu familia. Acaso también, ¿no tienes obligación conmigo y con tu hija?
– Sí. Pero no confundas deber con aventura. Y tampoco misión que cumplir
con abandono de los seres a quienes más quiero, adoro y venero. Si estuvieran
en riesgo me quedaría.
– ¡Pero nos dejas solas! ¡No te conmueve abandonarme aquí, a mí y a tu
hija pequeña a quien no verás crecer ni podrás educar!
– Este trabajo en el fondo también lo hago por ustedes.
– ¡Pero si hemos podido vivir así hasta ahora!
– ¿Y no te preocupa vivir con estas amenazas? ¿Acaso, no es bueno
corregirlas?
– Si es por nosotras, te decimos ¡que no! ¡Que no lo hagas! ¡Que te
necesitamos a ti, aquí!
– Lo hago por ustedes y por todos los demás. Solo cabe que sean
pacientes y me esperen
– Ya te digo con total claridad: ¡que no lo hagas!
– Lo haré. Ya te he explicado las razones, y con mi corazón puesto en
tus manos.
6. Volveré,
por ti
– Eso sí te digo lo siguiente, Chucuito. Y óyelo bien: que, si
finalmente te vas, ya no nos busques ni aquí ni en ningún sitio, porque no nos
encontrarás. ¡Y si es por nosotras ya no regreses! Olvídate de mí y de mi hija.
Si es así ahora mismo me desuno contigo.
– Me rompe el alma, lo juro, pero de todos modos es mi deber que tengo
que luchar, y todo debe ser cumplido.
– Ya te dije, si es así ya no te pertenezco. En el fondo presentía que
eras egoísta, presuntuoso y traidor. Y puedes irte si quieres. ¡Vete!
Estas palabras ofendieron a Chucuito, le llenaron el alma de amargura y
desilusión. No dijo nada y se alejó decidido. Solo días después se acercó para
despedirse, sin detenerse a oír una respuesta:
– He preparado mi nave y voy a partir. Yo volveré. Te buscaré solo aquí,
y en ningún otro sitio. ¡Solo aquí! Y no deambularé por otros parajes. Pero
volveré, por ti y por mi hija.
– Entonces no nos encontrarás.
– Nada depende de mí. Nuestro destino no depende de lo que tú y yo en
verdad hagamos.
Y Chucuito se hizo a la mar con su nave.
7. La tierra
que él amaba
Era hábil en todo. Principalmente en dirigir una embarcación, en
reconocer las corrientes marinas, en saber cualquier ubicación, orientándose
por las estrellas.
Era infalible para acertar en saber la profundidad de los océanos, en
conocer el temperamento y el capricho de los vientos.
Era perito en interpretar de la noche sus calmas y turbulencias. Y del
día sus esperas. Del oleaje tanto sus tersuras como sus sinuosidades. Y de los
monstruos también en vaticinar sus sueños y sus ansiedades.
Pero las marejadas que azotaban las orillas de la tierra, lugar que él
amaba, se habían vuelto indómitas, atrevidas; y sin orden ni concierto.
Y las borrascas cubrían de lluvia, neblina y oscuridad estas amenas campiñas.
Y los maremotos destruían toda la vida que aquí con esfuerzo se erigía y
que encontraban a su paso para arrasarla.
Y por más que Chucuito intentó persuadirlos estas calamidades desoían
todo. Y hasta lo trataban con burlas, sorna y desprecio.
Es por eso que se embarcó a expulsarlos y a hundirlos en lo más distante
y profundo del bruñido piélago.
Y Challa también cumplió con lo que dijo, cual fue irse de aquí, ella y
su hija.
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