Oye
a tu masa,
a
tu cometa, escúchalos;
no gimas...
César Vallejo
1. Murmullo
de las hojas
Agosto
en la serranía es mes de vientos y de brisas transparentes, que solo se siente
en el alma.
Que
hace que levantemos el rostro y nos quedemos aspirando la fragancia que recoge
el viento a su paso por las pendientes, donde crecen silvestres y olorosas la
ruda, la panisara y el anís.
Y
que solo se ve algo de la brisa en la leve inclinación de las copas de los
árboles, y en el suave mecerse de las espigas en los campos sembrados.
Esto
ya sea en los sembríos que se extienden por cumbres y bajíos, o ya sea en los
cultivos de pan llevar, que se siembran en las huertas.
Se
lo vislumbra al viento ya sea en las sementeras que suben hacia lo alto como en
todo lo que se va inclinando cuando sopla por los bajíos.
Se
lo entrevé también en ese murmullo que produce en las hojas, y en el sujetarse
la gente el ala o la copa de los sombreros, cuando el airecillo quiere
llevárselos consigo.
2. Frágiles
naves
Pero
hay también el otro viento fuerte sea que sople en la campiña, o ya sea que
sople aquí y brame en las calles y en los tejados del pueblo mismo. Que se lo
pulsa bien en el vuelo de las cometas que elevamos los niños buscando cualquier
altozano o promontorio para lanzarlas al cielo azulino.
Se
lo aprecia también cuando nuestras madres salen al patio y echando de arriba
abajo, y de uno a otro recipiente, el trigo, el lino o la lenteja, y el viento se
lleva toda la pajilla y hasta las poñas que se le pegan.
Y
porque hay viento en agosto es que en este mes hay cometas en los cielos que
son altos, transparentes e insondables, donde lucen los colores luminosos de
que las hemos hecho.
Pero,
además, porque en agosto tenemos tiempo libre para volar estas frágiles naves piloteadas con el tambor de la sangre de
nuestros corazones puesta en la palma de nuestras manos y en la yema de los
dedos que es cuando desde tierra nos elevamos lo más alto hacia el cielo.
3. Querer
mejor
Siendo
la cometa es el más primigenio antecedente de la ilusión de volar en el viento,
con el viento y para el viento.
Representa
el anhelo del hombre por proyectarse hacia el espacio estelar en el afán de trascender,
de abolir la muerte que más la vinculamos con el regreso a tierra. Y de
hacernos divinidad.
Para
eso nos sirven las cometas que pese a sus colores estallantes y a sus figuras
de hadas del planeta tierra tienen puesta su alma en el viento que es etéreo,
fugaz e inabarcable.
Ya
en lo alto reciben de nosotros mensajes que les enviamos y que casi siempre son
de socorro y ayuda por lo limitados y constreñidos que nos sentimos aquí abajo.
Sin
faltar en los escritos que dirigimos las coplas y endechas de amor que
dirigimos muchas veces a quienes no tienen ni oídos ni alma siquiera para saber
que las amamos pese a ser vecinos.
4. Su honda
fragancia
Con
las cometas ilusoriamente nos elevamos a la libertad del cielo anchuroso, para
divisar y querer mejor desde arriba el lugar donde vivimos y donde hemos nacido
y así suframos en ellos.
En
el caso de mi tierra, que es Santiago de Chuco, las cometas se elevan sobre las
hondonadas y sobre los campos sembrados de trigo, maíz y cebada.
Se
elevan sobre las cuencas de los ríos que braman en la hondonada y
frecuentemente se esconden por peñolerías abruptas que solo las cometas miran
Y
se complacen mirando las colinas casi siempre húmedas por cuya extensión se
esparce la manzanilla y el anís que nos embriaga con su
honda fragancia.
Y
bogan por entre las hebras y madejas en que se hacen y deshacen los arco iris
que casi siempre se empinan desde los puquiales y desde algunas casas
abandonadas donde penan los espíritus.
5. Flores
silvestres
Las
cometas bogan sobre las distintas texturas, accidentes y gamas de amarillos de
los caminos que suben, bajan, se estiran o serpentean por lomas, declives, cumbres
y pendientes.
Pero
igual se sostienen sobre los abrojos y los cercos de pencas y de tunas. Pasan
veloces sobre las rocas inhiestas, y contemplan sin detenerse a saber en qué
piensan.
Y
se interrogan acerca de los pedregales con que se cercan las chacras y se
trazan los caminos por donde transitamos. O se marcan los linderos por los
cuales nos perdemos.
Las
cometas se elevan sobre los sembríos de habas, de alverja, de maíz, pero igual
sobre los cauces violentos de los ríos, las quebradas encajonadas y los
barrancos atormentados, aunque cubiertos de hermosas flores silvestres.
Se
elevan sobre los estallantes alfalfares, sobre los variados tonos de verdes de
las sementeras y sobre los distintos matices de ocres de los tejados de las
casas esparcidas por la campiña.
6. Travieso
y candoroso
Y
a mi padre, que es maestro de escuela, le encanta que las echen a volar.
Y
propicia toda oportunidad en que nos dediquemos a este juego de la pura
ilusión, prodigando todas las facilidades, para que sus alumnos y otros niños,
y nosotros sus hijos, pudiéramos primero organizando una excursión para ir a
traer el carrizo de la confluencia de Chambuc para luego confeccionarlas.
Y
programa uno o varios días para después elevarlas por el aire desde Chaychugo,
La Piedra Bruja o Cruzgay. O de cualquier altillo u otero que hubiera. Y, de
vez en cuando, él mismo interviene travieso y candoroso en esos juegos.
A
partir de entonces siempre considero que un maestro que anima y ayuda a hacer a
los niños sus cometas es un maestro auténtico y de a verdad. Y mucho más si es
que busca ocasiones de llevarlos a campo traviesa para que puedan echarlas a
volar; hecho que para mí pueba en concreto que aquella persona que hace eso es un
maestro en firme y en serio.
7. Hacia
lo alto
Por
tales razones y motivos pienso, sinceramente, que si una persona hace eso es un
maestro de a verdad.
Porque
quiere decir que le da mayor importancia a los sueños, a la quimera y a la
libertad de los niños para perfilar sus propios destinos.
Porque,
¿qué forjamos con nuestras manos y nuestra mente cuando volamos una cometa?
Elevamos
nuestro ser y creamos nuestro propio destino en un espacio abierto e ilimitado
que lo mismo haremos cuando queramos saber qué hacer con nuestra vida. Y en
saber quiénes somos en esta existencia.
Porque,
hacer volar alguna vez una cometa es lanzarse al prodigio del espacio abierto,
luminoso e infinito, y que no tiene límites.
Es subir a lo alto y proyectarse en lo vasto, a buscar nuevos significados en el horizonte y hacia lo superior, empinado e insondable.
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