miércoles, 19 de agosto de 2020

19 de agosto. La semilla en el surco. / Cometas del mes de agosto.

19 DE AGOSTO 
LA SEMILLA EN EL SURCO 

COMETAS 
DEL MES 
AGOSTO 

Danilo Sánchez Lihón 



Oye a tu masa,

a tu cometa, escúchalos;

no gimas...

César Vallejo

 

1. Murmullo

de las hojas

 

Agosto en la serranía es mes de vientos y de brisas transparentes, que solo se siente en el alma.

Que hace que levantemos el rostro y nos quedemos aspirando la fragancia que recoge el viento a su paso por las pendientes, donde crecen silvestres y olorosas la ruda, la panisara y el anís.

Y que solo se ve algo de la brisa en la leve inclinación de las copas de los árboles, y en el suave mecerse de las espigas en los campos sembrados.

Esto ya sea en los sembríos que se extienden por cumbres y bajíos, o ya sea en los cultivos de pan llevar, que se siembran en las huertas.

Se lo vislumbra al viento ya sea en las sementeras que suben hacia lo alto como en todo lo que se va inclinando cuando sopla por los bajíos.

Se lo entrevé también en ese murmullo que produce en las hojas, y en el sujetarse la gente el ala o la copa de los sombreros, cuando el airecillo quiere llevárselos consigo.

 


2. Frágiles

naves

 

Pero hay también el otro viento fuerte sea que sople en la campiña, o ya sea que sople aquí y brame en las calles y en los tejados del pueblo mismo. Que se lo pulsa bien en el vuelo de las cometas que elevamos los niños buscando cualquier altozano o promontorio para lanzarlas al cielo azulino.

Se lo aprecia también cuando nuestras madres salen al patio y echando de arriba abajo, y de uno a otro recipiente, el trigo, el lino o la lenteja, y el viento se lleva toda la pajilla y hasta las poñas que se le pegan.

Y porque hay viento en agosto es que en este mes hay cometas en los cielos que son altos, transparentes e insondables, donde lucen los colores luminosos de que las hemos hecho.

Pero, además, porque en agosto tenemos tiempo libre para volar estas frágiles naves piloteadas con el tambor de la sangre de nuestros corazones puesta en la palma de nuestras manos y en la yema de los dedos que es cuando desde tierra nos elevamos lo más alto hacia el cielo.

 


3. Querer

mejor

 

Siendo la cometa es el más primigenio antecedente de la ilusión de volar en el viento, con el viento y para el viento.

Representa el anhelo del hombre por proyectarse hacia el espacio estelar en el afán de trascender, de abolir la muerte que más la vinculamos con el regreso a tierra. Y de hacernos divinidad.

Para eso nos sirven las cometas que pese a sus colores estallantes y a sus figuras de hadas del planeta tierra tienen puesta su alma en el viento que es etéreo, fugaz e inabarcable.

Ya en lo alto reciben de nosotros mensajes que les enviamos y que casi siempre son de socorro y ayuda por lo limitados y constreñidos que nos sentimos aquí abajo.

Sin faltar en los escritos que dirigimos las coplas y endechas de amor que dirigimos muchas veces a quienes no tienen ni oídos ni alma siquiera para saber que las amamos pese a ser vecinos.

 


4. Su honda

fragancia

 

Con las cometas ilusoriamente nos elevamos a la libertad del cielo anchuroso, para divisar y querer mejor desde arriba el lugar donde vivimos y donde hemos nacido y así suframos en ellos.

En el caso de mi tierra, que es Santiago de Chuco, las cometas se elevan sobre las hondonadas y sobre los campos sembrados de trigo, maíz y cebada.

Se elevan sobre las cuencas de los ríos que braman en la hondonada y frecuentemente se esconden por peñolerías abruptas que solo las cometas miran

Y se complacen mirando las colinas casi siempre húmedas por cuya extensión se esparce la manzanilla y el anís que nos embriaga con su honda fragancia.

Y bogan por entre las hebras y madejas en que se hacen y deshacen los arco iris que casi siempre se empinan desde los puquiales y desde algunas casas abandonadas donde penan los espíritus.

 


5. Flores

silvestres

 

Las cometas bogan sobre las distintas texturas, accidentes y gamas de amarillos de los caminos que suben, bajan, se estiran o serpentean por lomas, declives, cumbres y pendientes.

Pero igual se sostienen sobre los abrojos y los cercos de pencas y de tunas. Pasan veloces sobre las rocas inhiestas, y contemplan sin detenerse a saber en qué piensan.

Y se interrogan acerca de los pedregales con que se cercan las chacras y se trazan los caminos por donde transitamos. O se marcan los linderos por los cuales nos perdemos.

Las cometas se elevan sobre los sembríos de habas, de alverja, de maíz, pero igual sobre los cauces violentos de los ríos, las quebradas encajonadas y los barrancos atormentados, aunque cubiertos de hermosas flores silvestres.

Se elevan sobre los estallantes alfalfares, sobre los variados tonos de verdes de las sementeras y sobre los distintos matices de ocres de los tejados de las casas esparcidas por la campiña.

 


6. Travieso

y candoroso

 

Y a mi padre, que es maestro de escuela, le encanta que las echen a volar.

Y propicia toda oportunidad en que nos dediquemos a este juego de la pura ilusión, prodigando todas las facilidades, para que sus alumnos y otros niños, y nosotros sus hijos, pudiéramos primero organizando una excursión para ir a traer el carrizo de la confluencia de Chambuc para luego confeccionarlas.

Y programa uno o varios días para después elevarlas por el aire desde Chaychugo, La Piedra Bruja o Cruzgay. O de cualquier altillo u otero que hubiera. Y, de vez en cuando, él mismo interviene travieso y candoroso en esos juegos.

A partir de entonces siempre considero que un maestro que anima y ayuda a hacer a los niños sus cometas es un maestro auténtico y de a verdad. Y mucho más si es que busca ocasiones de llevarlos a campo traviesa para que puedan echarlas a volar; hecho que para mí pueba en concreto que aquella persona que hace eso es un maestro en firme y en serio.

 


7. Hacia

lo alto

 

Por tales razones y motivos pienso, sinceramente, que si una persona hace eso es un maestro de a verdad.

Porque quiere decir que le da mayor importancia a los sueños, a la quimera y a la libertad de los niños para perfilar sus propios destinos.

Porque, ¿qué forjamos con nuestras manos y nuestra mente cuando volamos una cometa?

Elevamos nuestro ser y creamos nuestro propio destino en un espacio abierto e ilimitado que lo mismo haremos cuando queramos saber qué hacer con nuestra vida. Y en saber quiénes somos en esta existencia.

Porque, hacer volar alguna vez una cometa es lanzarse al prodigio del espacio abierto, luminoso e infinito, y que no tiene límites.

Es subir a lo alto y proyectarse en lo vasto, a buscar nuevos significados en el horizonte y hacia lo superior, empinado e insondable.


Fotos 2, 3, 4, 5, 6, 7 y 8

Jaime Sánchez Lihón


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